La isla de los pedófilos

“Lo que no decía la televisión nacional es que Cuba se disputaba con Tailandia ser el destino número uno de los pedófilos.”

| columna | 07/11/2024
Cartel de Amnistía Internacional, campaña contra la prostitución infantil.
Cartel de Amnistía Internacional, campaña contra la prostitución infantil.

Para Y
y por: V.S.

A los 9 años me enfermaba con frecuencia. Vivía con mis padres en un apartamento diminuto en El Vedado. Las discusiones constantes en un espacio reducido, las dificultades para acceder a una alimentación digna y el hecho de que yo sea la menor de tres hermanos influyeron en que abuela materna notara que mis padres no podían hacer frente a una niña tan enfermiza.

Ir a vivir con mi abuela implicó dejar mi escuela primaria. Una escuela en la que Ernesto Guevara había puesto el primer bloque, o así decía la gigantografía que nos recibía a la entrada: el Ché sin camisa posando de constructor. Ahora voy a una escuela en Centro Habana con nombre de mártir obrero y los fines de semana tengo catecismo en la iglesia Nuestra Señora de Monserrate.

Por varios años mi familia me insiste en que vaya al catecismo, creen que así me mantienen alejada de la violencia del barrio. Pero a la entrada de la iglesia están los santos decapitados, las ofrendas, los animales sacrificados en las esquinas, los bicitaxis, los heribangas en las espaldas de los muchachos. Todo un universo violento, ritual y sumamente atractivo.

Mi abuela era una mujer con una gracia natural para el comercio. Desde inicios del período especial improvisó un negocio en la sala. Todos los días se levanta a las 4:30 am a preparar lo que venderá: croquetas, jugos, café con leche. Tiene manos pequeñas y ásperas, resistentes al calor de las ollas. En esa etapa lo único que pienso es que quiero ser como ella. A partir de los 2000 comenzamos a alquilar la habitación del fondo de la casa (de forma clandestina y sin licencia) a turistas que visitan la isla por cortos períodos de tiempo.

Existe un perfil que se repite en los turistas que optan por ese tipo de alojamientos en la periferia. Casi siempre hombres de más de 50 años que viajan solos, la mayoría españoles o italianos. La primera noche mi abuela les da una charla sobre las cosas que pueden y no pueden hacer en la habitación. Termina diciéndoles: nosotros alquilamos por necesidad, pero es esta es una casa decente, aquí viven dos señoritas (se refiere a mi hermana y a mí).

El barrio Colón de Centro Habana ha sido conocido desde los años 30 del siglo pasado por la prostitución. Ni la parametración con sus arrestos arbitrarios, ni las redadas policiales que todavía ocurren han podido arrebatarle al barrio el trabajo sexual tan arraigado en su identidad.

Pasaba largos ratos sentada en el entresuelo escuchando las conversaciones de los adultos y recuerdo el placer al descubrir un secreto familiar atando cabos, fragmentos de conversaciones que escuchaba detrás de las puertas. Me gustaba acceder a información que no me hubiesen facilitado hasta años más tarde, sentía que de alguna manera me anticipaba a la historia. La escucha exacerbada acabó con mi inocencia y terminé desarrollando una cualidad para percibir las dinámicas de los adultos.

Juan, era uno de los huéspedes habituales, un español de unos 50 años. Cada agosto con el dinero del paro iba de vacaciones a Cuba. A esa edad lo único que escucho de España es que el país entero está en paro, o eso nos dicen los turistas cuando regatean el precio del alojamiento.

Mi mejor amiga y yo acabamos de cumplir 14 años. Vivimos en la misma cuadra. Una tarde noto una atención exagerada de Juan hacia mi amiga, le toca los rizos, le hace demasiadas preguntas, qué música te gusta, a dónde quisiera ir a pasear. Hago mil gestos para que entienda que nos está molestando.

Cuando se marcha entiendo por la conversación de los adultos lo que sucedía. Juan estaba interesado en tener un encuentro sexual con mi amiga, una adolescente. Llegó a preguntar si la familia de ella daría su consentimiento porque él sabía de otras adolescentes del barrio que se prostituían alentadas por sus madres. Desde ese día me quedó claro que Juan no lo haría en mi casa, pero en la calle pagaba a adolescentes por sexo.

Comienzo a aplicarle esa lógica a todos los turistas que han pasado por mi casa: no vienen a Varadero, ni a las playas del Este, deciden hospedarse en una casa familiar sin agua caliente, con las restricciones de este tipo de alojamientos. En lo que ayudo a mi abuela a servir el desayuno escucho sus itinerarios: Barrio Chino, Obispo y sus entrecalles, Malecón hasta Infanta. Recuerdo que pensaba: ¿por qué quieren pasar sus vacaciones viendo ruinas? La Habana tenía otro atractivo para ellos…

El pacto de “caballeros” o pacto patriarcal

Jóvenes cubanas siendo interceptadas por la policía. Fuente: Blog "El Correo"
Jóvenes cubanas siendo interceptadas por la policía. Fuente: Blog "El Correo"

La banda sonora de casi todos mis recuerdos de niñez es la televisión a todo volumen, campañas por la liberación de Elián, médicos cubanos enviados a Venezuela, discursos triunfalistas. Lo que no decía la televisión nacional es que Cuba se disputaba con Tailandia ser el destino número uno de los pedófilos, que los europeos continuaban usando la isla como un ático. En el ruinoso paraíso socialista podían realizar sus deseos más oscuros sin temer a una represalia de la ley y, en última instancia, acceder a sobornar a la policía.

A los 14 años mi cuerpo no tiene una carga sexual para el mundo exterior, sin embargo, el cuerpo de mi amiga es tremendamente sexualizado. Cuando salimos de la secundaria, cuando caminamos por la calle Galiano, los hombres sentados en los quicios le dicen las cosas más soeces, le describen con detalles qué le harían y cómo. Unos años más tarde, en el preuniversitario José Martí de La Habana Vieja, comienzo a entender las dinámicas de la prostitución para algunas de mis compañeras de clase. Algunas lo hacen por moda, otras utilizan el dinero para pagar repasos para ingresar a la universidad, otras están presionadas por una situación económica tan precaria que aceptan incluso pago en especie: comida, aseo, ropa.

“Pero qué lástima, es una menorcita,
sin yoqui, sin yaqui y sin pelotica,
nada más que tiene como trece años
y me pide que le haga un cumpleaños.”
Parapapampan (El Campismo) Chocolate MC

Además de los turistas que se acercan a los adolescentes cubanos como especie de “benefactores”, en la cultura patriarcal del hombre cubano hay una distinción perversa entre la púber desarrollada y la no desarrollada, como si el grado de desarrollo de tu físico se pudiese equiparar al desarrollo psicológico y tu apariencia le diera al hombre una licencia para el acoso verbal.

La sexualización de la adolescencia está respaldada por el mito que relaciona la pubertad con cierto estado de gracia que reside en los vestigios de niñez que confluyen con un despertar sexual. En las canciones de reparto —género que tanto se revindica hoy— la pedofilia está retratada sin miramientos: Oye mi pocha, tú está muy grande, ya tú te manda, ya tu descorcha (El Kamel, Koki Ronal). La bailábamos a la entrada de la secundaria, bajo la mirada atenta de los hombres, como un vaticinio.

Pedófilos culturales: dos perfiles

Hasta los 17 años siento que he escapado de la vista de los hombres, a esa edad comienzo a escribir y a frecuentar entornos literarios, peñas, cine clubs, teatros. Un padre ausente. Cierta precocidad sexual, problemas de autoestima y un enorme deseo de que me miren. Repelo a los muchachos de mi edad, pero soy un imán para hombres mayores.

Compruebo que este tipo de conductas no estaban circunscritas a un barrio y mucho menos relacionadas con una cuestión económica o intelectual. Las ferias del libro, los festivales de cine y de teatro estaban llenos de figuras controvertidas, artistas con cierto renombre que mantenían su status gracias a un silencio cómplice de sus colegas.

Basándome en mi propia experiencia y en la de algunas amigas, pude clasificar dos tipos de pedófilos: el aberrante y el encubierto. El pedófilo aberrante es el más fácil de distinguir. Llegado a cierta edad (más de 45 años y hasta los 65 años aproximadamente) ejerce una posición de poder dentro de su gremio. No esconde su gusto por las adolescentes. De hecho, se deja ver en espacios públicos con ellas, lo que le ha generado una pésima reputación y una ética cuestionable.

Las mujeres en su ámbito lo repelen, pero lo tratan con hipocresía. Los hombres bromean sobre su gusto por las adolescentes. Parte de su fantasía se afinca en la idea griega del maestro también como iniciador sexual. Les ofrece a sus víctimas status o una oportunidad laboral. La víctima tendrá que retribuirle con su juventud, convertirse en una especie de musa que, llegado el momento (el fin de su adolescencia), será reemplazada.

El pedófilo encubierto está mejor integrado en la sociedad. Es algo más joven (entre los 30 y los 45 años), posee algún atractivo físico o una simpatía contagiosa. De hecho, siente que para la víctima es un privilegio figurar entre sus conquistas. Conoce al pedófilo aberrante y teme convertirse en algo como él. Su prioridad es la reafirmación de su ego a través de su obra artística o literaria. Este perfil está muy relacionado con un trastorno narcisista de la personalidad. Es mucho más cuidadoso con su reputación social y solo se dejará ver con adolescentes en círculos cerrados, fiestas de conocidos, eventos o festivales donde la adolescente figura como su plus one.

El pacto de “caballeros” o pacto machista es el silencio social, la fingida empatía entre hombres que ocultan las violencias heteropatriarcales del amigo o del conocido. Ese silencio ha mantenido a funcionarios en sus puestos durante décadas y permitido que artistas y escritores continuaran con sus carreras sin rendir cuentas por su conducta. Ha hecho que cientos de mujeres prefieran guardar un secreto, que el secreto se convierta en trauma y que duden constantemente sobre su propio consentimiento: hasta qué punto yo quise y hasta qué punto fui instrumentalizada… El pacto es uno de los mecanismos que obstruyen el desarrollo del movimiento Me too en Cuba, porque se le teme al efecto dominó que podría generar y a la instrumentalización que haría la dictadura de un proceso cómo ese: no es justo que paguen justos por pecadores o eso dicen algunos hombres en Madrid cuando hablamos del tema.

Una parte significativa de mis amigas tiene alguna vivencia de esta índole que solo cuenta en privado. Entre los 13 y los 18, tengo dos experiencias con pedófilos encubiertos, tipos carismáticos y hasta medio asediados por las chicas de mi edad. Nadie pondría sus nombres junto al calificativo de pedófilos. En los primeros meses, en los primeros encuentros, algo en mí se despierta, algo que me hace sentir especial y diferente. No he sido rechazada por los chicos de mi edad, he sido incomprendida: cada vez menos Titanic y más la nueva ola francesa, no soy para todos, pensaba.

Mi debut sexual precoz e instrumentalizado me provocó un desfasaje con los chicos y chicas de mi edad. Por varios años mi sexualidad oscila entre la omnipotencia y la apatía. A veces pienso: qué fácil es complacer a alguien, otras veces me siento hierática y como ida. Alguien me ha estado observando escribir esto en los últimos días. En mis viajes a la cocina me pregunta la temática. Estoy totalmente fascinada por la capacidad que tiene para no escandalizarse: le comento un poco, le digo que son experiencias de otros. Todavía siento pudor de revelarle algunas cosas, no quiero arruinarlo tan pronto. A fin de cuentas, nadie quiere un juguete roto.

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