Poesía puertorriqueña | Yo misma fui mi ruta
“Ya definido mi rumbo en el presente, / me sentí brote de todos los suelos de la tierra, / de los suelos sin historia, / de los suelos sin porvenir, / del suelo siempre suelo sin orillas / de todos los hombres y de todas las épocas.”
Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisoria
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.
A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.
Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía
se separaba más y más y más de los lejanos
horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro,
la expresión definida que asomaba un sentimiento
de liberación íntima;
un sentimiento que surgía
del equilibrio sostenido entre mi vida
y la verdad del beso de los senderos nuevos.
Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia,
de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.
Y fui toda en mí como fue en mí la vida…
Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos,
se me torció el deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.
La puertorriqueña Julia de Burgos, una de las más grandes poetas de la literatura hispanoamericana, también abogó por la liberación femenina y desafió las normas sociales de su tiempo. Publicó tres poemarios de gran calidad, pero fue solo tras su muerte cuando su obra logró obtener reconocimiento. “Yo misma fui mi ruta” resume su filosofía personal y es un mensaje de empoderamiento femenino con el que quería instar a las mujeres de su generación (los años 30 del siglo XX) a reconocer su valía y tomar control de sus vidas.
La pieza pictórica que acompaña este poema es de la también puertorriqueña Mónica Parada (San Juan de Puerto Rico, 1984) y pertenece a su serie “No conformistas”. Desde pequeña, Mónica Parada estuvo obsesionada con la estética de las películas de terror de los 1980 y principios de los 90, de allí le viene su interés por lo grotesco y juguetón que se aprecia más en otras series suyas como Mundo Plástico, Animalia y Banquete Sagrado, en la cual expone vulvas con grandes clítoris saliendo de distintas frutas.
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