Jada Smith, Will Smith y Chris Rock: un breve análisis feminista negro
"El privilegio blanco es el soporte fundamental del racismo. El privilegio blanco ha destituido históricamente a personas negras de su condición de humanidad..."
Varias personas han estado juzgando la actitud de Will Smith como machista, una actitud que, a juicio de ellas, anularía la agencia y autodeterminación de su compañera para defenderse a sí misma y, por ende, estaría reproduciendo un ejercicio de violencia entre posiciones (supuestamente) hegemónicas: dos hombres negros enredados en una agresión física. Esos análisis, a mi juicio, dejan de considerar una perspectiva antirracista, que puede sumar al debate.
Es importante observar la situación ocurrida entre Will Smith y Chris Rock, a partir del cúmulo de saberes y análisis del feminismo negro como herramienta teórico - política de análisis, y es por eso que en este breve escrito yo, feminista negra, elijo formular mis análisis teniendo como referentes a intelectuales y activistas negras como Sueli Carneiro, Djamila Ribeiro, Juliana Borges, Lelia Gonzales, Tatiana Nascimento y yo misma.
El privilegio blanco es el soporte fundamental del racismo. El privilegio blanco ha destituido históricamente a personas negras de su condición de humanidad, destinándoles una posición de objetos, de cuerpos que pueden ser instrumentalizados, que no pueden ser amados públicamente, mucho menos ser tratados con dignidad. Por tanto, no tiene mucho sentido colocar esa situación protagonizada por dos hombres negros, en el lugar del machismo estructural que disputa la “salvación de la princesa” o “la honra entre dos machos”, porque mujeres negras, como la compañera de Will Smith, ni siquiera son vistas ocupando ese imaginario de “princesas que deben ser salvadas”. Equiparar la posición social de mujeres negras con princesas de Disney, es uno de los equívocos que más se reiteran en ese tipo de análisis a la ligera.
Como ha afirmado Sueli Carneiro y parafraseo “las mujeres negras nunca han sido vistas como frágiles y por tanto merecedoras de la salvación masculina”. Al contrario, es ese imaginario racista que nos supone fuertes, guerreras los 365 días del año (y por ende inhumanas) el que crea la expectativa racista de que tenemos que soportarlo todo, inclusive la burla, la violencia de ser ridiculizada públicamente como hizo Chris Rock sin que eso genere conmoción social suficiente, porque la vulnerabilidad no es una condición que nunca nos ha sido dada. Es curioso, aunque no sorprendente, que algunos análisis coloquen el foco en “el machismo de Will Smith”, sin considerar esta dimensión racial del asunto. Son pocas las veces en que mujeres negras encuentran respaldo para defenderse y ser defendidas públicamente de agresiones. Como un efecto del racismo estructural, tantos hombres blancos, como hombres negros, históricamente han sido educados para no admitir ni asumir públicamente cualquier tipo de sentimiento positivo por mujeres negras; cuanto más, defenderlas. Si las mujeres negras responden por sí mismas a la altura de la violencia racista que las alcanza, es fácil que seamos tachadas de “negras rabiosas, agresivas, resentidas”; o sea que seamos capturadas por esas imágenes de control, como las llamo Patricia Hill Collins. Si un hombre negro (que no ocupa un lugar hegemónico en la escala de las masculinidades) las defiende de una violencia que las deshumaniza (una experiencia que es casi nula pues el imaginario racista no concibe siquiera que podamos ser defendidas), entonces la situación es reducida al “machismo de un hombre negro que está reproduciendo la violencia”.
Hacen falta muchas horas de lectura de Franz Fanon y Lelia Gonzales para discernir entre la violencia colonial racista y la reacción de la colonizada frente a esta. No es porque Chris Rock sea también una persona negra que él escapa de los efectos psicosociales del racismo, entre ellos el auto odio y la proyección de ese auto odio en forma de “chiste racista” (racismo recreativo en mi diccionario antirracista). No mis amores, el antirracismo manso que ustedes esperan cuando suceden situaciones como las que vivieron Jada Smith y Will Smith, es un delirio colonial de la blanquitud que Uds. habitan cuando esperan “namasté” y “paz y amor” delante de violencias tan deshumanizantes. Violento es el racismo estructural y estructurante de nuestras subjetividades. Como dijo Juliana Borges en un reciente post en Instagram sobre el asunto y parafraseo: estamos hablando aquí de “la defensa de la humanidad de una persona negra, de la reivindicación de su dignidad”. Cuando se haya acabado el racismo que autoriza todas esas violencias, vengan a hablar conmigo de “paz y amor”, mientras tanto, pregúntense a diario que prácticas antirracistas, anti-cissexistas Uds. están protagonizando en su radio de acción.
Concluyo con las palabras de Jota Mombaça, en su libro No nos van a matar ahora[1]: “si no podemos ser violentxs, no seremos capaces de deshacer las prisiones y los límites impuestos a nuestra experiencia como resultado de la distribución social heteronormativa, blanca, sexista y cis-supremacista de la violencia. Si no podemos ser violentxs, nuestras comunidades estarán condenadas al agotamiento reiterado de nuestras fuerzas, nuestra salud, nuestras libertades y potencias. Si no podemos ser violentxs, continuaremos asombradas por la política del miedo, instituida como norma contra nosotrxs. Si no podemos ser violentxs, concentraremos en nuestros cuerpos el peso mortífero de la violencia normalizadora” (traducción libre mía).
[1] Traducción del original en portugués.
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
No entendí nada. ¿Dónde está el racismo aquí?