Del amor

"Es posible que me ames / y te ame, mujer nueva, / pero mi amor es tan viejo / como estas vagas estrellas".

"Del amor". Imagen: Pixabay.

1

Yo amo la corte de amor

del trovador provenzal

y la mística canción

de las olas en el mar.

Fidelidad que es infiel

pues ama lo que no es.

Falso amor, amor cortés

que idealizas a la amada,

ramita de Salzburg, son

antiguo, mentira que ama.

2

Puedo proclamar la paz

inmensa que dan los libros

rodeándome como un haz

en la mesa donde escribo,

y contener el suspiro

de estas traicioneras ansias,

pues tanta paz no me alcanza

y es retórico el poema

que habla de paz en la guerra

profunda que libra el alma.

3

He aquí la gloria del sexo

antes del sexo, mujer.

Celeridad del contacto

con la gloria, amor cortés.

Lo divino aquí es el nexo

que no somos tú ni yo,

puesto que no somos dos;

siempre hay un más que reclama,

plexo solar, plectro o llama

quemándonos la avidez.

4

Yo amo la correspondencia

pretérita del amor

y la muda equivalencia

de los frutos y la flor.

Amo el hogar, fiera estancia

mejor que la corte ciega

de las palabras, la idea

que eres antes de ser tú,

oscuridad que es mi luz,

rama que el sol regenera.

5

Sentir tu respiración

es como alcanzar el centro

cálido de una visión.

La noche hierve por dentro

y en ti se alista al encuentro

de la jornada que inicias,

pues con tus manos oficias

el ritual del desayuno,

la alquimia del dos al uno,

del uno al dos que propicias.

6

Esta mañana el rocío

te caía por la falda

y fue a parar a mi espalda

como un ingrávido río.

Tocar el mármol tan frío

fue el contrapunto al brebaje

que se rompe en el oleaje

de los labios y la piel,

el acendrado mantel

de un apetito salvaje.

7

Eros que todo lo mudas

y transmutas, dios pagano,

no apagues nunca mi hambre,

déjame en la sed que amo.

Canción de amor, ¡qué difícil

es cantarte! ¡oh niño dios!

Bestia irónica que enfermas

toda melodiosa voz.

Resplandece, cristal roto,

renuévame ya, temblor.

8

Es posible que me ames

y te ame, mujer nueva,

pero mi amor es tan viejo

como estas vagas estrellas.

Acaso los dos seamos

uno solo que se aferra,

mientras la luna gastada

de hoy, mañana estará llena.

Ave o galaxia que muere en la boca del poeta.

9

Déjame roto el puñal

que adelantas en el pecho,

propela del contrahecho

de una herida colosal.

Fíjame, acero mortal

a esta gravedad que niego.

Grave cosa es ese ruego

que se alza de la garganta

y como en sueños levanta

nuestros apagados egos.

10

Curva de tu cuerpo al mío,

órgano sexual: oreja,

receptáculo del beso,

asidero del poema.

Por nada te canjearía

—tacto, latido, pulsión—,

fábula de la reunión

de los ritmos ancestrales

y los sonidos vulgares

que escuchas, dilecto amor.

11

Yo amo la sal del planeta

que se reparte en tus manos,

la sonrisa verdadera

con qué justicia en tus labios.

Inteligencia que apuras

y tanteas mi ostracismo,

serpiente del manierismo

de esta costumbre madura.

Hoguera de sal, sonrisa,

consume, blanca, mi ira.

12

“Gravitación que no cesa

de gravitar”, dijo el padre.

La madre volteó a la puerta

de los rojos flamboyanes.

“Eso es amor —dijo. Mira

como surgen de la sangre

las flores despedazadas

hacia el fantástico aire”

“Yo amo el amor —dijo el hijo—

vacío peso, fiel, nadie.”

13

Caverna del hombre: obra

que desdeña la mujer,

miel que siempre acaba en hiel,

tranquilidad que es zozobra.

Desamor que nadie nombra

ni canta, malentendido,

ciervo que huyes fugitivo

antes de sangrar la herida

abierta de la obra viva

que no he de escribir: olvido.

14

Lo que antes fuera cantiga

del falso amor cortesano,

ahora que somos amigos

se clava en nuestros costados.

Flecha lanzada que vuelve

y nos convierte en hermanos.

Amiga, ven, no te vayas,

quédate cerca, te espero

en alguna encrucijada

del alba, cruel desencuentro.

15

Atento estoy al sonido

de cada gesto que haces,

como en silencio complaces

la música del sentido.

Y he llegado a amar el ruido

que dejas cuando te marchas,

esas gélidas escarchas

del instante que no es beso,

todo el calor del exceso

que armonizas, como jarcha.

16

Besar tu frente es besar

algún lejano paisaje

reluciente como un traje,

fina tela de sudar.

Superficie para amar

la aridez: besar tu frente,

desbordado continente

que guarda tus pensamientos

y estos húmedos momentos

que anhelo como un demente.

17

Al fin lo sé, ciudad, te amo,

qué espléndida eres, ciudad, hoy,

que sin pensarte te contemplo,

y qué hondo sube mi reclamo

en tus descansos donde voy

con mi cansancio de otro tiempo.

Ahora lo sé, ciudad, te he visto

y he visto el rostro del amor

pasar ligero en el candor

grave del rostro que conquisto.

18

¡Salud! digo al minuto

que pasa por mis venas,

oleada que penetra

como una tempestad.

¡Ah dioses del segundo

que en silencio nos dejan!

Alucinante hora

que embistes sin permiso,

cauce hacia el paraíso

de la mujer: ¡ciudad!

19

Cómo vienen tus axilas

a engendrar en la belleza,

profunda delicadeza

que no atisban mis pupilas.

Qué sonoras retahílas

enmudecen en tus brazos,

y cuántos ciegos retazos

vislumbro desde tu cuello,

cuán minucioso es el vello

que dibuja en ti esos trazos.

20

Mujer nueva: sucesión

de mi mutable carácter,

tú sola posees el arte

de cambiarme. Fiel amor,

platónica perfección

que alimenta mis instintos

comiendo en fuego distinto

su idéntica llama doble.

Amor: banquete del pobre

que sostienes mi apetito.

21

Ganas de saciarme en ti,

de verte, amor, como eres,

sed de ser en tu ser, crueles

ganas, ganas, ganas, ganas.

Solícita sombra, vana

luz que nunca nos refleja,

cuerpo que el alma me aneja

y me consume en deseos

de ser en la sed que creo,

que es ser uno en la pareja.

22

Ser uno en tu rauda ceja,

ululación y mareo,

dentro de ti como un reo

deseoso de su reja.

Ojos, boca, piel, guedeja

libre que el beso me impide,

manos que abiertas prohíben

la consumación del acto;

saliva, sudor, contacto:

ganas de saciarme en ti.

23

Yo soy el hombre sediento

que ha visto caer el agua

sobre tu piel, como fragua

dentro de la zarza ardiendo.

Derrámate en mí, violento

amor que impaciente anhelo.

Yo he de proclamar al cielo

esta consigna de hoy:

Amor, yo soy el que soy,

tú me has arrancado el velo.

24

No me pidas que en el suelo

nos quedemos, amor mío,

mientras oigo el vocerío

que se avalancha en tu pelo.

—Tú desnuda eres un credo

mejor que el de los Cantares.

Turbamulta de los ángeles

que se agolpan en tu ropa

y apuran juntos la copa

de tus cenitales labios.

25

Cuerpo, cantiga, astrolabio

donde echar al fin mi suerte,

más allá de la áurea muerte

o la reunión de los sabios

griegos, y el enamorado

polvo de aquel trovador,

¡ah médulas del fervor

que se queman con mirarte!

¿en dónde habré de encontrarte

paráclito, último amor?

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