Transgresión patriarcal en la poesía femenina cubana: el caso de Nieves Xenes

“Nieves Xenes, en su poesía, presenta un amor que por su mera experimentación conflictúa los presupuestos patriarcales del siglo XIX.”

Dante Gabriel Rossetti: "Lady Lilith" (1866-68), fragmento.
Dante Gabriel Rossetti: "Lady Lilith" (1866-68), fragmento.

Al hablar de los grandes poetas del siglo XIX cubano, es probable que la mayoría de las personas cite voces masculinas y que, si llegase a abordar las representantes femeninas, mencione solamente a Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Ciertamente, la Avellaneda es la poetisa decimonónica más reconocida en el país. Su labor escritural fue muy valorada en su época, pero, a su vez, fue en varias ocasiones censurada. En su producción literaria había ideales que se consideraban amorales y que, para el colmo de una sociedad patriarcal, provenían de una mujer que ya se había atrevido lo suficiente al tomar la pluma. Estos ideales contrarios a lo pactado en el siglo convierten a Gertrudis en la principal autora del XIX que subvierte los patrones sociales impuestos al sexo femenino.

Esta actitud transgresora no vuelve a manifestarse con la misma potencia dentro del círculo de poetas cubanas, pero va a estar latente en el tratamiento de la temática amorosa llevado a cabo por varias autoras de fines del siglo.

Entre estas escritoras suelen destacarse Mercedes Matamoros y Juana Borrero, pero existen otras poetas subversivas que son menos estudiadas y leídas hoy en día. Este es el caso de Nieves Xenes (1859-1915). A partir del análisis de algunos de sus textos amorosos, presentaremos cómo esta autora contribuye a la transgresión patriarcal dentro de la poesía femenina cubana.

Binomio fuego-pasión

El amor expresado en la poesía de Nieves Xenes constituye una enfermedad que nubla la razón y cuya cura no es otra que la de la correspondencia amorosa. Dicha correspondencia aparece representada con frecuencia a partir de metáforas asociadas al campo semántico del fuego. El poema “Mal de amor” es un ejemplo de ello. En este se presenta una confesión a la madre sobre la intensidad del enamoramiento:

Madre, por más que el médico se afana,
me muero, ¿no lo ves?
para el mal que me roe las entrañas
la ciencia inútil es.

De esta tortura que mi vida acaba
incesante y cruel,
para poder curarme necesito
estar cerca de él.
[…]
Y estrecharlo en mis brazos, delirante,
con insaciable afán.
sintiendo hervir mi sangre, como hierve
la lava del volcán.

Las expresiones “hervir mi sangre” y “lava del volcán” indican que el anhelo se manifiesta como una fuerza destructora y ardiente. Si se tiene en cuenta que el fuego posee una significación sexual y pasional, podría decirse que la utilización de dicho símbolo aporta al amor un sentido erótico.

El binomio fuego-pasión que aparece en la composición atenta contra el ideal de pureza de la mujer decimonónica. En la época, se consideraba que las mujeres eran seres angelicales que preservaban su virginidad hasta el matrimonio y que eran mesuradas en sus goces. Una pasión ardiente que descontrolara su juicio era algo inadmisible. Las relaciones sexuales solo significaban la creación de una prole (principal función atribuida a la mujer del XIX) y, por tanto, el disfrute que estas podían conllevar era un tema vedado socialmente y era algo que no debían anhelar las mujeres. Nieves Xenes, a pesar de esto, no teme hacer explícito su deseo en la composición, aunque lo presenta como una confesión porque es consciente de las prohibiciones morales asociadas al erotismo femenino.

Superación de las prohibiciones morales

Estas prohibiciones morales, sin embargo, son presentadas por Xenes como superables en “Una confesión”. En este poema, un sujeto lírico femenino vuelve a confesar su amor, pero esta vez a un padre de iglesia:

¡Padre, no puedo más! mi amor refreno,
pero en la horrible lucha estoy vencida;
esta pasión se extinguirá en mi seno
con el último aliento de mi vida.

Cuando él no está a mi lado, desolada,
maldiciendo mi mísera existencia,
siento sobre mi frente fatigada
el peso abrumador de la conciencia.

La lucha de la que se habla es la de la oposición razón/pasión, que tiene como posible vencedora a la segunda oponente. A lo largo del texto se expresa este conflicto del yo poético. Su razón lo incita a actuar correctamente, pero solo ocurre cuando ese él se ausenta. En los momentos en que el sujeto amado aparece, se suspende la racionalidad.

El “peso abrumador de la conciencia”, junto con la necesidad de confesar a una figura religiosa el amor, son elementos que indican que la pasión constituye un pecado. El carácter pecaminoso de la pasión está dado por el mero hecho de que lo experimente una mujer, pero también está relacionado con el destinatario amoroso de las composiciones de Nieves. Se sabe que la autora estuvo profundamente enamorada de José Antonio Cortina, tribuno autonomista casado que nunca correspondió los sentimientos de Xenes. Si el sexo femenino estaba destinado al sagrado matrimonio con un hombre, la experimentación del deseo hacia un esposo representaba una de las mayores conductas amorales que podía tener la mujer.

La poeta, sin embargo, consideraba que su amor era el centro de su existencia y no dudó en demostrarlo en sus escritos. La necesidad de amar lleva a Nieves a superponer su pasión sobre Dios —autoridad religiosa bajo el castrante XIX cubano— y a equipararla con el paraíso celestial (máxima aspiración para el cristiano):

Vos me habláis de la gloria y del martirio,
del enojo del cielo que provoco,
¿pero no comprendéis que es un delirio
hablar de todo eso al que está loco?

¡Su amor! ese es el cielo que yo ansío
de mi pasión en el afán eterno,
y encuentro más terrible su desvío
que todos los tormentos del infierno!

Si el deseo erótico se sobrepone al creador o es considerado análogo a la dicha celestial, la oposición que operaba al principio del poema encuentra su esperado ganador. Al final de “Una confesión”, el yo lírico solo puede pedirle al padre que rece por alguien que desea amar, aunque sus emociones sean moralmente incorrectas.

Ambiciones ajenas a la mujer

La pasión, en la lira de Xenes, también ocasiona que la mujer quiera impresionar a su amado. Así se expresa en “Ambición”. El sujeto lírico desea poder, belleza y fama:

Yo quisiera ser reina y que asombraran
mi espléndida riqueza y mi poder,
[…]
Quisiera ser más bella que la ninfa
[…]
Quisiera con mis versos, de la gloria
los ansiados halagos obtener,
por mostrarme a tus ojos con la frente
ceñida de laurel.

Las posiciones a las que aspira, si bien son altas, están subordinadas a él: la reina pondría su corona a los pies del amado, la belleza de la ninfa es para ser adorada más que una musa literaria, y el prestigio de poeta persigue el reconocimiento ante el ser querido. Sus anhelos, al estar anclados a la figura masculina, no constituyen una subversión de la jerarquía del hombre sobre la mujer, pero, si son analizados sin tener en cuenta su finalidad, se vislumbra que son ambiciones ajenas e irrealizables para las mujeres.

Esto se debe a que, en el XIX, el sexo femenino pertenece al espacio privado del hogar, de ahí que sus aspiraciones deban enfocarse en la vida marital y familiar. Todo lo relativo al ámbito público no le concierne y correría un gran peligro si intentase sobresalir en ese universo. Xenes, por tanto, vuelve a atreverse socialmente en su poesía amorosa al presentar logros de la esfera pública que como mujer le son negados.

Mujer ángel/fatal

Nieves asocia la pasión erótica con la figura femenina. Para ello se vale de dos modelos de representación decimonónicos de la mujer creados por artistas masculinos: la femme fatale, que encarna todo lo considerado pernicioso para el sexo femenino, y el ángel del hogar, que, a diferencia de aquel, engloba cualidades moralmente correctas para la mujer decimonónica. Esto puede apreciarse en la composición “La pasión”.

En el poema, se realiza una caracterización femenina. Los rasgos trazados coinciden, en su mayoría, con los prototípicos de la “mujer fatal”: el cabello largo y la voluptuosidad del cuerpo; la mirada como medio sensual de llevar a la perdición al hombre, y la cualidad bestial de la belleza. Esta hermosura salvaje introduce la idea de que el componente sexual del amor debe ser, según Xenes, experimentado sin restricciones. Ello se verifica cuando se menciona en el poema cómo la mujer experimenta la pasión:

Cuando el amor la embriaga y la enloquece,
[…]
el ansia que la abrasa y la estremece
al hambre de la fiera se parece.

En cuanto al modelo del ángel de hogar, este incide en la caracterización de la mujer solamente en la penúltima estrofa:

Es bacante o vestal, hiere o perdona;
de un vértigo diabólico o divino
al invencible impulso se abandona,
y ora ostenta del héroe la corona,
ora esgrime el puñal del asesino.

Es destacable el uso de los sustantivos “bacante” y “vestal”, pues son figuras de la mitología grecolatina que podrían aludir a los modelos de la femme fatale y del ángel del hogar, respectivamente. Las bacantes eran sacerdotisas consagradas al dios Baco que perdían el control emocional y podían llegar a matar. Es reconocible en las bacantes el aspecto sádico y maligno de la mujer fatal, que Xenes presenta a partir de su asociación con el diablo y el homicidio. Las vestales, por su parte, rodeaban a Vesta, diosa del hogar que representa la pureza absoluta. Nieves relaciona a las vestales con actitudes propias del ángel del hogar: la capacidad de perdonar y el impulso divino.

El desdoblamiento de una figura femenina a partir de estos conceptos pudiera constituir una subversión de los límites que impone la literatura fundamentalmente masculina de la época. Las escritoras decimonónicas debían, a la hora de tomar la pluma, enfrentarse a las imágenes fijas y ajenas a la realidad que habían creado los hombres sobre ellas; y, para poder acabar con estas, muchas comenzaron “por definirse a sí mismas de forma alternativa como mujeres-ángeles o mujeres-monstruos”.1

Nieves Xenes, en su poesía, presenta un amor que por su mera experimentación conflictúa los presupuestos patriarcales del XIX. La pasión ardiente que se articula como esencia de la vida y la asociación de esta con modelos de representación femenina creados por los hombres son rasgos poéticos que anticipan el erotismo transgresor de las obras de las principales autoras latinoamericanas de inicios del siglo XX: Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral.

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1Sandra Gilbert y Susan Gubart: La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX, Universidad de Valencia: Ediciones Cátedra, 1998, pp. 31-58.

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