Los feminismos, Pablo y las tradwives

“El movimiento tradwives promueve un sexismo antiguo basado en la dependencia y sumisión total, y un rechazo evidente hacia el colectivo LGTBIQA+.”

| Diversas | Opinión | 30/07/2024
Tradwives
Tradwives. Imagen: Laura Vargas

Hace unos días, mientras scrolleaba en Instagram, me encontré con un reel de una chica que se declara abiertamente feminista. En el statement del video hubo una frase en particular que me desconcertó: “Renunciar a estar bellas es un acto político”. Yo, que nací en el año 1994 en Cuba, no creo en actos políticos que no impliquen banderitas cubanas y canciones de Sara González. Y sí, esto es un chiste, quizás uno muy malo, pero la primera frase en cuestión me parece peor.

No pretendo dar una clase de feminismos ni explicar una vez más que luchamos, entre otras cosas, por no imponer una única forma de expresión o de comportamiento a las mujeres. Más bien, mi intención es reflexionar sobre cómo estamos, desde los feminismos, comunicando nuestras luchas.

Otra vez, ¿qué son los feminismos?

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Tradwives. Imagen: Laura Vargas

Explicar qué son los feminismos puede parecer sencillo, pero tiene su complejidad. Una respuesta clara y breve la podemos obtener de cualquier feminista o incluso en internet. La confusión surge cuando profundizamos en el tema.

La percepción del feminismo puede variar significativamente según quién responda. No por gusto ya reconocemos el término en plural: feminismoS. Hay múltiples corrientes intelectuales con respuestas y demandas diversas ante cuestiones similares: feminismo liberal, afrofeminismo o feminismo negro, feminismo radical, feminismo marxista, feminismo decolonial, transfeminismo, ecofeminismo, etc. Incluso los medios de comunicación se enmarcan en diferentes paradigmas feministas.

A esto hay que añadir todas las proclamas políticas y mensajes esencialistas, sobre los que no hay consenso, pero que a menudo escuchamos en charlas y manifestaciones: “El feminismo será anticapitalista o no será”, “el feminismo será antineoliberal o no será”, “el feminismo será abolicionista o no será”, “el feminismo será antirracista o no será”, “el feminismo será inclusivo o no será”. Esta pluralidad de discursos, al final, contribuye a que no todos comprendan qué se quiere decir cuando se habla de feminismos. Aclaro que no estoy en contra de esta diversidad, todo lo contrario. Sin embargo, es alarmante ver cómo la falta de comunicación efectiva y la fragmentación en nuestras luchas pueden dar lugar a malentendidos y a movimientos que, lejos de empoderar, pueden desdibujar nuestros objetivos.

Muchos hemos oído frases como “ni feminismo ni machismo, igualdad”; o “el feminismo me parece bien, pero las feminazis”... Quizás deberíamos detenernos a reflexionar por qué estas expresiones se repiten una y otra vez, tanto entre hombres como entre mujeres, o por qué se piensa que la igualdad se reduce a que los hombres laven los platos o que las mujeres carguen un saco de cemento. Es posible que el mensaje feminista no esté llegando correctamente y necesitemos cuestionarnos las razones detrás de esto.

La relación entre el activismo feminista y la academia ha sido beneficiosa para ambos. Mientras uno se enfoca en lo teórico, el otro lleva ese conocimiento a la práctica en pro de la igualdad y la justicia. Sin embargo, el elitismo y la intelectualización del lenguaje pueden dificultar su comprensión, especialmente para los principiantes. No es ideal comenzar explicando conceptos como cis-heteropatriarcado, capitalismo, producción y reproducción, perspectiva masculina, eliminar el patriarcado, descolonizar, explicación condescendiente, acoso, desaparición, diversidad sexual, etc., cuando hablamos con personas nuevas en el tema. Es cierto que, para quienes estamos familiarizados con los feminismos, estos términos son comunes, pero es importante recordar que para otros pueden ser completamente desconocidos.

Los feminismos, como cualquier movimiento social, deben esforzarse por comunicar sus ideas de manera que inviten a la reflexión y al diálogo, en lugar de polarizar y dividir.

La contracultura del tradwives

Tradwives
Tradwives. Imagen: Laura Vargas

“Hoy a Pablo le apetecía...”, “Pablo me ha pedido...”, “Hoy le he preguntado a mi novio qué le apetecía comer”. Así empiezan algunas de las publicaciones de la popular influencer Rocío López Bueno, conocida como Roro. En sus videos, se le ve luciendo un look impecable, maquillaje perfecto, joyas y una voz suave mientras muestra cómo cocina para su pareja. Sus videos, con millones de interacciones, siguen esta misma línea.

En las redes sociales, el gran interés generado por esta cuenta ha sido objeto de controversia. Muchas voces argumentan que su popularidad se debe al fenómeno tradwife, que no es más que la forma acortada del inglés traditional wife o “esposa tradicional”, en castellano. Otros sugieren que simplemente ha creado un personaje para las redes, inspirado en otros similares en los Estados Unidos, y que podría resultar muy rentable debido al tráfico de visitas que genera.

Tradwife es un fenómeno que responde a mujeres que adoptan roles domésticos tradicionales, presentándose impecablemente vestidas y dedicadas a las labores del hogar y la crianza de los hijos. Lo cierto es que muchas mujeres encuentran atractiva esta tendencia, aunque no se animen a (o no puedan) seguir todas sus consignas al pie de la letra, como cambiar su forma de vestir o renunciar a sus empleos de forma permanente. La dificultad de conciliar la vida laboral con la familiar hace que muchas mujeres se cuestionen seriamente si vale la pena económica y personalmente ir a trabajar y dejar a sus hijos al cuidado de otra persona.

El problema es que, como era de esperarse, detrás del movimiento tradwives se esconde que el club de las “esposas perfectas” no solo promueve un sexismo antiguo basado en la dependencia y sumisión total. También se puede percibir un rechazo evidente hacia el colectivo LGTBIQA+ y cualquier forma de “familia no tradicional”, un matiz político ultraderechista radical, una ideología religiosa retrógrada e incluso un posible racismo entrelíneas.

Con este panorama, ¿cómo es posible que muchas personas elogien públicamente ese modelo? De hecho, la mayor parte de los comentarios en las publicaciones de Roro son ataques e insultos al movimiento feminista.

El mensaje de tradwife se presenta como una contracultura ante los movimientos feministas actuales, especialmente para aquellos que están expuestos a discursos conservadores. Para algunas personas, estos movimientos feministas pueden parecer radicales o alienantes, lo que hace que busquen en el discurso de tradwife una opción que promueve valores tradicionales de género y roles familiares que les resulten más accesibles. Además, la estética retro y el estilo de vida nostálgico asociados con el discurso de tradwife pueden atraer a jóvenes que buscan una conexión con el pasado.

En tiempos de incertidumbre económica o social, la idea de roles de género más definidos puede ofrecer una sensación de seguridad en un mundo en constante cambio. En contextos donde las expectativas tradicionales de género son fuertes, ser “esposa tradicional” puede verse como una aspiración ideal. Esto contrasta con los discursos feministas, que desafían las normas de género y pueden parecer más complicados y menos accesibles, especialmente en un entorno digital donde el mensaje de tradwife es fácil de consumir y compartir.

Comunicar desde los feminismos

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Tradwives. Imagen: Laura Vargas

Es necesario un enfoque claro y robusto que desafíe las estructuras patriarcales y las injusticias de género. Sin embargo, este enfoque puede resultar confrontacional para quienes, aunque comparten la lucha por la igualdad, se sienten abrumados por discursos radicales. Un ejemplo es el movimiento TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminism), que ha generado divisiones y socavado el feminismo inclusivo, al excluir diversas identidades y experiencias. Este radicalismo no solo perjudica a quienes excluye, sino que también aleja a potenciales aliados.

Además, dar una imagen esencialista de los hombres, basada en estereotipos negativos, es inadecuado y poco realista, ya que ignora las complejidades sociales y la diversidad. Los hombres no son una masa uniforme ni están cruzados por las mismas ventajas y privilegios.

El uso de un lenguaje bélico y violento no invita a unirse al movimiento: “la guerra contra el patriarcado”, “la lucha feminista”, “la batalla contra violencia de género”, “el violador eres tú”. Estas consignas agresivas pueden provocar rechazo y generar afirmaciones extremistas en contra del feminismo. Así es como surgen afirmaciones como que el feminismo pone a los hombres a la altura de los nazis, que el feminismo busca enfrentar a hombres y mujeres, o que el feminismo es un movimiento extremista y terrorista. No es de extrañar que millones de personas fácilmente se posicionen en contra del feminismo. Como resultado, hay quienes ven nuestros objetivos como algo ridículo o exagerado, y se alejan de la conversación. Es en este vacío donde proliferan movimientos como el tradwife, que nos enseña que los feminismos necesitan un cambio en su estrategia comunicativa.

La forma de comunicación es crucial en cualquier movimiento social. Es muy diferente atacar, infantilizar, imponer y obligar al cambio, que aportar argumentos y opiniones que realmente puedan ayudar a reflexionar y provoquen un cambio significativo. El movimiento feminista está lleno de personas que no practican lo que predican: aunque el mundo no funcione correctamente y sea complicado ser coherentes, no podemos evadir nuestra responsabilidad individual.

Aunque la indignación y la pasión son motores de cambio, la forma en que se expresan puede determinar el impacto y la recepción del mensaje. Está mal atacar a Roro gritándole “esclava” en la calle por el modo de vida que decidió llevar. Ella misma ha declarado sentirse parte del movimiento feminista y que lo que muestra es solo una parte de su vida. “Estoy haciendo una receta para mi novio. No significa que las mujeres se tengan que poner a cocinar, que los valores tradicionales sean los mejores ni que yo sea una ama de casa”. ¿Entonces? ¿No era que defendíamos la idea de no imponer una única forma de expresión? ¿No era que había que fomentar la libertad de elección y la autonomía?

Obviamente hay un problema: no queremos que se normalice este tipo de conductas. Por tanto, la comunicación efectiva debe ser inclusiva, respetuosa y orientada al diálogo constructivo, fomentando un espacio donde todas las voces puedan ser escuchadas y consideradas. Cuando se adopta un enfoque basado en el respeto y la empatía, se abre la posibilidad de generar entendimiento y cooperación, en lugar de resistencia y conflicto.

Debemos esforzarnos por construir puentes entre las diferentes corrientes y crear un diálogo donde nuestras diferencias sean vistas como una fortaleza y no como un obstáculo. Necesitamos feminismos que sean accesibles, que incluyan a todas las voces y que hablen desde la experiencia cotidiana de las mujeres de diversas realidades.

Además, debemos preguntarnos: ¿cómo podemos hacer que nuestras luchas sean vistas como relevantes y necesarias en un mundo donde, muchas veces, nuestras demandas son desestimadas? La clave está en adaptar nuestros mensajes para resonar con aquellos que aún no han sido convencidos, utilizando un lenguaje claro y un enfoque compasivo que invite a la reflexión y a la acción.

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