Lista │ Fuera de campo: mujeres artistas y los límites de la visibilidad
Las artistas aquí reunidas cuentan con trayectorias consagradas, pero siguen siendo poco conocidas fuera de sus contextos o incluso dentro del propio sistema artístico.
Este texto es un divertimento. Una píldora de ilusión para felicitar a todas las mujeres artistas del mundo. No es un listado de mejores artistas, no responde a una voluntad clasificatoria ni a la lógica de las listas jerárquicas, un formato que nunca ha guiado mi manera de mirar el arte, pues es un ejercicio que nunca me ha resultado cómodo ni productivo. Es, más bien, una sugerencia de fin de año para los lectores: una cartografía posible, necesariamente parcial, que invita a mirar hacia distintos lugares del mundo donde mujeres artistas han construido obras sólidas, complejas y decisivas para la historia del arte, aunque no siempre hayan ocupado el lugar de visibilidad que merecen. Faltan muchas artistas fundamentales, de estos mismos territorios y de otros no abordados aquí, y esa falta no es un error, sino una constatación.
Muchas de las artistas aquí reunidas cuentan con trayectorias consagradas, pero siguen siendo poco conocidas fuera de sus contextos o incluso dentro del propio sistema artístico, demasiado a menudo encerrado en miradas estrechas. Este recorrido no agota, ni pretende hacerlo, la enorme cantidad de creadoras notables que existen a escala global. Al contrario, funciona como una apertura: algunas de estas artistas serán abordadas más adelante en artículos individuales y con mayor profundidad. Este texto es, así, una compilación consciente del 2025 y, al mismo tiempo, una antesala del trabajo que continuará desarrollándose en 2026. Empecemos.
Asia
Mariko Mori (Japón, 1967)

Formada en el cruce entre la tradición japonesa y la cultura visual global de finales del siglo XX, Mariko Mori desarrolló una trayectoria internacional temprana que la situó en museos y bienales desde los años noventa. Tras estudiar moda y artes visuales, y trabajar brevemente como modelo, su obra se consolidó en un momento en que Japón redefinía su proyección cultural a través de la tecnología, el diseño y la imagen. Su presencia en instituciones como el MoMA, el Centre Pompidou o la Bienal de Venecia confirma una carrera sólida y sostenida, aunque a menudo leída de forma parcial o superficial.
La obra de Mori articula espiritualidad, ciencia ficción y cultura pop en un lenguaje visual de gran precisión formal. Utiliza video, fotografía, instalación y escultura para explorar la identidad, la trascendencia y la relación entre cuerpo, tecnología y cosmos. Referencias al budismo, al sintoísmo y a la estética futurista conviven en escenarios cuidadosamente construidos que suspenden el tiempo y desdibujan las fronteras entre lo humano y lo artificial. Su trabajo no propone una nostalgia del pasado ni una fe ciega en el futuro, sino una visión integradora que cuestiona cómo habitamos el mundo contemporáneo y qué formas de conciencia estamos dispuestos a imaginar.
Atsuko Tanaka (Japón, 1932-2005)

Figura central del grupo Gutai, Atsuko Tanaka desarrolló su trabajo en el Japón de posguerra, en un contexto de ruptura radical con la tradición académica y de profunda reflexión sobre el cuerpo, la materia y la modernidad. Su trayectoria se consolidó desde mediados de los años cincuenta, cuando comenzó a exponer con Gutai en Japón y en circuitos internacionales, situándose como una de las artistas más innovadoras de su generación. Aunque hoy es reconocida en museos y estudios especializados, su papel ha sido durante décadas secundarizado dentro de los relatos dominantes del arte de vanguardia.
La obra de Tanaka explora la relación entre cuerpo, energía y sistemas de comunicación mediante pintura, performance y objetos. Su célebre Electric Dress convierte el cuerpo en soporte activo de circuitos luminosos, anticipando reflexiones contemporáneas sobre tecnología, identidad y exposición. En sus pinturas posteriores, los signos, números y formas orgánicas funcionan como diagramas vitales, más cercanos a pulsos que a símbolos cerrados. Tanaka no representa el mundo moderno: lo activa, lo hace circular, lo somete a una tensión constante entre control y desborde, situando su trabajo en un lugar clave de la historia del arte experimental del siglo XX.
Lin Tianmiao (China, 1961)

Esta artista se formó en la China de la posrevolución cultural y desarrolló una trayectoria singular marcada por el desplazamiento entre Oriente y Occidente. Tras estudiar arte en Pekín, se trasladó a Nueva York en los años ochenta, donde trabajó durante años en el ámbito del diseño y la producción artística antes de consolidar su propia voz. A su regreso a China en los noventa, se convirtió en una figura clave del arte contemporáneo chino, con presencia sostenida en museos y exposiciones internacionales. Su reconocimiento institucional es sólido, aunque su obra sigue siendo leída, en ocasiones, desde categorías reductoras vinculadas al género o a lo doméstico.
La obra de Lin Tianmiao articula cuerpo, lenguaje y experiencia femenina mediante materiales asociados tradicionalmente al trabajo manual y al espacio doméstico, como hilos, telas y objetos cotidianos. Estos elementos son transformados en instalaciones, esculturas y superficies tensadas que evocan control, repetición y resistencia silenciosa. El cuerpo aparece fragmentado, medido, envuelto o atravesado por sistemas que aluden tanto a estructuras sociales como a dispositivos de poder. Lejos de una estética decorativa, su trabajo construye una poética de la contención que pone en evidencia las tensiones entre individuo y norma, visibilidad y silenciamiento, en el contexto de la China contemporánea y más allá.
Cao Fei (China, 1978)

Cao Fei pertenece a una generación que creció con la aceleración urbana y tecnológica de la China posterior a las reformas económicas, y su trayectoria se ha desarrollado en diálogo constante con esos procesos. Formada en la Academia de Bellas Artes de Guangzhou, comenzó a exponer a comienzos de los años 2000 y rápidamente adquirió visibilidad internacional, con presencia en bienales y museos de referencia. Su obra ha sido clave para comprender cómo el arte contemporáneo chino aborda la globalización, el trabajo, la virtualidad y la vida cotidiana sin recurrir a lecturas folclóricas ni propagandísticas.
La práctica de Cao Fei se despliega entre vídeo, cine, fotografía, instalación y mundos virtuales, utilizando la ficción como herramienta crítica. Sus proyectos construyen narrativas donde lo real y lo imaginado se entrelazan para revelar las tensiones entre deseo individual y estructuras económicas, entre utopía tecnológica y alienación social. Personajes, avatares y escenarios urbanos funcionan como dispositivos de observación de una sociedad en transformación permanente. Más que documentar la China contemporánea, su obra la piensa desde dentro, exponiendo sus contradicciones con una lucidez que la sitúa entre las voces más influyentes del arte actual.
África
Betina Lopes (Mozambique, 1924-2012)

Nacida en Mozambique y formada entre África y Europa, Betina Lopes desarrolló una trayectoria marcada por el cruce de contextos culturales y por una lectura crítica de la historia colonial y poscolonial. Su trabajo comenzó a ganar visibilidad internacional a partir de los años 2000, con exposiciones en instituciones y bienales que la situaron como una voz clave dentro del arte africano contemporáneo. Aunque su presencia en circuitos internacionales es sostenida, su obra sigue siendo leída a menudo desde categorías simplificadoras que no alcanzan a dar cuenta de su complejidad formal y conceptual.
La práctica de Lopes combina pintura, collage y elementos escultóricos para construir superficies densas, fragmentadas y cargadas de memoria. Referencias al cuerpo, a la violencia histórica, al género y a los desplazamientos culturales aparecen entrelazadas en composiciones donde la figuración convive con la abstracción. Su uso del color y de la materia no es ornamental, sino político: cada plano parece tensionado por capas de historia no resuelta. Lejos de ilustrar un relato identitario cerrado, su obra abre un espacio crítico desde el que repensar la experiencia africana contemporánea en diálogo con el mundo global.
Pélagie Gbaguidi (Benín, 1965)

Nacida en Benín y formada entre África y Europa, Pélagie Gbaguidi ha desarrollado una trayectoria marcada por el pensamiento crítico, la escritura y una intensa labor pedagógica. Su práctica se ha desplegado desde finales del siglo XX en diálogo con contextos poscoloniales, feministas y decoloniales, con presencia sostenida en exposiciones internacionales, bienales y proyectos editoriales. Artista, teórica y docente, Gbaguidi ocupa un lugar singular en el panorama contemporáneo africano y europeo, aunque su obra sigue circulando de manera desigual fuera de ciertos circuitos especializados.
La obra de Gbaguidi se articula en torno al dibujo, la escritura y la performance como herramientas de resistencia y reescritura histórica. Sus figuras, a menudo fragmentadas o atravesadas por textos, funcionan como cuerpos de memoria donde se inscriben la violencia colonial, el trauma y la posibilidad de reparación. El gesto gráfico es urgente, casi visceral, pero nunca caótico: construye un espacio de confrontación donde la historia oficial es interrogada desde los márgenes. Su trabajo no busca ilustrar un discurso, sino activar un pensamiento crítico que convierte la imagen en un lugar de lucha, escucha y transformación.
Oceanía
Joy Hester (Australia, 1920-1960)

Figura clave del modernismo australiano de posguerra, Joy Hester desarrolló una trayectoria intensa y breve, marcada por una producción profundamente personal y expresiva. Formada en Melbourne y vinculada al círculo de Heide, expuso activamente desde finales de los años cuarenta y participó en los debates estéticos que redefinieron el arte australiano tras la Segunda Guerra Mundial. Aunque su obra fue reconocida en su entorno inmediato, durante décadas quedó eclipsada por relatos dominados por figuras masculinas del mismo grupo.
La obra de Hester se centra en el dibujo y la pintura como registros directos de estados emocionales extremos. Sus figuras, reducidas a rostros, manos y cuerpos tensados, exploran el amor, la angustia, la maternidad y la muerte con una economía de medios radical. El trazo es urgente, casi confesional, y convierte la imagen en un espacio de confrontación psicológica más que de representación. Lejos de cualquier decorativismo, su trabajo sitúa la experiencia interior en el centro de la modernidad artística australiana, anticipando sensibilidades que solo serían plenamente reconocidas décadas después.
Rona Green (Nueva Zelanda, 1964)

Nacida en Nueva Zelanda en 1964, Rona Green desarrolló su trayectoria artística entre su país de origen y Australia, donde se estableció y consolidó una práctica centrada en la pintura, el dibujo y la obra gráfica. Formada en un contexto marcado por los debates contemporáneos sobre identidad, cuerpo y subjetividad, su trabajo comenzó a adquirir visibilidad desde finales del siglo XX en exposiciones y colecciones institucionales de Oceanía. Aunque su obra ha tenido una presencia sostenida en el ámbito artístico australiano, rara vez ha sido incorporada a los relatos más visibles del arte contemporáneo, en parte por su negativa a alinearse con tendencias dominantes o lenguajes espectaculares.
La obra de Green se articula a partir de figuras humanas híbridas, cuerpos fragmentados y escenas de fuerte carga psicológica, realizadas mediante un lenguaje pictórico y gráfico contenido pero incisivo. Sus imágenes no buscan la representación fiel ni la narración explícita, sino que construyen espacios de ambigüedad donde el cuerpo aparece como territorio vulnerable y en tensión. El uso del color, la línea y la deformación formal sitúa a sus figuras en un estado intermedio entre lo íntimo y lo inquietante, evitando cualquier idealización. Lejos del énfasis discursivo o de la literalidad política, su trabajo propone una exploración persistente de la identidad y la experiencia corporal desde un lugar silencioso y crítico, que la mantiene fuera de los focos más visibles, pero le otorga una posición singular dentro del arte contemporáneo de Oceanía.
Latinoamérica
Marisol Escobar (Venezuela, 1930-2016)

Nacida en París en 1930, hija de padres venezolanos, Marisol Escobar construyó una trayectoria singular entre Europa, América Latina y Estados Unidos, donde se estableció definitivamente en Nueva York. Tras formarse en Los Ángeles y en la Art Students League, irrumpió con fuerza en la escena artística neoyorquina de finales de los años cincuenta y sesenta, participando de los debates del Pop Art sin integrarse nunca de manera dócil en sus categorías. Su obra fue ampliamente expuesta y reconocida en vida, aunque con frecuencia leída desde marcos reductores que minimizaron la complejidad conceptual de su práctica.
La obra de Marisol articula escultura, ensamblaje y autorrepresentación mediante figuras de madera policromada que combinan ironía, frontalidad y una mirada incisiva sobre el poder, la identidad y la representación social. Sus personajes, a menudo hieráticos y levemente desproporcionados, operan como retratos psicológicos y críticos más que como caricaturas. El uso del propio rostro como máscara recurrente introduce una reflexión temprana sobre género, autoría y performatividad, desplazando el Pop hacia un territorio más ambiguo y político. Lejos de la espectacularidad, su trabajo propone una crítica silenciosa pero persistente a los imaginarios dominantes de la modernidad occidental.
Lygia Clark (Brasil, 1920-1988)

Nacida en Belo Horizonte, Brasil, en 1920, Lygia Clark desarrolló una de las trayectorias más radicales y transformadoras del arte del siglo XX, decisiva tanto para el contexto latinoamericano como para la escena internacional. Tras una formación inicial en Brasil y en París, su obra se consolidó en los años cincuenta y sesenta en diálogo con la abstracción geométrica, hasta convertirse en una figura central del movimiento neoconcreto. A partir de ese momento, Clark emprendió un desplazamiento progresivo que la llevó a cuestionar los límites del objeto artístico, situándose en un territorio incómodo para los relatos tradicionales de la modernidad.
La obra de Clark rompe con la noción de arte como forma autónoma para proponer una práctica basada en la experiencia, la participación y el cuerpo como lugar de conocimiento. Desde los Bichos, estructuras articuladas que requieren la acción del espectador, hasta sus experimentos sensoriales y relacionales posteriores, su trabajo desactiva la jerarquía entre artista, obra y público. Lejos de la representación o la espectacularidad, Clark concibe el arte como un proceso vivo, capaz de transformar la percepción y la subjetividad. Su legado, más que formal, es profundamente político y epistemológico: una invitación a pensar el arte como espacio de relación, cuidado y reconfiguración de lo humano.
Europa
Lita Cabellut (España, 1961)

Nacida en Sariñena, España, en 1961, Lita Cabellut, artista gitana, pasó su infancia y primera juventud en Barcelona, un contexto decisivo para la formación de su sensibilidad visual y social. Desde allí inició un recorrido que la llevó posteriormente a los Países Bajos, donde se formó en la Rijksakademie de Ámsterdam y consolidó una trayectoria internacional desde los años noventa. Su obra ha circulado ampliamente por museos, colecciones y exposiciones institucionales, aunque su inscripción en los relatos dominantes del arte contemporáneo europeo ha tendido a neutralizar el peso de su origen y de su experiencia vital.
La pintura de Cabellut sitúa el rostro y el cuerpo como superficies de memoria, tiempo y dignidad. Sus grandes formatos, marcados por craquelados, fisuras y capas erosionadas, convierten la piel en archivo y la figura en territorio ético. La condición gitana no aparece como tema explícito ni como identidad ilustrada, sino como una experiencia de margen y resistencia que atraviesa su relación con la materia, la frontalidad de la figura y la negativa a la idealización. Su trabajo ocupa un lugar fuera de campo porque insiste en una pintura contemporánea material, directa y humana, difícil de integrar en discursos que privilegian la distancia conceptual o la desmaterialización, pero esencial para comprender otras genealogías posibles del arte europeo actual.
Sophie Calle (Francia, 1953)

Nacida en París en 1953, Sophie Calle ha desarrollado una de las trayectorias más singulares del arte europeo contemporáneo, situada en la intersección entre arte conceptual, escritura y experiencia vital. Desde finales de los años setenta, su trabajo ha circulado por museos y exposiciones internacionales, consolidando una práctica basada en protocolos precisos que convierten situaciones reales en estructuras artísticas. Aunque ampliamente reconocida, su obra sigue incomodando los relatos que separan estrictamente lo privado de lo público y el arte de la vida social.
La práctica de Calle introduce una acción social mínima pero decisiva: seguimientos, encargos a terceros, activación de comunidades temporales y uso de testimonios reales convierten al otro en agente del proceso artístico. Sin recurrir al activismo explícito, sus proyectos producen efectos concretos de implicación, cuidado o confrontación ética, situando al espectador ante responsabilidades compartidas. Esa fricción entre intimidad, regla y consecuencia social es lo que mantiene su trabajo fuera de campo, incluso dentro de su notoriedad.
Oriente Medio
Amina Benbouchta (Marruecos, 1963)

Nacida en Marrakech, Marruecos, Amina Benbouchta ha desarrollado una trayectoria situada entre el norte de África y el ámbito internacional, con una práctica que se despliega desde los años noventa en diálogo con la memoria, el lenguaje y las estructuras de poder. Su trabajo ha sido presentado en museos, bienales y exposiciones institucionales, consolidándola como una figura clave del arte contemporáneo marroquí, aunque su presencia en los relatos globales sigue siendo intermitente.
La obra de Benbouchta articula escritura, dibujo, instalación y fotografía para explorar la violencia simbólica, la censura y los mecanismos de control inscritos en el lenguaje. Textos fragmentados, tachados o velados se convierten en superficies de resistencia donde lo político y lo poético se entrelazan. Su trabajo no denuncia de forma directa, sino que construye espacios de ambigüedad crítica que obligan a una lectura atenta, situándola fuera de campo respecto a los discursos dominantes sobre arte y geopolítica.
Shirin Neshat (Irán, 1957)

Nacida en Qazvin, Irán, en 1957, Shirin Neshat desarrolló su trayectoria entre Irán y Estados Unidos, convirtiéndose en una de las artistas más reconocidas del ámbito iraní contemporáneo. Desde los años noventa, su obra ha circulado ampliamente por museos y bienales internacionales, aunque a menudo ha sido leída desde marcos simplificadores que reducen su complejidad formal y conceptual a una lectura exclusivamente política.
La práctica de Neshat se despliega entre fotografía, video y cine, utilizando el cuerpo, la escritura persa y la puesta en escena como dispositivos de tensión entre identidad, poder y representación. Sus imágenes, de fuerte carga simbólica, no ilustran una cultura ni una ideología, sino que construyen ficciones visuales donde el silencio, la mirada y el gesto adquieren una dimensión política. Su lugar fuera de campo persiste precisamente porque su obra desborda las categorías con las que se intenta fijarla, manteniendo una ambigüedad crítica que incomoda tanto a Oriente como a Occidente.
Norteamérica
Judy Chicago (Estados Unidos, 1939)

Nacida en Chicago en 1939, Judy Chicago desarrolló una trayectoria fundamental para la historia del arte feminista en Estados Unidos. Formada en el contexto del minimalismo y del conceptualismo de los años sesenta, su práctica se desplazó pronto hacia una crítica frontal de las estructuras patriarcales del sistema artístico. Desde los años setenta, su obra y su labor pedagógica contribuyeron a redefinir los modos de producción, colaboración y visibilidad de las mujeres en el arte, aunque durante décadas su trabajo fue relegado o caricaturizado por los relatos dominantes.
La obra de Chicago articula instalación, performance, pintura y prácticas colaborativas para situar el cuerpo femenino, la historia y la experiencia de las mujeres en el centro de la representación. Proyectos emblemáticos como The Dinner Party transforman el espacio expositivo en un dispositivo de memoria colectiva y reparación simbólica. Lejos de un didactismo simplista, su trabajo propone una reescritura radical del canon desde una perspectiva material y política que sigue resultando incómoda para una historia del arte que ha preferido integrar la forma antes que la reivindicación.
Barbara Kruger (Estados Unidos, 1945)

Nacida en Newark, Nueva Jersey, en 1945, Barbara Kruger desarrolló una trayectoria decisiva en el cruce entre arte conceptual, diseño gráfico y cultura de masas. Formada como diseñadora y editora gráfica, su obra comenzó a adquirir visibilidad a finales de los años setenta y ochenta, cuando introdujo un lenguaje visual directo y confrontativo en el espacio artístico. Aunque su estética ha sido ampliamente citada y apropiada, su potencia crítica sigue siendo frecuentemente neutralizada por su difusión masiva.
La práctica de Kruger combina imagen apropiada y texto contundente para interrogar las relaciones entre poder, consumo, género y control social. Sus frases breves, en tipografía incisiva, funcionan como consignas que exponen los mecanismos ideológicos que atraviesan la vida cotidiana. Su lugar fuera de campo persiste porque su obra, aun siendo reconocible y popular, mantiene una capacidad de incomodidad política que resiste su absorción completa por el mercado y la cultura visual dominante.
Epílogo
Tal como anuncié en principio, este texto funciona como un umbral, porque si algo propone es una disposición a mirar de nuevo, a desplazar el foco y a aceptar que la historia del arte no se completa, sino que se corrige, se reescribe y se vuelve a pensar continuamente desde sus márgenes.
26 de diciembre de 2025
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