Entrevista | Una actriz "color cartucho"
En España "he sentido una exotización que no me hace sentir cómoda con esa cosa de querer tocarte que es bastante molesto. Y a la vez tampoco puedo decir que me han dicho ‘negra de mierda’ pero tengo amigos que sí lo han vivido”.
“Muchas veces la discriminación viene disfrazada de halagos”, me cuenta la actriz y guionista Claudia Muñiz y recuerda cómo quería que la tierra la tragara cada vez que su mamá la presentaba como: “viste qué linda mi hija. Es una mulatica de salir”. Y ese sentimiento era solo por timidez, aún no tenía la conciencia de quién era y de cómo la veían hasta que empezó a adentrarse en el mundo de la actuación.
Quizás otras actrices no hayan sido para sus madres la “mulatica de salir”, pero sí han sido muchas veces, quizás demasiadas veces, “la mulatica fina” o “la no tan negra” y eso supone un privilegio, una carta abierta para entrar a un mundo que se caracteriza por ser extremadamente blanco. Claudia ha vivido procesos similares porque del mestizaje, de la mulatez cubana, se habla poco de manera crítica.
Reconstruyamos la historia de Claudia Muñiz
“Llego al cine porque vengo de una familia de artistas”, me afirma Claudia. Esta actriz cubana de 37 años que ha trabajado en películas como 7 días en La Habana junto a Benicio del Toro o en el cine independiente neoyorquino bajo la dirección de Michael Magliazzo, Charles Vuolo y Andre Phillips; un día descubrió que no sólo quería escribir sus propias historias, sino que podía hacerlo y fue co-guinista junto a Enrique Álvarez del filme Marina.
“Lo primero que hice fue un teatro en la televisión, Madre Coraje, junto a Daysi Granados, que cuando se entera que yo era nieta de Lidia Lavallée recibí amor de madre” y así traza una especie de árbol genealógico de su vida de intérprete. “Mi abuela y Daysi trabajaban juntas y estaban en un grupito de teatro de aficionados, cuando aparece la buena oportunidad de protagonizar La decisión (1964). Mi abuela es la que la empuja y le dice: ‘ve para allá que tú puedes’. Eso hizo que el vínculo en la pantalla entre Daysi y yo, en Madre Coraje pareciera tan real” e ilustra cómo llegan muchas mujeres “no blancas” a la escena cubana.
Claudia Muñiz no lo dice así, pero la red de apoyo es esencial aún cuando luego el talento las sostenga sobre la escena. Daysi Granado, por ejemplo, lleva más de 50 años de actuación, ha trabajado en más de treinta películas y su trabajo ha sido galardonado una veintena de veces.
“Conmigo se cumple la regla de ‘estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado”, o más bien, “haber nacido en la familia adecuada porque mi tío es director de teatro y lo primero que hice en el cine fue porque mi pareja, Kiki Álvarez, estaba dirigiendo, cosa que sufrí durante mucho tiempo porque mucha gente se cuestionaba ‘qué coño hacía yo ahí’. Y no sólo como actriz, cuando empecé a escribir ya el explote de la gente fue peor”.
La impostora
“La gente no te lo dice, pero no dudo que sea real”, y no sabe cómo explicar que le hicieran sentir que estaba invadiendo un terreno que no le correspondía. “Yo no decía que era guionista, sino que me había atrevido a hacerlo. Creo que ese sentimiento tiene que ver con que alguien venga y te diga ‘Wow, yo no sabía que hacías eso’ o ‘Mira qué bien lo haces’ como si no te concibieran, como si no tuvieras ciertas capacidades”.
Al principio, como todas las mujeres racializadas Claudia pensó que tenía que ver con la edad. Una aunque no quiera se va trazando un mapa de justificaciones para intentar explicar algunas reacciones.
“Es muy tricky lo que voy a decir, pero primero creí que tenía que ver con la edad porque empecé muy joven. Después con cómo luzco y cómo me proyecto porque no reniego a la belleza y la potencio, más allá de los estándares. Y la gente cree que puedes ser sólo eso ‘una actriz exótica’ porque exuberante no soy. Pero forma parte del paquete de la ‘mulatez’ y es otra manifestación de racismo en la que una a veces puede ser víctima y victimaria a la vez” porque ella se ha visto también pensando “mira esta persona sabe hacer eso”.
“Sí, porque no me considero negra. Estoy en un medio que no me permite decir que soy negra pero obviamente tampoco soy blanca. Si viviera en los Estados Unidos pasaría a ser negra de manera automática, pero no puedo definirme solamente como persona negra porque no sería justo para ninguna de las dos partes de mi familia” pero esa tierra de nadie, ese espacio indefinido le ha costado exclusiones racistas.
La actriz ha vivido tres escenarios diferentes, La Habana, New York y Madrid, y en todas tiene una historia que contar donde no puede interpretar algunos papeles porque no es lo suficiente negra, latina o caribeña.
No asumirse como negra
“Me gusta contar historias concretas. En La Habana fui a hacer un casting de un personaje que era una jinetera. En algún momento me dicen que quieren a una mujer negra. Desde Cuba me viene pasando eso. Y me pregunto: ¿por qué una jinetera no puede ser de cualquier color?’. Es un cliché que se traduce en prejuicios”, y recuerda esa manera de encasillar a las trabajadoras sexuales de los 90 cubanos como mujeres negras o como mulatas exuberantes.
Mientras, en los Estados Unidos no la aceptaban ni como latina ni como caribeña.
“Entonces me la estaba luchando yo sola y cada vez que me aparecía como mujer latina, me daba la impresión que estaban esperando a Selena, que es lo que ellos piensan que es un mexicano, cosa que es totalmente cuestionable”.
“Aquí, en España, es donde me he sentido más el ‘ser diferente’. En Nueva York, donde yo vivía, hay mucha mezcla, pero aquí me ven y ya se están cuestionando de dónde soy, de dónde vengo o cosas así como ‘guapísima, déjame tocarte el pelo’. A nivel humano he sentido una exotización que no me hace sentir cómoda con esa cosa de querer tocarte que es bastante molesto. Y a la vez tampoco puedo decir que me han dicho ‘negra de mierda’ pero tengo amigos que sí lo han vivido”.
“Y el hecho de no asumirme como persona negra es peor. En los círculos de amigos europeos yo soy la persona más negra, pero cuando voy a círculos de personas racializadas, me cuesta entrar en esa dinámica, siento una cerrazón a veces bastante heavy. He estado en espacios en los que he escuchado cosas como ‘no metas a un blanco en tu cama’ porque sería como traicionarlo todo. Sé de dónde viene y lo respeto, pero yo no puedo vivir según esos estándares tampoco porque, ¿qué hago con mi madre, le digo que se vaya, que salga de mi vida?”, le cuesta hablar de este tema porque está segura que no tendrá buena recepción o que puede que la malinterpreten, y ha preferido mantenerse low profile.
“La gente tiene la necesidad de ser policía del otro. Y es conflictivo que hable de esto. Quería escribir sobre el tema y me dije: ‘no, mucha candela’. Pero estuve en el Orgullo Crítico con amigos en el bloque de las personas racializadas y nos echaron. Mis amigos son blancos, pero yo no. Estábamos en un espacio público y estuve entre: ‘yo estoy con esta gente, pero estos son mis amigos’. Entiendo que en un espacio para personas racializadas a mis amigos blancos no se les permita la entrada. Tengo conflicto con eso, pero lo entiendo. Pero en la calle, no. Todo me pareció tan loco y tan agresivo”.
El crowdfunding
La idea de hacer una serie independiente tiene su raíz en la experiencia de Claudia Muñiz en los tres escenarios que le ha tocado vivir: La Habana, New York y Madrid.
“Voy a un casting para una serie que se iba a rodar entre Estados Unidos y México. Buscaban a una chica afrocaribeña. Una directora con la que ya había trabajado me recomendó. Paso a una segunda ronda de casting. Lo hice bien. Una sabe cuándo hace bien las cosas bien, pero no me aceptaron. Me quedé muy mal”, y le dijeron que no daba a una persona afrocaribeña.
Papel Cartucho, que es como se llamaría la serie que está proyectando producir a través del crowfounding, viene de la rabia que sintió.
“Se lo dije: ‘voy a escribir sobre esto’ y lo hice. Escribí un artículo y a partir de ahí me empecé a dar cuenta de otras situaciones en que esta indefinición es un problema. Estoy como en tierra de nadie. Pero me dije: ‘esto me va a dar para más’. Pensé en hacer un corto, pero hay más eventos que se pueden desgranar y no solo a nivel profesional, sino vivencial, personal, incluso. Ese es mi propósito con Papel Cartucho, contar estas experiencias que he vivido y las que han vivido otras personas con las que he hablado. Contar esos avatares aquí en Madrid, que es un terreno muy raro y en donde no se consideran racistas”.
De Papel Cartucho ya se grabó un primer episodio piloto y trata de una actriz, encarnada por la misma Claudia Muñiz, que cuenta este evento del casting y a partir de ahí decide hacer una cuenta en Instagram para denunciar todas las cosas que le pasan.
“Por eso el formato de la serie es el de los reels de Instagram”, puntualiza la actriz y directora. “Son episodios cortos, de entre seis y diez minutos, no más que eso”.
Crear un grupo para pertenecer
“Yo creo que tiene que ver con la polaridad”, dice Claudia después de más de dos horas conversando sobre prejuicios raciales, racismos, procesos de mestizajes y experiencias personales. “Estamos acostumbrados a los polos y si no estamos en una de esos dos extremos, no estamos en ningún lado y sentimos esa sensación de no pertenecer, pero creo que somos un grupo y podemos empezar a reclamar los derechos de esas muchas personas que estamos en esa misma situación”.
Claudia está cansada de no ser “lo suficientemente nada” o de que le digan: “Chica, todo, todo bien, a ti lo único que te jodieron fue el pelo” o de escuchar, por otro lado: “No fulanito no, porque no es tan negro” y cree que somos tan numerosos como para comenzar a repensar algunos conceptos relacionados con el racismo que incluyan las “mulateces” cubanas porque a fin de cuentas tampoco escapan de la precarización, la exotización, la sexualización, la marginalidad impuesta por años de pensamiento racista.
Es un tema para reflexionar. Por eso Claudia Muñiz no se aventura a responder a la ligera ni se atreve a definir el drama de la mulatez, prefiere dejar la pregunta en el aire y usarlo como energía para futuros proyectos.
María Matienzo
La Habana (1979). Escritora. Realiza la columna de opinión «Mujeres de Alas», en la Revista Alas Tensas. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.
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