Derroteros del feminismo en Cuba, entre la crisis de referentes y la reflexión política

“Hablar sobre el patriarcado y posicionarnos desde el feminismo contra este sistema de relaciones de poder, en Cuba, es de por sí un reto.”

Aimée García: "Represión" (2019), fragmento.
Aimée García: "Represión" (2019), fragmento.

Hablar sobre el patriarcado y posicionarnos desde el feminismo en contra de este sistema de relaciones de poder, en Cuba, a la altura del inicio del año 2025, es de por sí un reto. Primero, porque el feminismo, como otras corrientes críticas, ha sido impactado en la Isla por el pensamiento mecanicista sobre la unicidad inquebrantable de las ideas y la praxis revolucionaria, no más que una lectura particular de los clásicos marxistas y los acontecimientos relacionados con el triunfo revolucionario de 1959.

En este breve artículo me propongo, sin detenerme demasiado en el cómo, abordar por qué se percibe una crisis de referentes políticos ―lo que no significa su ausencia, sino la imposibilidad de las generaciones actuales de ubicarse en estos y a partir de ahí enmarcar un horizonte― para el feminismo militante y la reflexión. Antes, quisiera rememorar algunos cuestionamientos que he presentado en otros trabajos del año 2024.

Socialismo y feminismo en Cuba

En “Crear otros mundos, una propuesta feminista contra la opresión y por la utopía”, publicado por La Tizza, remarcaba la necesidad de “anticipar, junto con la crítica del poder y nuestra praxis revolucionaria, algo del mundo que queremos, del horizonte político que perseguimos”; y en base a ello planteaba una tesis: si vamos a hablar del Socialismo hoy, es preciso hacerlo en clave marxista, feminista, democrática y ecológicamente sustentable. Creo fervientemente que a muchas mujeres de generaciones pasadas y actuales nos ha sido relegada la voz, para presentar por diferentes vías esta premisa (un hecho reiterado en cada uno de los reacomodos del poder institucional cubano, incluyendo el más grande desde 1959: el actual).

Otro aspecto esencial que este trabajo presentaba, era la necesidad de adoptar una perspectiva decolonial, y partir de la propia realidad, de la emergencia de una tradición revolucionaria cubana ―en este caso―, de los referentes comunes de opresión y emancipación que aporta el Sur.

Este tema de la colonialidad del poder hoy pretenden presentarlo como un debate actualizado en Cuba. Pero creo que se tiene una noción muy básica al respecto, por ejemplo, cuando a muchas mujeres en instituciones académicas se les demanda un rendimiento óptimo en materia de publicaciones científicas para posicionar, en medio de la tajante crisis electro-energética, nuestras instituciones en sitios de referencia. Detrás de este problema aparentemente técnico, vemos cómo la mayor parte de las reflexiones se concentran en nichos intelectuales y no se logran constituir espacios de empoderamiento e incidencia directa, desde donde se produzca una reflexión política con todo lo que esta implica (nombrar y personalizar los ejes de poder, posicionar los lenguajes de la lucha en medio de esta correlación de fuerzas…).

Por otra parte, veo a muchas feministas que encuentran sus referentes básicos en el Norte, obviando que nosotras, en el Sur, hemos vivido una manera particular de enfrentar el poder a lo largo de la historia.

En medio de las sobradas expresiones de patriarcalismo que caracterizaron el proceso revolucionario cubano, la discrepancia fundamental con sus principales mujeres y el carácter del mismo, no debe venir por no haber sido feminista en los términos que hoy nos entendemos feministas, si se considera que esta corriente de pensamiento es totalmente resignificada a partir de los 60s, y ofreciendo un margen a la apropiación particular que cada cual hace de los referentes universales.

El hecho es que, como en diferentes momentos históricos, el poder patriarcal se hizo de la fuerza laboral y combativa de la mujer, para luego deslindar necesidades y derechos básicos de estas no considerados universales. Muestra de ello es la forma en que se proyectaron las políticas públicas y la incapacidad de las mujeres como sujetos políticos y autónomos para incidir en estas, así como el modo en que se continuaron reproduciendo estereotipos fundamentales sobre la sexualidad femenina y las funciones de ellas en la sociedad.

Y sí, el enfoque integral del feminismo de la segunda mitad del siglo XX es tajantemente rechazado por “voceras y voceros de la Revolución”. Aunque, si solo lo vemos así, advierto en ello una discrepancia muy técnica, nominal, porque un movimiento puede adoptar una conciencia política liberadora con un lenguaje propio. La cuestión es que sus principios se rechazan aun cuando sus demandas forman parte del sistema de necesidades de cubanas y disidencias de género en la Isla, así como la institucionalidad política cierra el paso a otras formas de reflexión crítica en las que incluso incide el triunfo revolucionario cubano como acápite de la historia regional y global.

Evolución del pensamiento feminista cubano

En “El «dilema» feminista en Cuba”, escrito para La Joven Cuba y publicado en septiembre, resumí este devenir de la siguiente forma:

[…] antes del triunfo revolucionario predominaba un feminismo liberal, sobre otras formas de conciencia de este tipo. A propósito de la lucha armada, las mujeres ―muchas con un pensamiento antipatriarcal ya definido―, se articularon en la insurrección colocando por delante las ansias de autonomía económica y política de la Isla. Luego del 59, la denominada “revolución de la mujer dentro de la revolución” (expresión acuñada por Fidel Castro), tendría más similitudes con la experiencia soviética y algunas empatías con el feminismo socialista decimonónico, aunque respondería a la propia necesidad de incorporarlas a ellas a los sectores productivos en todas las escalas sin aliviar las suyas en el privado. Hablar de la emancipación de la mujer del yugo patriarcal, de los derechos de las disidencias de género, reconocer otra esfera de poderes al margen del capital, implicaría una actitud “segregacionista” en criterio de muchos, pudiendo afectar la unidad al interior y en torno al partido único.

El gran problema que debe enfrentar el feminismo en Cuba, en especial a partir de los 90s, cuando ya comienza a circular un pensamiento con perspectiva de género más integral y holgado en las universidades, es romper con esa visión universalizante de la izquierda marxista, con ese pretendido sujeto portador de una sola representación posible.

Muchos puntos de vista y propuestas acordes con los nuevos tiempos, en el contexto de las generaciones actuales y la vorágine de los cambios civilizatorios, se han renegado a propósito, como es lógico, de los actores sociales que los sostienen. Cancelar una propuesta de este tipo es un modo de cancelar a los sujetos y su activismo. Negar o relegar a un segundo plano la propuesta política y humanista feminista solo se traduce en el solapamiento de la realidad de grupos sociales que continúan siendo reprimidos por la política sexual, racial y de clases resultante de la interseccionalidad del poder, esencialmente mujeres y disidencias de género.

Por si fuera poco, acontecimientos que implicaron una mayor radicalización del pensamiento crítico pero, a la vez, una polarización sin precedentes, como lo fue el 11 de julio de 2021 y la ola de represión posterior, determinaron que parte de nuestros feminismos pasaran a la bolsa de los extremismos.

Los feminismos y la polarización de la sociedad cubana

Hilda Vidal: "Imagen alta y tierna del consuelo" (2015), fragmento.
Hilda Vidal: "Imagen alta y tierna del consuelo" (2015), fragmento.

El diálogo en torno a un feminismo socialista, que expande las nociones de clase social a un sector expropiado e ignorado por la centralidad del mercado en la totalidad de las sociedades occidentales modernas, no ha recorrido un camino adecuado y solo ha sobrevivido dentro de espacios académicos con casi nula asimilación por los sectores populares. En igual medida, estos debates, como otros en la Isla, responden a activismos que han tenido que refugiarse en proyectos editoriales para existir sin grandes confrontaciones con el poder.

Otra cara de la moneda, en especial identificada con esquemas rancios y conservadores de la oposición ―y lo manifiesto así porque con los fundamentalismos, por ejemplo, tenemos escasísima capacidad de diálogo―, se encuentra representada por aquellos sectores que desaprobaban la iniciativa de un Código de las Familias donde se debatieron aspectos esenciales sobre los derechos de la ciudadanía, por entenderlo solo como autoría/legitimación de un régimen dictatorial y no como influencia de otras formas del pensamiento revolucionario y su evolución dentro de Cuba. Sabemos que, aunque la FMC hoy se conciba política y discursivamente distante del feminismo, no fue imposible que esta corriente y sus voceros desde el derecho, la psicología y la pedagogía influyeran en la redacción de dicho documento.

Ambas tendencias son manifestaciones de la polarización resultante de las crisis de las izquierdas y las derechas, pero en especial, del modo en que al pensamiento crítico cubano se le ha negado un espacio, mientras la institucionalidad política de la “revolución” (desde donde fallidamente se pretende continuar construyendo las bases del consenso) se autopresenta como albacea del pensamiento emancipatorio más terminado (aunque paradójicamente ha llegado a perder este capital simbólico en la región).

Deterioro de la calidad de vida de las cubanas

Ahora, como resultados inmediatos de este fenómeno, encontramos varios. Obsérvese una experiencia reciente que atravesó el país. A propósito de la desconexión, a finales del mes de octubre, del Sistema Electro-energético Nacional se anunció una rebaja salarial en todos los sectores laborales del país sin previa consulta, que la Central de Trabajadores de Cuba y sus unidades de base (las que habrían de funcionar como organizaciones sindicales) acogieron sin cuestionamientos, obviándose las prestaciones de cientos de mujeres desde el trabajo reproductivo, y la triplicación de la jornada de muchas de ellas, con hijos y nietos en casa, en un contexto donde las familias cubanas debieron recibir subsidios e indemnizaciones adecuados como clientes de un servicio tan deficitario.

En varios centros laborales no vinculados a la producción directamente, como las universidades, donde a los docentes se les solicita mantener el trabajo a distancia por las redes sociales ―el cual se costea del bolsillo de profesores y estudiantes en un 75%, pues la infraestructura institucional es bastante doliente como para que se use fuera del campus universitario―, se aplicó la misma norma, teniendo que rebajar las horas que representaron los días 21, 22 y 23 de octubre. Esta normativa, como por diferentes vías se dio a conocer en la Universidad de Matanzas, estaba hecha “no para interpretarla sino para cumplirla”.

La calidad y los estilos de vida de las cubanas han experimentado un deterioro creciente desde las crisis estimuladas por la pandemia a partir del 2020 y la inadecuada gestión económica de los últimos años. Aunque las políticas públicas que pudieran incidir en la resolución de este conflicto hoy asumen un lenguaje más integral en términos de enfoque de género respecto a años anteriores, la proyección política-económica gubernamental les cierra el cerco.

Me refiero a este asunto en tales términos en primer lugar, porque cada política económica proyecta unos intereses o una conciencia de clase y de género, como lo es en Cuba, donde los principales funcionarios se permiten un discurso socialista y en la práctica una apertura al liberalismo. Por otro lado, porque pervive la idea de que, como la zapata bajo los pilares de una casa, la solución de los problemas de la nación no pasa por la lucha antipatriarcal y la disolución de un sistema de poder que desdeña las dependencias que tenemos todos de los cuidados y la necesidad de resolver las inequidades que produce la división sexual del trabajo en su estado actual.

Algo está naciendo…

Zaida del Río: "Vitral" (2016).
Zaida del Río: "Vitral" (2016).

De modo que el Programa de Adelanto a la Mujer, en su versión más reciente, la resolución 198/21, carece de institucionalización, si entendemos por esta la apropiación proactiva de lo estipulado como política, y ahí entran en juego dinámicas laborales que podrían enriquecer el documento inicial. Los medios y las universidades, por ejemplo, sectores sobre los que ya he tenido la oportunidad de escribir, carecen de una ordenanza oficial (principios, estrategias y acciones) para contrarrestar los factores internos y ambientales que desencadenan la discriminación y la desigualdad. En el mejor de los casos, algunas normas de convivencia, redacción, observatorios, pero carentes de instrumentos que devengan mecanismos de control ciudadano ante circunstancias políticas y sociales especiales.

No debe olvidarse, que la negación por parte de la institucionalidad política de la Isla al ascenso de nuevos actores capaces de alimentar y ofrecer continuidad al pensamiento revolucionario cubano, tanto en esferas populares como académicas, generó un vacío y una ausencia de referentes para la praxis liberadora. En las actuales condiciones, a los feminismos, como a otras corrientes e identidades políticas ―no articuladas como quisiéramos―, les corresponde trascender y desbordar los nichos académicos, intelectuales y editoriales, pues toda reflexión es gris en comparación con las alternativas de futuro que puedan continuar surgiendo por presión de los sectores populares. Algo está naciendo…

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