Entrevista | Sheyla Pool: “Estoy en contra de cualquier acto de censura creativa”
Sheyla Pool es una artista todoterreno, no solo del séptimo arte, sino desde sus estudios en disciplinas que rara vez se asociarían con el cine.
Entre las grandes conquistas del imperialismo corporativo se encuentran las redes sociales; para muchos, una Piazza di Popolo; para otros, un inventario de almas. Pero, antes de ponerme paranoide con su vertiente controladora, coincido con mi entrevistada en el lado potable que esta urdimbre facilita. Fue justo aquí, en esta madeja de etéreos chismorreos, que identifiqué a Sheyla Pool un día o megapíxel cualquiera ―tal vez era domingo por la tarde― atravesando un ancho de banda lo suficientemente propicio para que fluyera entre nosotros una cordial empatía. Fuera de aquí, solo la vi una vez hablando de sus oficios en un programa televisivo y, a pesar de tantos leds y ondas electromagnéticas interpuestos, la incorporé sin más a mi espectro de relaciones sociales.
Después tuve un gradual acercamiento a su obra, que me resultó tan inquietante como para invitarla a intercambiar algunos criterios. Ella es una de las varias personas entre mis conocidos que se consagra al arte cinematográfico en Cuba, pero, luego de verla figurar en tantos desempeños ―dentro de un paquetón de producciones hechas por jóvenes realizadores que otra amiga común me facilitó― se hizo perentoria esta entrevista. Aunque un documento académico la avala como Diseñadora de Sonido, la producción, el guion y la dirección, también constituyen engranajes de su pasión audiovisual. De modo que no adelanto nada al decir que Sheyla Pool es una artista todoterreno, no solo en el diapasón del séptimo arte, sino, desde sus estudios, en disciplinas que rara vez se asociarían con el cine.
Cuando tenemos prácticas y conceptos aprendidos, en muchos casos sobreexplotados, al leer respuestas a distancia como las que me ha devuelto mi interlocutora, se han convertido de facto en ejercicios de revisión interior para correlacionar exploraciones análogas en mi trabajo. Ya que tratamos aquí de mecanismos esenciales en la obra de esta artífice, partiendo de resultados ostensibles hasta llegar a las capas más sensoriales de su epicentro, lo biográfico y la memoria terminan trenzándose con la metodología que la ha llevado a consecuciones plausibles. Agradezco a Sheyla por sus palabras, por la paciencia, la sensibilidad y el tiempo que se ha tomado en atender a mi solicitud. Le debo un encuentro personal y un brindis de café, a ella y a las once mil vírgenes. Veré como consigo ese cálido propósito sin que termine en gastritis.
Sheyla, debo admitir que el lance de esta propuesta nació de la simpatía que me has despertado en la concurrida esquina de Facebook y Messenger, ciertamente virtual ―la esquina, no la simpatía― y por eso me tiré a la ligera, de confianzudo, para promover contigo el bonche intelectual, esa modalidad subversiva que algunos padecemos. Quedé convencido de contactarte después de visionar tu cortometraje Matrioshka y, con la misma convicción, casi me retracto cuando me enviaste tus archivos curriculares… Esa documentación sí está seria.
Por eso me gustaría empezar por lo cómico, esa categoría estética que puede ser comprendida racionalmente, pero no siempre asumida desde lo emocional: ¿Qué gradiente tiene el humor en tu vida, en sentido general, y específicamente en tus procesos creativos?
Nací y me crie en una casa donde el sentido del humor, sobre todo el humor negro, era un aglutinador en nuestro día a día. A pesar de que ningún miembro de mi familia tenía el mismo tipo de humor, había un factor común en todos nosotros que era el humor de mi mamá. Así que, aunque soy consciente de todo esto, me cuesta trabajo teorizar sobre mí y el sentido del humor porque siento que es algo tan arraigado, tan natural, que pocas veces me he detenido para desdoblarme y mirarme y analizarme.
Me es difícil teorizar sobre esto y tampoco es algo que me atrae, sinceramente, quizás porque cuando uno explica algo tiende a organizarlo, a veces a reducirlo y de alguna manera hace que muchas cosas pierdan un poco de vida. Así que siento que mejor llegar hasta aquí con esta respuesta, para seguir “estando” desprevenidamente dentro de esta realidad que es tan pródiga y caótica y aburrida y fascinante, todo a la vez, claro está.
Yo también di un poco de vueltas durante mi formación, pero tú me sacas tremenda raya. ¿Puedes contarme las motivaciones, casi enciclopedistas, de alguien que de las Ciencias Médicas pasa a estudiar Filología Hispánica y, no conforme con eso, continúa estudios de cine en especialidades como Guion y Sonido?
Siempre he sido una persona inquieta. Eso trae siempre su parte positiva porque la inquietud te lleva a estudiar, investigar, curiosear. La parte negativa llega porque puedo ser muy inconstante, aburrirme rápido y saltar a lo próximo. Claro, hace 20 años atrás, era más así, pero poco a poco, en todas las búsquedas y caminos que he recorrido ―ay, que cheo esto jajaja, ayúdame a cambiar esta idea, por favor― vas encontrando algo de lo que quieres y se va sumando y amalgamando hasta que llegas a una sumatoria de pasiones que sí te atrapan y te hacen insistir e insistir simplemente porque te fascina lo que haces.
Mi mamá y mi abuela eran del giro médico, específicamente eran estomatólogas, así que estuve gran parte de mi vida rodeada de este tipo de universo. Pienso que desde niña había pensado en ser cirujana. Así que cuando llegó el momento opté por Medicina y fui seleccionada. Paralelo a todo esto, estudié como hobby canto ―mi mamá tocaba piano y nos unía a todos alrededor del piano para cantar y pasar un buen rato― y siempre me gustó contar historias.
Te hago una anécdota que me encanta. Yo debo haber tenido entre 10 y 12 años y decidí escribir una novela. Así que preparé una libreta y lo primero que hice fue escribir el nombre de algunos personajes, todos ingleses jajaja, qué cómico esto. No solo escribí sus nombres, algo que comprendí debía hacer para acordarme de ellos ―parece que iba a ser una novela coral jajaja― sino para describirlos. Era verano y esto lo sé porque tenía tiempo, todo el tiempo del mundo que es el verano a esa edad.
Entonces, imagínate: verano, páginas y páginas de personajes ya descritos y al final de todo eso ya había que empezar a escribir la historia. Había sido un día largo, ¿puedes verlo? Yo estaba orgullosa, pero también muy cansada. Así que lo que recuerdo es que empecé describiendo el fuego de una chimenea. Era todo muy inglés en medio de un verano en Cuba. Sabía que iba a haber algo de intriga, un asesinato, no sé. Solo recuerdo que ese día paré, agotada, y que, al otro, ya no me interesaba escribir una novela. Te hago esta anécdota porque esto es un proceso que habla mucho de mí y más adelante hay una pregunta donde retomaré esta idea.
Entonces empecé a estudiar Medicina. Lo hice por dos años. Me fascinaba cada vez más a la vez que cada vez más empecé a entender que quería más en mi vida. Me gustaba escribir, no había dejado de hacerlo, me gustaba leer y en ese momento solo leía libros de Medicina. También me gustaba ir al cine, pero no iba porque no tenía tiempo, me afectaba el dolor de los otros, la muerte, me preocupaba mi futuro y todos los enormes dilemas éticos a los que iba a estar expuesta.
Soy de las personas que creo que la vocación en Medicina debe ser lo más real posible, no es poca la responsabilidad que asumes, así que si por mí fuera recesaría a muchísimos trabajadores de la salud a los que no les interesa la salud ni la vida de un paciente. Y no hablo del desastre de Salud Pública de ahora, hablo que yo creía esto desde que tengo uso de razón. Recuerda que me crie en este entorno y como estuve rodeada de personas excepcionales, como mi mamá y mi abuela y muchas más, que amaban y respetaban lo que hacían, siempre me fue difícil comprender la falta de ética, escrúpulos y de pasión.
Así que en algún momento me abrumé, había algo cuando miraba hacia mi futuro donde no me veía feliz. Quizás, fíjate, esto podría ser falta de vocación. Me da igual clasificarlo o no, lo importante era entenderlo y entender qué quería genuinamente para mí. De esta manera, y como tenía varios cuentos escritos, fui a la Facultad de Artes y Letras y allí contacté con Salvador Redonet. Le llevé algunos de mis cuentos y le dije que quería estudiar Letras, que quería escribir y que estaba en Medicina. Él me dijo que no veía el cambio imposible, pero que iba a ser difícil porque había que esperar a que otorgaran las plazas y ver si quedaban y entrar en los mecanismos de selección. No recuerdo bien ya.
La complejidad de todo esto era que, para optar por esa plaza, yo debía darme de baja en Medicina y, claro, si no me era otorgada la plaza, me quedaba sin nada ese año. Esta fue una decisión difícil, no solo para mí sino para mi mamá. Yo había acabado el segundo año de Medicina y significaba empezar desde cero. Por suerte lo logré. Debo decirte que fui pésima alumna en mi nueva carrera.
Creo que la presión que viví esos dos años en Medicina, las levantadas a las 4 de la mañana para moverme desde Guanabo hasta la Covadonga, me pasaron factura. Así que ni fui muy estudiosa ni muy disciplinada, esto me avergüenza un poco, te soy sincera, pero bueno, ya pasó y no puedo cambiarlo. Creo que lo que también me empezó a suceder es que empecé a aburrirme. Al final de segundo año ya quería irme, pero al final tomé la decisión de acabar y lo hice.
Mientras pasaba el Servicio Social me dije: mi vida no puede ser esto. Así que hice las pruebas de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) por guion y tuve la suerte de entrar. Una vez allá adentro todo volvió a revolverse para mí. Sentí que me faltaban cosas, quería estar mucho más cerca del proceso creativo, más allá de la escritura, así que volví a pensar en un movimiento. Miré Dirección y no había disponibilidad. Miré Edición y tampoco había disponibilidad. Solo había disponibilidad para Sonido y yo no tenía la menor idea de aquella área, lo que abarcaba, cómo se trabajaba, porque, una cosa yo sabía: quiero seguir contando historias. Así que pregunté y, cuando me explicaron, supe que lo que más tenía que ver con mis inquietudes era la postproducción de Sonido y ese ha sido el camino que he seguido.
A muchas personas les resultó raro, incluso escandaloso, el cambio. Mi escándalo ya venía, a ojos de algunas personas, desde el cambio de Medicina a Filología Hispánica, pero no, para mí todo está conectado, así como cuando estudias el cuerpo humano y constatas que, desde lo más pequeño e inimaginable hasta lo macro, en el cuerpo, hablo, todo está conectado. El cuerpo cuenta historias, narra, tiene puntos de giro y peripecias. De ahí hacia afuera no es difícil para mí sentir cualquier conexión. Todo en esta vida, para mí, cuenta una historia. Que una pueda ser capaz de contarla y de contarla bien, ya eso es otra cosa.
No quise ser rococó en la pregunta anterior, pero la precuela de todo eso es que también estudiaste música en la especialidad de canto. ¿Cuánto consideras que influye el universo acústico en tu percepción y metabolización de la realidad, incluso, más allá de tu oficio?
Como te conté arriba, crecí en un entorno musical. De niños, mi mamá tocaba el piano y nos reuníamos para cantar. Siempre grabábamos las sesiones y después las oíamos. Desafortunadamente esos casetes se perdieron. Daría lo que no tengo por al menos tener uno. Mi bisabuela estaba viva y cantaba “Ojos Verdes”, la canción favorita de mi mamá. La de mi abuela era “La hiedra”, que también la cantaba, y mi mamá era fanática de Meme Solís jajaja, así que nos sabíamos algunos temas que cantábamos. Era realmente divertido. Me contaba mi mamá que yo, desde muy pequeña, cantaba y no era penosa. Canté en los matutinos de mi primaria hasta 6to grado que, cuando me anunciaron, me dio una pena tremenda y no salí a cantar. Es el recuerdo primero que tuve de mi miedo escénico.
Tengo muchos buenos cuentos alrededor de este tema. Muy divertidos. Volví a cantar públicamente en 12 grado. Un grupo de amigos, cada cual tocaba un instrumento, me dijo que fuera la voz del grupo. Creo que el hecho de estar becada, encerrada, nubló mi mente ―jajaja, por suerte― y les dije que sí. Lo genial de todo aquello es que pasábamos en los ensayos momentos fabulosos y divertidos, sentía que era un tiempo bien empleado. Lo que no me gustaba tanto es que debía adaptarme a cantar lo que ellos podían tocar, o sea, cantaba temas que no me gustaban tanto. Recuerdo que un día me comentan que ya era hora de dar un “concierto”. ¿Un concierto? Teníamos solo 3 temas montados jajajaja. Bueno, vamos a pensar en un cuarto número, me dijeron.
Un día antes del concierto me dicen, mira, es esta canción. Era un tema aburrido, donde musicalmente cada estrofa es muy parecida y lo que va variando es la letra. Parecía sencilla, pero al ser tan parecida de estrofa a estrofa la complejizaba para mí, pero bueno, era lo que había. Llegó el momento del “concierto”, ya sabes, los nervios de punta, la escuela movilizada completa, ¿puedes imaginarte lo que es un “concierto” en un contexto así? ¡Es la gran noche! Tener esa conciencia y ese peso encima es difícil. Empezamos, cantamos, y hasta donde recuerdo, yo empezaba a sentirme cómoda. Llegó el momento de la cuarta canción.
Comenzó la intro musical y desde que empecé a cantar la primera estrofa supe que no recordaba la letra de ahí hacia adelante y, peor, que lo poco que recordaba no sabía en qué orden iba. Es divertido leerlo y escucharlo como historia, pero, ¿puedes imaginarte lo que era mi cabeza en ese momento? ¿Puedes creer que en lo que yo avanzaba en esa estrofa que sí me sabía, la única, otra área de mi cerebro me preguntaba “¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a seguir cantando o vas a parar?” Todo a la vez, segundos que, sentidos de esta manera, no se sienten como segundos sino como horas, y así hasta que acabé esa estrofa y, de pronto, seguí cantando jajaja.
Musicalmente era fácil, ahí todo bien, así que fui inventando la letra. La letra era absurda, me convertí en una repentista precaria que parecía estar poseída por el dadaísmo y el surrealismo jajajaja. Lo único que recuerdo de aquella letra inventada es que hablé sobre unos peces voladores. El público aplaudió, yo dejé de sudar, me relajé y, después, y esto es lo mejor, se me acercó un muchacho a pedirme que le copiara la letra porque él se la sabía mal jajaja. Le dije la verdad: sigue cantándola como siempre la has cantado. Yo acabo de inventarme toda la letra porque se me olvidó. Eso me hizo saber que había sido un éxito mi incursión en el desorden.
Pero bueno, más allá de estas historias, siempre de niña jugaba, por ejemplo, con el ritmo de mis pasos y la frecuencia de mi mano cuando caminaba y la pasaba por una cerca peerle. O a hacer ritmo entre las gotas de agua de algún salidero en una pila y chasquidos de dedos. En fin. Cuento esto porque siento que, sin saberlo, siempre me sentía expuesta ante el sonido.
Otra cosa que me causa fascinación, desde antes de haber estudiado sonido, es la voz- Las voces, los timbres y toda la información extraverbal que existe en la voz y sus matices, así como en ciertos gestos. En fin, que cuando ya entré profesionalmente en el mundo del sonido está claro que muchos de estos pensamientos y sensaciones se afianzaron más, no sabría cómo decirlo. Mi percepción de la realidad que me rodea es muy sonora siempre, por capas, aunque te confieso que cada día que pasa, y porque es demasiada información a veces la que me llega, le trato de dar al silencio un espacio cada vez mayor.
Quiero hacerte una historia que me encanta y no sé si es pertinente dentro de esta pregunta, pero bueno, es una digresión en modo “oasis”. Yo di clases de canto particulares durante varios años. Mi mamá tenía que hacer tremendo sacrificio para pagarlas y en realidad yo las asumía como un hobby, no me veía cantando en público (no otra vez), mi miedo escénico me paralizaba.
Mi mamá, de vez en cuando, me preguntaba qué futuro le veía a aquellas clases, y a mí me encantaba decirle que me ayudaban a cantar mejor debajo de la ducha, espectáculo que mis vecinos de Guanabo, donde nací, realmente disfrutaban. Sin duda fueron mi mejor público. Claramente era una respuesta que ella sabía que tenía más detrás, al fin y al cabo, cada cosa que estudies hace parte de tu formación y te permite integrar y disfrutar mejor aquello que te rodea. Después de varios años dando estas clases decidí examinar para ingresar en la Caturla, por la noche, y estudiar música y Solfeo, y continuar las clases de aquella manera. Y lo conseguí.
Todo estuvo bien para mí hasta el momento de los exámenes de nivel. En ese primer semestre que yo cursaba, la profesora Gladys Puig, a la que le tengo un cariño enorme y que fue mi profesora particular, seleccionó “Perla Marina” para mí, para que la preparara y la cantara en el examen. La enorme dificultad era que tenía que cantarla con voz impostada, no voz blanca, y ahí se me empezaron a cruzar los cables. No sentía aquel tema de aquella manera lírica, cuando digo “lírica” es cantado con voz lírica, la impostada. Y yo trataba, y aunque mi voz lo lograba, mi cabeza y mi cuerpo ―¡y mis manos!― se quedaban atrás, se movían en un registro absolutamente distinto. Mala cosa.
Llegó el día de la prueba, recuerdo que había un pianista acompañante y que era en un pequeño teatro de la Caturla. Solo se llenaron varios asientos de la primera fila, con los profesores-jurado. Yo temblaba, qué mal me la pasé en esos momentos antes del examen. Podía oír mi propia taquicardia. Una gran amiga y excelente cantante, Beatrix López Guillot, me dice que me va a ver por una ventana, que todo va a estar bien. Así que llego frente al piano, saludo a los profesores, me agarro casi del piano, ¿sabes?, como si hubiera una ventolera y yo fuera a salir volando, y empiezo a cantar.
Dice Betty, y después nos reíamos mucho, que yo estaba ahí pegada al piano de tal manera que era absurdo. Y claro, yo sé por qué era: no quería mover las manos “declamatoriamente” ―¿esta palabra existe? ―. No me salía moverme como me habían sugerido, así que no me moví. Fui como una Barbarita Diez del canto lírico. Después de eso Betty siempre me llamó “Perla” y así nos saludamos y reímos cuando recordamos ese día.
Aparte de la construcción sonora, es distinguible en tus realizaciones una cuidadosa puesta en escena y una fotografía muy sugestiva. De modo que el resultado final es de una limpieza y coherencia estética encomiable. Es como si estuvieras poseída por episodios sinestésicos, en un contexto argumental que, además, generas de tu propia pluma. De todos esos ingredientes, ¿quién lleva la batuta en el proceso de concepción?
He dirigido poco, solo cuatro cortos, uno de ellos lo he codirigido. Me ha parecido perfecta tu frase “episodios sinestésicos”, me ha parecido tan perfecta que no quisiera seguir explicando nada más. Y es que cuando escribo algo todos los sentidos están tan mezclados. A veces me guía el color, a veces el sonido, a veces una imagen, a veces una sensación totalmente extradiegética, pero lo cierto es que lo suelo sentir como un rapto, una especie de posesión en la que no analizo demasiado nada y me dejo llevar, unas veces más caóticamente que otras.
Cuando decido sentarme a escribir sí suelo tener una idea, un tono. Y, bueno, después viene ese otro gran momento dentro de la creación, al menos en mis procesos, que es la reescritura. No me gusta enfocar la reescritura como un acto solamente donde afinas, editas, eliminas lo que sientes que no funciona, que sí, claro que es todo esto también. Sin embargo, cuando reescribo es escribir otra vez, y otra vez y otra vez, y aunque puede ser agónico, desesperarte también es fascinante, en la medida en que surgen preguntas nuevas, momentos nuevos.
Para mí, saber cuándo parar es el gran punto, porque reescribir también puede ser muy castrante, puedes llegar a aniquilar lo mejor de tu obra, entonces, ese momento de saber parar es el difícil. Abandonar la obra y dejarla estar. Yo, particularmente, podría ser una persona que regresa y regresa y regresa sobre la obra, así que he trabajado sobre esta manera mía, todo el tiempo trato de buscar más el equilibrio porque perfectamente podría quedarme atrapada en un proceso de reescritura, ahí para siempre, jugando con las estructuras y olvidándome que hay vida más allá de eso jajaja.
Durante algún tiempo me mal gané la vida ilustrando para varias publicaciones y editoriales. Siempre supe que no lo hacía por la mierda que me pagaban, sino por el placer de tener un pie forzado para desenrollar una pila de resortes y fabulaciones, a partir de lo que otros escribían. Era un ejercicio, en la misma proporción, fascinante e ingrato. Cuando asumes para los demás cualquiera de tus especialidades, bien sea como productora o como diseñadora de sonido, ¿qué experimentas de frente a otras intenciones que no engendraste tú?
He producido un documental para el proyecto “Made in Cuba”, en colaboración con Sundance Institute. De ese vínculo también surgió mi documental Great, muy bien. Además he formado parte de la producción de mis cortos de ficción.
Cuando trabajo para los demás, como por ejemplo en Sonido, me provoca mucha fascinación, la mayoría de las veces. Escribo, he dirigido, pero cuando hago sonido para otros mi manera de acceder a las historias que llegan y que no son mías, claramente que es diferente. Estar frente a la intención creativa de otros siempre me provoca respeto y lo que me parece esencial es comprender la historia y estar segura de que la estoy entendiendo. Al ser la postproducción de Sonido uno de los últimos eslabones creativos de todo el proceso, la convierte en un área sensible porque muchas veces una película llega a Sonido con la necesidad de resolver algunas cosas que no se han podido resolver dentro de los procesos anteriores.
Buscar el balance entre lo que es posible y lo que no es posible es un gran reto, porque si te quedas por debajo de las necesidades expresivas sonoras, mal. Si te pasas, mal también. Y claro, todo esto es dentro de un diálogo muy dinámico con esa directora o director que pueden traer una urgencia por solucionar algo que no esté logrado del todo (con toda razón), y en esas ansias a veces pueden no darse cuenta de que una aparente solución forzada por sonido puede ir en contra de la obra, su expresividad y lectura finales.
Entonces, creo que todo Diseñador de Sonido debe cultivar su capacidad de negociación creativa, su diálogo creativo, sin perder de vista, y esto es lo más importante, que la diana de todo este proceso, lo que verdaderamente es esencial, es que la obra gane y no que el motor impulsor de todo este diálogo recaiga en el mero hecho de ganar o perder una batalla personal e intelectual.
Porque al final del día qué sentido va a tener ―si estás trabajando en una película― que alguien diga “Qué inteligente y genial es” y que en realidad tú no hayas pensado, en el medio de la (ojalá) suculenta batalla creativa con un director, qué era lo mejor para la expresividad de la película y te hayas dejado llevar en ese diálogo por el envanecimiento de poder manejar, de forma correcta, tres metáforas, cinco símiles y la mención de tres películas de culto a tu favor jajaja.
Qué estéril toda esta manera, ¿no? Personalmente me gustan los diálogos creativos duros, los que me exigen, los que me arrinconan y me hacen pensar y, por supuesto, los que yo arrincono y hago pensar. Para mi este es el verdadero juego. Se alza entonces lo lúdico en su máxima expresión y siento que se va conformando todo ese momento que a la vez que es muy profundo también es efímero. Una belleza. Existe ahí y ahí muere para convertirse en nuevas cosas.
Ahora bien, como es natural, no en todas las películas suelo tener ese diálogo, muchas veces porque desde su concepción, el sonido ha estado apegado a la imagen y es así como se ha pensado y rodado. Entonces trabajas en esa otra parte que es la sonoridad y que suene bonita, expresiva hasta donde pueda serlo.
Algo me gustaría poder aclarar y es que, cuando no coincido en un criterio estético con un director trato de exponer mis ideas todas las veces que haga falta, así como escuchar las ideas del director todas las veces que haga falta también, y claro también ha sucedido que hemos llegado a callejones sin salida donde la idea del director es la que prevalece. Es su película y así la escucha, y bueno, no queda otra opción que avanzar por este camino y tratar de hacerlo mío también, de comprenderlo lo mejor que pueda, de rendirme y avanzar.
Titón estaba inconforme con Una pelea cubana contra los demonios, y Tarkovsky con Solaris. Ellos, en sus respectivos celajes, sabrán por qué. Yo no me canso de verlas, y siempre me atrapan. ¿Experimentas alguna insatisfacción con tu trabajo que los demás no hayan percibido?
Cuando me siento insatisfecha con lo que he hecho tiene que ver más conmigo y el paso del tiempo y la distancia que tengo de la obra, que la insatisfacción que los demás me hagan saber sobre lo que he hecho. Esto no significa que no me interese la recepción de mi trabajo, claro que me interesa, y cuando me han dicho desde la honestidad y con tranquilidad cómo algo que he hecho no les ha funcionado, puedo coincidir o no, y si estoy a tiempo de reeditar o de reescribir, genial. Si ya no estoy a tiempo, lo atesoro, lo pienso y lo repienso y lo agradezco porque de todos esos procesos mentales pueden salir excelentes nuevos puntos de vista y nuevas preguntas.
Siempre es interesante ese momento en que un trabajo es lanzado al universo y recibido de múltiples maneras. Es fascinante (y a veces desconcertante y difícil) la manera en la que no controlas ya nada. Pienso que a veces se habla demasiado sobre lo que quisiste decir y todos esos statements que, la mayoría de las veces, creo, no son necesarios, y que más que clarificar lo que has hecho, terminan aniquilando la multiplicidad de lecturas y encerrando así la obra en un espacio restringido, con una lectura demasiado específica. Detesto eso y yo misma he sentido que he estado en esta posición, lo cual me ha hecho reflexionar sobre mis propias respuestas y sobre las preguntas que me han hecho.
Por otro lado, hay algo que yo sé de mí: siempre voy a estar insatisfecha con el resultado final. Una semana después sé que puedo pensar que podría hacer tal o máscual cosa diferente, imagínate un año después. Pero lo tomo como algo normal, propio del movimiento evolutivo de mi pensamiento y de mi propia percepción. Eso no significa que invalide lo que he hecho, en lo absoluto. Hasta el momento sigo encontrándole gracia a algo que he escrito o dirigido o le he hecho el sonido. No estoy validando mi trabajo, estoy validando lo que creo de mis búsquedas personales, lo cual no tiene que ser válido para otra persona.
Cuando veo tus dos cortos de ficción, mi curiosidad quisiera leerte en modo literario. ¿No tienes ningún proyecto de libro?
Bueno, sabemos que novela no tengo jajajaja, por el momento. Fíjate que por primera vez en mi vida he sentido que me gustaría sentarme a escribir algo más largo que los cuentos cortos que he acostumbrado a escribir. Pero no lo sé. Es una sensación formal, por lo que quiero escribir y la manera en que puedo estructurarlo, pero no estoy segura de que lo consiga: no tengo mucha resistencia y tampoco, hasta el momento, he entrado en un rapto de escritura que me haga escribir de un tirón algo largo. Quién sabe. Tengo muchos cuentos cortos, algo de poesía y, aunque ahora escribo muchísimo menos que hace quince años atrás, por ejemplo, sigo escribiendo. Claro, también ahora tengo otras posibilidades para contar lo que quiero contar, así que hay que repartir entre más.
Ya me enteré que no guardas predilección por toda la filmografía de autores específicos, más que por algunas de sus películas. Si tuvieras que ensartar como cuentas todos esos filmes, que te gustan aleatoriamente, ¿cuáles serían los criterios de selección que prevalecerían?
Bueno, no es que sea difícil para mí sistematizar los directores que me gustan, lo que es difícil para mí es hacer un top 10 de las películas que más me gustan, ahí sí que me vuelvo loca. Así que te citaré solo algunos directores que me gustan mucho: Fellini, David Lynch, Kurosawa, Chantal Akerman, Sara Gómez, Woody Allen, Nicolasito Guillén, Pasolini (algunas), Svankmayer, Sergio Leone, Agnes Varda, Cassavettes, Kubrick, Won KarWai, Apichatpong, Haneke, me gusta todo lo de Ostlund, Kiarostami, NuryBilgenCeylan y Kaurismaki, WinWender, Herzog y Kim Ki Duk, Leo Carax, Gaspar Noé y Xavier Dolan, también, Erice, Lars vonTrier y Sorrentino. Solo me gustan algunas cosas de Lanthimos, en fin, siento que debo parar porque si empiezo a mirar lo que ya he escrito, solo seguiré agregando y agregando.
No he pensado en un factor común de todos estos directores, ni sé si lo hay y en realidad no me interesa mucho, la verdad. Todos ellos son muy variados y no me gustan ni los revisito o sigo por las mismas razones. Creo que lo que me hace volver a una película, un director, es esa sensación en todo el cuerpo de que estás asistiendo a una especie de milagro: una historia contada para la cual ha sido encontrada la mejor manera para ser contada.
Eso es lo más seductor y apabullante que hay cuando te sientas delante de una obra audiovisual. Siento que soy raptada de la realidad más inmediata y, sinceramente lo siento así, me voy, me dejo llevar. Es una fascinación-tsunami, es la posibilidad de quedarte suspendida por un tiempo en ese nuevo espacio, tiempo y ritmo que te propone un universo nuevo, o reorganizado de manera diferente, y ahí te quedas vagando, reflexionando, sintiendo. Una maravilla, tremendo regalo.
¿Qué opinión te merece el estrechamiento del embudo sociopolítico y económico en Cuba, en relación a su falta de correspondencia con las libertades creativas de los cineastas del patio? ¿Qué es la Asociación de Cineastas? ¿Cómo, a diferencia de otros sectores de la vida cultural e intelectual, han logrado nuclearse del modo que lo han hecho?
No es un secreto para nadie que estamos en medio de una terrible relación con el poder político en Cuba, no solo como artistas sino como seres humanos. La Cuba de hoy va en picada en todos los órdenes mientras la casta política opta por esconderse tras discursos vanos y un desentendimiento del caos social y económico. La precariedad crece día tras día y ves a la tercera edad sufrirlo una vez más. Obviamente también los niños y ya después, el resto, y permíteme incluir, por favor, a los animales, un tema que me golpea muchísimo también. Desolación absoluta. Siento que no hay una dirección estratégica, ni de recuperación, ni de nada, lo cual me hace pensar que todo empeorará. En el caso de nosotros, los cineastas, imagínate, entramos igualmente en ese espiral.
El cine al final depende de fondos para hacerse, de permisos y de salas para ser exhibido. Así que, ante posturas mínimamente críticas, y digo mínimamente porque en algunos de los casos de censura que han ocurrido me ha parecido que ha habido una sobrerreacción hacia la obra censurada, lees lo que ha pasado, ves la obra, y te das cuenta de que no difiere mucho esa postura del “te censuro porque me da la gana” de los censores con la postura del bodeguero cuando decide robarte dos libras de arroz. Lo hacen porque tienen el poder, y, ante la duda, lo usan, sin más análisis ―me imagino― que el de hasta qué punto sus cargos puedan verse o no afectados, hasta qué punto les conviene.
De cualquier manera, quiero aclarar que estoy en contra de cualquier acto de censura creativa, me da igual el nivel de postura crítica, sea el que sea, todas las obras tienen el mismo derecho de existir, de generar polémica y debate. ¿Qué sentido tiene si no? Entonces, en un momento de tanta crispación política, claro que las libertades creativas dentro del cine cubano están siendo socavadas y mangoneadas. Ahí lo ves en los casos sucesivos de censura a cineastas como Carlos Lechuga, el caso de Juan Pin y su documental, lo ves también a la hora de otorgar dinero del fondo nacional, a la hora de otorgar permisos para rodar. Entiendes cada vez más la importancia dentro del desarrollo del cine cubano de otros fondos como el de Noruega, Holanda y la ayuda de otras Embajadas.
Gracias a esos fondos, pienso, entre otras cosas, la variedad temática y la libertad creativa del cine que se hace actualmente se ha ampliado, por Dios, al fin. Hay un universo más allá de todas esas instituciones culturales “controladoras” que más que puertas hacia la apertura del cine cubano al mundo, se dibujan tristemente como cajas cerradas, moldes morales, éticos y artísticos absolutamente obsoletos y sin sentido, no actualizados.
Ahora me viene a la mente esa magnífica obra de Antonia Eiriz, “Una tribuna para la paz democrática”, siento que nadie como ella pudo retratar la decadencia moral y ética de toda aquella época y, desafortunadamente, tiene toda la vigencia del mundo, por supuesto. Y es terrible porque es un mecanismo que no funciona pero que ha creado una coraza poderosa para “hacerse funcionar”. Ese uso tan macabro del discurso, visto como palabra y gesto: “vamos a cambiar, a actualizarnos según los cambios que acontecen en el país”, pero que en realidad son palabras muertas. Ese uso de frases discursivas muertas, ya a más de sesenta, cincuenta años de creadas, funciona solo con lo que ya ha muerto. ¿Alguien puede creerse eso a estas alturas?
Es una abominación y una pérdida de tiempo. Es ese momento en el que estás delante de alguien que pierde sangre de manera peligrosa para su vida y decides darle un vasito de agua para que no se deshidrate. Y en el medio de este panorama estéril se organiza y cobra fuerza la Asamblea de Cineastas, espacio desde el cual se trata de pensar el cine y la creación artística en toda su variedad y complejidad.
La Asamblea es un espacio de unión y para mí es de las palabras más importantes que ahora la define. Un espacio que busca legitimar y dinamizar el camino que hay desde el diálogo hasta la acción. Quienes lo conformamos no solo somos cineastas o todos aquellos que formamos parte del cine, sino que primero que eso y clave en este momento: somos ciudadanos.
Para mí, algo que atraviesa a la Asamblea verticalmente y se va por encima de ella misma es, quiero pensar, que ella forma parte del camino de un ensayo de nación. La Asamblea de cineastas busca el cambio desde el diálogo, pero quiere un diálogo desde su propia esencia, conformada no por las ideas anquilosadas de cuadros políticos sino por cineastas y artistas que pedimos un poder de acción y absoluta libertad creativa, entre muchas otras cosas. El gran inconveniente que veo, mi gran pena, es que el poder no quiere ni le interesa dialogar.
¿Cómo se puede dialogar con un ente que ya ha olvidado qué es dialogar? A mí personalmente este “detalle” me llena de suspicacia y de agotamiento, lo confieso. Pero, bueno, la Asamblea gana cada vez más en organización y solidez y eso, por otro lado, es algo que me hace confiar y creer en que no hay nada más poderoso que el hecho de que podamos estar cada vez más unidos en el deseo de proteger nuestras obras, nuestro cine. Este es un tiempo caníbal, mientras muchos devoran a otros y destruyen, es muy esperanzador saber que también somos muchos los que tenemos la voluntad de unirnos e intentar dar, en medio de tanta muerte, vida. Esto sí que lo veo poderoso.
Finalmente se vislumbra un largometraje en tu producción. ¿Puedes adelantarme algo al respecto?
“Persona de confianza” es un guion no finalizado. He tenido temporadas donde de pronto me conecto y juego un rato con él, todavía me sigue divirtiendo su premisa. Pero ya después lo dejo porque la vida va a mucha velocidad y a veces no doy abasto, entre el trabajo y la vida. Pero más allá de esto, yo me conozco: cuando juego así, y no avanzo demasiado es porque no he encontrado el tono de lo que quiero contar. Encontrar el tono para mí es de las cosas más difíciles que hay. Y no solo encontrarlo sino desplegarlo y hacerlo lucir, una vez que lo tienes más claro. Así que por el momento juego, eso no está mal.
Por otro lado, no estoy segura de que yo esté preparada ahora mismo para esa larguísima carrera que es conseguir financiamiento, preparar todo, rodar, volver a conseguir financiamiento para postproducción, enrolarte en el terreno “distribución”. ¿Sabes? Cada vez siento más claramente que quizás mis próximos pasos de dirección no irán por ahí. Desde la pandemia, el encierro, el cambio de vida y de ritmo, me han llevado a tratar de buscar y comprender otras maneras para contar, que sean, primero, más cortas, que impliquen menos personas y que la finalidad no sea necesariamente el cine, aunque también puede serlo.
Estoy en medio de mucha reflexión alrededor de qué es lo próximo que me gustaría filmar, porque para hacerlo tengo que saber que puedo sostener el proceso sin que se vuelva en mi contra. Tengo dos ideas en mente, en cuanto tenga más tiempo me sentaré para tratar de aterrizarlas un poco más y ver hacia dónde las llevo.
Gracias, Amilkar, por tus preguntas. Las redes están satanizadas, y muchas veces con razón, pero debo decir que a mí hasta el momento me han traído oportunidades, amigos nuevos, encontrar cabezas geniales, personas interesantes y te incluyo dentro de este grupo, así que es una suerte que podamos haber tenido este pequeño espacio de conversación. Aunque sea virtual, aunque no nos conozcamos personalmente todavía, es.
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