“Álbum cubano de lo bueno y lo bello”, primera publicación periódica fundada y dirigida por una mujer en Cuba

En su “Álbum cubano…”, Gertrudis Gómez de Avellaneda publicó una “Galería de mujeres” que constituye un documento pionero en Iberoamérica, escrito en defensa de la igualdad.

| Escrituras | 07/02/2024
Álbum de lo bello y lo bueno, de Gertrudis Gómez de Avellaneda
“Álbum cubano de lo bueno y lo bello”, de Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, que había salido de Cuba en 1836 regresa a ella en 1859. La historia de la literatura cubana poco se ha interesado por indagar acerca de aquel tiempo de la Avellaneda en la isla. De entonces, sólo se recuerdan, por su lógico interés, el homenaje que se le hizo en el Teatro Tacón de La Habana en 1860 organizado por su coterráneo José Ramón Betancourt. Pero apenas hay referencias al que recibió en el Teatro Principal de su Puerto Príncipe natal. A este último, fue acompañada por una de sus medio hermanas en cuya casa se alojó esos días.

Por otra parte, no hay en Cuba un estudio integral de su Álbum cubano de lo bueno y lo bello. A pesar de haber sido la primera publicación periódica dirigida por una mujer en la isla. Ni siquiera en aquel momento hubo, en los círculos intelectuales cubanos, referencia alguna a esta publicación como tampoco a Gertrudis Gómez de Avellaneda. Se le debe a Ramón de la Sagra, científico español y amigo personal de la escritora, una de las primeras valoraciones acerca de esta importante publicación. Ramón de la Sagra,[1] en su último libro sobre Cuba, publicado en 1861 en París, al evocar aquella visita a la isla se detiene, en más de un pasaje, a su estrecha relación con la poeta principeña. No es de extrañar, pues, el siguiente pasaje del español:

Había comenzado la publicación de un periódico lleno de interés, bajo el título “Álbum cubano de lo bueno y lo bello”, en el cual escribían casi exclusivamente Señoras y Señoritas cubanas. Desde el primer número pudo conocer el público, que ni la futilidad ni la ligereza serían los caracteres de la nueva publicación periódica, sino la elevada literatura, la filosofía del corazón, y el culto religioso de la moral dulce y compasiva.
Los artículos sucesivamente publicados y dirigido por mi amiga, hacen honor a la civilización cubana en general y al genio y a la instrucción de su redactora en particular. Pocos países podrán ofrecer uno semejante, de mérito igual y de ideas trascendentales; lo cual puede servir de anuncio del porvenir intelectual de un país, cuyo bello sexo ofrece ya tan notable pléyade de talentos distinguidos.[2]

La Avellaneda, antes de fundar y dirigir el Álbum cubano de lo bueno y lo bello, había colaborado con la prensa española desde muy temprano. En 1839, apenas llegada a España, publicó sus primeros poemas en La Aurora, periódico de Cádiz, firmados con el seudónimo de “La Peregrina”. Otras revistas donde vieron la luz sus trabajos fueron: El Heraldo y la Gaceta de Las Damas, entre otros. Colaboró desde España para la prensa cubana en sitios como La Semana Literaria o Compañeros de las Damas, y en el Diario de la Marina. Fue en este donde dio a conocer su último libro de viajes Memorias de mi excursión por los Pirineos.

Prensa dedicada a la mujer

Es importante recordar que, en el caso de Cuba, la prensa dedicada a la mujer apareció muy temprano en relación con América y España. El Correo de las Damas, fundado en 1811 en La Habana, es la primera de las revistas en lengua española dedicada a las mujeres.[3] Le siguieron en Cuba, La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo (1829-1830), dirigido por el epistológrafo Domingo Delmonte. Entre 1845 y 1848 apareció La Semana Literaria. Dedicada al bello sexo, de la que sólo quedan los ejemplares de 1847 y parte de 1848. En esta revista colaboró en dos ocasiones Gertrudis Gómez de Avellaneda. Pero es el Álbum cubano de lo bello y lo bueno, la primera revista escrita y dirigida por una mujer en la isla.

Página del Álbum cubano de lo bueno y lo bello. Foto: OHC
Página 3 del Álbum cubano de lo bueno y lo bello. Foto: OHC

El álbum, en tanto documento hecho esencialmente por mujeres, tiene antecedentes muy lejanos en la cultura latinoamericana. No siempre concebido como revista, según refiere la española Carmen Ramos Escandón, puede asumirse en el siglo XIX como:

Un espacio para la mujer, para “los alfileres”, los recuerdos de la mujer, un espacio también de consumo, de habitación, es pues un espacio femenino por antonomasia. […] donde se construye discursivamente un imaginario de la identidad y de la cultura femenina.[4]

Por otra parte, al decir de la ensayista Vanesa Misere:

El álbum se asemejaba, en usos y propósitos, a nuestras actuales redes sociales, en la medida que conectaba al individuo con una red de personas tanto conocidas como desconocidas y contactados a distancia. Este fenómeno que combina escritura con sociabilidad se popularizó en las primeras décadas del siglo XIX en Europa y América.[5]

Todavía entrado en siglo XIX e inicios del XX se pueden ver en autores como José Martí, Aurelia Castillo, Julián del Casal, Enrique José Varona e incluso en Dulce María Loynaz poemas o escritos que dicen en su dedicatoria: “Para el álbum de la señorita…”. Hubo álbumes famosos, pertenecientes a mujeres de la sociedad latinoamericana, por las firmas de personas ilustres que se conservan en ellos.

Por tanto, este es un referente necesario para abordar el Álbum cubano de lo bueno y lo bello. Con carácter de revista quincenal tuvo cuatro secciones: moral, modas, literatura y bellas artes. Apenas en seis meses dio a conocer doce números. Es curioso señalar que, al contrario de otras publicaciones periódicas de la época, nunca dio espacio en sus páginas para anuncios comerciales.

El álbum de La Avellaneda

Gertrudis Gómez de Avellaneda sufragó todos los gastos de la publicación. Interrumpió la salida del mismo por la enfermedad de su esposo. En sus páginas publicaron, entre otras firmas, Luisa Pérez de Zambrana, Julia Pérez Monte de Oca, Martina de Piedra, Fernán Caballero, María Verdejo, Ramón Zambrana y Ramón de la Sagra. La autora de Dos mujeres dio también a conocer a autores como Lord Byron, Chautebriand, Víctor Hugo y otras importantes figuras del mundo de la cultura occidental.

La Avellaneda abrió su primer número con largo artículo acerca de los propósitos de la publicación. Desde las primeras líneas queda claro que esta es una revista dirigida al mundo femenino, pero que puede ser leída por todo el que se interese por ella.

¿Qué es lo bueno? ¿Qué es lo bello? El título dado a la publicación periódica que hoy comienza su vida, nos pone en el deber de definirlos bajo el aspecto particular que los hemos considerado; sin dejar por eso de echar una mirada sobre la general latitud de sus acepciones.
Así es que la literatura y las artes, por medio de las cuales realiza el hombre las bellezas ideales, están sujetas a reglas imprescindibles que les imponen el orden, la unidad, la proporción y la claridad, sin cuya observancia el género humano no alcanza a producir la belleza artística en su perfección posible.
Lo bello, pues, es en el mundo intelectual lo que lo bueno en el mundo moral: es la armonía que resulta de la observancia de las leyes eternas; armonía en que resaltan por su parte la sublimidad de las obras de la inteligencia, en la imitación de la belleza perfecta; y por otra, la santidad de las obras de la moral (o sea, conocimiento y amor de lo bueno) en la constante tendencia hacia el bien absoluto.[6]

La lectura de estas líneas evidencia el credo estético de su autora, plenamente romántico tanto como su amplia cultura. Es obvio que ha leído a profundidad a J.G.F. Hegel, especialmente, sus Lecciones de Estética. El manejo que la autora de Sab hace de los conceptos de lo bello y lo bueno responden a una profunda eticidad filosófica. El sufrir, el dolor en sus más diversas vertientes, pueden enaltecer el alma humana y llevarla a una condición de sublimidad. Todo esto tiende a un devenir, al único posible, el del bien absoluto que coincide con la idea hegeliana de la perfección del arte romántico.

Página 4 del Álbum cubano de lo bueno y lo bello. Foto: OHC
Página 4 del Álbum cubano de lo bueno y lo bello. Foto: OHC

El abogado y crítico cubano Antonio Zambrana, en una carta que le dirige a la Avellaneda y que ella dio a conocer en su Álbum cubano…, decía con una agudeza nunca antes expresada en la isla, sobre la obra de esta autora:

No era menester que Ud. me asegurase que amaba la filosofía; aunque sea Ud. poetisa eminente, en todos los géneros, ya se echa a ver a cada paso su natural propensión a elegir para sus cantos asuntos serios, filosóficos: “Dios y el hombre”, “La cruz”, “La felicidad” son composiciones que encierran la más severa filosofía. Pero ¿qué digo? Hasta en “La hija de las flores”, ese tesoro de pensamientos risueños, de imágenes delicadas, hasta “La hija de René” también ese bello idilio, ese primoroso, aunque inverosímil capricho de la fantasía es Ud. filósofa; y lo es hasta probar con argumentos irrefutables que los de Pirron y de Hegel, que no saben nada los sabios.
Porque el arte se separó de la filosofía y formuló sus reglas especiales, bien que acomodadas siempre al espíritu filosófico; y por esto la Estética lo llama ciencia de lo bello, y la filosofía de las bellas artes.[7]

Álbum cubano de lo bueno y lo bello como documento histórico

Gertrudis Gómez de Avellaneda publicó aquí su “Galería de mujeres célebres”. Esos pequeños ensayos parecen ser, el primer documento orgánico de Iberoamérica, escrito en defensa de la mujer. La autora no se proclamó feminista. Nunca perteneció a ningún grupo de mujeres de este corte. Pero se convirtió en un paradigma para todo el siglo XIX. Sus trabajos dedicados a Safo, Santa Teresa de Jesús, Isabel I La Católica, Catalina de Rusia y hasta a una china Pan-Hoei-Pan, de quien comentó su “Código de las mujeres” mantienen hoy una vigencia extraordinaria. Además, se constituyeron tiempo después en textos de referencias para el naciente feminismo español, en especial, para Concepción Gimeno de Flaquer quien se refiere a ellos en sus obras.

La crónica social no podía faltar en esta revista. La Avellaneda la escribió muchas veces. La femineidad y el buen gusto prevalecieron en ella. Su aguda mirada al describir eventos, reuniones y modas permiten hoy recomponer una imagen de la sociedad habanera de aquel tiempo. En el tercer número de la revista firma su crónica con “xxx”, tal como lo había hecho en otras secciones de la publicación anteriormente. Al referirse a un concierto en el Teatro Tacón, la autora de Sab lo que hace es dar una lección sobre las artes. En realidad, el concierto fue el pretexto. Sus crónicas, como las de José Martí y Julián del Casal tiempo después, constituyen monumentos de la memoria cultural de la época. La Avellaneda hace un despliegue de su conocimiento de las artes y, además, educa el gusto de sus lectores:

El encanto popular de la música en su ilimitación la hace superar a cualquier otro arte. Admirando una pintura estamos en cierto modo limitados a la concepción del artista, nos vemos obligados a admirarla ajustados a los trazos que haya querido darle su autor. Una pintura rara vez llena completamente, si el que admira está dotado con algún poder de imaginación […]. La música es un arte sin limitación […] una hermosa pieza de música admitirá mil diferentes interpretaciones según el humor y el gusto del que hayan recibido precisamente la misma impresión de la melodía; que la interpreta y de quienes la escuchan. Quizás no se encuentren dos personas que hayan recibido precisamente la misma impresión de la melodía; más todavía, es dudoso que haya un individuo que pudiese escuchar dos veces la misma composición y experimentar ambas veces el mismo género de ideas o igual clase de composición.[8]

Más adelante, al reseñar una recepción en el Palacio de los Capitanes Generales, demuestra su saber acerca de la elegancia femenina en el vestir, de su conocimiento de la moda y de las características de la sociedad habanera. Hace un retrato de la condesa de San Antonio, cubana y esposa del Capitán General de la Isla, realmente memorable porque resalta el buen gusto, las maneras y la idiosincrasia de la mujer cubana. Quien describe a la condesa, a saber la Tula, se ha codeado con lo mejor de la sociedad española de su tiempo. Así que hay razones para saber que habla con conocimiento de causa:

La Exma. condesa de San Antonio hacía muy bien los honores a su palacio—y acogía a todas las señoras del modo más cariñoso. Mostró su buen gusto en la elección de su traje, acompañándolo de una distinguida sencillez. Lucía un vestido de tul blanco de doble falda salpicada de plata; corpiño de drapiere del mismo género. Su tocado lo componía una corona azul sosteniéndolo un velo de tul a la Emperatriz. En el cuello doce vueltas de perlas. Era primorosa la elección de esta sencilla toilette y si la coloco en primer lugar, no es ciertamente [ilegible] de ceremonia, sino el de justicia.[9]

En la revista aparecen otros seudónimos como “Felicia” y “Celina”. El estilo empleado permite reconocer la autoría de la escritora camagüeyana. Los trabajos concernientes a la moda no sólo muestran su conocimiento sobre el vestir, sino que van a esbozar ciertos principios, de lo que tiempo después se concibió como una teoría de la moda. Por tanto, en este rubro fue también una adelantada a la sociología y la antropología de la moda.[10] Una personalidad como la del inglés Cecil Beaton (1904-1980), considerado como uno de los teóricos de la moda, en su libro El ensayo de la moda advertía cómo los que dictan y hacen las modas, tanto como quienes escriben sobre ella, deben tener un vasto conocimiento cultural porque la moda tiene un condicionamiento epocal. Y esto le hace afirmar: “De esta consideración surge una curiosa paradoja: las modas son efímeras, pero la moda es permanente”.[11]

Gertrudis Gómez de Avellaneda pintada por Federico de Madrazo
Gertrudis Gómez de Avellaneda pintada por Federico de Madrazo.

No solo la moda, pues, fue objeto de interés de la Avellaneda para su publicación. Pero valía la pena detenerse en el tema por su carácter cultural y por las valoraciones nada frívolas de la autora de esas crónicas. Para Gertrudis Gómez de Avellaneda no debió ser nada fácil dirigir esta revista. Ella la sufragó totalmente. Además, tenía que seleccionar, escribir, editar, en fin, hacer gala de su inteligencia en un mundo prohibido para las mujeres en la isla. Por esa razón, desde las páginas de el Álbum cubano de bueno y lo bello, con elegancia, pero con firmeza, les advierte a los lectores:

Esperamos de la benevolencia de los Sres. suscriptores del Álbum cubano, que sean indulgentes esta vez con la falta involuntaria en que hemos incurrido. Las imponderables dificultades que encuentra en esta isla la instalación de un periódico, las preferentes obligaciones de la prensa de la que sale este primer número, y hasta la desgracia de una pérdida dolorosa que ha venido a afectar en estos días a la directora del Álbum todo se ha reunido para inutilizar el buen deseo de la redacción. No habiendo sido posible que este número que debió repartirse el primero del corriente salga a la luz casi a mediados de mes, el segundo no podrá darse ya hasta el 1ero de marzo, continuando sin interrupción todos los días 15 y 1ero.[12]

El Álbum cubano… dejó una huella esencial en la historia de las publicaciones periódicas en la isla. La investigadora cubana Araceli García-Carranza al referirse a esta publicación afirmaba: “En realidad el Álbum cubano de lo bueno y la bello no era solo una revista, sino un documento histórico que prestigiaba y defendía a la mujer de la época”.[13]

El legado de Álbum...

En 1865 otra camagüeyana, Domitila García de Coronado, conjuntamente con Sofía Estévez, fundaba en Puerto Príncipe El Céfiro,[14] una publicación semanal dirigida esencialmente a las mujeres. Sofía Estévez dedicó en más de una ocasión trabajos acerca de las teorías y el pensamiento estético de la época. No tuvo secciones fijas, ni crónica social, pero abordó temáticas educativas, históricas y de costumbres de la región. Puede considerarse, sin lugar a duda, una continuidad del Álbum cubano de lo bueno y lo bello.

El estudio de la prensa femenina en Cuba sigue siendo hoy un terreno poco abordado por la investigación cultural. Se carece de una historia del periodismo escrito por mujeres. Los aportes fueron relevantes no sólo para Cuba, sino para Iberoamérica. Invitamos, pues, a una lectura cabal de esta zona de la historia y de la cultura cubana.


[1] A ambos los unía una larga y buena amistad. Ramón de la Sagra había estado entre los redactores de La Ilustración. Álbum de las damas, que dirigió la Avellaneda en Madrid en 1845. Vinieron juntos en el barco que los llevó a La Habana y se alojó en diferentes ocasiones en las casas que ocupó la escritora en Cuba.
[2] Ramón de la Sagra: Historia física, económica, intelectual y moral de la Isla de Cuba. Imprenta de Simón Baçon, París, 1861, pp. 141-142.
[3] Cfr., Inmaculada Jiménez Morell: La prensa femenina en España desde sus orígenes hasta 1868. Ed. La Torre, Madrid, 1992. La autora señala que los ejemplares de este periódico: “únicamente se conservan en la Hemeroteca Municipal de Madrid”, p.25.
[4] Carmen Ramos Escandón: “Espacios viajeros e identidad femenina en México del fin de siglo: El Álbum de la mujer de Concepción Gimeno”, en: Sara Beatriz Guardia (Editora y compiladora): Viajeras entre dos mundos. Centro de Estudios de la Mujer en América Latina. Madrid, 2011, p. 289.
[5] Vanesa Misere: “Lectoras, autoras y consumidoras: los usos femeninos del álbum en Latinoamérica”, en revista Telar23 (julio -diciembre), 2019, p. 27.
[6] Gertrudis Gómez de Avellaneda: “Lo bueno y lo bello”, en: Álbum de lo bueno y lo bello, [s. e.], La Habana 1860, p. 1.
[7] Antonio Zambrana: “Carta a Gertrudis Gómez de Avellaneda”, en: Álbum cubano de lo bueno y lo bello, [s. e.], La Habana, 1860, p.38.
[8] Ibíd, pp. 93-94.
[9] Ibíd; p. 95.
[10] Me gustaría recordar aquí que el tema de la tesis doctoral del semiólogo Roland Barthes versó sobre la moda. Dedicó también Barthes textos muy importantes textos de semiótica al fenómeno social del vestir.
[11] Cecil Beaton: El espejo de la moda. Ed. AHR, Barcelona, 1954, p.12.
[12] Álbum cubano de lo bueno y lo bello, 15 de febrero de 1860, p. 32.
[13] Araceli García-Carranza (Compiladora): Índices de revistas cubanas del siglo XIX. Biblioteca Nacional “José Martí”, La Habana, 1970, p. 172.
[14] En el Museo “Ignacio Agramonte” de Camagüey se conservan muy pocos ejemplares y en pésimo estado de conservación.

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