¿Una teoría del feminismo en la Cuba de los setenta? (segunda parte)

“Toda investigación sobre la mujer y toda posible idea feminista emergente eran cercenadas desde el punto de vista estatal.”

| Escrituras | 26/07/2024
Incorporación de la mujer al trabajo en los años 1960.
Incorporación de la mujer al trabajo en los años 1960.

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La historia de las ideas feministas en la isla no debe confundirse con las luchas políticas en las que la mujer estuvo presente durante el periodo republicano. Esta afirmación no quiere decir que ambos campos estén separados, al contrario, pero las fronteras pueden ser permeables. Por eso el estudio se hace tan difícil, al punto que en Cuba apenas hay investigaciones acerca de las ideas del feminismo que estuvieron presentes en la república. Por lo general, se ha hecho más hincapié en las confrontaciones políticas que en cualquier otro factor.

Feminismo y lucha política en la Cuba de los años cincuenta

La historiadora Gladys Marel, al estudiar los años cincuenta, se ha referido a la diversidad de corrientes de pensamiento a partir de las cuales se agruparon las mujeres en aquella década. Las ideas sobre la nación y la libertad de José Martí fueron parte de las bases ideológicas de agrupaciones femeninas como Mujeres Oposicionistas Unidas y el Frente Cívico de Mujeres Cubanas. El Apóstol, al decir de Gladys Marel,1 podía ser asumido tanto por sectores femeninos de izquierda como de derecha.

Hubo también una fuerte presencia del nacionalismo y del corpus político del desaparecido Eduardo Chibás, las ideas guiteristas, totalmente alejado de las ideas comunistas, que fueron las bases de las mujeres organizadas alrededor del Movimiento de Resistencia Cívica del 26 de julio. Pero no se habla del sindicalismo y el papel de las mujeres en este sector, como tampoco parece haber referencia a las mujeres campesinas.

Castro manejó hábilmente el ideario nacionalista martiano y el de la ortodoxia para tener el apoyo de los miembros del Movimiento 26 de Julio y el Directorio Estudiantil Revolucionario fundamentalmente. En mayo de 1957, en una entrevista dada a la prensa norteamericana en la Sierra Maestra, expresó: “No hay comunismo, ni marxismo en nuestras en nuestras ideas. Nuestra filosofía política es la de la democracia representativa y justicia social”. El resto de la historia, ya se sabe, estuvo marcada por las traiciones y desapariciones.

El feminismo norteamericano, que empezaba a renacer en su segunda ola, tuvo, al parecer, una determinada presencia en la isla. Quizás el fuerte activismo social de las mujeres en Estados Unidos se asumió como una forma de enfrentamiento a las políticas imperantes en la isla. Pero no hay un estudio cabal, hasta donde conozco, sobre este tema. Por supuesto, no faltaron los dogmas del socialismo soviético presentes en el Partido Socialista Popular (PSP) y sus ideas acerca de la mujer.

Este fue un período difícil, donde muchas ideas políticas, económicas, filosóficas y jurídicas confluyeron. No han sido estos años lo suficientemente estudiados. Por eso quiero insistir en que no se debe confundir la lucha política contra Fulgencio Batista con la lucha de la mujer cubana por sus derechos. Lo que sí ocurrió fue que, una vez terminado ese período, la mujer comenzó a buscar su propio espacio en el nuevo contexto social emergente. Otro aspecto a tener en cuenta es que la mujer cubana no puede verse en esos momentos como un todo homogéneo.

La diversidad de intereses, de posturas políticas, los dogmas y las traiciones posteriores cobraron fuerza en aquellos años. El estudio de las luchas de la mujer campesina, cuyo promedio de vida era muy bajo, está pendiente. Otra área muy sensible, la de las prostitutas, sigue siendo tabú hasta hoy. El gobierno de Castro pensó que las situaciones de estos dos sectores cambiarían cuando las mujeres sacadas de los prostíbulos se enviaran a centros de rehabilitación en las zonas rurales, y las campesinas a la ciudad para enseñarles oficios que, sin embargo, no podrían ejercer a su regreso al campo.

Por otro lado, a pesar de los obstáculos que puso la representación femenina del Partido Socialista Popular, la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) y su sección en Cuba continuó su labor. El PSP, empeñado en consolidarse a través de sus pactos políticos con Fulgencio Batista, sobre todo en lo referente a no apoyar la lucha insurreccional, se alejó de los objetivos de trabajo en relación con la mujer.

El feminismo cubano en los primeros años de la revolución

Desfile de milicianas cubanas en 1963. Foto: Korda
Desfile de milicianas cubanas en 1963. Foto: Korda

En marzo de 1959 se crearon las Brigadas Femeninas Revolucionarias (BRF) por indicación de Ernesto Guevara. La historiadora Gladys Marel fue su presidenta. Al referirse a esta organización, Marel ha explicado que:

El objetivo era apoyar todo tipo de actividad de masas en relación con la reforma agraria, vivienda, industrialización del país y otras tareas como luchar contra la prostitución, lograr la regeneración de los presos comunes y atender zonas como la del barrio Las Yaguas.2

El trabajo de organización realizado por Marel y su equipo desbordó los objetivos para los cuales se concibió esta agrupación de mujeres. Pero no parece que hayan seguido una plataforma ideológica definida. En el trabajo citado la autora señala un hecho muy poco conocido hasta el presente:

Vilma Espín y Aleida March, insurreccionalistas ambas, asistían a algunos eventos de las BFR sin que pertenecieran a ninguna de las organizaciones femeninas mencionadas. A mediados de 1959, la primera de ellas me citó a Casa de las Américas. Se iba a organizar el Congreso de Mujeres Cubanas para asistir al Congreso Regional de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM), conocido como Congreso Latinoamericano de Mujeres, que se celebraría en Santiago de Chile.
Vilma fue designada para presidir el Congreso de Mujeres Cubanas y se nombró vicepresidenta a Delia Echeverría, combatiente de la revolución de 1930 y novia de Antonio Guiteras, y a la Doctora Elsa Gutiérrez, del PSP. También formó parte Lula Horstman, por las mujeres de la organización católica revolucionaria Con la Cruz y con la Patria, creada en 1959.
[…]
Participé junto con Aleida March en una de las comisiones del referido Congreso de Mujeres, pero en aquel momento desconocía que el evento en cuestión se había programado, desde 1958, como tarea por la FDIM a su filial cubana, subordinada al PSP.
Durante el preámbulo del Congreso Latinoamericano de Mujeres se fue delineando la influencia de la organización femenina del PSP, que no se había incorporado a la primera etapa insurreccional de la Revolución, sino a los partidos de la oposición, como señala la historiografía.3

La autora no dejó de señalar que, en su caso, tuvo que realizar una asamblea de la organización para que se eligiera a la delegada a ese encuentro internacional. La asamblea hizo justicia: la eligió a ella. Esa fue una de las tantas traiciones y divergencias que ocurrieron en aquellos primeros años en relación con la organización de las mujeres.

El PSP y la Federación de Mujeres Cubanas

Delegación cubana que asistió al I Congreso Latinoamericano de Mujeres, en Santiago de Chile, en noviembre de 1959.
Delegación cubana que asistió al I Congreso Latinoamericano de Mujeres, en Santiago de Chile, en noviembre de 1959.

La arbitrariedad y el desconocimiento de la historia de lucha de la mujer en la isla fueron el signo bajo el cual se constituyó el 23 de agosto de 1963 la Federación de Mujeres Cubanas. Ya desde un año antes las mujeres del PSP habían comenzaron a actuar hasta hacerse con el liderazgo de la futura organización femenina. Gladys Marel señaló en su estudio:

Al Congreso de agosto de 1960 en que se constituyó la Federación de Mujeres Cubanas, no fueron invitadas las dirigentes de las organizaciones insurreccionales femeninas […], que habían participado activamente en la etapa insurreccional. Tampoco las que se organizaron en 1959 como secciones en las Casas del 26 de Julio, ni las Brigadas Femeninas del 26 de Julio.
Comenzaba en Cuba la puesta en práctica del modelo soviético. A lo largo del mismo, se cambió el proyecto patriótico nacionalista de izquierda (1959-1960) por el de las tendencias vinculadas al socialismo soviético (1961). Como parte de ese cambio, se disolvieron las organizaciones femeninas insurgentes de la Revolución […].4

Ella no estuvo presente en ese acto de constitución porque no fue invitada a pesar de su labor en el frente femenino del Movimiento 26 de Julio a instancias de Ernesto Guevara. El 8 de enero de 1959 Castro había afirmado con su elocuencia característica desde el Campamento de Columbia: “Los peores enemigos que en lo adelante pueda tener la Revolución cubana somos los propios revolucionarios. Cuando no tengamos delante al enemigo, cuando la guerra haya concluido, los únicos enemigos de la Revolución podemos ser nosotros mismos”.5 Pues nunca tuvo más razón.

Una mirada simplista a los problemas de la mujer

Aquel 23 de agosto de 1960 Fidel Castro en su discurso de clausura, hizo afirmaciones que aun están por cumplirse, pero también habló de la mujer como un todo único, digamos mejor que como una categoría abstracta. No tuvo en cuenta las diferencias de clases sociales, profesiones, creencias, valores, familia como tampoco el peso de la tradición y las mentalidades. Quien no olvidó esto fue aquella tabaquera entrevistada por Sara Gómez para su documental Mi aporte (1972), cuando dijo en el debate final: “Pero es que la vida es sufrir, amar, reír, todo eso, y uno está dentro de ella”.

En aquel discurso, Castro afirmó:

Y hoy se reúnen las mujeres y constituyen esta Federación de Mujeres Cubanas, unidas en esa palabra: cubanas, y unidas en esa bandera que llevan en sus manos. Y se han unido para trabajar, para trabajar y para luchar; se han unido para todas las tareas que la Revolución nos trae; se han unido para la lucha y se han unido para el trabajo; se han unido para ayudar a la patria en cualquier circunstancia.
[…]
Y también hay que estudiar todos los problemas de las mujeres cubanas, todos los problemas de las mujeres cubanas, hay que estudiar los problemas de las mujeres que tienen que trabajar y no tienen donde dejar a sus hijos. Hasta ahora las creches son insuficientes, y no puede esperarse que todo lo haga el municipio o el Estado. El Estado y el municipio tienen recursos limitados y los necesitan para satisfacer perentorias necesidades.6

Pero el problema de la incorporación de la mujer al trabajo no se solucionó. Tampoco la situación de la mujer que trabaja largas horas fuera del hogar y al regreso a la casa tiene que realizar el trabajo doméstico. Esta doble jornada laboral nunca le ha sido reconocida.

La incorporación de la mujer al trabajo

Ese era uno de los problemas que se mantenían en 1966. Ese propio año, Castro había pronunciado un discurso en la clausura de la V Plenaria Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas, donde expresó:

Aquí, por ejemplo, tenemos un letrero que dice: “Un millón de mujeres a la producción en 1970”. Desgraciadamente, en 1970 no podremos tener un millón de mujeres en la producción. Nosotros pensamos que esa es una meta que se alcanzará no en cinco años ni en cuatro años, una meta que podremos alcanzarla en diez años, es decir, puede ser una meta para 1975. ¿Por qué? Porque para que pueda trabajar en la producción un millón de mujeres se necesitan miles de círculos infantiles, se necesitan miles de escuelas primarias, internados, se necesitan miles de comedores escolares, se necesitan miles de comedores obreros, se necesitan miles de centros de servicio social, porque si no, ¿quién cocina para el niño que está, por ejemplo, en segundo grado o en tercer grado cuando llega el mediodía? ¿Quién atiende los niños lactantes, o un niño de dos, de tres o de cuatro años? ¿Quién cocina en la casa para el hombre cuando viene del trabajo? ¿Quién lava, quién limpia, quién realiza estas actividades?7

Las preguntas que se hacía Castro no estaban fuera de lugar. Pero el problema era mucho más complejo de lo que él pensaba. Es que nunca, en ninguno de lo escritos económicos y políticos de la filosofía de los trabajadores ―a saber, el marxismo―, se tuvo en cuenta el trabajo de la mujer en las fábricas u otros espacios de labor, en su relación con el trabajo doméstico. La mujer nunca había sido un objetivo de interés por esta filosofía económica en tanto fuerza de trabajo. Tampoco lo había hecho el pensamiento feminista.

No es casual que esa enorme cineasta que fue Sara Gómez, cuando la Federación de Mujeres Cubanas le pidió la realización de un documental sobre los problemas de la no incorporación al trabajo, lo comenzara con esta frase de Ernesto Guevara: “El proletariado no tiene sexo; el conjunto de todos los hombres y mujeres que, en todos los puestos de trabajo del país, luchan consecuentemente para obtener un fin común”. Mientras esto ocurre se escucha el himno de la Federación de Mujeres Cubanas: “Las mujeres cubanas unidas y adelante. / El amor al trabajo es lo más importante”. ¿Y la familia? ¿Y el hogar? ¿Y la doble labor de la mujer que trabaja fuera del hogar?

Una teoría feminista del trabajo doméstico

Trabajo voluntario en Banao, 1967. Foto: Cortesía de la entrevistada
Mujeres en un trabajo voluntario, 1967.

No hay que explicar que toda investigación sobre la mujer y toda posible idea feminista emergente eran cercenadas desde el punto de vista estatal. Por eso, sorprende leer hoy:

Aunque de momento resulte poco conocido como enormemente olvidado fue desde Cuba revolucionaria que tuvo lugar el desarrollo prístino de una teoría marxista feminista del trabajo doméstico. Desde La Habana, a inicios de 1969, los intelectuales Isabel Larguía y John Dumoulin comenzaron a difundir su primer manuscrito “Por un feminismo científico”, el cual fue hacia 1971 por la revista Casa de las Américas. El esfuerzo intelectual que pergeñaron estuvo dirigido a comprender las modalidades de explotación que atañen a las mujeres, así como las posibles alternativas emancipatorias.8

La aparición de este texto, respaldado por Haydée Santamaría, fue de una importancia incalculable. Nacía una investigación sobre la mujer trabajadora en un contexto que había prohibido toda manifestación del pensamiento feminista en Cuba.

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1 Gladys Marel García: “Mujer y Revolución: Una perspectiva desde la insurgencia cubana (1952-1959)” [https://www.rebelion.org/docs/92541.pdf].

2 Gladys Marel García: “La mujer y el movimiento femenino cubano (1952-1960)”, La Joven Cuba, 26 de octubre de 2020 [https://jovencuba.com/mujer-movimiento].

3 Íbidem.

4 Íbid.

5 Fidel Castro: Discurso pronunciado a su llegada a La Habana, el 8 de enero de 1959 en el Campamento Militar Columbia [https://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-su-llegada-la-habana-en-ciudad-libertad].

6 Fidel Castro: Discurso en el acto de de constitución de la Federación de Mujeres Cubanas, el 23 de agosto de 1960 [https://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-en-el-acto-de-fusion-de-todas-las-organizaciones-femeninas-revolucionarias-salon].

7 Fidel Castro: “¡Qué viva la revolución femenina dentro de la Revolución socialista!”, en: José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram (comp.): Documentos de la Revolución cubana 1966. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2015, p. 373.

8 Mabel Bellucci y Enmanuel Theuner: Prefacio a: Desde la Cuba revolucionaria. Feminismo y marxismo en la obra de Isabel Larguía y John Dumoulin, Ed. CLACSO, Buenos Aires, 2019, p. 15 [https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20180803110052/Desde_Cuba_revolucionaria.pdf].

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