Poesía cubana | «Hölderlin»

"...el cuerpo poco a poco se disipa, / desgastado, habla, / y la palabra es una rama febril / que no encuentra su árbol".

| Escrituras | 05/06/2023
Detalle de ilustración de Sylvia Baldeon usada en el poema "Hölderlin", de Magali Alabau, perteneciente al libro "Ruinas" (Ed. Deslinde, Madrid, 2023).
Detalle de ilustración interior del libro "Ruinas" de Magali Alabau, realizada por Sylvia Baldeon.

Cuando uno traspasa
y encuentra el número de suerte,
el 21,
uno se prepara para el tiempo
entre la enfermedad y el último suspiro.
A veces la providencia,
dioses diversos y sagrados
dan zarpazos, un accidente,
una muerte en la calle,
brusca e inexpresiva.
Otros actos que dicen de Dios:
la avalancha de nieve que te entierra
o un puente que se parte en dos
mientras contemplas el río Necker.
El desprendimiento,
¿cómo será?
¿Noble,
de batalla
o grotesco?
¿Debo hacer reverencias
como el poeta de Nürtingen?
Suabia, suave, suavísimo.
No sé dónde estoy.
¿Allá o acá?
Sus gestos convulsos,
sus postraciones intensas y frecuentes.
¿Desde la muerte
tener miedo a la muerte?
Sobrepasa a la mueca y recita en voz alta.
Grita y acusa.
discute con sí mismo.
De arriba abajo,
de abajo a arriba.
Sube y baja la escalera.
La noche de las escaleras.
No quiere que le lleven libros.
Se ha acostumbrado a los que tiene.

Cuesta deshacerse de una vida.

Cuesta deshacerse de una vida.
Objetos, papeles, libros,
cuadernos que ahora están regados
en cualquier esquina.
Una pira,
los bomberos.
Sagrado viaje.
“Sí, desde lejos,
aunque separadas.
¿No me reconoces todavía?”

Pasea con los ojos
por detrás del cristal de la ventana.
Abruma con sus monólogos.
Se justifica, se arrepiente, pide perdón.
Hace reverencias y mendiga.
Vuelve a la ventana,
sin moverse,
cruza el puente del pueblo.
Da vueltas y más vueltas
por la rotonda,
redondez del universo.
Nombra países que no existen.
Inventa lenguajes, habla a sus otros.
Quienes lo cuidan,
a veces son amorosos,
otras veces lo empujan.
El carpintero y su esposa
se ríen de su incoherencia
—Ponte las botas.
—No las encuentro.
Las han escondido.
¿Real Majestad le gusta mi peinado?
Vuestra Señoría es el carpintero
y su esposa, la Amabilísima Reina.
No se levanta y cuando lo hace
es para arrancar las hierbas malas del jardín.
De cuajo las arranca
y las esconde en los bolsillos.
Cuando vuelve a la casa
parece un árbol desprendido,
un abrigo invernal en verano
repleto de tierra y de pequeñas ramas.
Las coloca en su lecho y duerme con ellas.
A su trastorno
lo nombran enfermedad del alma.
Mira al piso y ve una araña
de patas zancudas.
Que se esconda entre las cajas,
que encuentre refugio en algún libro.
Noche descifrada entre cartas,
y olor a sándalo.
La luna,
emerge de sombras apresuradas
como los amantes
al encuentro.

No hay desolación.

No hay desolación.
La claridad plateada
intensifica la ferocidad del animal salvaje.
Celebra su libertad.
Yo camino
sin estremecerme
ante formas terribles.
Me reconcilio con la vida desde la noche.
Al principio no duermes,
el cuerpo poco a poco se disipa,
desgastado, habla,
y la palabra es una rama febril
que no encuentra su árbol.
La noche se asienta,
crece con los años.
Noche verdadera
de luna y magia.
Las sabias lechuzas
y los magistrales murciélagos
van de dos en dos.
Hölderlin susurra:
la noche me pertenece.

«Hölderlin», un poema de la poeta cubana Magali Alabau,
de su libro Ruinas (Ediciones Deslinde, Madrid, 2023).


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