Marta María Pérez Bravo: espiritualidad, cuerpo y crítica social en la fotografía cubana contemporánea
La obra de la artista Marta María Pérez, marcada por la espiritualidad afrocubana y la maternidad, contribuye a renovar el lenguaje visual en América Latina.
Marta María Pérez Bravo es una de las artistas contemporáneas más significativas de Cuba y de América Latina, cuya obra fotográfica ha marcado un antes y un después en la exploración de la espiritualidad, la identidad femenina y las tensiones sociopolíticas en contextos de profundo cambio cultural. Desde sus inicios en la década de 1980, la artista ha utilizado el cuerpo como soporte y mensaje, posicionando su imagen en un diálogo incesante con regiones místicas de la cultura afrocubana y con experiencias personales profundamente marcadas por la maternidad y la transformación del yo.
Este ensayo tiene como propósito analizar la obra de Marta María Pérez desde tres perspectivas fundamentales: la espiritualidad, la representación de la feminidad y el contexto sociopolítico en el que se inserta, explorando además cómo sus técnicas fotográficas innovadoras han contribuido a la renovación del lenguaje visual en la fotografía cubana y latinoamericana.
En esta investigación se destacan aspectos críticos que ponen de relieve la intersección entre lo sagrado y lo cotidiano, y se analiza el papel de la fotografía como un medio que trasciende la mera representación visual para convertirse en un instrumento de subversión y reconfiguración de discursos establecidos sobre la identidad y el poder. Mediante un análisis profundo de sus series fotográficas, ensayos en performance y el uso de la narrativa visual, se evidencia la complejidad de una obra que, a través de imágenes en blanco y negro, dialoga con la tradición de las religiones afrocubanas y la reconstrucción del yo femenino en un escenario cargado de tensiones históricas y políticas.
La fotografía como vehículo de espiritualidad

La obra de Marta María Pérez se distingue por su capacidad para imbuir en cada imagen un contenido espiritual profundo, en el que se funden elementos rituales y místicos propios de las religiones afrocubanas, tales como la santería y el palo monte. Desde sus inicios, la artista ha recurrido a la iconografía sagrada, utilizando títulos enigmáticos y simbólicos que aluden a profecías y a la experiencia del ser mujer en una sociedad marcada por la dualidad entre lo espiritual y lo terrenal. Su serie Para concebir (1985-1986) es un claro ejemplo de cómo lo personal se entrelaza con lo místico para dar lugar a una narrativa visual que va más allá de la mera reproducción de la realidad, convirtiendo cada obra en un ritual que invita a la introspección y al diálogo con lo invisible.
El empleo del cuerpo de la propia artista como elemento central en sus autorretratos es fundamental para esta aproximación espiritual. Marta María Pérez se sitúa frente a su obra como si se enfrentara a un espejo en el que se ve a sí misma y, simultáneamente, se proyecta hacia el espectador la posibilidad de una revelación interior y de una reinterpretación de los símbolos religiosos tradicionales. Esta práctica se vincula estrechamente con la representación de las deidades en sus imágenes, pasando a interrogar los límites entre lo sagrado y lo profano, lo visible y lo invisible, lo antiguo y lo contemporáneo.
El proceso creativo de la artista, que involucra una profunda inmersión en el estudio de las prácticas religiosas y la interacción respetuosa con las comunidades que las viven, refuerza la dimensión espiritual de su obra. Este acercamiento, muchas veces enmarcado en un proceso de documentación etnográfica y de autoexploración, le permite a Pérez transformar elementos rituales en signos de una trascendencia personal y colectiva. En este sentido, su fotografía se configura como un acto de autorrepresentación donde el cuerpo es a la vez objeto y sujeto, magnetizando la atención hacia la noción de lo divino en la cotidianidad.
La exploración de la feminidad y la maternidad

Uno de los ejes fundamentales en la obra de Marta María Pérez es la exploración de la identidad femenina a través de una narrativa que abarca tanto la maternidad como la transgresión de los tabúes relacionados con el cuerpo de la mujer. La artista utiliza la imagen de su propio cuerpo para representar no solamente sus experiencias personales como madre, sino también para articular un discurso que homenajea y problematiza el rol de la mujer dentro de la cultura afrocubana y en la sociedad en general.
En la serie Para concebir, la artista plasma en imágenes la dualidad inherente al proceso de la maternidad, representándola como un acto de devoción y, a la vez, como un desafío a los condicionamientos normativos vinculados a la feminidad. La utilización de objetos simbólicos —como el amuleto que sostiene frente a su corazón en la serie Macuto (1992)— funciona como una metáfora visual de la protección y el compromiso maternal, transformando elementos sagrados en narradores de una experiencia íntima y culturalmente cargada.
La obra de Pérez se erige, por tanto, en un testimonio visual de la fortaleza y la vulnerabilidad que caracterizan el papel de la mujer. Su cuerpo, frecuentemente expuesto en composiciones que juegan con la asimetría y la fragmentación, es concebido como un espacio de resistencia y de cuestionamiento de las estructuras patriarcales. Esta postura se vuelve especialmente relevante en el contexto cubano, donde la fotografía ha tenido la doble función de documentar la heroicidad oficial de la Revolución y, simultáneamente, de expresar un discurso más subversivo y crítico desde la intimidad de la experiencia femenina.
Además, la construcción de la identidad femenina en su obra no se limita a la teatralidad del cuerpo, sino que se expande hacia la integración de elementos textuales en las imágenes. Estos componentes, a menudo escritos sobre la propia fotografía, refuerzan la idea de que el lenguaje es un puente entre lo visual y lo espiritual, subrayando que la experiencia de ser mujer es una narrativa que se articula mediante signos, símbolos y rituales propios. De esta manera, la fotografía de Marta María Pérez se convierte en un medio para interrogar las expectativas sociales y culturales en torno al cuerpo femenino, ofreciendo así una visión renovada y profundamente personal de la maternidad y la identidad de género.
Contexto sociopolítico y la crítica de la realidad cubana

El trabajo de Marta María Pérez no se circunscribe únicamente a la dimensión espiritual o personal, sino que también ofrece una crítica contundente a los discursos oficiales y a las representaciones hegemónicas de la realidad cubana. En un país marcado por una larga tradición de control ideológico y de censura en las expresiones religiosas —donde hasta finales de los años ochenta las manifestaciones de religiosidad popular eran objeto de prohibición—, la artista se posiciona como una narradora visual que desafía la invisibilización de las prácticas espirituales y culturales propias del pueblo cubano.
Desde una perspectiva sociopolítica, Pérez utiliza su obra para cuestionar y resignificar la iconografía de la Revolución y la hegemonía estatista en Cuba. Mientras muchos fotógrafos se han centrado en exaltar la heroicidad y el discurso oficial, Marta María Pérez se sumerge en los márgenes y en lo etéreo, explorando el “otro lado” de la historia cubana a través de la representación de rituales, símbolos y memorias que han sido históricamente marginadas. Esta dualidad —entre un discurso oficial que busca homogeneizar la experiencia y una práctica artística que reivindica la diversidad y la complejidad de la realidad— se vuelve uno de los ejes centrales en su producción.
La crítica social en la obra de Pérez se manifiesta también en la forma en que articula la relación entre el cuerpo, la religión y las estructuras de poder. Al presentarse a sí misma en fotografías que son a la vez autorretratos y declaraciones de identidad, la artista rompe con el molde tradicional de la fotografía documental en Cuba, en el que el sujeto es objetivado y reducido a una imagen estereotipada del “ciudadano revolucionario”. En cambio, su obra ofrece una visión subjetiva, que invita al espectador a cuestionar la narrativa oficial y a reconocer en la imagen una pluralidad de voces y de historias silenciadas.
La dimensión política de la obra se acentúa en su interacción con las dinámicas de poder que han moldeado la cultura y la política cubanas. Los rituales y las prácticas espirituales que documenta no son meros actos artísticos, sino que también representan una resistencia ante la estrategia de invisibilización y control que ha caracterizado a los discursos estatales. En este sentido, la obra de Marta María Pérez despliega una crítica implícita hacia una sociedad en la que el miedo, la censura y la polarización han sido instrumentos para mantener el statu quo. Mediante este discurso visual, la artista propone una “reelaboración” cultural: una invitación a reimaginar la identidad personal y colectiva en medio de las tensiones del presente.
Técnicas artísticas y el lenguaje visual de Marta María Pérez

La riqueza de la obra de Marta María Pérez se evidencia también en el uso de técnicas y estrategias visuales que desafían los límites del medio fotográfico tradicional. Una característica distintiva de su producción es la utilización del blanco y negro, que no solo otorga un carácter atemporal a sus imágenes, sino que también enfatiza la estructura compositiva y el juego de luces y sombras que reconfiguran la relación entre sujeto y objeto. Mediante la fotografía en blanco y negro, la artista logra centrar la atención en los detalles rituales y en las texturas corporales, eliminando cualquier distracción cromática y reforzando el simbolismo de cada imagen.
Uno de los aspectos más intrigantes de su técnica es la puesta en escena de sus autorretratos, que ha sido descrita como una “performance estática” en la que el cuerpo se convierte en el epicentro y en el marco organizador de la obra visual. La disposición de fragmentos corporales combinados con objetos simbólicos —como remeras, velas e incluso elementos naturales— crea composiciones que desdibujan la línea entre lo real y lo teatral. Esta estrategia permite a la artista explorar la construcción de la identidad de forma dinámica, evidenciando las tensiones entre el yo interior y la imagen que se proyecta al mundo.
Asimismo, el empleo de inscripciones o textos sobre fotografías añade una dimensión semiótica que refuerza la conexión entre el lenguaje visual y el ritual. Los textos, en muchas ocasiones, no funcionan meramente como etiquetas de identificación, sino que se convierten en portadores de mensajes subversivos sobre la experiencia femenina, la maternidad y la espiritualidad. De esta manera, Marta María Pérez transforma cada imagen en un objeto multifacético: a la vez existe como representación visual, reflexión textual y performatividad ritual, lo que en conjunto posibilita un discurso complejo y cargado de significados.
La innovación metodológica en el trabajo fotográfico de Pérez se manifiesta también en la fragmentación y recomposición del cuerpo, en la cual cada parte puede adquirir significados simbólicos propios o funcionar como “apéndice” de una narrativa más amplia. Esta estrategia compositiva rompe con el convencionalismo documental y se inscribe en una tradición de renovación del lenguaje visual en América Latina, en la que la imagen se reconfigura constantemente para desbordar categorías rígidas y para abrir abanicos interpretativos que trascienden la mera anotación de hechos.
En cuanto a su evolución técnica, constante y coherente, podemos apreciar los siguientes puntos donde alcanza la máxima expresividad a lo largo del continuo de su obra.
La intersección pintura-fotografía se manifiesta en el uso de composiciones, paletas de color, texturas y conceptos pictóricos trasladados a la fotografía. Hay evocación de pinceladas, planos y referencias a la práctica pictórica (color plano, claroscuro, superposición de capas), con técnicas de composición en planos cortados o fragmentados como si fueran cuadros, y edición que simula capas de color o textura. Se aprecia también el uso de fondos y atrezzo que remiten a la pintura clásica o contemporánea. ¿Qué busca? Crear una “fuga” entre la pintura y la fotografía, donde la imagen fotográfica conserve la solvencia temporal y la rareza de una obra pintada.

Otro aspecto es el uso de la dupla retrato y corporeidad, mediante la descripción y exploración del cuerpo humano, la identidad y la presencia. La figura puede ser central o fragmentada, con énfasis en gestos, usando retratos en primer plano con una iluminación que modela volúmenes, y planos detalle de manos, cuello o partes del cuerpo para enfatizar memoria y subjetividad. El movimiento suave o la fisicidad congelada sugieren timidez, vulnerabilidad o resistencia, logrando dilatar la percepción del sujeto más allá de la identificación, para abrir capas de significado.
Es destacable desde el inicio el uso de memoria, historia personal y archivo. El proyecto se centra en recuerdos, archivos fotográficos, documentación y el uso del tiempo como tema. Así, recurre a la incorporación de objetos cotidianos, negativos o elementos de archivo dentro de la toma; a la edición que sugiere capas temporales (fotografía antigua superpuesta, tintas cálidas/frías); y a series que dialogan entre imágenes presentes y pasadas. Su objetivo no es más que convertir la memoria personal en un relato visual que trascienda la experiencia individual.
Como no puede faltar en una artista incorporada al lenguaje crítico y teórico internacional, avanza hacia la visión del lugar y el paisaje como presencia: el entorno no es mero fondo, sino un actor que condiciona la imagen y la identidad del sujeto. Fotografías de sitios con carga histórica (lugares abandonados, espacios culturales, estudios) envuelven al sujeto. El uso de arquitectura, líneas y sombras guía la mirada; la edición enfatiza la relación entre figura y entorno (contraste, gradientes de luz). Convierte así el paisaje en un lenguaje capaz de mediación entre sujeto y memoria.
Dentro de la tendencia del cuerpo están también el movimiento, la performance y el tiempo: la obra puede extenderse a vídeo o a series dinámicas que capturan transiciones, gestos o acciones. Se emplean capturas múltiples o secuencias que sugieren un desarrollo temporal, vídeos o series fotográficas que registran una acción, gestos o danza, y un ritmo visual construido con repetición, demora y saltos temporales en la edición. Busca y consigue dar contorno a la idea de tiempo y transformación en la figura y el espacio.
Logra un dominio absoluto de la cinematicidad y la luz. El resultado son atmósferas creadas por iluminación, color y tratamiento de la imagen que recuerdan al cine. Para esto usa luz lateral, contraluces o iluminación de bajo y alto contraste; paletas de color específicas (tendencias cálidas, frías o choques para acentuar la emoción); y postproducción que emula gradaciones de cine (granulado, viñeteado, saturación selectiva), dotando a la fotografía de una cadencia narrativa y sensorial similar a una película.
Y, por último, y no menos importante, la política de identidad y cuerpo: una reflexión sobre identidad, cuerpos no normativos y cuerpo como experiencia social. ¿Cómo se sitúan la intimidad y la vulnerabilidad en la representación? Son muy suyas, sin dudas, las estrategias de autorrepresentación —mitad figura, mitad archivo o entidades simbólicas— y el registro de cuerpos en espacios que cuestionan normas sociales, siempre con el objetivo de provocar reflexión sobre identidad, pertenencia y voces marginadas o disonantes.
Impacto y recepción internacional

El recorrido artístico de Marta María Pérez Bravo ha trascendido las fronteras de Cuba, convirtiéndose en un referente indiscutible en el panorama del arte contemporáneo, tanto a nivel nacional como internacional. Su obra ha sido expuesta en prestigiosas instituciones y bienales, lo que evidencia el reconocimiento de su propuesta visual y su capacidad para dialogar con diversas culturas y contextos. La inclusión de sus fotografías en colecciones de museos como el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana y el Reina Sofía de Madrid subraya la relevancia de su lenguaje artístico en el marco de la renovación de la fotografía en América Latina.
El impacto de la obra de Marta María Pérez se extiende también a la transformación de la recepción del arte en Cuba. Mientras durante décadas la fotografía documental estaba destinada a exaltar la imagen oficial de la Revolución, la propuesta de Pérez ha abierto nuevas posibilidades para la expresión subjetiva y para la reinterpretación de la identidad cultural. Con su enfoque crítico y profundamente personal, la artista ha contribuido a la gestación de una estética que se distancia de la propaganda estatal y que, en cambio, abraza la diversidad y la complejidad de la experiencia cubana.
Además, la capacidad de Marta María Pérez para entrelazar elementos de espiritualidad, feminidad y crítica social ha inspirado a generaciones de artistas emergentes que buscan romper con los límites tradicionales de la representación visual. Su obra se erige como una invitación a repensar la función del arte en la sociedad, promoviendo un espacio de diálogo entre lo numinoso y lo cotidiano que resulta fundamental en épocas de cambio profundo. Este legado ha sido objeto de numerosos estudios y debates académicos que reafirman su contribución al discurso artístico y a la transformación de la visión del arte en contextos políticos y culturales adversos.
La proyección internacional de su obra ha logrado resonar en diversos ámbitos, siendo mencionada frecuentemente en publicaciones académicas y críticas de arte, lo que demuestra que su propuesta visual continúa siendo un referente indispensable para aquellos que buscan comprender la complejidad del arte contemporáneo en América Latina. En síntesis, Marta María Pérez ha logrado construir un corpus visual que no solo narra historias personales, sino que también recoge testimonios de una sociedad en continuo devenir, marcada por conflictos, resistencias y la búsqueda perpetua de identidad.
Legado y futuro de la obra de Marta María Pérez

La obra de Marta María Pérez Bravo se erige como un testimonio polifacético del poder transformador de la fotografía en contextos de profunda tensión cultural, social y política. A través de sus autorretratos y series fotográficas, la artista ha logrado trascender la mera representación documental para adentrarse en territorios de espiritualidad, identidad femenina y crítica social, ofreciendo una visión compleja y a la vez intuitiva del dolor, la belleza y la resistencia en la sociedad cubana.
La evolución artística de la autora se despliega a través de una serie de obras donde maternidad, espiritualidad, feminidad y memoria conforman el entramado temático central. En Para concebir (1985-1986), la representación de la maternidad y la espiritualidad se manifiesta por medio de la fotografía en blanco y negro y la performance. Esta elección técnica refuerza el carácter ritual y visceral del trabajo, evocando lo que Walter Benjamin denomina el “aura” de la obra de arte; es decir, su autenticidad y unicidad en el acto performativo fotográfico, que otorga una presencia irrepetible a la experiencia.
En Recuerdos de nuestro bebé (1987), el enfoque se desplaza hacia la memoria personal, utilizando estrategias conceptuales y documentales dentro de la fotografía. Aquí, la técnica actúa como extensión conceptual, en línea con las ideas de Rosalind Krauss, quien sostiene que la técnica no es solo un medio, sino un componente que articula y potencia el discurso de la obra. La fotografía se convierte así en un instrumento de registro y reflexión íntima.
La obra Macuto (1992) explora la protección maternal y lo ritual mediante el autorretrato y las inscripciones sobre la imagen. La experimentación gráfica empleada en esta serie transforma lo visual en una declaración simbólica de intenciones, donde la gráfica funciona como soporte y complemento del mensaje ritual y devocional. Este trabajo sitúa a la imagen como espacio de inscripción subjetiva, dialogando con la noción de lo fotográfico como palimpsesto.
En su serie Lo que allí se siente (1995-2001), la autora amplía los límites técnicos y expresivos mediante la integración de vídeo y fotografía en blanco y negro. La temática de la soledad y la transformación encuentra aquí un correlato en la experiencia sensorial generada por la hibridez técnica, que envuelve al espectador en una atmósfera introspectiva y emocionalmente cargada. Esta experimentación responde al interés por explorar la temporalidad y la memoria desde una óptica sensorial y fragmentaria.
En No zozobra la barca de la vida (1995), la resistencia y la continuidad vital se plasman a través de la impresión digital sobre papel fotográfico. La elección del medio digital no solo actualiza el lenguaje visual, sino que también potencia la fuerza conceptual de la obra, subrayando la tenacidad y el impulso de supervivencia en contextos adversos. El diálogo entre técnica y contenido en la obra de la autora encuentra eco en corrientes actuales de la teoría del arte, que subrayan la función activa del medio artístico, así como su papel en la construcción de significados culturales, políticos y afectivos.

Releyendo su obra en el marco teórico internacional contemporáneo, la aproximación de Mieke Bal a la “narratividad visual” resulta especialmente pertinente. Bal plantea que toda imagen construye un relato propio, invitando al espectador a un proceso interpretativo donde la obra deviene agente de sentido y no simple objeto pasivo. En series como Recuerdos de nuestro bebé y Lo que allí se siente, la articulación entre técnica fotográfica y conceptualidad documental permite que la memoria y la identidad se narren no solo desde el contenido, sino a través de la estructura visual y el montaje. Así, la obra no representa solo un recuerdo o un estado de ánimo, sino que construye una experiencia narrativa multidimensional, donde el espectador se compromete en la búsqueda de significados.
Georges Didi-Huberman, por su parte, propone que la imagen artística es ante todo un “montaje de tiempo”, una intersección de temporalidades que permite que lo visible se transforme en campo de resonancia afectiva y política. En las obras de la autora, la superposición entre distintas técnicas —por ejemplo, el cruce entre vídeo y fotografía en Lo que allí se siente, o entre inscripciones y autorretrato en Macuto— conjuga capas de tiempo y memoria, generando imágenes que no son simples reflejos de lo real, sino espacios para el pensamiento y el afecto. La imagen artística, en esta lógica, es un espacio donde la técnica configura la memoria y la transforma en monumento afectivo.
Finalmente, desde la perspectiva de los estudios de ciencia, tecnología y género, Donna Haraway impulsa la idea de un “cuerpo-cyborg”, un sujeto que se articula en continua negociación entre tecnología, identidad y contexto social. Las obras de la autora —en particular aquellas que exploran la autopercepción, lo ritual y la transformación del cuerpo a través de medios técnicos— pueden leerse como manifestaciones de este sujeto híbrido. La utilización de herramientas digitales en No zozobra la barca de la vida o la experimentación gráfica en Macuto evidencian cómo la técnica no es solo instrumento, sino componente fundamental de la subjetividad contemporánea, poniendo en cuestión los límites entre lo natural, lo tecnológico y lo simbólico.
En esta perspectiva ampliada, la obra artística se entiende como un “teatro de operaciones” donde se ensayan y problematizan las relaciones entre técnica, subjetividad y sociedad. Las imágenes —ya sean fotográficas, performáticas, digitales o híbridas— no solo expresan ideas o sentimientos, sino que activan procesos de memoria, negociación identitaria y resistencia política. Así, la autora se inscribe en una tradición contemporánea donde el arte es inseparable de la reflexión crítica sobre sus propios procedimientos, afirmando el potencial transformador y dialógico de la técnica artística en la conformación de experiencias y sentidos compartidos.

En suma, la trayectoria analizada evidencia una coherencia temática que se articula a través de una variación y expansión constante de los medios técnicos. Cada elección técnica no solo responde a necesidades expresivas inmediatas, sino que también amplía el espectro conceptual y semántico de la obra, reafirmando la idea de que la técnica, en el sentido kraussiano, se convierte en una extensión activa del pensamiento artístico. Así, el diálogo entre técnica y temática genera un cuerpo de obra integral, donde el espectador es invitado a una experiencia de profunda implicación emocional y reflexiva.
Comparando estas obras, concluyo que la autora recurre constantemente a medios fotográficos —aunque con variantes técnicas— para profundizar en la subjetividad y los rituales de la vida, siempre marcados por un profundo sentido de introspección y transformación personal. La elección de las técnicas responde a las necesidades expresivas de cada momento, mostrando tanto una coherencia temática como una evolución en el uso del lenguaje visual.
Entre los hallazgos clave de este ensayo destacan los siguientes aspectos: la fusión de lo sagrado y lo cotidiano; la crítica del discurso oficial; las innovaciones técnicas y estéticas; y el impacto internacional y el legado de la autora. La obra de Marta María Pérez integra de manera innovadora y profunda los elementos rituales y místicos de la cultura afrocubana con experiencias personales de maternidad y feminidad, creando imágenes cargadas de significado simbólico y emotivo. Mediante el uso del autorretrato y la performance, la artista rompe con la imagen estereotipada del ciudadano revolucionario y plantea una visión de la realidad marcada por la crítica a la censura y al control ideológico, proponiendo la visibilización de discursos marginados. La utilización del blanco y negro, la integración de textos y la composición fragmentaria del cuerpo permiten a Pérez renovar el lenguaje visual de la fotografía, enfatizando tanto la estética ritual como la esencia introspectiva del ser. El reconocimiento de su obra en museos y bienales internacionales evidencia la trascendencia de su propuesta, que ha influido en generaciones de artistas y ha contribuido a repensar las fronteras entre lo artístico, lo espiritual y lo político.
En síntesis, Marta María Pérez no solo redefine los límites del autorretrato y la fotografía documental, sino que además construye un puente entre lo íntimo y lo colectivo, lo sagrado y lo profano. Su obra se erige en un ejemplo paradigmático de cómo el arte puede actuar como instrumento de transformación social, revelando las múltiples capas de la experiencia humana y abriendo nuevas posibilidades para la interpretación del mundo contemporáneo.
La obra de Marta María Pérez fusiona elementos rituales con experiencias personales para crear un discurso visual de profundo contenido espiritual y social. El uso de técnicas innovadoras, como la fotografía en blanco y negro y la integración de textos en imágenes, refuerza el carácter atemporal y reflexivo de sus composiciones. La crítica implícita a los discursos oficiales y la representación de lo que ha sido marginado en la cultura cubana constituyen una parte esencial de su legado. El reconocimiento internacional y la influencia en el panorama artístico contemporáneo resaltan la relevancia de su enfoque empático y subversivo. Este análisis resalta la importancia de seguir explorando las intersecciones entre espiritualidad, identidad de género y política en el arte contemporáneo.
La obra de Marta María Pérez continúa siendo un faro que ilumina los caminos de la resistencia cultural y que invita a repensar el rol del arte como herramienta de cambio y transformación social. Su legado, profundamente anclado en la experiencia personal y colectiva, promete seguir inspirando investigaciones y debates en el ámbito de las artes visuales durante las próximas décadas. La obra de Marta María Pérez Bravo sigue siendo un campo fértil para el análisis académico, enriqueciendo el diálogo sobre la relación entre el arte, la espiritualidad y la crítica social en contextos históricos de marcado conflicto y transformación. Su legado continúa inspirando nuevas formas de percepción y expresión, consolidándose como una figura indispensable en el panorama del arte contemporáneo latinoamericano.
Virginia Ramírez Abreu: Vigo, noviembre 2025
Nota: este ensayo es un previo del estudio de Marta María Pérez Bravo, incluido en el libro en preparación: “Las cuatro magníficas del deshielo del arte femenino cubano en la década de los ochenta… y una más”.
Referencias
1. Bal, M. (2003). Narratology: Introduction to the Theory of Narrative.
2. Didi-Huberman, G. (2008). La imagen superviviente.
3. Haraway, D. (1991). Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature.
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