Ni monarquía de la reina Elizabeth II, ni representatividad negra en Disney
"Yo no espero nada de Disney, como tampoco creo en monarquías genocidas, dos caras de la misma moneda llamada “pacto narcisista blanco”.
“Libertad es poco, lo que yo deseo aún no tiene nombre”
Clarice Lispector
Un día, que mi memoria no va a registrar, me levanto con la noticia de la muerte de la reina británica Elizabeth. Un mar de emociones divididas inunda las redes. La conmoción se adueña de no pocos que lamentan la muerte de la monarca. Obvio que toda persona, independiente del papel que le haya cabido en la historia, merece dignidad y respeto en el momento de su deceso. Sus familiares tienen derecho a vivir el luto, a realizar los rituales que ayudan a amenizar el dolor por la pérdida. Al menos, nuestra cultura occidental (¿u occidentalizada?) así lo prescribe. Otra cosa es la cultura de dominación global que la reina representaba. El carácter genocida del imperio británico que Elizabeth representó, no puede ser opacado por el incuestionable derecho al luto ante su muerte (con una rápida investigación en Google cualquiera descubre la cantidad de países que fueron colonizados por el imperio británico).
Este otro lado de la historia, opacada por la conmoción masiva que acostumbra a estar garantizada para quien ocupa posiciones hegemónicas, suscitó otras emociones. Es una historia (actual) de exterminio de poblaciones africanas, apropiación de sus riquezas (solamente la corona de la reina Elizabeth posee el mayor diamante lapidado del mundo, retirado de África del Sur en 1905), exterminio simbólico de la espiritualidad, cosmovisiones africanas por medio la imposición de las matrices culturales y religiosas eurocéntricas. No es casual haber asistido a esa consternación global por la muerte de una reina en pleno siglo XXI. Tal consternación es una de las piezas claves de esa catástrofe llamada colonización, cuyos efectos se hacen sentir inclusive en ausencia de colonias formales.
Una breve pausa para explicar lo obvio: colonización es diferente de colonialidad, aunque están intrínsecamente conectadas. La colonialidad del saber, del poder y del ser (ideas acuñadas por el Grupo de Investigación Modernidad/Colonialidad) destaca los efectos actuales de esa catástrofe llamada “conquista de las Américas” que luego resultó en la invasión de pueblos africanos. Como afirma Nelson Maldonado en varios de sus textos, el evento europeo eufemísticamente llamado “descubrimiento y conquista” significó un colapso y una distorsión del significado de la humanidad. En virtud del eurocentrismo, poblaciones africanas y de América Latina fueron englobadas en la categoría “salvajes, atrasados” y el espacio geopolítico europeo totalizó el “lugar de la civilización” (solamente con los diamantes robados de la corona de Elizabeth ya bastaría para auto titularse así)
"Me sitúo con un cierto recelo delante de las políticas culturales que apuestan en la inclusión de personajes racializados en medios de comunicación hegemónicos como Disney".
Europa, y su hijo predilecto dentro de la gramática de dominación moderna occidental (Estados Unidos), se dan las manos para perpetuar las ideas propagadoras de la supremacía blanca. No me extraña que la muerte de una representante de un imperio genocida cause conmoción, mientras la representación de una princesa por una personaje negra, cause indignación y revuelta. Para mí son dos caras de la misma moneda. Por eso yo me sitúo con un cierto recelo delante de las políticas culturales que apuestan en la inclusión de personajes racializados en medios de comunicación hegemónicos como Disney. Por un lado sé de la importancia de quebrar esos códigos racistas que por siglos han retirado a personas racializadas del lugar de protagonistas de esas historias, entiendo el valor de las políticas de representatividad negra e indígena en la medida en que ellas tienen un impacto en la construcción positiva de nuestras identidades (especialmente para niñas y adolescentes); al mismo tiempo no puedo dejar de registrar que tales políticas no sacuden, necesariamente, las bases del racismo estructural.
Desmontando la farsa antirracista de Disney
Un rápido vistazo a la historia de la sirenita Ariel, con las lentes feministas y antirracistas, reforzó mi certeza de que no es ese lugar de “princesa de Disney” el que tiene un efecto más incisivo en la lucha contra el flagelo del racismo. Comparto apenas algunas notas:
- Ariel, una criatura no humana pero al fin y al cabo “femenina”, no se libra de la lógica sexista en la que las mujeres son tuteladas e infantilizadas por hombres. El padre de Ariel, el Rey Tritón, le prohibía que subiera a la superficie (aún cuando esta práctica le fascinaba a Ariel) y no bastando asignó a Sebastián como su vigilante, reforzando la incapacidad de Ariel de cuidarse por sí misma. No vamos a negar que situaciones de peligro real, pueden existir; no obstante ¿no sería más lógico que el padre de Ariel pensara en estrategias colectivas de cuidado o inclusive, que le enseñara a Ariel, cómo defenderse? Para reforzar el papel de príncipes y reyes salvadores, es preciso construir a una sirena/princesa de Disney como incapacitada.
- La historia garantiza la enemistad entre Úrsula y Ariel, enredadas en un disputa por el príncipe Eric. La misma lógica sexista y monogámica que refuerza la rivalidad entre mujeres como algo inevitable. Y ya sabemos que en el mercado de los afectos, sólo unas pocas son elegibles para la promesa del “felices para siempre”. He visto por estos días un video con la reacción de varias niñas negras al tráiler del filme de la sirenita Ariel. En este video es explícita la emoción de estas niñas al poder “verse” representadas por un personaje parecido a ellas. Es indiscutible el papel de los medios de comunicación en la construcción de imaginarios dignos para personas negras. No obstante, la promesa de ocupar el “lugar de la sirenita” (que es al final el de una princesa) no deja de estar vinculada a una estética occidental como modo de vida. Retomaré este punto más adelante.
- El especismo, esa ideología también colonial que coloca a los Humanos en el centro de todo en detrimento de vidas no humanas, también está presente en la historia. Según el guion de la historia “el más grande deseo que tenía Ariel era ser HUMANA” y este deseo le fue concedido por su padre, el Rey, para que pudiera estar con el “amor de su vida” un humano (aún cuando la mayor parte de la vida de Ariel hubiera transcurrido en el mar). Esta lógica del humano como excepción y forma de ascensión social no deja de ser colonialista también. Es del binarismo ontológico que divide entre humanos y animales, naturaleza/cultura, que se derivan las violencias e inferiorización de animales y naturaleza. Es importante recordar, de las manos de Fanon, el modo en que el racismo se reviste también de esa lógica de inferiorización que toma a los animales como criaturas menos válidas.
- Agrego otros comentarios sobre la estética imperialista occidental como modo de vida, que propone como premio al “esfuerzo de la Sirenita Ariel”, la recompensa del matrimonio (heterosexual) con el príncipe Eric, su entrada en el “reino de los humanos”. Y ahí cabría preguntarse: ¿cuáles humanos? ¿los que habitan el espacio privilegiado de las monarquías? pues Ariel no salió de las profundidades del mar para convivir con cualquier colectivo de humanos, sino de uno muy selecto y excluyente. A juzgar por la reciente muerte de la reina Elizabeth II, ya sabemos las implicaciones de propagar ese imaginario monárquico y su secta de herederos y herederas consolidados a costas de millones de gente robada y precarizada. Resta la pregunta: ¿es eso lo que queremos para niñas negras? ¿es eso todo lo que le podemos ofrecer como antídoto antirracista, en un mundo profundamente racista como el que tenemos hoy?
Yo concuerdo con Donna Haraway cuando dice que prefiere ser una ciborg antes que una Diosa (inclusive el filme tenía un gran potencial disruptivo de la dicotomía animal versus Humano, pero lamentablemente no fue aprovechado). Yo no espero nada de Disney, como tampoco creo en monarquías genocidas, dos caras de la misma moneda llamada “pacto narcisista blanco” (como diría Cida Bento)
Como una persona negra que vive en la diáspora creo que hay mucha más potencia en la ancestralidad africana. En nombre de ella, dejo aquí un link que reúne historias infantiles africanas: http://apegoyliteratura.es/seleccion-de-libros-y-cuentos-sobre/.
Mientras los medios de comunicación hegemónicos continúan en su teatro antirracista, yo me sumerjo en estas historias.
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
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