Las palabras están para ser disfrutadas y no para ser creídas

| Escrituras | 17/09/2021
Sesión fotográfica con el actor Pablo Ropeguipa Foto: @rolandostudios

El amor es un indicio de nuestra miseria. Dios no puede sino amarse a sí mismo. Nosotros no podemos sino amar algo distinto de nosotros.
Simone Weil

Desde que te vi sabía que podía besarte. Estabas mirando el teléfono. No te importa lo que pasa a tu alrededor. Traías dos camisetas, se ven los bordes de ellas por la abertura del cuello del abrigo. Seguro tienes el cuerpo delgado, atrofiado el pecho, hundido, unas tetillas pequeñas, sin bellos. Pero no importa, puedo amar lo distrófico. Aún no me miras. Seguro estás hablando con algún amigo, o amante que te hizo muy feliz; se vieron una noche en un pasillo de un edificio abandonado. Imagino tantas cosas al verte escribir concentrado en el teléfono.

Cuando nos besamos creí podría ser para siempre. Tengo hambre de permanencia. Me engaño, lo sé, pero no me molesta. Qué más da, las palabras están para ser disfrutadas y no para ser creídas. Insisto en escribirte, en recordar todo lo que hicimos. Fue en aquella sala de video, en el pequeño cubículo conformado por delgadas hojas de cartones. Ha pasado un año de distanciamiento social: más que sexo, quiero tocar la piel, sentir, acariciar otro cuerpo. Por primera vez no priorizo al pensamiento. Por eso sobredimensiono la textura suave de tus nalgas. Los lunares color café de tu cuello, los del ombligo. En el primer y único encuentro que hemos tenido te pedí que me dejaras caer un poco de saliva. El hilo transparente salía de tu boca y llegaba a la mía. Tuviste mucho miedo al quitarte la mascarilla. Estamos en un lugar sucio, el olor a hombres deseosos nos envuelve. Antes que llegara el virus teníamos un mundo pegajoso, en el que todos nos tocábamos.

Qué asco, el alcohol antibacteriano, las manos súper limpias. El aroma de los desinfectantes lo perfuma todo. Nunca pensé que fuera a amar lo sucio, y aborrecer lo higiénico. Ese día metí mi lengua hasta lo más profundo de tu garganta, queriendo encontrar el sabor de tu estómago, el de tu digestión. Queriendo conocer tus palabras antes de ser pronunciadas Ese día metí mi lengua en tus oídos, mordí tus orejas, encontré el raro sabor del sarro. Mi lengua que ha hablado mal de tanta gente, también produce placer, humedece, acaricia, pone la zona resbaladiza, dilata, ensancha, succiona. Me pagan por escribir conjeturas de un político, por desacreditarlo. Monto la maniobra, armo la arquitectura del villano, armo, o igual desarmo la arquitectura de un político ladrón. Sé que toda escritura es sucia, elástica. Voy digitalizando el texto en la medida en que lo pronuncio. No sé escribir sin pronunciar los vocablos. Eso hace que mi escritura sea corpórea, necesita del movimiento de la lengua, de la articulación de sonidos, al igual que cuando tengo sexo: voy describiendo, hablando, susurrando, también necesito de la luz, (ver), necesito decir, nombrar lo obvio.

Quito no es una ciudad mojigata como todos dicen. Voy por la calle Amazona, el tráfico es fuerte, todos llevamos mascarilla, el ómnibus va lento. La velocidad de este medio de transporte me recuerda un cortejo fúnebre. Atravieso el centro financiero, los edificios elegantes, de líneas rectas, oblicuas, de cristales oscuros, la carpintería de aluminio predomina. Algunos tienen en las fachadas jardines verticales. Unos pocos andan con shorts cortos, corren por las aceras. La mayoría se visten con demasiada formalidad. Llego al barrio de La Mariscal, los edificios del tiempo de la colonia se mezclan con casas, palacetes republicanos. La plaza central es pequeña. Pero se siente la perversión. Los hombres jóvenes venden cigarrillos, tabacos, marihuana. Los hombres jóvenes llevan peinados con mucho gel, me sonríen. Tienen brazos esculpidos en gimnasios, o formados por las inyección de aceite de maní. Lucen tatuajes, por lo general son venezolanos, o colombianos. Los chicos ecuatorianos han adoptado la forma de hablar de los extranjeros, la cadencia de los emigrantes, su desfachatez vende, conquista. La plaza Foch se convierte en un micro ambiente, en la que lo foráneo termina imponiéndose. Son pocas las discotecas, restaurantes, posadas, que están alrededor. Saliendo en dirección oeste está la sala de video donde nos conocimos.

No tiene cartel el establecimiento. Pero todos saben de la existencia del negocio. Otro ejemplo en que no se cumple las leyes de la propaganda, ni el marketing. Un chico está en la esquina, tiene un tatuaje en la cara, espera a alguien para entrar. El timbre que anuncia la llegada de los que quieren ingresar no se ve, está tapado por la hiedra. Pero automáticamente si un hombre se detiene frente a la reja, esta se abre invitándolo a ingresar.

Sesión fotográfica con el actor Pablo Ropeguipa Foto: @endless.cold

Tus pies son de dedos delgados, de uñas transparentes, se nota a través de ellas el rosado de la piel. Has caminado muy poco descalzo. Aún no te quitas la mascarilla. Tienes miedo besarme, en cambio no tienes miedo que te penetre. Esta enfermedad es peor que el Sida, con un preservativo se podría detener, retener los fluidos, la carga viral. Este virus en cambio viaja por el aire, obligándonos a tapar las vías respiratorias. Por momento te quitas la mascarilla y acaricio los pelos de un bigote tímido. Ya no pudimos más y nos besamos profundamente. En la medida en que nos amamos, oímos las parejas o grupos de hombres teniendo sexo, gemidos, susurros, las nalgadas, el chapaleteo de los cuerpos cuando se poseen. En la esquina del cuarto delimitado por cartones delgadísimos hay un cesto lleno de papel higiénico usado, papeles empanzados de semen, sudor, lágrimas, y heces fecales.

Termino una larga jornada laboral, escribo a diario alrededor de unos 150 a 200 mensajes. Soy troll: defender un político, es convencer, enamorar, es, definitivamente, engañar. Es ser extremista, es articular el melodrama, el espectáculo. Soy un travesti, escribo para varios perfiles, ofendo, insulto al enemigo, hablo como sus amantes, les deseo la muerte a algunos, utilizo las fotos de un asesinato para enjuiciar a un partido político. Me asusto de lo que puedo ser capaz de hacer. Quién puede decir que este trabajo no sea arte, quién puede decir que este trabajo no sea amor; sí, porque estoy seguro que el amor es una ficción. Te escribo para engañarte, en realidad no me gustas tanto, pero igual quiero que te lo creas, quiero que pienses que estoy enamorado de ti. Que sufro cuando no contestas mis mensajes. En esta ciudad hay una virgen en la cima de una montaña, la escultura se ve en casi toda la urbe. Un motivo más para desvirgar a esta población. Ya no tienes miedo del posible contagio que te pueda trasmitir, el deseo es fuerte, lo compruebo con la cantidad de hombres que visitan esta sala de video.

Estábamos desnudos sobre un sofá tapizado de un material sintético, es fácil de limpiar esa superficie. El sofá circular huele a alcohol, nuestras pieles sentían frío al estar apoyadas sobre la imitación de cuero. Nos abrazábamos una y otra vez; llevamos tiempo sin abrazar a nadie. El tejido con gran cantidad de plástico, poliéster, no absorbe sustancias. Nosotros si quisimos absorber, tragar, saborear los fluidos del otro. Acomodo mi pie, el dedo gordo entre tus nalgas, en el ano. La imagen me excitó, la mitad de mi pie se ha tapado por tus glúteos. Esta es otra ficción, solo el dedo gordo está dentro, pero la curvatura de las nalgas hace que parezca que tienes el pie casi por completo dentro de ti. Es un placer que solo yo disfruto, por la posición en la que estamos, y por la falta de espejos. Voy describiendo la escena para que tengas una idea de lo que sucede. Tu rostro se vuelve rojo, la circulación sanguínea es fuerte. En la medida en que voy describiendo lo que veo, tu mano se mueve más rápida, cubre y descubre el glande. Quién dice que el rosado es un color débil. Metí dos, o tres dedos en tu boca, en la garganta, queriendo llegar más lejos. El peligro excita. La honradez es retorcida. Pienso en mi trabajo, tratar de que la mentira se vea como verdad. Haré todo lo posible porque gane el candidato que defiendo en las redes sociales, aunque sé: el amor, el sexo, el arte, la política, la escritura, no tienen límites.

No le temo a la destrucción. Me he roto en muchas ocasiones. Trato de romperte, sé que nadie te ha hecho lo que te estoy haciendo. Trata de desarmar, para armar, para amar, para unir las piezas que yo mismo fracturo. No creo en los que sonríen mostrándose seguros, sin que nada les afecte. Doy afecto para afectar, para que el defecto sea visible, para desnudar.

-Te quiero, (y te doy una galletada en la cara).

El propósito de esta vida es llegar más lejos, es avanzar por la garganta, los oídos, los anos, las vaginas. Es llegar al centro de un cuerpo (por el interior), es lograr el equilibrio anhelado. Tu rostro sigue rojo, ahora no sé si por la circulación sanguínea o por los golpes que nos hemos dado.

Sesión fotográfica con el actor Pablo Ropeguipa Foto: @rolandostudios

Las últimas encuestas dicen que mi candidato está dentro de los favoritos para ganar. Falta una semana para que se realicen las elecciones. Me felicitan por los mensajes que escribo. Juego con la gente. Manejo los hilos de la realidad, una realidad que trabajo con los retazos de la vida, los rastros de la información. No tengo pruebas de nada, pero doy por hecho lo sucedido, tengo certeza de lo que digo, y lo digo con mucha severidad. Por eso es falso.

Cómo explicar el amor que muchos le tienen al ladrón. Cómo comprender la admiración que muchos profesan al tirano. Recuerdo a las mujeres golpeadas llenas de moretones, defender a su marido agresor.

Mujeres, madres, abuelas, nunca denunciaron a los esposos, hermanos, hombres que se acostaban con todas las mujeres de la casa. Algo así sucede con los países jóvenes. El cine lo demuestra: las jóvenes hermosas caen rendida ante los encantos del asesino. En los videos clips de música urbana las mujeres se enamoran, besan apasionadamente al villano, al pandillero, al prófugo de la justicia, el que asaltó un banco, el que le prendió fuego a una gasolinera. Parece que el amor, la pasión es cosa de marginales. Sin duda son mucho más fotogénicas esas escenas en las que se advierte cierto equilibrio, como esa escena en la que aparece una pareja corriendo por un paradisíaco paisaje. La yerba sobrepasa la cintura de los enamorados. Los cuerpos corren tomados de las manos, perdiéndose en la naturaleza.

Escribirte, escribir de política es tomar partido, es dividir, es fomentar la protuberancia, que la textura exista; que la superficie de la cartulina se altere, le salgan granos, vesículas. Eso se logra vertiendo sal húmeda, en pocos minutos la cartulina tiene ampollas, (texturas, texto). La escritura es provocar que salgan tumores, que el humor se concentre en pequeñas áreas, para que la infección no se esconda. Si alguna importancia tiene escribir no es erradicar la enfermedad, es diagnosticarla, y más que un diagnóstico, es hacerle entender al paciente que tiene un mal que debe aprender a vivir con él, o si fuera posible; erradicar o minimizar los efectos de esa dolencia.

Tus manos posadas en mi nuca es la dolencia, me provocan tanto placer, que duele. Tus manos han realizado poco trabajo doméstico, son suaves, no tienen arrugas. Tus manos son el susurro del aire que se cuela por el borde de la camisa de lino acariciando mi ombligo. Tu mirada es tan tierna que dudo de ella. ¿O será que me he acostumbrado a sospechar de lo cándido? Te muerdes el labio inferior cerrando los ojos, esperaba ese gesto; cerrar los ojos para ver. Morder, morderte, apretar la punta de la almohada con mis dientes: estoy boca abajo. Quiero corromperte para salvarte. Sé que es tonta mi actitud.

Nos embriagamos para ser felices, o somos felices y por eso bebemos. Estás sudando por las articulaciones, por los pliegues, me desagrada el perfume en las zonas íntimas. Huelo tu ropa interior. El olor de tu cuerpo-éxito. Sin saber has podido ir más allá, donde la piel termina, has podido estirar la resonancia de tu ser, y ya no es necesario que estés presente, para que estés presente. Esto es una batalla. Como en la campaña electoral. Nuestras manos se empiezan a mover rápido. Cubrir, descubrir las cabezas rosadas, ninguno de los dos quiere poseer al otro. El dedo gordo de mi pie sigue entre tus nalgas. Está por llegar el momento de las elecciones. Hemos retrasado el instante de la eyaculación, pero ya no podemos más… Acercamos nuestros penes, lo sostenemos con nuestras cuatro manos. Dos chorros abundantes se disparan manchando nuestras caras.

El candidato que defiendo es el nuevo Presidente de la República.

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