De Madrid a Costa Rica: Un viaje de caos, cine y conexiones
Un viaje que expone las múltiples formas de discriminación y racismo estructural, desde el abuso de poder en los aeropuertos hasta la exclusión que enfrentan las personas refugiadas en su derecho a la movilidad.
Me atrae mucho explorar nuevos sitios, pero lo que más detesto es el tema de los aeropuertos. Hacer viajes demasiado largos, como fue el caso de mi ida a Costa Rica para participar del Festival de Cine SOMOS, que fue un trayecto de once horas con veinticinco minutos, se hizo demasiado para mí.
Pero más allá de las horas sentado atravesando el océano en una butaca maltrecha, lo peor de todo fue el proceso de abordaje en el aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid.
Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas
No sé por qué pero las pocas veces que he estado en el aeropuerto, el personal que trabaja allí se comporta de una manera desagradable. En esta ocasión una de las empleadas, tras la revisión de mi equipaje, y luego de hacerme una test de detección de sustancias, - además me hizo hasta despojarme de una pulserita de hilo rojo que llevo conmigo-, la mujer me tiró el reloj que había dejado olvidado dentro de una bandeja, de las que colocan para introducir las pertenencias, y comenzó a apurarme para que me pusiera todo lo que me había quitado. Al final terminé con la maleta abierta en el piso.
Pero esto solo fue el inicio de una situación mucho más incómoda, racista y xenófoba. Luego tendría que buscar la puerta de abordaje del avión, que por lo general siempre se me hace difícil encontrar, porque es un aeropuerto demasiado grande para un cubano sin mucha experticia en viajes, y hay mucha información visual que llega a aturdirme y a hacerme entrar en pánico.
Luego de media hora perdido como es normal en mí, finalmente di con la dichosa puerta de abordaje. Una vez allí debí esperar a la hora exacta para subir al avión, y fue entonces, a la hora de pasar el ticket por el scanner, cuando una empleada del aeropuerto se puso en cuatro y dos y me dijo que con mi documento de viaje no podía abordar.
Ahí comenzó la odisea de llamar a varios sitios para hacer las comprobaciones. Luego de algunos minutos de incertidumbre llegó otra trabajadora y le comunicó a la que me impedía abordar, que sí, en efecto, con mi pasaporte, que es un documento que otorgan a los refugiados políticos, sí podía viajar.
Y es que aun teniendo la aprobación, aquella funcionaria continuaba asegurando que no podía, e insinuó a su compañera que solo podría viajar si ella lo decidía.
Descreída, y después de hacer derroche de malos tratos y de ostentación de poder, aquella mujer me dejó abordar el avión.
Aeropuerto Internacional Juan Santamaría
Luego llegó la historia de mis primeros minutos en Costa Rica. Antes de poder salir del aeropuerto Internacional Juan Santamaría, tuve que pasar el equipaje por una estera de rayos X. Ahí no tenían bandejas donde poner las pertenencias por lo que tuve que poner la maleta y sobre ella coloqué todo lo que llevaba conmigo.
Tras ese proceso, que fue bastante rápido, logré salir del pequeño aeropuerto. Tranquilamente fui a una cafetería para conectarme a internet, porque no tenía datos, y no sabía por dónde tenía que ir. Como no podía pagar con euros, sino con colones, me dispuse a cambiar dinero, y fue ahí donde me percaté de que había extraviado mi pasaporte.
Allí mismo me dio el tercer ataque de ansiedad del viaje. Abrí la maleta y hurgué por todas partes aunque en vano. Enseguida pensé en la dichosa estera donde supuse se había quedado olvidado.
Regresé al lugar, y una vez allí me dijeron que no podía volver a entrar al aeropuerto por esa área y que tenía que dirigirme a un sitio donde se hacen las reclamaciones por pérdidas.
Tres horas después de estar ahí y de varias llamadas telefónicas de los trabajadores, conseguí que un policía me escoltara hasta la estera, y por suerte allí estaba el documento.
Costa Rica
Luego de estos momentos de super estrés me relajé. Intenté olvidar lo acontecido en el viaje, y decidí conocer la ciudad por mi cuenta.
San José no es una ciudad bonita. Calles con bastante tráfico o por lo menos por las que caminé. Por otro lado, tenía un clima bastante agradable que me hizo recordar al de Cuba. Algunos días de un sol fuerte, otros de llovizna, y otros hasta de frialdad - que en realidad fueron los mejores-.
A pesar de la grisura que observé, tuve la oportunidad de explorar mercados locales y me encantó la variedad de frutas que encontré.
Festival de Cine Somos
Finalmente llegó el momento de participar del Festival de Música y Cine SOMOS. Este festival reúne cada año a cineastas, músicos, artistas visuales y defensores de los derechos humanos en un mismo espacio para compartir historias, reflexiones y proyectos que buscan generar conciencia social.
El poder estar allí, y conectar y conocer a otros colegas artistas de Cuba fue muy especial. Y sobre todo recibir por vez primera, y de manera pública, un reconocimiento por mi trabajo enfocado en los derechos humanos.
Es por eso que ahora mismo estando ya en Madrid, pienso que, a pesar de haber sido un viaje difícil, sí valió la pena haber estado allí, y conocer otro sitio que de algún modo me hizo sentirme estar un poquito más cerca de esa Cuba que ahora mismo está tan lejos.
Nonardo Perea
(La Habana, 1973). Narrador, artista visual y youtuber. Cursó el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso del Ministerio de Cultura de Cuba. Entre sus premios literarios se destacan el “Camello Rojo” (2002), “Ada Elba Pérez” (2004), “XXV Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios” (2003- 2004), y “El Heraldo Negro” (2008), todos en el género de cuento. Su novela Donde el diablo puso la mano (Ed. Montecallado, 2013), obtuvo el premio «Félix Pita Rodríguez» ese mismo año. En el 2017 se alzó con el Premio “Franz Kafka” de novelas de gaveta, por Los amores ejemplares (Ed. Fra, Praga, 2018). Tiene publicado, además, el libro de cuentos Vivir sin Dios (Ed. Extramuros, La Habana, 2009).
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