Entrevista │ María Eugenia Caseiro: “Me atraen las diferencias”
“La vocación se impone a cualquier óbice y nada mermó mis aficiones e intereses, ni la capacidad de aprender o de practicar lo que era de mi agrado.”
Sin la menor duda, María Eugenia Caseiro es una voz muy especial, una singularidad en la literatura cubana contemporánea. Poeta, narradora, ensayista, crítica literaria, editora, fotógrafa, académica, promotora cultural, su trayectoria es amplia y abarcadora: se puede afirmar sin riesgo de error que su voluntad expresiva y su vocación humanística son insaciables.
Autora de más de veinte títulos, obras suyas han sido traducidas a diversos y a veces inquietantes idiomas. Su poesía se encuentra distante a la vez de esos dos polos que imantaron (y a veces dañaron) por igual la expresión lírica insular: la herencia del grupo Orígenes y el coloquialismo. Caseiro encontró su propio modo, adensado en la violencia de un lirismo peculiar, desafiante y seguro de sí mismo, sin exceso de tropologismos, desbordado en su intensidad, pero sin complacencias verbalistas. Ella va, en efecto, orgullosa y sola atravesando cualquier laguna Estigia.
Esta mujer peculiarísima se complace en construirse imágenes cambiantes de su propio rostro, como si bromeara con metálica ironía sobre esa confusión semántica entre el vocablo español “fantasía” (desborde de la imaginación, aparición también fantasmagórica) y el término portugués, nada sinónimo, “fantasía” como disfraz, veste ocasional; y desde ambos nos mira, traslúcida, inquietante, desafiándonos con su rostro y su palabra literaria.
En estos tiempos obsesos por la escritura de género, la obra de Caseiro, intensamente femenina desde distintos ángulos tradicionales (sensualidad, ternura, misterio), resulta también por completo contemporánea en su modo afilado de contarnos dilemas que, en lo esencial, son los de nuestro tiempo más allá de cualquier marca de género: es, sobre todo, una intelectual que sabe muy bien cómo el mundo se nos termina hoy hacia estribor. Muscular y desafiante, su poesía no se encierra en un feminismo de programa: ella es una voz personal, más allá de tendencias y de grupos.
Una Cuba habita en mí
María Eugenia, enfrentaste muchos obstáculos y desafíos para desarrollar tu obra. Primero el clima asfixiante de Cuba, luego el de tu condición de joven inmigrante en Estados Unidos y el reto de desarrollar allí tu vocación. ¿Qué retos fueron más difíciles de vencer y qué batallas te enorgullecen más?
Pareciera que somos almacenes de memorias e imágenes que encuentran, según nuestra forma de reaccionar ante ellas, acomodo en la mente. Gandhi aseguraba que la verdad era algo totalmente interior y no había que buscarla fuera de uno mismo, ni querer realizarla luchando con violencia con los llamados enemigos exteriores. Mi manera de ver o de reaccionar frente a esos enemigos exteriores (“clima asfixiante”, como señalas), aunque todos los niños tienen ese don, ha sido la entelequia, explotar la capacidad inconsciente en la invención de un mundo interior a medida, de manera que la mirada al exterior conduzca por parajes menos transitados o menos tóxicos, supongo.
Precisamente acabo de publicar un libro, Cuaderno para la desmemoria, que más bien podría ser un llamado a la memoria y, en parte, refleja esa experiencia personal de vivir en un mundo creado por la mente de un niño, además de que relata historias reales llevadas a un plano de suplantación de época y lugar, aunque ese momento y ese lugar, Cuba y su época real, se imponen. De leerlo, estarías de acuerdo con esto que digo al encontrarse allí más de una réplica.
Vivía una realidad alternativa, no obstante el dolor que el contexto me infligía, y logré enfrentar sucesos tremendos, el peor, la muerte de mi madre siendo muy niña. Fue así cómo, pese a no haber ido nunca a una escuela al campo ni ser pionera, la disciplina, el rendimiento académico y la perseverancia conquistaron a mi favor el mayor galardón que se otorgaba a un escolar cubano de la época, la Orden Nacional Camilo Cienfuegos. Fui la primera sorprendida.
“Desde hace casi cuarenta años mi país es Estados Unidos de América. Una Cuba habita en mí, jamás he regresado a la otra. Aquí la vida, con mi familia, ha seguido un curso práctico, útil, fructífero, y es también tierra sagrada.”
Aun así, cuando obtuve el Primer Premio Provincial de Composición, en La Habana de 1965, mi padre ajustó bridas para que no se fuera a tomar como pretexto mi capacidad creativa con el fin de despojarme de lo único importante en la vida: pensar y actuar según el entendimiento y la voluntad. No permitió que me llevaran fuera de La Habana, aunque era propio el querer avanzar a la final nacional en representación de mi provincia, porque el fin era la promoción del sistema, del régimen. Así, sin haber comenzado, terminó lo que pudo ser una especie de adoctrinamiento solapado.
Si se trata de retos, este fue uno: luchar en contra del impulso de continuar un camino que, siendo niña, podían hacerme creer apropiado. Igualmente, la vocación se impone a cualquier óbice y nada mermó mis aficiones e intereses, ni la capacidad de aprender o de practicar lo que era de mi agrado.
Desde hace casi cuarenta años mi país es Estados Unidos de América. Una Cuba habita en mí, jamás he regresado a la otra. Aquí la vida, con mi familia, ha seguido un curso práctico, útil, fructífero, y es también tierra sagrada en que ha recibido sepultura uno de mis hijos, además de mis mayores, y en la que han nacido y seguirán naciendo las nuevas ramas del árbol familiar.
¿Cuáles nexos sientes más fuertes entre tu propia obra lírica y tu herencia cultural cubana?
Mis principales nexos están constituidos entre mis valores familiares y mi entendimiento de los mismos. Creo que esto antecede a todo lo demás. No existe estructura sólida de ningún tipo si no se atiende a la base, en este caso de la sociedad, que es la familia. Esto siempre lo he tenido como principio, por lo que agradezco el ejemplo de mis mayores. A partir de esos valores se puede apreciar mejor qué interviene, y qué no, en la valoración que propones.
Partiendo de esa base puedo decir que mi herencia cultural cubana proviene de mis raíces familiares. Me eduqué en un ámbito cubano-español, en que mi abuela paterna y mi padre jugaron un rol esencialísimo. La lectura y la escritura me abordaron desde el ángulo de sus visiones antes de que yo misma pudiera darme cuenta. Desde entonces, sus raíces fundamentaron el vínculo esencial con mi cultura cubana.
Papi comenzó a leerme a Martí antes de que yo supiera las vocales y mi bisabuela española a relatar anécdotas familiares, de la guerra y más. Abuela, insaciable lectora, amante de la poesía y de la décima cubana por engarce con su segundo esposo, Roberto Cruz Salas (Manengue). La casa fue en su tiempo hervidero de música y poesía. De cerca, la impronta de Marcelino Arozarena Ramos, primo de mi abuelo paterno.
Sería la de no acabar ese ahondar en el vínculo. He tenido oportunidad de enriquecer la herencia de manera natural a partir de la lectura, de experiencias como vivir fuera de Cuba en más de un país, lo cual contribuye a una apreciación panorámica de lo vivido, ver y sentir desde el exilio y sobre todo de esa habilidad de desplazamiento de la creación artístico-literaria en diferentes espacios en que se dibuja a la vez que se afianza lo patrimonial.
Ese encuentro (a veces indomable) con lo interior
Eres una autora cubano americana de honda cultura y grandes lecturas. ¿Qué aspectos de la cultura y la literatura norteamericana percibes como más palpables en tu propia escritura?
La percepción de la literatura norteamericana no es fruto exclusivo de vivir en Los Estados Unidos o de ser cubano americana, me acompaña desde niña. Lo he dicho antes, Padre y Abuela eran grandes e incansables lectores. Padre no solamente me hablaba de Martí, sino de cuanto leía a medida de que fue descubriendo en mí la capacidad de comprender sus apreciaciones de autores norteamericanos, que eran muchos. Mientras que Abuela, agotadas las existencias de lectura y relecturas de la pequeña biblioteca de Papi, trataba de conseguir e intercambiar libros. Sus valoraciones dejaron huella, indiscutiblemente.
Tanto aquella como la de más adelante y la de hoy, la literatura norteamericana es siempre una invitación irrechazable. Por mencionar tan solo unos pocos entre los autores que marcaron mi infancia, mi adolescencia y juventud en Cuba, y dejaron su huella para siempre, Mark Twain, Herman Melville, Tennessee Williams, Salinger, Faulkner, Poe, Hemingway… ¡Oh, Dios!, la lista es interminable.
Hay diferencias claras entre tu estilo lírico y tu modo de narrar. ¿Es consciente o espontánea esa distinción de voces en ti misma? ¿Tiene que ver con tu gusto por los cambios de tu propia imagen fotográfica?
Las diferencias son, per se, uno de los mayores atractivos de la vida, que hacen de las personas y del mundo, una manta de colores, de sabores, de cuanto hay y seguirá habiendo. Me atraen las diferencias, por citar un ejemplo, me encantan las asimetrías en el dibujo, en las decoraciones. Es probable que, sin proponérmelo, mi especial atracción por las diferencias, por lo exótico, por lo extravagante o lo raro tal vez, haya abierto puertas de manera no premeditada.
En cuanto a tu pregunta, el distanciamiento de un modo específico al versar o narrar, o sea, un estilo lírico definido entre ambos, está dado por el trato del género. No se pueden tratar los géneros de igual manera y en los escritores, además de este conocimiento, suele darse de manera natural y hasta espontánea, aunque a su vez, y esto no debe confundirse, en cada uno de ellos hay un vínculo insoslayable entre la personalidad y el estilo del autor, en tal caso de la mía.
“Las diferencias son uno de los mayores atractivos de la vida, que hacen de las personas y del mundo, una manta de colores, de sabores, de cuanto hay y seguirá habiendo.”
En cuanto al material gráfico se sabe, sin lugar a duda, que es ventajoso para comprender cualquier proposición; los gráficos ilustran la palabra. También conducen por derroteros insospechados. Esto sucede con el rostro humano. Para el caso, mi propio rostro es un elemento que puede acomodarse en cualquiera de las sendas o encrucijadas del imaginario que distingue mis emociones e intereses en, y a partir de, la simbología. Me permite explorar para conocer mejor mis propias inclinaciones y la manera de extraerlas con libertad expositiva para proyectar lo que quiero, que no es otra cosa que ese encuentro (a veces indomable) con lo interior que aflora a manera de una clase diferente de narrativa, la narrativa visual, agrego que sin tiempo ni espacio, aspiración de todo humano.
Háblame de tu cultivo de la fotografía, cómo surgió, qué te impulsa a crear imágenes visuales.
Aclaro que no soy fotógrafo, no he estudiado ese arte. Aficionada sí, desde que de niña me llevaban a retratar a un estudio. Una habitación con cámara sobre trípode, cortinas, cojines, columnas, barandas simuladas, etc. Desde entonces pensaba en aquello como en algo aburrido. Hasta el guipur de la bata me daba picazón. Me resultó fácil convencer a un tío poseedor de una camarita que, como la de Papi, ya por entonces comenzaba a proponerse a sí misma rara avis, para que nos tomase verdaderas instantáneas a mis hermanas y a mí (sin tantas cintas y lazos como la Magdalena de Martí) al aire libre, espontáneas.
Deseé tener una cámara nueva y a los nueve años la tuve, hoy un artefacto antediluviano, una Lubitel rusa, 66. La del tío Manolo había quedado inactiva por falta de rollos. En lo adelante no paré de apretar el obturador. No pasó mucho tiempo hasta que convertí en modelos a mis hermanas, a la bisa, al tío-abuelo, a mis vecinitos, a los gatos, las gallinas y las macetas del patio. Después hubo un largo impase. En la tierra más fermosa que ojos humanos ya no había modo de conseguir nada. Pero acá, en el país de Alice, se propulsó mi hobby y no he tenido reparo en alimentar la quimérica manía de lo fotográfico.
El trabajo editorial
Eres una destacada y rigurosa editora. Ya sabes que tengo un interés marcado por que nos compartas tus experiencias como mujer en esa esfera tan ardua, tu apreciación de esa difícil profesión y, también, tus obsesiones personales como editora. ¿Ha sido esa labor un obstáculo o un incentivo para ti como escritora?
La manera de cómo crear libros se metió en mi camino y la tomé por las riendas en un ambiente en que cada vez era más necesario un instrumento capaz de cumplir con los sueños de escritores en abstinencia bibliográfica propia, debido al encarecimiento y las exigencias del mercado editorial.
Haciendo un poquito de historia, se produce el milagro tan esperado, aunque de inicio existían sitios como Lulu y Bubok entre otros, cuando Amazon, en 2005 para ser exactos, pone en marcha un nuevo mercado al adquirir On Demand Publishing (Create Space LLC) que había sido creada en Carolina del Norte en el año 2000 y más tarde, en 2018, reunida en un mismo servicio con Kindle Direct Publishing (KDP), completando la maquinaria que se ha dedicado a poner a disposición de quien aprenda a explorarlas, sus herramientas gratuitas para publicar libros.
Nada más prometedor que la oportunidad de aprender y no solamente eso, sino esa otra oportunidad (yo, mujer, trabajadora, ama de casa, propietaria de perro y pequeño negocio, modista, planchadora, con dolores físicos y del alma, con metas y sueños) de moldear y modelar la arcilla de originales o manuscritos desde mi propia oficina. ¡Bingo!
Con respecto a obsesiones, no creo que tenga alguna. Las obsesiones nublan la razón. Incentivos, sí, siempre hay incentivos cuando se poseen herramientas propias, las que nos ofrece el pensamiento y, por supuesto, esas azadas que se suman como nuevos recursos para desglosar la maleza del camino.
¿Qué tendencias, problemas y aciertos adviertes, como crítica, académica y editora, en la literatura cubana actual?
No cuento con los títulos que tan amablemente me confieres, probablemente porque has visto textos míos dedicados a tales cátedras, por ejemplo, crítica y académica. Editora, sí, aunque autodidacta sobre todo. Si la ocasión me lo impone, soy más atrevida que otra cosa, señal de que puedo escribir reseñas críticas, ensayos, artículos… y emitir una opinión como cualquiera lo haría. La existencia nos lleva, nosotros no llevamos a la existencia como no sea para servirnos de ella en un orden exploratorio y de aprovechamiento, que es lo que trato de hacer.
“Nada más prometedor que la oportunidad de aprender y esa otra oportunidad de moldear y modelar la arcilla de originales o manuscritos.”
No hay cánones fijos más que los que se observan acopiando patrones que una vez “pasas la hoja”, pertenecen al pasado, y cada pasado a la periodicidad, entonces se habla de tendencias. La vida se mueve y nosotros con ella. No considero pertinente de mi parte señalar problemas en la literatura cubana actual, ni en ninguna otra; más bien destacar, de manera general, que los aciertos siempre están ahí, al igual que los desaciertos, y que las tendencias son parte del momento histórico-cultural en que se desarrollan los acontecimientos. Son parte de los diferentes estímulos externos combinados con las aspiraciones propias y la capacidad de llevarlas a cabo de una u otra manera, en tal caso literariamente, y conducen a las predisposiciones porque son también parte activa del contexto, de su influencia según cierta connivencia entre los diferentes ángulos de la postura individual que cede a convertirse en más general y, por supuesto, de sus resultantes, que terminan siendo tendencia para una mayoría y motivo de apartarse de ello a toda costa, para un resto en suma pequeño, puede que eclipsado por la corriente, no por eso imperceptible ni desprovisto de lucidez, sino probablemente sea lo contrario.
Me resta agradecer tu amable invitación a responder esta entrevista, tanto como el que me hayas acompañado en el trayecto de mis respuestas. Agradezco a quienes se aventuren a leerla y especialmente a la revista Alas tensas, que tan amablemente brinda su espacio. Gracias.
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