Me niego a los falsos seguidores
Las redes sociales muchas veces siguen una lógica económica, que no necesariamente busca ponderar la calidad de los contenidos. Nonardo Perea en este texto reflexiona de forma personal sobre ello.
Últimamente he estado pendiente de cómo van funcionando las cosas de la vida, o la no vida. Para ser más exacto me referiré a cómo las redes sociales han llegado para que nos sumerjamos en otro mundo. Un mundo donde, aún en la distancia, estamos mucho más conectados unos con otros, pero donde campea a sus anchas la frivolidad, la falsedad y la saturación de contenidos.
Percibo cómo día tras día nos atiborran de noticias, de memes burlones que van y vienen según el acontecimiento de turno; de challenges que se hacen virales ya sea en TikTok, Facebook o Instagram.
También pululan los personajes que persiguen su minuto de fama y hacen cualquier cosa por recibir más likes y comentarios. De algún modo, al contar con miles de seguidores, eso los hace sentir personas de cierta importancia, aunque sus contenidos no sean de calidad.
A simple vista se sabe que nunca llegarán a trascender en el tiempo, pero hay que entender que eso les sirve como combustible para alimentar sus egos y en muchas ocasiones para monetizar.
Me centraré en Instagram que es en la actualidad la red social a la que más contenido subo. Para mí ha sido muy trabajoso alcanzar un crecimiento eficiente. En la actualidad mi Instagram, @pnonardo, cuenta con 1.112 seguidores y puedo asegurar que todas son personas reales. Entre ellas seguro hay alguna ciberclaria, pero eso es inevitable. El kit de la cuestión es que no tengo falsos seguidores.
Creo que ha ido creciendo porque ha gustado mi trabajo (o eso quiero creer), y por la sistematicidad, algo importante en el mundo de las redes.
Granja de bots, los productores de falsos seguidores
En varias ocasiones me han escrito personas que por un poco de dinero se han ofrecido para ayudarme con el tema del crecimiento.
¿De qué se trata esto? Muy simple. Con tan solo un pago módico de unos 15 o 20 euros, la granja de seguidores engordaría mi cuenta drásticamente. El número de interacciones aumentaría y yo obtendría alguna que otra ganancia. Realmente suena emocionante.
Desde un inicio siempre me he negado a comprar números, personas que realmente no son reales. He podido corroborar con mis propios ojos cómo una cuenta de 100 seguidores ha alcanzado en un abrir y cerrar de ojos nada más y nada menos que la cifra de 8.000 seguidores.
Y cuento la experiencia porque hace poco visité un perfil y frente a mis ojos ocurrió la magia. WAO!
Me pregunté cómo era posible que en un segundo apareciera toda esa cifra de golpe, cuando a mí me ha costado meses conseguir 3 o 4 seguidores más. Pues es sencillo, hoy en día todo se compra, y no solo los seguidores sino también los likes y los comentarios. Mientras más pagas, más crecimiento puedes obtener. Lo mismo sucede en YouTube.
Me he negado a mentirme a mí mismo, y a pagar por tener en mi Instagram a personas que realmente no existen y que ni siquiera interactúan con tus contenidos.
Es muy fácil darse cuenta de la farsa porque cuando entras a un perfil con estas características enseguida te das cuenta por los likes que recibe. ¿Cómo es posible que tengas miles de seguidores y una publicación tuya solo reciba 10 ó 20 likes?
Es cierto que mucha gente le da importancia al número de seguidores, porque eso de algún modo hace sentir al que visita tu perfil, que eres una persona que genera buenos contenidos.
Pero soy de los que piensa que hay cosas más importantes que tener seguidores, y se trata de ser fiel a ti mismo y de confiar en tu trabajo.
Si tus contenidos son buenos, tarde o temprano tu cuenta subirá por sí sola, solo hay que darle tiempo al tiempo.
Por lo demás, yo siempre me negaré no solo a comprar seguidores, sino también a reproducir, yo mismo, hasta la saciedad mis propios contenidos audiovisuales para tener así más vistas.
Puede ser que muchas personas lo vean como algo normal, pero yo sencillamente me niego.
Nonardo Perea
(La Habana, 1973). Narrador, artista visual y youtuber. Cursó el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso del Ministerio de Cultura de Cuba. Entre sus premios literarios se destacan el “Camello Rojo” (2002), “Ada Elba Pérez” (2004), “XXV Encuentro Debate Nacional de Talleres Literarios” (2003- 2004), y “El Heraldo Negro” (2008), todos en el género de cuento. Su novela Donde el diablo puso la mano (Ed. Montecallado, 2013), obtuvo el premio «Félix Pita Rodríguez» ese mismo año. En el 2017 se alzó con el Premio “Franz Kafka” de novelas de gaveta, por Los amores ejemplares (Ed. Fra, Praga, 2018). Tiene publicado, además, el libro de cuentos Vivir sin Dios (Ed. Extramuros, La Habana, 2009).
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