Migración | Algo mejor que un amor
“La patria se vuelve un espacio íntimo que acompaña y reconforta, nadie puede profanarlo ni contaminarlo con palabras huecas; en esa patria personal estamos a salvo.”

Se activa el chat en Messenger y no sé si decir buenos días, buenas tardes o buenas noches. Lo resuelvo diciendo: ¡hola!, y empezamos la conversación. Casi siempre chistosa, casi siempre besos y abrazos de lado a lado, saludos a los otros. Esos otros están trabajando, conduciendo, o simplemente ya están durmiendo. La mayoría de mis conocidos en las redes sociales ya eran mis amigos antes de que estas existieran. Hoy andan disgregados por el mundo, probando suerte, encausando sus vidas, aprendiendo idiomas y asumiendo nuevas culturas. Ya no podemos conversar sobre la cotidianidad porque ninguna de las partes entendería, habría que hacer historias muy largas para la prisa de nuestras jornadas, pero tenemos un sustrato común, y por eso todavía el chat puede activarse.
La nostalgia de ser cubanos
La patria de esos viejos amigos es Cuba, por supuesto. En este país nacieron, aquí aprendieron su lengua materna, el lenguaje coloquial, los juegos infantiles y las habilidades de adultos para sobrevivir, muchos terminaron la carrera universitaria aquí y también aquí encontraron una pareja para compartir la vida. Luego, cumplieron uno de sus proyectos: vivir fuera de Cuba, vivir. Y ahora muchos de ellos se sienten más cubanos que cuando residían en la Isla. Y los que no escuchaban música cubana, ahora la escuchan. Y los que soñaban con los diferentes sabores de la comida internacional, sienten ganas de comer comida de casa. Y los que incluían en sus saludos habituales el hello, hi, how are you?, ahora me escriben: “¿qué bolá?”, “¿cómo va la cosa por allá?”.
Muchos de ellos quieren preservar la nacionalidad cubana más allá de lo que exprese un documento formal. Sienten nostalgia por lo que han dejado atrás y valoran lo pasado desde una perspectiva diferente, a veces asintiendo, a veces rechazando…, empiezan a descubrir su peculiaridad de cubano fuera de la Isla. Aunque están lejos, fortalecen su nacionalidad, sus rasgos diferentes, al tiempo que tratan de encajar en el nuevo país. Esa nacionalidad cubana en la que se deposita la nostalgia por los buenos momentos y el absurdo habitual (que una vez superado siempre nos mueve a risa), está bien adornada con la fantasía de lo perfecto, con el recuerdo selectivo del pasado y la añoranza por la intensidad de la primera juventud.
“Sienten nostalgia por lo que han dejado atrás y valoran lo pasado desde una perspectiva diferente.”
Yo estoy en Cuba y también siento esa nostalgia. Yo no quiero acordarme de los baños sucios de la universidad, prefiero pensar en Abel, el profesor de Filosofía que a tantos nos abrió la mente con su dedicación de maestro genuino y sus amenas clases. No quiero pensar en una larga caminata de varios kilómetros atravesando la ciudad para llegar a un concierto de rock, sino recrear en mi mente toda la música, toda la euforia y toda la locura de Porno para Ricardo presentándose en Holguín. Me niego a recordar que no pude comprar un pan para Leandro, porque esa noche en la panadería solo vendían dos y yo compraría uno para mis suegros y otro para mi marido y para mí, uno para cada casa. Leandro estaba casi al final de la fila, probablemente no alcanzaría… no, no quiero recordar eso, sino cuando él me llama desde una esquina, doy la vuelta, lo observo, él está bajo una luz amarilla y eleva el pan hacia el cielo como si fuera una espada, gritando “¡victoriaaa!”.
Momentos así, llenos de humor amargo, componen el sustrato común que mantiene la amistad a pesar de la distancia. Así quedamos en la biografía del otro, a veces por causa de una serie de conversaciones, encuentros en eventos públicos, libros compartidos… otras, por una verdadera amistad que sobrepasa la leve satisfacción de descubrir criterios coincidentes sobre varios asuntos.
Complicidad
Muchos de esos amigos que viven en el extranjero sienten una soledad especial. Han vivido lo inmenso pero afirman que algo les falta. Marays y Rodolfo han estado en los conciertos de las bandas de rock que escuchábamos juntos y, más que eso, deseábamos ver en vivo. Ahora dejan esta confesión: “Descargamos como locos pero rodeados de una soledad y unas ganas aplastantes de tenerlos a todos aquí. Al final de los conciertos nos invadió la certeza de que se disfruta más viendo a Mefisto en El Mestre con ustedes que a Iron Maiden en Las Vegas”.
Sé que Marays y Rodolfo mienten, pero también sé que dicen la verdad.
Por su parte E., amante de la naturaleza y de la contemplación me revela: “¿Qué demonios busca la gente saliendo de Cuba? Acá también tengo el cielo estrellado y telescopios y costas y playas y canales entre los manglares para desandarlos en kayak y una fauna esplendorosa… tenemos mercados propios de la sociedad consumista y trabajo, sí, pero de verdad. Ahora bien, todo eso junto no es nada (por no decir: es mierda). Si no tienes a los amigos para compartir, el mejor cielo estrellado solo te entristece si no tienes una compañía con quien disfrutarlo, y se extasíe ante tanta majestad. ¿Ir a una cueva solos? ¿Escalar una montaña en solitario? Sí, es cierto, también sabría disfrutarlo, pero sabes que estamos ‘diseñados’ para compartir”.
Sé que E. se adaptará y encontrará compañía para salir a explorar, pero también sé que difícilmente las nuevas relaciones que él haga puedan superar la complicidad que tiene con sus viejos amigos.
“Eso es lo que extrañan mis amigos: la complicidad conseguida a lo largo de una vida surrealista y difícil.”
En su libro Fuegos Marguerite Yourcenar nos dejó esta joya: “Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad”. Creo que justo eso es lo que extrañan mis amigos: la complicidad conseguida a lo largo de una vida surrealista y difícil. La comprensión inmediata de tantos significados que solo quien ha vivido como cubano de a pie puede lograr. Sé que Yourcenar habla del amor de pareja, no obstante, tomo sus palabras para describir ese sentimiento de que el otro sabe lo que yo sé, o al menos está abierto a saberlo, el otro ha sentido lo mismo, el otro me conoce y yo le conozco.
Vivo rodeada de cubanos que logran esa comprensión inmediata: en un ómnibus atestado, en una fila para atenderse con el médico o en una reunión del falso sindicato… Sin embargo, el nivel más elevado de esa complicidad superior al amor es casi imposible de lograr. Todos estamos preocupados por llegar a mañana, agobiados por los hijos o los padres ancianos, extenuados por el calor, viejos nosotros mismos antes de tiempo. A veces desdeñamos alegrías posibles por considerarlas banales, puro consuelo. Mientras recorremos ese círculo, vamos cediendo nuestra energía y debilitando nuestra actitud crítica, nuestra capacidad para ironizar, crear y descubrir la belleza. Entonces, la complicidad se va quedando en lo elemental, en el recurso efímero que nos hará ganar más tiempo para ganar más tiempo.
Una patria personal
Poco a poco nos vamos anclando a una realidad verdaderamente exigente que nos conquista sin ofrecer nada por nuestra entrega diaria, si acaso nos remite a ese tiempo circular, enfermo. Así es, nosotros aquí también tenemos nuestra soledad especial. Seguimos en el país que nos vio nacer, no tenemos que esforzarnos por aprender otro idioma ni homologar los títulos, pero las palabras que se emplean en los medios oficiales para hablar de nuestro país ni por asomo nos describen como sociedad y mucho menos como individuos. Se habla una lengua oficial en la que nos encontramos mandatos y muletillas como “actualización del modelo económico cubano”, “verano siempre joven”, “hacer más con menos”, “contingencia energética”… Así, cada período tiene sus etiquetas, siempre ajenas al individuo.
Mientras esas palabras saturan los medios al punto de que ya no las escuchamos más, nuestros días van por otros rumbos que no podemos prever a pesar de estar en nuestro propio país. El concepto (si es que existe) de patria se relativiza y, al menos yo, busco esa tierra común en la vida compartida con los otros. En el pasado embellecido y en el presente cargado de dudas. La patria se vuelve un espacio íntimo que una vez definido acompaña y reconforta, nadie puede profanarlo ni contaminarlo con palabras huecas; en esa patria personal estamos a salvo, ella realza nuestra identidad y favorece nuestra disposición a la complicidad. Porque muchos han conseguido dibujar esa patria es que siguen siendo cubanos sin alardear de ello, con la naturalidad del que conoce sus derechos más allá de la ley de otros hombres.
“En esa patria personal estamos a salvo, ella realza nuestra identidad y favorece nuestra disposición a la complicidad.”
Todos los días trabajo en la preservación de ese espacio sagrado, aunque no negaré que a veces siento una especie de soledad generacional. En ocasiones pienso que todos se han ido, han emigrado con toda su historia o se han rendido ante el trayecto circular. Sí, es innegable que muchos han abrazado los extremos. Yo quiero pensar en los que siempre están, en los que se niegan a entrar en la burbuja y en los que hacen una patria itinerante y elástica. Cuba es su Meca, hasta ella peregrinarán para nuevamente partir hacia todos los puntos cardinales, mientras, el chat sigue activo a pesar de la diferencia de los husos horarios. Lo que ahora nos contamos será parte de la nostalgia del futuro, solo que será una nostalgia más sosegada y correcta, a tono con el abrazo apresurado que escribimos para que la distancia no nos venza.
(Continuará…)
▶ Vuela con nosotras
Nuestro proyecto, incluyendo el Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT), y contenidos como este, son el resultado del esfuerzo de muchas personas. Trabajamos de manera independiente en la búsqueda de la verdad, por la igualdad y la justicia social, por la denuncia y la prevención contra toda forma de violencia de género y otras opresiones. Todos nuestros contenidos son de acceso libre y gratuito en Internet. Necesitamos apoyo para poder continuar. Ayúdanos a mantener el vuelo, colabora con una pequeña donación haciendo clic aquí.
(Para cualquier propuesta, sugerencia u otro tipo de colaboración, escríbenos a: contacto@alastensas.com)
Responder