Poesía cubana | Zurelys López Amaya: “El acosador”

La poesía de Zurelys López Amaya indaga en los retos de la mujer actual con una sensibilidad propia, donde lo cotidiano alcanza dimensiones simbólicas.

El acosador es una criatura insípida, transparente a los ojos de quien mira. Confundido y solo está el acosador, pero no por eso voy a dejar que me humille, que imagine que toco su repugnante hilera de huesos. Levanta su mano derecha para asustarme tras los cristales. Se para escuálido a la orilla de mi pared. Descubro su deseo de golpearme por no aparecer más pegada a su sombra, por poner cortinas en mis puertas y ventanas transparentes. El acosador odia a los gatos porque mi gata lo mira despiadado con ganas de morder su tobillo, su pobreza de espíritu. Mi otro gato lo mira con ojos de fiscal, de punta de lanza que lo hace temblar en el abismo de su oscuridad, de su música vacía en simulacro. Durante mis años he conocido varios acosadores. Cuando niña tropecé con uno en un ómnibus que prometió sujetarme para que no cayera mientras mi madre cargaba su jaba de alimentos. Este me puso su mano en algo que imaginaba como una goma para jugar, algo que crecía como masa de harina en reposo. Como un juego infantil desbrozado, destronado y hueco. Todavía recuerdo su cara sonriente, su macilenta cara de hombre enfermo. Los acosadores tienen eso, cara oscura, vista orgiástica e insegura que le traza caminos inciertos. Dicen en las redes que hay un tipo que violó a unas muchachas a través de caracoles que adivinan el futuro. Que su juego no era llegar a tocarlas, sino adivinar ser el dueño de su creencia. No sé sobre magias ni caracoles vacíos, pero sí sobre hombres que se esconden y encienden una fosforera a mitad de la noche para ver la silueta de una mujer a través de los cristales.

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La poesía de Zurelys López Amaya indaga en la vida y los retos de la mujer cubana actual. La familia, el amor, los desencuentros, el exilio, las carencias materiales, las presiones sociales y el modo en que lo externo irrumpe en el espacio íntimo, quebrando su armonía, son temas recurrentes en su obra. Cuestiones a veces comunes que la autora aborda con una sensibilidad muy propia, donde lo cotidiano alcanza dimensiones simbólicas.

En su poema “El acosador”, López Amaya ahonda en una experiencia atroz compartida por muchas mujeres: el acoso sexual, desnudando no solo su profunda huella psicológica para las víctimas, sino también la rapacidad y la pobreza de espíritu de los acosadores.