Ellas, las del Boom: 5 escritoras del Boom latinoamericano
Rosario Castellanos, Elena Garro, Clarice Lispector, María Luisa Bombal y Silvina Ocampo representaron al boom latinoamericano desde sus contribuciones a la literatura y a la defensa del rol de la mujer.
El Boom latinoamericano, movimiento literario de las décadas de 1960 y 1970, marcó un antes y un después en la percepción global de la literatura hispanoamericana. Fue un movimiento literario enfocado principalmente en el género novelístico, marcado por la experimentación formal, la innovación del lenguaje y los atrevimientos sociales y políticos. Caracterizado por su vanguardismo, este fenómeno editorial presentó narrativas con estructuras temporales no lineales, polifonía narrativa, neologismos, y el uso de la historia regional y nacional como contexto.
El Boom no se adscribió a una unidad temática específica, sino que cada autor exploró universos de interés personal, aunque en general se enfocaron en cuestiones nacionales, regionales, y la construcción de una nueva identidad latinoamericana. Este periodo literario destacó por romper las barreras entre lo fantástico y lo cotidiano, dando lugar a corrientes como el realismo mágico, que narraba lo maravilloso desde una perspectiva realista, y la ficción histórica, que abordaba las tensiones políticas. El Boom reemplazó viejos estereotipos por nuevos arquetipos que rápidamente se convirtieron en clásicos.
Nombres como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes dominan el panorama de este fenómeno cultural que catapultó sus obras al reconocimiento mundial. Sin embargo, la narrativa de este periodo no estuvo exclusivamente moldeada por plumas masculinas. Diversas autoras contribuyeron con visiones únicas al Boom, aunque su reconocimiento ha tardado en consolidarse.
El machismo del Boom latinoamericano
En su artículo “Las mujeres en el ‘boom’ latinoamericano: o invisibles o asistentas”, la periodista Nuria Marrón cita al escritor peruano Iván Thays, que definió el movimiento como un club que no admitía señoras:
Algunos autores, incluso, reconocen la labor de Mercedes Barcha, la compañera de Gabriel García Márquez, como una figura clave detrás del éxito de Cien años de soledad, teniendo en cuenta su dedicación y sacrificio. Mercedes Barcha vendió electrodomésticos para financiar la publicación de la obra y mantener la casa mientras el creador de los Buendía escribía su novela.
De esto habló el propio García Márquez en más de una ocasión, y en carta de 1966 a Plinio Apuleyo Mendoza sobre el proceso de creación de Cien años de soledad, escribe: “Mercedes aguanta como un hombre, pero dice que si luego la novela no funciona me manda a la mierda”. Quizá por eso se conozca más esta anécdota, a fin de cuentas relacionada con él como autor, que las obras de otras grandes autoras que no alcanzaron el esplendor mediático de sus colegas hombres.
En su artículo “Las ‘chachas’ del boom latinoamericano”, la periodista Noemí López Trujillo hace referencia a lo que al respecto planteó la escritora y periodista ecuatoriana María Fernanda Ampuero cuando dice que estas mujeres fueron:
“Lo que una escritora necesita es lo que ellos han tenido: una esposa”, planteó la escritora y artista plástica chilena Marcela Serrano en un programa de televisión. El mismo Vargas Llosa lo reconoció cuando, rompiendo en llanto mientras leía su discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura en 2010, y refiriéndose a Patricia Llosa, quien fuera su esposa durante cincuenta años, y de quien ahora está separado, dijo:
En 2009, Pilar Donoso, hija adoptiva de María del Pilar y José Donoso, publicó el libro Correr el tupido velo, una confesión familiar de todo lo que su familia había escondido tras las cortinas. Allí describe cómo su padre “confiesa varias veces haber golpeado” a su madre “con ‘fuerza y prolongación’”. Y continúa:
No resulta sorprendente que María del Pilar, la esposa de Donoso, hubiera experimentado episodios de depresión y que, en algunos momentos de su vida, encontrara en el alcohol un refugio ante sus dificultades. Acerca de otras características machistas del grupo ella misma, en un epígrafe de El boom doméstico, incluido en la edición de 1987 de Historia personal del boom, el diario del escritor chileno, comenta:
Muy a pesar de este pensamiento, fue una mujer, Michi Strausfeld, quien introdujo a Cortázar, García Márquez, Carlos Fuentes y Bioy Casares en el mercado editorial alemán gracias a su trabajo “casi” intelectual como traductora. Esto puede corroborarse en Mariposas amarillas y los señores dictadores, un libro de memorias al respecto, que la editora y editora alema publicó en 2021.
5 escritoras del boom latinoamericano
Pero el machismo no se quedó solo en casa. La mayoría de las mujeres que también escribieron novelas con un alto vuelo de experimentación formal, innovación del lenguaje y desafíos sociales y políticos que querían marcar la construcción de una nueva identidad latinoamericana desde el acople de lo fantástico y la realidad, no corrieron la misma suerte editorial y por lo tanto de reconocimiento que sus colegas hombres. Tales son los casos, entre otras, de las mexicanas Rosario Castellanos y Elena Garro, la brasileña nacida en Ucrania Clarice Lispector, la chilena María Luisa Bombal y la argentina Silvina Ocampo. Todas con contribuciones a la literatura y a la defensa del rol de la mujer en el espacio consagrado de las letras; algunas, incluso, fervientes feministas.
Rosario Castellanos
Nacida en Ciudad de México en 1925, Rosario Castellanos se distinguió no solo como una de las mentes más brillantes de la literatura mexicana sino también como una defensora incansable del feminismo latinoamericano. Su obra, que abarca la poesía, la narrativa, el ensayo, el periodismo y la dramaturgia, aborda las cuestiones de género, poder y desigualdad social. Todo esto la convierte en una de las pocas escritoras mexicanas del siglo XX que exploró los más importantes géneros literarios, y en una de las voces fundamentales del feminismo latinoamericano.
La infancia de Castellanos, marcada por la pérdida y una cercanía temprana al mundo indígena y femenino, forjó las temáticas fundamentales de su obra. En novelas como Balún Canán y Oficio de tinieblas, se abordan las dinámicas de poder y subordinación desde una perspectiva que intersecciona género, etnia y clase. Estas obras, junto con sus colecciones de cuentos, Los convidados de agosto y Álbum de familia, en donde las protagonistas rompen con cada uno de los tabúes sociales, no solo ofrecen una crítica a la marginación y la opresión sino que también plantean una reconfiguración del lugar de la mujer en la sociedad.
El compromiso de Castellanos con el feminismo quedó plasmado en su tesis de maestría en filosofía, “Sobre cultura femenina”, y se extendió a lo largo de toda su obra. Lucía Fox-Lockert, destacada estudiosa de la autora, señala cómo la vida de Castellanos representa un esfuerzo continuo por la liberación, y cómo su producción literaria es testimonio de su firme posicionamiento feminista. En este sentido, Castellanos no solo delineó las actitudes típicas de las mujeres y sus reacciones ante una sociedad patriarcal, sino que también vislumbró la posibilidad de una mujer auténtica, liberada de las imágenes y roles que la sociedad le ha impuesto.
Rosario Castellanos no solo se destacó en el ámbito literario, también fue diplomática. En 1971 fue nombrada embajadora en Israel, donde falleció trágicamente tres años después. A pesar de su muerte prematura, su obra se sigue leyendo, y ha sido traducida a varios idiomas.
Elena Garro
Aunque a menudo es más recordada por su matrimonio con Octavio Paz, Elena Garro fue una novelista, dramaturga, guionista, periodista y escritora mexicana cuya obra abordó temas de memoria, identidad y tiempo. Fue una de las pioneras en introducir el surrealismo, la magia y la fantasía al realismo. Algunos críticos consideran que la obra de Juan Rulfo y los tres primeros libros de Garro, Un hogar sólido (1958), Los recuerdos del porvenir (1963) y La semana de colores (1964), iniciaron el realismo mágico, aunque despreció el hecho de que la catalogaran como precursora de este movimiento literario por considerarlo una etiqueta mercantilista. Su exilio, provocado por su activismo político, marcó profundamente su escritura y su vida.
Nacida en un contexto donde los círculos literarios estaban poco abiertos a las voces femeninas, la obra de Garro se destaca por su riqueza narrativa y su capacidad para entrelazar lo personal con lo político. Exploró temas como la violencia, el poder, la desigualdad de género y la memoria histórica. En Los recuerdos del porvenir, escrita cuatro años que Cien años de soledad, por ejemplo, el peso del territorio emerge como un personaje viviente, y los personajes femeninos y masculinos se enfrentan a luchas tanto externas por la supervivencia como internas por seguir sus pasiones. Garro logra capturar momentos de intensidad poética y política, y ofrece una visión crítica de la historia profunda de México a través del lente de la ficción.
Según el crítico literario Álvaro Ruiz Abreu, la literatura de Garro “exige el pensamiento flexible del lector por la presencia de temas feministas, así como a un lector capaz de entender la desacralización de la violencia revolucionaria”.
A pesar del poco reconocimiento literario que tuvo durante su vida, debido, sobre todo, al gran reconocimiento que sí tuvo su marido, y a la trascendencia de los escándalos que se suscitaron en la vida matrimonial, algunos críticos la consideran la segunda escritora mexicana más importante, después de Sor Juana Inés de la Cruz.
Clarice Lispector
Nacida en Ucrania y radicada en Brasil, desde muy temprana edad, Clarice Lispector, cuya identidad llegó a cuestionarse por la calidad de su obra, demostró que el talento literario trasciende géneros y fronteras. Lispector exploró con profundidad la psique humana, y a través de su “no-estilo” y su capacidad para transformar lo cotidiano en espiritual a través de una prosa intensamente poética, se erigió como una de las figuras femeninas más influyentes del siglo XX.
A Clarice Lispector se le reconoce la innovación en el lenguaje y en el uso irreverente de la puntuación, así como la audacia con la que abordó temas sociales y políticos desde una riqueza filosófica y una estructura narrativa fragmentaria que buscó explorar la esencia del ser. Sus obras sostienen un estilo y una estructura muy líricos, con una interioridad profunda y siempre relacionada con complejos procesos emocionales y mentales. Este enfoque único en la literatura la convirtió en una voz crítica dentro de un panorama dominado por narrativas lineales y temáticas regionales.
Aunque su especialidad fue el relato, sus novelas La pasión según G. H. y La hora de la estrella, así como su producción de libros infantiles, poemas y pintura, dan fe de que sus personajes hacen observaciones, apreciaciones y presentan situaciones vitales de una manera muy afilada.
Aprendizaje o El libro de los placeres (1969), un libro bastante controvertido para época en que fue publicado, comienza con una coma y termina con dos puntos. Al acabar la lectura esta “incoherencia”, dejará ver su significado. Igualmente, las construcciones y usos gramaticales propios de Clarice Lispector, tienen una carga de significado que va más allá del lenguaje como lo conocemos.
Cuando se cumplieron cien años de su nacimiento, la periodista argentina Silvina Friera escribió:
Meses después de la publicación de su última novela, La hora de la estrella, falleció víctima de un cáncer de ovario, a los 56 años en Río de Janeiro.
María Luisa Bombal
Nacida en Viña del Mar, Chile, en 1910, María Luisa Bombal trajo al Boom latinoamericano una narrativa rica en imaginación y simbolismo. Su experiencia personal, marcada por el amor tormentoso y la búsqueda de la identidad femenina, se refleja en obras y ha sido motivo, incluso, del morbo que ha eclipsado por momentos su valor en la literatura. Sin embargo, no puede negarse que la Bombal es una de las pioneras del realismo mágico y una voz feminista insoslayable en el panorama del siglo XX.
La vida de Bombal estuvo marcada por una serie de traslados y experiencias formativas, desde su mudanza a París en su juventud, donde estudió en la Sorbona, hasta su activa participación en el mundo literario de Buenos Aires y Santiago. Sus novelas La última niebla y La amortajada constituyen hitos de la literatura, no solo por su rechazo al criollismo dominante de la época sino también por su capacidad para sumergirse en las profundidades del alma femenina, la experimentación y la exploración de temas como la represión y deseo.
Reconocida por su innovación lingüística y estructural, Bombal utilizó la fantasía para realzar la realidad, rompiendo con las narrativas tradicionales y creando mundos en los que lo irracional complementa lo racional. Su narrativa, rica en prosa poética y discursos multisensoriales, construye experiencias literarias únicas que anticiparon elementos clave del realismo mágico, influyendo en autores posteriores y diversificando los géneros literarios latinoamericanos.
La relevancia de Bombal trasciende su contribución al realismo mágico. También se destaca como precursora en abordar la represión contra las mujeres en sus obras. Sus personajes femeninos, lejos de ser figuras románticas pasivas, son mujeres complejas que se debaten entre la realidad y sus mundos interiores, en busca de libertad y comprensión. En este sentido, Bombal fue una adelantada a su tiempo.
A pesar de la falta de reconocimiento en Chile y de vivir sus últimos años en pobreza, Bombal recibió admiración internacional. En 1935, Pablo Neruda la llamó “La abeja de fuego”, y Carlos Fuentes dijo en más de una ocasión que “María Luisa fue la madre de todos nosotros”, haciendo referencia a sus contribuciones literarias, sobre todo con La amortajada (1938) al movimiento del realismo mágico.
En 1980, después de una corta enfermedad, Bombal murió en Chile, donde pasó los últimos años de su vida en una pobreza extrema, si haber recibido el reconocimiento que merecía, pues se le negó el Premio Nacional de Literatura con la excusa de que su producción no era lo suficientemente extensa.
Silvina Ocampo
A menudo opacada por su hermana Victoria Ocampo y su esposo Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo fue una maestra del cuento y la poesía. Su obra, que navega entre lo fantástico y lo cotidiano, revela una mirada aguda y a menudo inquietante sobre la naturaleza humana.
La obra de Ocampo se destaca por su vasta creatividad y una meticulosa atención a los detalles del lenguaje. Utiliza un lenguaje refinado como fundamento de sus ingeniosas creaciones, enmascara sus narrativas con la aparente simplicidad de la visión infantil para señalar, con asombro o desapego, las discontinuidades de lo cotidiano que sitúan sus historias en el ámbito de lo fantástico.
Esta destreza en el uso del lenguaje es evidente desde su colección de cuentos Viaje olvidado (1937), donde se percibe la influencia del absurdo literario de Lewis Carroll, Katherine Mansfield y posiblemente del surrealismo heredado de sus instructores de arte. El nombre de la colección hace alusión a una narración homónima en la que una pequeña intenta recordar el instante de su nacimiento.
Mientras que los cuentos de esta colección inicial se asemejan más a instantáneas o recuerdos distorsionados por la fantasía, sus obras posteriores (Autobiografía de Irene y, especialmente, La furia y Los días de la noche) mantienen en mayor medida la estructura convencional del cuento, presentando una Ocampo más emblemática. La metamorfosis, la ironía, personajes inquietantes, el humor macabro, así como el uso constante del oxímoron y la sinestesia, definen estos relatos que despliegan un continuo de personajes y escenarios, desde los pasillos y patios de antiguas mansiones hasta la presencia inquietante de niños asociados al terror y la malevolencia, ya sea como perpetradores o víctimas.
A lo largo de gran parte de su trayectoria, la crítica Argentina no reconoció el mérito literario de Ocampo. Esto, en parte, debido a su vínculo con Borges, ya que sus narraciones fueran subestimadas por no ajustarse plenamente al modelo “borgiano”. El fervor hacia Borges y hacia su hermana Victoria Ocampo hizo que los críticos no apreciaran la singularidad tanto en la forma como en el contenido de sus cuentos, considerándolos más bien como intentos fallidos de emulación. No obstante, en los años ochenta, la obra de la argentina se comenzó a valorar genuinamente.
La aparición de sus dos últimas obras, Y así siguiente (1987) y Cornelia frente al espejo (1988), se vio ensombrecida por el diagnóstico de Alzheimer. Esta enfermedad afectó progresivamente sus capacidades cognitivas, y la confinó en sus últimos tres años de vida. Silvina Ocampo falleció en Buenos Aires el 14 de diciembre de 1993, a la edad de 90 años.
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