Lo que hubo antes del happy-end: Big Eyes, un canto a la individualidad de la mujer
I had a dream that I was fine
“I Can Fly”. Lana del Rey
I wasn't crazy, I was divine.
Artemisia Gentileschi, Georgia O'Keeffe, Tania Bruguera y Margaret Keane tienen algo en común: son mujeres artistas. Rectifico, tienen mucho en común, pues además de compartir género y profesión, enfrentaron diversos poderes para lograr llevar a cabo sus proyectos artísticos, que es lo mismo que decir sus proyectos de vida. En el caso de Margaret Keane, el enfrentamiento fue con su propio marido, ¿les suena? Y aunque Margaret se hizo famosa desde finales del siglo XX, el cineasta Tim Burton realizó un filme sobre su vida que la ha hecho aún más célebre. Por supuesto que se trata de Big Eyes, película protagonizada por Amy Adams y Christoph Waltz. Amy, maravillosa, con una voz flexible y una gestualidad medida, bien acoplada al perfil de víctima, pero sin aspavientos; Waltz, insoportable —como debe ser—, encarna un personaje teatral con una marcada histeria, es un actorazo.
La violencia verbal, la discriminación hacia la mujer, la soledad y la falta de autoconfianza de una pintora, entre otros temas, se presentan en este filme de la manera en que suelen ocurrir en nuestra sociedad occidental: con naturalidad, como si no sucediera, haciendo de esta una película realista pero sin crudeza visual. De hecho, mientras Margaret trabajaba para que (en los Estados Unidos de la década de 1960) su esposo Walter vendiera las obras como acreditadas a él, el cuento de hadas se mantenía, pues con el éxito de las ventas el nivel de vida mejoraba ostensiblemente. Aunque, no por confortable la jaula deja de ser jaula. Y, mientras Walter tenía vida social y un reconocimiento tanto creciente como inmerecido, Margaret se convertía en una sombra. Cómo Tim Burton ha realizado una película de tan delicado tema sin caer en estereotipos, llegando incluso a incluir algo de su loco humor, solo tiene una respuesta: porque es Tim Burton. Uno de mis preferidos, un planeta de imaginación, hombre sensible y creador versátil. Además del desempeño de actores y actrices, es destacable la producción general del filme. El ambiente de los años sesenta es muy bien recreado, con un cuidado de los detalles mínimos, desde el vestuario y el maquillaje hasta los espacios interiores y exteriores. La banda sonora no es protagonista de la película sino que es oportuna y agradable, dentro de esta resaltan las dos canciones de Lana del Rey, ambas con una letra muy apegada a las vivencias de Margaret.
Big Eyes ha tenido mucho éxito, casi tanto como las propias pinturas de Margaret. A nivel mundial la película recaudó 29 millones de dólares y hoy una pieza de la artista puede alcanzar la cifra de 200 000 dólares. ¡Eso sí que es un cuento de hadas! Pero, ¿qué obligó a una mujer talentosa a involucrarse en un fraude que la despojaba de todo derecho? ¿Cómo fue posible que ella desperdiciara su juventud realizando un trabajo esclavo y humillante? En la película está la respuesta: si las leyes de esos momentos no hubieran considerado que una madre soltera era inadecuada para educar a su descendencia quizás Margaret no se hubiera lanzado a un matrimonio con Keane. A partir de ahí surge todo. Luego, una solución para un momento, y “salimos adelante los dos”. Después la mentira toma un cuerpo mayor y la artista comienza a mentirse a sí misma, cediendo su fuerza, su nombre y su individualidad toda.
Individualidad, qué palabra interesante…miro esta película como un canto a la individualidad de la mujer. Las pinturas de Margaret representan a niños, perros y gatos con expresiones dulcemente tristes y ojos muy grandes. La crítica especializada las juzgó como algo kitsch y sin mérito. Ella siguió pintando, y desde que —tras una batalla legal recuperó sus derechos— más a gusto aún. Margaret pasó por dos matrimonios infelices, tanto como para renunciar a la vida de dos. Ella se volvió a enamorar.
Mientras rodaba la película Tim Burton le pidió que apareciera haciendo un cameo, ella aceptó y en los inicios del filme aparece leyendo sentada en un parque. Se le nota tranquila pero consciente de que está ante las cámaras. Quizás esa petición del cineasta se debió a que cuando Margaret le hizo un retrato a Helena Bonham Carter junto al hijo de ambos — Billy—, Tim no quiso aparecer, por lo que ella lo sacó escondido en una nube. Muchos años después, es Burton el creador y sin embargo ella acepta mostrarse en su película. Cuánta paz y qué sentido del humor el de esta señora para hacer de extra en un filme sobre sus vicisitudes como mujer, esposa, madre y creadora. Y es que Margaret Keane ha vencido muchos exámenes como para no aprovechar la oportunidad de mostrar la armonía que acompaña a quienes han logrado ser dueñas absolutas de su libertad.
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