Cubanas acosadas

| Observatorio | 09/02/2017
imágenes difusas en una calle
Foto: Silvia Corbelle Batista. Cortesía de: País de Píxeles.

El “Acoso sexual… sí existe” [en Cuba], es la conclusión a que arriban Mayli Estévez Pérez y Carlos A. Rodríguez Martínez, autores del reportaje “Mi cuerpo no quiere tu opinión” publicado en el periódico Vanguardia de la provincia Villa Clara. Después de describir distintas experiencias de mujeres, aseguran que “todas las entrevistadas han sido —son a menudo— víctimas del acoso callejero”.

Sin embargo, la población cubana no tiene identificado en su punto de mira este problema, porque “asuntos relacionados con ámbitos esenciales de la cotidianidad (alimentación, transporte, economía familiar…) desplazan la atención”. Jessica Sabina, estudiante de Sociología, opina que se trata de “un tipo de agresión no solo invisible para las autoridades, sino para la mayoría de las agredidas. No conozco ninguna forma legal en la que este tipo de agresión de género sea castigada. Las autoridades, la policía y todos aquellos mecanismos de control social (legalmente establecidos) están fundados sobre una base patriarcal”.

La psicóloga Sandra Álvarez considera que en Cuba “la violencia psicológica y simbólica hacia las mujeres es frecuentemente justificada y, por tanto, naturalizada a partir de supuestas tradiciones culturales. En este sentido, la población cubana no identifica determinadas conductas como acoso”.

Mileyda Menéndez Dávila, jueza lega y editora de la página Sexo Sentido del periódico Juventud Rebelde, comenta que las personas afectadas  pudieran encontrar amparo de la ley cuando se haga evidente “la reiteración del acoso, o cuando sientan una amenaza latente. Si hay exhibición, si una de las partes toca injustificadamente a la otra, se puede acudir a las autoridades. Ahora sí, para que se considere acoso tiene que haber reiteración. En las circunstancias legales actuales lo otro se considera vulgaridad, grosería, casualidad”.

Los reporteros aclaran que el hecho de “que no exista ninguna ley cubana contra este fenómeno machista no significa que las víctimas no padezcan secuelas psicológicas. El acoso sufrido de manera sistemática genera traumas sociales no solo porque las mujeres afectadas lo consideren un hecho violento y grave, sino también por su recurrencia”.

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