Poesía cubana | Georgina Herrera: “La pobreza ancestral” y otros poemas

Transgresora y diáfana en su manera de abordar la vida y la poesía, Georgina Herrera es una de las voces más fuertes de la poesía antillana contemporánea.

Duda

¿Quién me dará prestados,
su cabeza,
sus pies, su corazón,
su cuerpo y sus dos brazos,
para este largo viaje de retorno?
Y luego, estando
ya en el sitio,
¿Quiénes
me prestarán sus manos,
sus pañuelos, todas
las vasijas del mundo
cuando
me den la bienvenida
tantas lágrimas viejas?

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La pobreza ancestral

Pobrecitos que éramos en casa.
Tanto
que nunca hubo para retratos;
los rostros y sucesos familiares
se perpetuaron en conversaciones.

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Familia… Hogar

Madre y padre, vivos los dos,
tan viejecitos, pero
raíz al fin.

Mi esposo y yo, el tronco fuerte
del árbol y del amor;
los hijos y los nietos
floreciendo, multiplicados.
En fin, la dicha verdadera,
nada costosa. Bastaba
cumplir el mandamiento:
Creced y multiplicaos.
Fue el tiempo de soñar.
¿Y el de lo cierto?
Centroamérica, Europa, el otro mundo…
Cada cual, a veces hasta sin despedirse
cogió su rumbo.
Soy
la sobreviviente,
la que está aquí,
la fuerte.
Solitaria.

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El patio de mi casa

(Sí es particular.)
Nadie adornó su espacio con arecas
ni se enredó en la cerca la piscuala.
Patio sin otro ruido
que el silencioso andarlo
de mis pies descalzos.
Sitio para mi sola, donde la ternura
y su modo simple de crecer y darse
como la hierba fina,
me fue vedado.
Patio donde el sonido de la lluvia
dejó su oficio de agua
para ir cayendo, espesa y contenida,
más bien como lágrimas.
Ancho para una celda. Camino
interminable se me hizo
de tanto darle vueltas y repetirlo.
Patio perdido y ya recuperado
pues regreso
desde el fondo de mi sueño
como un hueco en la infancia.

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Mami

El día es propicio
Para salvar las distancias.
Hasta las nuestras.
Por eso te llamo
con un apodo familiar y antiguo.
Puede
empezar ya en ti el asombro, desde
el sitio en que estás, por estas
cosas que vas a oír:
¿Cómo pudo existir tan grande espacio
entre las dos? ¿Cómo
vivimos tantos años, sin que nada
fuese a ambas común?
Ahora es que puedo entender. Y te agradezco
el desamor, la angustia,
el desamparo. Y la total ausencia de esa sustancia
elemental que me hace
vivir sin nade, en medio
de mil manos, deseando
una mano que impida
mi perenne caída inevitable.

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Nacida en Jovellanos, Matanzas, en 1936, Georgina Herrera superó las barreras que le imponían la pobreza y su condición de mujer negra sin renunciar a la cultura de sus ancestros. Afirmándose en ella, construyó una obra poética de alcance universal que ha sido traducida a varios idiomas. “Su voz lírica trashumante se identifica con mujeres y hombres de distintas culturas y tiempos históricos”, dijo sobre ella la traductora y ensayista estadounidense Katherine M. Hedeen.

Transgresora y diáfana en su manera de abordar la vida y la poesía, Herrera es una de las voces más fuertes de la poesía antillana contemporánea. Estos poemas pertenecen a su primer libro, GH, publicado por Ediciones El Puente, en 1962.

Acompañan estos poemas de Georgina Herrera tres obras de la pintora Analvis Somoza. Graduada de la Academia de Bellas Artes San Alejandro, en Cuba, Analvis reside en Estados Unidos desde 2017. Su pintura, que define como una “fusión cultural de los Manienses-Habaneros”, busca integrar en un lenguaje personal las múltiples influencias hispanas, indígenas y afros de la cultura cubana.