8 de marzo: la disputa por un proyecto sociopolítico radical y de izquierda…
La celebración¸ símbolo de lucha por los derechos de las mujeres, debería honrar un proceso histórico de emancipación y mantenerse como un proyecto feminista radical.
Siempre que soy convocada directa e indirectamente a escribir sobre el 8 de marzo en Cuba, percibo dos posturas bien polarizadas, ambas con equívocos y la segunda que voy a apuntar aquí, me parece mucho peor que la primera. Ya escribí sobre esa fecha y más adelante hago mención a ese texto anterior, en caso de que alguien quiera leerlo pues suscribo cada idea de las que allí están plasmadas. No obstante, aquí me quiero referir más detenidamente a esas polarizaciones en torno al 8 de marzo en Cuba. Como decía, observo dos posturas que comento en las líneas que siguen:
1. “Tenemos razones para celebrar”
“Tenemos razones para celebrar” rezan diversos titulares de publicaciones nacionales en esas fechas. Y ciertamente existen razones para que algunas mujeres (no todas) puedan celebrar, si hablamos de licencia de maternidad retribuida, iguales salarios (para mujeres cisgénero) que realizan el mismo trabajo (que hombres cisgénero); políticas reproductivas gratuitas[1]. Sin embargo, eso no exime de críticas al proyecto socialista, al Estado, a las políticas públicas que han sido creadas para mujeres cis y otros grupos sociales (fundamentalmente heterosexuales y cisgénero también), etc. Precisamente, esa forma maniqueísta de entender el orden social, en el que crítica y conmemoraciones no pueden coexistir, nos distancia de comprender los fenómenos apelando para la complejidad que ellos envuelven.
2. “El régimen no deja a las mujeres marchar”
“El régimen[2] no deja a las mujeres marchar”: si yo soy opuesta a la primera postura por ser condescendiente, a esta otra me opongo radicalmente por su tono conservador, de derecha y antifeminista (pensando aquí en las vertientes feministas más críticas porque sabemos que estamos plagadas de feminismo liberal, feminismos blancos, heterosexuales y misionarios). Eso no significa negar el autoritarismo y la violencia que se cierne sobre las personas cuando han ocupado las calles de forma “no autorizada” en otras fechas y en otras coyunturas distintas al 8 de marzo. Inclusive ese mismo hecho —la ocupación de las calles— debería servir para mostrar que aun cuando las celebraciones por el 8 de marzo no adopten las formas más conocidas “mundialmente” —(y lo pongo entre comillas porque no pocas veces Europa y Estados Unidos se toman como sinónimos del mundo)—, que las personas son, necesariamente, marionetas inmóviles impedidas de actuar. Agrego dos cositas más: la fórmula que entiende el poder a través de la dicotomía victimario versus víctima, es bastante limitada (que conste que no estoy hablando de feminicidios, sino de las formas en que opera el poder que no es unidireccional, cosa que hace años explicó Foucault y yo no voy a repetir aquí). Otra cosa, tomar la calle el 8 de marzo no es la única forma posible de reivindicar una sociedad libre de opresiones de género; inclusive no es ni siquiera suficiente. Al mismo tiempo, eso no quiere decir que esté bien que no se marche (particularmente pienso que no es ni cierto ni errado y que dependerá siempre de cada contexto), que estoy de acuerdo en que existan impedimentos para que se marche y mucho menos que yo concuerde con algún tipo de represión en los casos en que acontezcan manifestaciones autónomas por parte de cualquier sector de la sociedad civil.
Mi punto para construir una reflexión es: ¿cuáles son las condiciones que explican que, en el contexto cubano la marcha por el 8 de marzo, protagonizada por Mujeres, no haya emergido como una propuesta política posible dentro de ese contexto sociopolítico e histórico? ¿Y el hecho de que no se marche indicaría necesariamente un problema? ¿Cuáles serían los contornos de ese problema? Antes de esbozar respuestas apresuradas, me parece prudente intentar reflexionar sobre este asunto desde el propio contexto y sus singularidades socio-políticas evitando caer en las fórmulas coloniales que nos incitan a querer explicar al planeta entero con las mismas lógicas. mucha calma en esta hora. Hablo aquí de trazar un camino genealógico (para usar otra propuesta foucaultiana) y no de explicaciones monolíticas y unidireccionales.
Retomando mis preguntas como posibles caminos genealógicos, reitero: ¿cuáles son las condiciones que explican que, en el contexto cubano la marcha por el 8 de marzo, protagonizada por Mujeres, no haya emergido como una propuesta política posible dentro de ese contexto sociopolítico e histórico? ¿Y el hecho de que no se marche indicaría, necesariamente, un problema? ¿Cuáles serían los contornos de ese problema?
Me parece que, para pensar algunos caminos posibles, podríamos traer a colación es el trabajo de Wendy Goldmann “Mujer, Estado y Revolución”[3], en el que, entre otras cosas la autora explica que aún con las limitaciones de la otrora revolución rusa, inclusive con las evidentes señales de retroceso o backlash (como también se le conoce dentro de las producciones feministas) post revolución rusa, no se puede desconocer que la misma viabilizó un conjunto de derechos para las mujeres (los mismos por los que históricamente se luchó y se continúa luchando cada 8 de Marzo), al crear espacios que descentralizaban el trabajo reproductivo (históricamente adjudicado a las mujeres) del ámbito doméstico, propiciando así niveles de emancipación de las mismas. Con la creación de círculos infantiles, lavanderías estatales, comedores comunitarios y otras iniciativas de esa índole, en aquella época se viabilizaban posibilidades de emancipación. Obviamente eso no implicaba que la creación de leyes y políticas públicas fuese capaz, por sí sola, de revolucionar el sistema de género y, por tanto, las formas de sociabilidad derivadas de él no se destruirían con leyes. No es siquiera algo que debamos esperar y sobre eso ya avisaba Gayatri Spivak en su emblemático trabajo “¿Puede la subalterna hablar?”. Spivak es categórica cuando afirma que ninguna ley, por sí sola, transforma posiciones de sujeto, regímenes simbólicos de género y el modo en que ellos impactan nuestra subjetividad. Y digo esto porque operar con la ecuación de que la ausencia de una marcha es señal de opresión o que una marcha el 8 de marzo es necesariamente una revolución aconteciendo, omite la complejidad de este fenómeno. El trabajo de Wendy Goldman nos enseña que, en determinados contextos sociopolíticos en los que las reivindicaciones históricas de las mujeres son solventadas de forma centralizada por medio de políticas públicas, los procesos de disputa poden tomar otros cauces, otros formatos y en ningún caso se tratará de “verdadero o falso”. Luego, que no presenciemos una marcha el 8 de marzo, ¿entraña necesariamente un problema? Yo me arriesgo a decir que no.
"...Una perspectiva feminista crítica como referente de lucha nos permite comprender que ese significante —Mujer— es demasiado estrecho para acoger a la multiplicidad de existencias asfixiadas por un régimen (este sí) colonial de género..."
Es lógico que el espacio público no es neutro, que ocuparlo implica desafiar un orden social heterosexual, blanco, cisgénero, capacitista, misógino, entre otros. También es sabido que, sobre todo en contextos capitalistas a los que solemos mirar como la panacea de la libertad, también el 8 de marzo ha sido apropiado, comercializado y hasta romantizado toda vez que se circunscribe a flores y postales, un gesto bastante machista, por demás. Reafirmo que es importante que esa celebración pueda honrar un proceso histórico de emancipación de las mujeres. Inclusive ratifico que, como parte de ese proceso histórico de emancipación, el significante Mujeres, va teniendo cada vez menos sentido dentro de una perspectiva feminista crítica, que sabe que esa supuesta instancia universal es insuficiente para disputar derechos. Una perspectiva feminista crítica como referente de lucha nos permite comprender que ese significante —Mujer— es demasiado estrecho para acoger a la multiplicidad de existencias asfixiadas por un régimen (este sí) colonial de género. Sobre ese sujeto político femenino en el contexto del 8 de marzo me referí en otro texto[4] que tal vez valga la pena leer junto con este que escribo ahora.
El 8 de marzo significa mantener vivos siglos de lucha por derechos históricamente negados a las mujeres y que actualmente podemos entender como un proyecto feminista radical (como sinónimo de ir a la raíz y lejos de cualquier referencia a los sectores transfóbicos que se autodesignan hoy como radicales, pues para mí ellas ni feministas son), que si bien continúa disputando derechos en nombre de ese sujeto político —Mujer— al mismo tiempo lo extrapola. Definitivamente la marcha por el 8 de marzo es una forma de apoyar públicamente, en las calles, esa lucha y tantas otras que aún nos restan por librar, involucrando a todos los sectores de la sociedad, inclusive los hombres cisgénero y heterosexuales[5].
Y finalizo este texto reforzando mi convicción de que el 8 de marzo es una fecha que hace parte de un proyecto político radical, de izquierda que no comienza ni acaba ese día y que justamente por eso nos desafía. Ni flores, ni postales, ni interpretaciones compulsorias sobre la ausencia/presencia de marchas en el molde occidental y eurocéntrico, sobre todo porque la vida ha demostrado que se milita en las calles y también en las redes virtuales, que muchas formas de disputar derechos han de ser inventadas aún, porque como nos recuerda Angela Davis “la libertad es una lucha constante”. Feliz 8 de marzo de 2022.
[1] Por ejemplo, aquí en Brasil donde actualmente vivo, pude conocer que algunas técnicas de reproducción asistida aún cuando tienen cobertura a través del sistema único de salud, implican un costo a ser pagado por las demandantes de la reproducción asistida como en el caso de tener que pagar por el semen para una inseminación artificial. Consecuentemente esa política reproductiva tiene un importante sesgo de clase pues no todas las demandantes de los servicios de reproducción asistida podrán pagar por ese servicio.
[2] Preciso decir que yo discrepo de este calificativo usado por algunas personas para referirse al sistema político cubano, justamente por ser usado por sectores de la derecha dentro de los que no me ubico.
[3] https://docplayer.es/82626950-La-mujer-el-estado-y-la-revolucion-de-wendy-z-goldman.html
[4] https://afrocubanas.com/2021/03/08/8-de-marzo-cuales-reivindicaciones-para-cuales-mujeres/
[5] Sugiero leer el texto de mi colega y amigo Fabricio Ricardo, disponible en este link: https://afrocubanas.com/2021/03/08/algunas-pistas-sobre-lo-que-los-hombres-pueden-hacer-en-el-dia-de-hoy-8-de-marzo/
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
Creo que la marcha no ha emergido porque la gente tiene miedo, recordemos lo del 11j y el 15N, también la persecución de activistas, a quienes le ponen una patrulla de policía afuera y no pueden ni salir. Buscar los testimonios de Carolina Barrero por ejemplo. Por cierto que también te pueden deportar o no dejar entrar más al país. Por otra parte, el 8 de marzo en Cuba continúa siendo un día de celebración light. No faltarán las florecitas y los reconocimientos a algunas mujeres sobre todo a aquellas que le sirven al patriarcado y al gobierno . En fin, que las cubanas no van a la calle por la represión qué hay en Cuba.