Berthe Morisot: la impresionista que se impuso en un mundo dominado por hombres
Berthe Morisot (1841-1895) fue una de las más grandes pintoras de los siglos XIX y XX. Sin su obra audaz no se puede comprender realmente el Impresionismo.
No se ha reparado mucho en que uno de los capítulos más extraordinarios de la lucha femenina por imponerse en el ultra machista siglo XIX fue escrito por unas mujeres de extraordinario talento.
El Impresionismo, en particular el pictórico, fue un gran movimiento de renovación artística de la segunda mitad del siglo XIX. Surgido en Francia, encontró allí una oposición furiosa, hasta que logró imponer su modo innovador de pintar priorizando la luz y con interés particular no en la línea, sino en los matices diversos que una misma realidad podía adquirir según la luz variase a lo largo del día. Todavía hoy sus obras son objeto de fascinación.
Cuando la primera e histórica cumbre entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en Moscú, en 1987, uno de los modos de otorgarle glamour cultural al gran acontecimiento político fue ideado por Nancy Reagan y Raisa Gorbachova: se organizó la mayor exposición impresionista de la historia con los enormes fondos impresionistas de los museos norteamericanos (New York y Chicago sobre todo) y los de Moscú. El resultado fue en verdad una exposición única, para verla hubo filas interminables.
Pero detrás del prestigio inmenso de la pintura impresionista se ocultaba, y aún no se ha disuelto del todo, una realidad de discriminación contra la mujer que podría hoy parecer una verdadera monstruosidad.
No es un secreto que la mujer tuvo muy difícil acceso a la pintura durante muchos siglos: casos como el de Rosalba Carriera o el de la señora Vigée-Lebrun fueron a la vez excepciones del siglo XVIII y demostración de que el rechazo a que una mujer fuera artista de la plástica era una malignidad discriminatoria. La presencia femenina en la creación plástica romántica fue muy limitada.
Las mujeres del Impresionismo
El Impresionismo fue un campo de batalla del machismo. Al menos cuatro nombres de mujer marcaron de modo indeleble la creación impresionista: las hermanas Berthe y Edma Morisot, Julie Manet, Eva Gonzalès y Mary Cassatt. Julie Manet, como modelo y gran coleccionista de arte, Berthe Morisot como una de las fundadoras y de las mayores artistas del movimiento (bien que silenciada y solo valorada con justicia a fines del siglo XX), mientras que las otras dos (una francesa y otra norteamericana) fueron pintoras de indudable talento.
Berthe Morisot (1841-1895) fue sin duda la mujer más eminente de todo el Impresionismo y una de las más grandes pintoras de los siglos XIX y XX. Sin su obra no se puede comprender realmente el estilo impresionista. Nació en una familia de alta burguesía, encabezada por un padre que era un conocido arquitecto. Muy bella, por cierto, fue una figura sumamente relevante en su tiempo. Su carrera artística comenzó muy temprano: a los veintitrés años expuso por primera vez en el Salón de París, entonces ya una exposición con más o menos un siglo de prestigio. Como detalle curioso, no puedo dejar de decir que la madre de Berthe, Marie Joséphine Pauline Thomas era sobrina nieta del gran pintor del Rococó, Jean Honoré Fragonard.
Muy pronto su hermana Edma, también pintora, y Berthe, se relacionaron con los hermanos Manet. Édouard, el famosísimo pintor impresionista, y Eugène, también pintor, con quien se casaría Berthe, cuya carrera él apoyó con amor y dedicación, sabiendo que el talento de ella era muy superior al suyo propio. Se conserva una carta deprimente en que Édouard Manet comenta sobre las hermanas Morisot de una manera nada apreciativa de su arte, aunque sí de su belleza y bromea con la idea de que ambas se casen con pintores academicistas como una manera de debilitar la agresividad de la Academia contra los impresionistas.
Édouard, por cierto, incluyó a su cuñada en una de sus obras más famosas, “El balcón”, de 1868 (inspirada en un cuadro extraordinario de Francisco de Goya, “Majas en el balcón”), obra que sería objeto de una reinterpretación igualmente célebre por René Magritte, titulada “El balcón de Manet” (1949), la obra más conocida de la serie de Magritte Perspectiva.
Berthe Morisot pintó incansablemente durante tres décadas. Su formación juvenil, en pintura y música, la compartió con su hermana Edma, en cuya compañía pasó muchas horas en el Museo del Louvre. Allí precisamente conoció al pintor Henri Fantin-Latour, quien se percató de su talento y se ofreció a darle clases. Fantin-Latour, pintor e hijo de pintor, estaba vinculado personalmente a lo más destacado del arte francés de su tiempo, incluso trabajó en el taller de Courbet y era amigo de Manet. Aunque no participó del Impresionismo, contribuyó mucho a la formación artística de Berthe. Admirador ferviente de Wagner, también dialogó mucho con Berthe sobre música de su época. No bastando con esa excelente influencia en su educación, en 1865 conoció a Jean-Baptiste Corot, uno de los más grandes pintores del movimiento realista, quien la impulsó a cultivar la pintura realista e incluso naturalista.
Mientras, ella continuó, como práctica de formación, copiando pinturas con su hermana en el Louvre. Era amiga de Edgar Degas, de quien se nota la influencia sobre su estilo pictórico. Cuando conoció a Édouard Manet, sostuvo con él una correspondencia, pero él la abrumó con críticas despiadadas de su pintura de muchacha. Ella lo admiraba y él, a pesar de todo, terminó por respetarla por la originalidad de su estilo. No suele saberse que Manet, famoso por su pintura al aire libre y no en ateliers, como preferían los románticos, empezó a pintar así por consejo de Berthe y no por selección propia. Asimismo, fue Berthe, cuyo sentido de la pintura era prácticamente infalible, quien hizo que Manet conociera al grupo de jóvenes artistas que habrían de constituir el Impresionismo como nueva tendencia.
Berthe Morrisot, una pintura de mujer
Poco a poco se fueron definiendo las preferencias de Berthe por pintar mujeres y niños en ambientes domésticos, y asimismo por el tratamiento del tema de la maternidad. Fue ciertamente una artista focalizada en el entorno de la mujer de su tiempo. Sus cuadros de esa temática están marcados por una sensibilidad, una ternura y una veracidad intensísimas. Una cuadro definitivo y famosísimo es “La cuna” (Le berceau), de 1872, un monumento a la ternura de la maternidad. Otra tela suya inmortal es “El espejo psiqué” (La psyqué), de 1877, donde trabaja con enorme penetración la imagen de una jovencita que se acicala frente a un cuadro. Jugando con la relación entre el nombre en francés de ese tipo de espejo y la idea de psiquis, Morisot consigue una obra inmortal que revela la delicadeza e indefensión de la mujer adolescente.
La crítica de arte de su tiempo se vio obligada a abordarla, porque su talento era más que manifiesto. Pero lo hizo de una manera distante y marcada por una óptica discriminatoria. Por ejemplo, Théodore Durot, en su folleto Les peintres impressionnistes,[1] comienza por decir que la obra de Berthe Morisot es una pintura de mujer, pero sin la sequedad ni la timidez que se le reprocha generalmente a las obras de las artistas de ese sexo. A partir de una afirmación semejante, ningún juicio positivo podía sobrevivir. Las mujeres no podían pintar y punto. Fue valorada, de una manera u otra, desde ese paternalismo. Era interesante, sí, pero era una mujer.
De modo que cuando el Impresionismo se impuso, y luego se escribieron historias del movimiento, se la dejó en una posición marginada, sin concederle la importancia que realmente tuvo, no solo como pintora y fundadora del movimiento impresionista, sino también como una influencia notable incluso en las figuras masculinas del grupo, consideradas esenciales y definitorias. Con esa actitud por una parte la condenaron a un semi silencio, pero, por otra, se narró muy mal la historia misma de la pintura impresionista.
Allyson Smith ha señalado que la obra de Morisot ha sido sistemáticamente devaluada, olvidada o ignorada.[2] Pero asimismo la declara una mujer prominente como artista y como persona que defendió su vocación. En realidad, ese olvido injusto, emanado de la discriminación por la mujer, comenzó a cambiar entre 1960 y 1980. Y ya en 1987, Kathleen Adler y Tamar Gark publicaron su minucioso libro, Berthe Morisot, en que estudian a la artista desde una perspectiva nueva, en particular la de analizar su tratamiento innovador del tema femenino en la pintura.
Se ha puesto atención a una serie de detalles de estilo, como por ejemplo, en uno de sus cuadros más famosos, “Mujer en su toilette” (entre 1875 y 1880). Esta obra presenta, como su nombre indica, a una mujer en el proceso de su toilette. Aparece de espaldas, frente a un espejo que su rostro. En sí misma, es una perspectiva antigua, reconocible, desde luego, en el famosísimo cuadro “La Venus del espejo”, de Velázquez. Pero Morisot desdeña presentar en ese espejo un rostro de sensualidad y autocomplacencia. El rostro de la mujer en su tela es de un ensimismamiento inquietante, indica meditación y, también, profunda tristeza. Se ha visto en esta forma peculiar de trabajar el tema una especie de denuncia de la situación discriminada de la mujer en el siglo XIX.
Como acabo de indicar, la reivindicación de Berthe Morisot en la historia y la crítica de arte solo ha venido a ocurrir en las últimas décadas del siglo XX y desde luego a tenor de la lucha feminista. Hoy se sabe que sus aportes fueron enormes. Con su pintura, el espacio femenino dejó de ser el ámbito de la sensualidad, como en “Olimpia” de Manet.
Morisot atrajo la atención para el espacio del hogar, la intimidad misma de la mujer. No toda su pintura abordó esta temática, desde luego: su captación del paisaje y de otros temas resulta de una precisión más que nota, así como su modo peculiar de captar la luz y los matices del cromatismo. Segura en sus trazos, altamente sugerente en el cromatismo, íntima, pero no débil, dialogante en su modo de presentar el mundo en su pintura, Berthe Morisot es hoy una figura nueva, redescubierta y viva de un Impresionismo que, sin ella, estaba incompleto y parcialmente mudo.
[1] Cfr. Théodore Durot: Les peintres impressionnistes. Librairie Parisienne, Paris, 1878, pp. 29 y sig.
[2] Cfr. “Behind the Feminine façade: Reinterpreting Berthe Morisot”, en Proceedings of the National Conference on Undergraduate Research (NCUR), 2016. University of North Carolina Asheville. Asheville, North Carolina. April 7-9, 2016.
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