Narrativa cubana ⎸ Acetona
“Acetona”, cuento de Yudarkis Veloz, pertenece a su novela “Balance Disorder”. La fotografía que lo acompaña es de la artista surrealista Dora Maar, más conocida por haber sido amante de Picasso que por su enorme obra.
Es terrible, una sensación de pérdida desconcertante, se desvanece, se desvanece, y solo va quedando un manchón rosado en la carne de los dedos, como acuarela muy diluida que eliminarán el agua y el jabón. Entonces me acuerdo de Lacan, que dice que hay dos tipos de amor, uno egoísta y posesivo, el otro evanescente.
Lacan no sabe de tu boca apoderándose de cada milímetro de mi pie derecho, de tu lengua lubricándolo en cada poro, despacio, despacio, mientras cierras y abres los ojos en el placer de unos suspiros que evoco en la distancia como pueden evocarse pocas cosas.
Lacan no sabe del crescendo en la dureza de tu miembro, del hilo de saliva bajando en cámara lentísima por el empeine, ni de tus manos apretando en mi tobillo como para enardecer más: una mezcla entre Saturno devorando a sus hijos y El éxtasis de Santa Teresa.
Lacan no sabe que cuando me amas así, te amo como si de verdad fuera a morirme al minuto siguiente, como si en ese temblor centelleante con que respondo a tus caricias se me fuera a ir la vida por la boca. Y es que cuando tenemos sexo duro puedo venirme mil veces con la intensidad de un maremoto, pero cuando disfrutas de mi cuerpo como la ofrenda que es, limpia y sensible ofrenda que quiere darte todo el goce de este mundo, es en tu goce en el que encuentro más placer.
Es terrible, se desvanece, se desvanece, y el manchón rosado me devuelve el ardor en la boca del estómago, la ansiedad con que quiero retener nuestros minutos ahora que vuelves a quedarme lejos, la rabia con que acepto la injusticia de que otras estén más cerca, sobre todo ahora que sé que mi cuerpo y mi cabeza son una mina insondable que no has explorado a fondo.
Entonces llega Lacan, y mirando mis pies con extrañeza, escuchando el intenso latido de mi pecho, examinando el pensamiento que martilla en el cerebro, se sienta a mi lado a consolarme, ahora que sospecho que no eyaculo en tu rostro porque no has tenido tiempo de estimular habitualmente mis glándulas de Skene. Y aunque no sabe, porque no vio la inmensa erección que fue emergiendo del ritmo delicioso con que lamiste y succionaste una a una las falanges, comprende que será más que agua y jabón lo que voy a necesitar para borrar cualquier reminiscencia tuya, y me acompaña esta tarde en que es tristísimo ver cómo se va extinguiendo el rojo de mis uñas, mientras aplico despacio el algodón con quitaesmalte.
“Acetona”, cuento de Yudarkis Veloz Sarduy, pertenece al primer capítulo de su novela Balance Disorder (2020), en la que el lector puede armarse su propia versión de la historia a través de documentos (cartas, mensajes de texto, conversaciones electrónicas, cuentos, diálogos, reflexiones) que se compendian en ella.
La pieza que acompaña este cuento es una fotografía de la artista surrealista Dora Maar (París, 1907-1997). Dora Maar es más conocida por haber sido amante de Picasso que por su obra artística. Sin embargo, es una de las representantes más fervientes del surrealismo, y en él, destacó por ese glamour oscuro que desprendían sus obras. Como la protagonista de “Acetona”, Dora Maar tuvo una relación tan cercana con el psicoanálisis que llegó a ser analizada por Jacques Lacan. Luego, ingresó en el hospital psiquiátrico de Sainte-Anne, donde le aplicaron electroshock. Paul Éluard, que era en ese momento un gran amigo de Dora, le pidió a Picasso que la sacara de allí, y lo acusó de hacerla sufrir demasiado. La imagen fue intervenida por la autora del cuento para acentuar los vínculos entre la historia y la pieza de la artista.
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