Machismo a la cubana

| Diversas | 01/08/2017
Fotograma del documental "En contra del viento" (2016). Directora: Lenia Sainiut Tejeda.

Maura no sabe reconocerse como mujer (“no muestra especial interés en averiguar qué la hace mujer”), vive en un círculo de trabajo y sumisión al marido, además ignora por completo lo que investigan o teorizan las cátedras de género en Cuba. Esta situación de Maura es descrita por Irina Echarry en “El machismo raro de Cuba”, publicado en Havana Times (www.havanatimes.org),para arribar a la siguiente reflexión: “[...] a menudo me pregunto qué se puede hacer para que las mujeres como Maura no se queden lejos de esos conceptos de igualdad y sororidad.

La lucha por la superación de muchos de los problemas que afectan a las cubanas se enfrenta a la ignorancia general de los propios problemas”. Pero, esta ignorancia en que viven sumidas las víctimas no parece casual, según Irina, pues obedece a un diseño de la sociedad, del sistema educativo y de los medios masivos.

“Las causas deben de ser varias, pero se me ocurren dos fundamentales: el desamparo legal en aspectos específicos de nuestro género, y la educación no enfocada en el pensamiento sino en la memorización y la acumulación de conocimiento. Una lleva a la otra y se convierte en un círculo del que es difícil salir.” Compara: “En muchos países existen leyes que ayudan a criminalizar ciertas actitudes que antes tenían impunidad, como la violencia doméstica, el maltrato físico y psicológico a mujeres y niñas, y el acoso sexual. Pero en Cuba eso no sucede, por el contrario, la oficialidad oculta cifras, conflictos o denuncias sobre el asunto”. A diferencia de otros países, donde “las personas se agrupan para exigir el cumplimiento de las leyes, su derogación, reforma o creación”, resulta que “aquí la ciudadanía está al margen de esas decisiones.”

Y cuestiona el verticalismo de la sociedad cubana: “¿Por qué pretender que sea alguien (generalmente hombre) de un siglo lejano, ‘por muy sabio, profeta o vidente que haya sido’ quien le hable a las mujeres de esta época?”, se pregunta, cuando “lo mejor sería conocer qué pasa ahora en el mundo con respecto al tema”, y concluye: “para eso no hace falta que un líder, cuyo modo de vida no tiene que ver con el de la mayoría, nos diga una frase supuestamente bonita o halagadora; eso no ayuda en nada, no nos forma como sujetos activos, no nos da herramientas para la lucha por la verdadera emancipación”.

El triunfalismo de los medios, según Echarry, lejos de subir el ánimo, es una causa de frustración general: “lo que hace es sumirnos en la inercia y la apatía porque, si todo está bien, no hay que mover nada”. Por último, confronta el adoctrinamiento estatal en las escuelas: “Si nuestra educación se basara en despertar el interés por pensar, buscar soluciones, comparar, indagar, entonces seríamos mejores ciudadanas y los estudios académicos sobre feminismo irían acompañados de un fuerte activismo social”.

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