Sorolla: El pintor de la luz y las mujeres

“En sus lienzos, las mujeres de Sorolla se alzan como testigos de un tiempo, pero también como símbolos atemporales de belleza, fortaleza y dignidad”.

En el panorama artístico, a Joaquín Sorolla (Valencia, 1863-Cercedilla, 1923) se le celebra por su maestría en capturar la luz mediterránea, por transformar cada lienzo en una ventana abierta a los paisajes y costumbres españolas. Sin embargo, una característica igualmente fundamental de su obra, es su representación de la mujer. Sorolla no solo es el pintor de luz, es también un pintor de mujeres.

Durante una época en que el feminismo comenzaba a echar raíces en Inglaterra y el movimiento sufragista luchaba por los derechos de las mujeres, Sorolla se distinguió por su tratamiento progresista y respetuoso hacia las figuras femeninas. Lejos de los estereotipos misóginos del siglo XIX, sus obras reflejan un compromiso con la representación digna de la mujer en todas sus facetas: desde la trabajadora hasta la madre, la burguesa, y la artista. Sorolla veía en la mujer un reflejo de la luz que tanto buscaba en sus obras, una luz que evoca pureza, fuerza, y esperanza.

Su entorno familiar también revela esta inclinación. Permitió e instó a sus hijas a acceder a la educación escolar y se ocupó del desarrollo personal y artístico de ambas: María y Elena, en un momento en el que la universidad les estaba vetada hasta 1910. Tampoco podían votar (y no lo harían hasta 1931). La constante presencia de su esposa, Clotilde García, en su obra testimonia la profunda conexión emocional y artística que hubo entre ellos. A través de la correspondencia que mantuvieron durante los viajes de Sorolla, más de un millar de cartas, puede verse el respeto mutuo y la admiración, que se tenían. En carta fechada el 7 de octubre de 1896, desde Jávea, le comenta:

Clotilde, por su parte, declaró varias veces, que la pintura era “su única rival”.

Sorolla también exploró la maternidad en sus lienzos, capturó momentos de ternura y fortaleza femenina. Tardó cinco años en completar su obra “Madre” (1895-1900), donde retrata a Clotilde y su hija Elena en un momento del postparto, buscando el encuadre perfecto que captara esa conexión única entre madre e hija.

Más allá de la familia, Sorolla amplió su lente para incluir a mujeres de distintas esferas sociales. Desde las pescadoras en las costas valencianas hasta las burguesas y artistas como María Guerrero o Raquel Meller, su obra celebra la diversidad y la independencia femenina. Estas mujeres no son solo figuras en un paisaje; son protagonistas poderosas, robustas, y llenas de vida que Sorolla dignifica con cada pincelada. Según la conservadora de museos Lorena Delgado, “él las representa como mujeres poderosas, soberbias en el buen sentido, robustas y con una fuerza impresionante”.

El retrato inconcluso que Sorolla empezó antes de que un derrame cerebral lo alejara definitivamente de sus lienzos es conocido como el “Retrato de la Señora de Pérez Ayala”. La modelo para esta obra era Mabel Rick, una destacada cantante que, con el paso del tiempo, se uniría al Lyceum Club Femenino. Este club era un punto de encuentro para las figuras femeninas más progresistas de la época, incluyendo a las hijas de Sorolla y otras mujeres de renombre como Victoria Kent y Clara Campoamor.

La contribución de Sorolla al feminismo puede ser debatida, dada la época en que vivió. Sin embargo, su obra trasciende los límites temporales al visibilizar a todo tipo de mujeres en un tiempo donde la igualdad de género era aún un concepto lejano. En sus lienzos, las mujeres de Sorolla se alzan como testigos de un tiempo, pero también como símbolos atemporales de belleza, fortaleza y dignidad.