Arte │ Leonora Carrington: la última surrealista
La obra y la vida de Leonora Carrington son un testimonio de independencia, y una conexión inquebrantable entre lo místico y lo femenino.

Nacida en una familia de la alta burguesía inglesa, Leonora Carrington rompió con las expectativas sociales que la destinaban a un matrimonio convencional y una vida doméstica. En vez de esto, se fue a París, donde se integró al vibrante mundo del surrealismo e hizo amistad con figuras como André Breton, Joan Miró, Salvador Dalí y Max Ernst.
Aunque al inicio muchos de esos pintores, acostumbrados a que el arte fuese territorio casi exclusivo de los hombres, quisieron ver en ella solo una musa, Carrington demostró su talento como artista a la par de cualquier hombre. Hoy se la reconoce como una de las principales exponentes de la vanguardia europea, con una visión única y una capacidad excepcional para la creación de universos y personajes.
Sobre aquellos prejuicios que debió enfrentar en su juventud, contaría mucho después en sus memorias: “Aunque me gustaban las ideas de los surrealistas, André Bretón y los hombres del grupo eran muy machistas. Solo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos”.
Ella, sin embargo, “no tenía tiempo de ser la musa de nadie… Estaba demasiado ocupada rebelándome contra mi familia y aprendiendo a ser una artista”.
Su camino fue una odisea marcada por guerras, eventos traumáticos, pérdidas, errancias e incomprensiones que pusieron a prueba su carácter y su vocación, pero que la llevaron a convertirse en una personalidad inigualable.
Años de soledad, locura y desarraigo

En 1939, la invasión nazi a Francia la obligó a huir a España. En Madrid, sola y casi sin recursos, fue violada por un grupo de requetés e internada en un manicomio. Su padre, que siempre se opuso a su interés en el arte y se avergonzaba de ella, hizo gestiones para trasladarla a una institución psiquiátrica en Sudáfrica. Pero en 1941 Leonora logró escapar de su internamiento y cruzó la frontera hacia Portugal. Ya en Lisboa, pidió refugio en la embajada mexicana. Allí conoció al poeta Renato Leduc, con quien se casó y viajó primero a Nueva York y luego a México.
Habían transcurrido cuatro años de soledad, locura y desarraigo, años en que sus vínculos en el mundo del arte parecían definitivamente rotos. La guerra había obligado a emigrar a muchos de sus antiguos amigos, otros murieron o fueron encarcelados. Dañada por sus experiencias, Carrington comenzó a escribir sus Memorias de abajo, y a través de ese ejercicio y de la pintura volvió a recuperarse.
Desde entonces, el arte y la literatura fueron para ella no solo una vía de salvación, sino las herramientas con las que creó ese mundo de seres mágicos que todavía hoy nos sobrecogen e inspiran, y que le han valido el título de “la última surrealista”.
Una nueva patria

En México, Carrington encontró un ambiente de libertad creativa y cultural que pronto se convirtió para ella en una nueva patria. Allí hizo amistad con otros artistas, como Frida Kahlo, el fotógrafo húngaro Emérico Weisz, que sería su segundo esposo, el poeta y escultor británico Edward James, que fue el principal coleccionista de su obra, y sobre todo la española Remedios Varo, en quien encontró un alma gemela.
Exiliadas por la guerra, surrealistas, Carrington y Varo eran dos mentes inquietas con una visión del mundo que reconocía el misterio y la subjetividad como aspectos intrínsecos de la realidad. Tenían ambas un lenguaje simbólico anclado no solo en lo onírico, sino también en las mitologías y leyendas ancestrales, y un profundo interés por la alquimia, la cábala y la mitología. Pronto se volvieron más que amigas: colaboradoras y confidentes, creando un espacio de apoyo mutuo que fortaleció sus maltrechas identidades de emigrantes y la fe en la singularidad de sus caminos artístico.
Carrington restableció sus contactos con Breton y otros de sus viejos colegas surrealistas de París, pero no por eso renunció a su propio lenguaje. Al contrario, continuó ahondando en su propio mundo interior y creando una muy auténtica manera de representarlo en lienzos y relatos que poco a poco le trajeron fama internacional. “No soy una surrealista”, afirmó, dejando claro su rechazo a las etiquetas y su compromiso con su estilo único: “soy una artista que trabaja con sus propias obsesiones”.
“La obra de Leonora Carrington fue un acto de resistencia constante contra el patriarcado y las convenciones sociales.”
Durante una buena parte de su carrera, la obra de Carrington fue eclipsada por la de sus colegas masculinos. Sin embargo, gradualmente el interés por su trabajo fue creciendo, impulsado en gran medida por la crítica de arte feminista. La curadora Susan L. Aberth, autora de libro Leonora Carrington: Surrealism, Alchemy and Art, destaca que “Carrington forjó un camino propio, libre de las convenciones surrealistas que encasillaban a las mujeres como musas o objetos de deseo”. Y a pesar de sus prejuicios iniciales, Breton la elogia por su talento y su carácter: “Es soberbia en sus rechazos y de una autenticidad humana sin límites”, escribió en una carta a Benjamin Péret. E incluso Dalí llegó a reconocerla como “la artista femenina más importante de nuestro tiempo”.
El legado de Leonora Carrington
En los años setenta, Carrington se unió al movimiento feminista mexicano y cofundó la revista Mujeres Conciencia. Fue una de las primeras artistas en abordar temas de género, ecología y misticismo en su obra. Su visión ecofeminista, que resalta la conexión entre la mujer y la naturaleza, subraya la importancia de la armonía entre lo humano y el medio ambiente, una perspectiva que sigue siendo relevante en nuestros días.
Su trabajo, que abarca la pintura, la escultura y la escritura, fue un acto de resistencia constante contra el patriarcado y las convenciones sociales, convirtiéndola en una figura fundamental para el arte hecho por mujeres.
La obra y la vida de Leonora Carrington son un testimonio de independencia, rebeldía, tenacidad y una conexión inquebrantable entre lo místico y lo femenino. Hoy ese legado perdura a través de una vasta colección de piezas que se exhiben en museos de todo el mundo y son celebradas por una nueva generación de artistas y admiradores que ven en ella una figura pionera y visionaria.

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