Réquiem por la «madre biológica» o cómo las tecnologías desmontan esa ficción colonial

"Mantener esa ficción de la “madre biológica ”es seguir condenando a personas gestantes a la sobrecarga del trabajo reproductivo".

Frida Khalo. Nacimiento
"Mi nacimiento", 1932. Imagen: Frida Kahlo.

El segundo domingo de mayo es un día de celebraciones que coloca en primer plano la figura de la MADRE. Como no podría ser diferente, toda celebración que congrega seres humanos, es alimentada por el imaginario social, con toda su carga de mitos, ritos, invenciones, leyendas populares.

Es indiscutible que en ese imaginario sobre la madre, esta última está fuertemente asociada al acto de parir. No son pocas las narrativas que imprimen un encanto a este momento, que lo construyen como un rito sagrado, reforzando el lugar encumbrado de “madre biológica”:[1]. Como si no bastara la biología, otras operaciones sociales se hacen presentes para delimitar y diferenciar ese lugar; así, por ejemplo, se establecen contrastes entre quien parió y las “madrastras”, pintadas casi siempre como perversas y usurpadoras, como si fuera algo propio de “su naturaleza”.

Ya deben haberse percatado de que siempre desconfío de esas narrativas. Precisamente por eso hoy quiero detenerme en debatir que la “madre biológica” es tan inventada como las narrativas de las madrastras malvadas; ambas son fruto del imaginario social.

Mi invitación es que nos dispongamos a discutir esa idea que afirma que posición social (la madre) se forja por el hecho de gestar, parir, amamantar o compartir código genético con un bebé. De entrada digo que nada de eso hace a una madre, inclusive porque una persona que gesta y pare puede ser apenas alguien que ocupa un lugar de barriga solidaria. Otras personas, diferentes a quién parió, pueden amamantar. Hay hijes con quienes no se comparte material genético. Por tanto, ¿de dónde viene esa idea de que la “madre biológica” es un hecho natural y que tendría más legitimidad que otras?

Ya sabemos de sobra que, casi siempre, el discurso social que apela a la biología para refrendar una verdad absoluta, suele camuflar un deseo de control y regulación de los cuerpos. En el fondo se sabe que la biología por sí sola, no significa nada. Siendo así: ¿a quién sirve la ficción de la “madre biológica”? ¿cuáles son los parámetros que definen a la maternidad que imaginamos y celebramos ese día?

Donde todo parece comenzar…

Un útero, una vagina, la confirmación de un test de embarazo, la imagen de un feto capturada por un ultrasonido, el genital del feto localizado por ese mismo ultrasonido y anunciado por un médico, un conjunto de exaltaciones (madre es una sola!), negaciones (papá es cualquiera!): al final ¿todo eso nos habla de ritos sociales o de biología?;  ¿Cuál es la materia prima de qué está hecha una madre? ¿Es sangre, líquido amniótico, son las horas de sueño que se pierden cuando el bebé llega al mundo? ¿o acaso lo que forja a la madre es que su vida tiene que ser reajustada permanentemente, día tras día, para responder a las demandas de un bebé que precisa ser cuidado, aunque no lo hayamos parido?

Imagen: Nadezhda Moryak, en Pexels.

Desenrollando la madeja entre biología y cultura…

Cada vez que estas disputas están en juego, me acuerdo de una historia familiar. Cuando una de mis primas nació, su mamá (que la gestó durante 9 meses y la parió) no pudo amamantarla por una condición asociada a su hipertiroidismo y, mi prima recién nacida, tuvo que ser alimentada con leche de fórmula, una tecnología social, anoten eso…

Recuerdo también que un tópico central del feminismo negro, es la denuncia acerca del millar de mujeres negras que, en el contexto de la esclavitud, fueron obligadas a convertirse en amas de leche para alimentar a los bebés de familias blancas. Yo les pregunto: ¿acaso esas amas de leche eran madres de esos bebés, en razón de ese vínculo biológico que mantenían con ellos?; ¿acaso la mamá de mi prima era menos “madre biológica” por viabilizar la lactancia con leche de fórmula? ¿O simplemente no tiene el menor sentido continuar creyendo que existen esas fronteras que separan a las “madres biológicas” de las “madres sustitutas, afectivas, segundas madres” y todo ese repertorio que la imaginación social inventa? Al final, todas esas tipologías son clasificaciones del sistema de parentesco, por tanto, todas corresponden a invenciones sociales. La biología no simboliza, no clasifica y no jerarquiza; eso lo hacen los seres humanos…

Coincido con Marília Moschkovich cuando nos cuestiona de la siguiente manera en uno de sus bellísimos e instigantes textos[1]:

  • cargar al bebé, conseguir que se duerma cobijando su cuerpo en nuestro propio cuerpo,
  • intercambiar fluidos tales como la saliva del bebé que va a parar al cuerpo de quien lo carga,
  • ajustar el ritmo de sueño adulto al del bebé

¿No son estas tres situaciones (también) vínculos biológicos, independientemente de si quien las realiza, parió o no al bebé? Se trata de vínculos biológicos en el contexto de trabajo de reproducción de la vida. Sigamos pensando…

Como debate la propia Marília, si estas interacciones cuerpo a cuerpo (bebé recién nacido y adulto que lo cuida), pueden ser desarrolladas por cualquier persona, por qué tantos discursos insisten en reforzar esa idea de que apenas parir, compartir código genético implica directamente adquirir el título de una “maternidad verdadera”? Inclusive cabe la posibilidad, por más trágica que ella sea, que la “madre biológica” muera en el parto. Aún así ese bebé no va a morir y de hecho no muere, gracias a las redes sociales en las que se puede insertar. Entonces ¿por qué insistir en esa idea de un lazo biológico “encantado” que aparentemente es el que forja ese lugar de madre?

Necesitamos des-biologizar la maternidad para comprender los mecanismos de control que están por detrás de esa idea.

El único motivo por el que esa ficción de la “madre biológica” es alimentada permanentemente, concibiéndola como una figura imprescindible sin la cual el bebé no podría (supuestamente) sobrevivir, es para justificar que  principalmente mujeres cis y hombres trans que gestan y paren, se responsabilicen prioritariamente el cuidado de un bebé, y asuman eso como un “hecho natural” que no precisa siquiera ser cuestionado.

Necesitamos des-biologizar la maternidad para comprender los mecanismos de control que están por detrás de esa idea. La “naturaleza”, la “madre naturaleza así lo quiso”; entonces junto con el bebé te toca dentro de ese paquete: un supuesto “instinto materno”[2], una resistencia estoica a los dolores de parto, el cansancio, las malas noches. “Es normal, es lo que te toca”, te dirán.

Permítanme disentir y decir que nadie tiene que pasar por eso por obligación, ni aunque haya sido el embarazo más anhelado. El trabajo reproductivo no tiene por qué ser una máquina demoledora, no tiene que ser individual[3] y encima de eso, no tenemos por qué romantizar ni considerar eso bonito.

Pensemos, por ejemplo, por qué es tan ínfimo el número de padres que se acogen a la Licencia de Paternidad. ¿Por qué la paternidad, a diferencia de la maternidad, no es construida socialmente como algo “ligado a la naturaleza o la biología”, si ellos también aportan material genético para hacer al bebé?. Inclusive como sociedad usamos la biología (un test de ADN) para exigir el reconocimiento de la paternidad de hombres que abandonan a sus hijes. ¿Por qué nadie habla de “instinto paterno”? Es curiosa esa selectividad del discurso social sobre la parentalidad, ¿no? ¿O es conveniente?

Podemos ir más lejos y pensar políticas públicas que sean más radicales y destruyan de una vez, las normas sociales de la maternidad basadas en esa ficción de la biología, como propone Marília Moschcovich: ¿por qué no es posible, para cualquier persona adulta, sacar una licencia de “cuidado infantil” para apoyar a personas que paren y tienen una red afectiva y/o familiar limitada?[4] Si yo tengo una amiga que parió y no tiene a nadie más para colaborar en ese cuidado, si a eso se suma que los círculos infantiles son aún insuficientes, que el resto del trabajo doméstico continúa siendo asumido por esta persona que parió, por qué no crear espacios, dentro de la ley, para garantizar ese apoyo?

La ley continúa siendo tan conservadora como la norma, y acaba reforzando que “el hijo es un problema de la madre”, por tanto ella, la madre, que “se las averigüe como pueda”; que luche un círculo infantil “por la izquierda” o que saque plata de donde no hay para pagar una cuidadora informal. Error, pues si “lo personal es político” como reza una vieja enseñanza feminista, tenemos que atacar las relaciones sociales que condenan a las personas que paren a semejante situación de desigualdad.

La ley (de paternidad y otras) continúa siendo tan conservadora como la norma incluso porque omite que un bebé puede venir al mundo sin un padre, por una decisión de quien lo pare, o de quienes conciben otros proyectos de maternidad. Este puede ser el caso de dos madres lesbianas. Hasta el momento solo se conoce un único caso de doble maternidad reconocida en Cuba[5].

La “madre biológica” es toda una ficción bien engranada que sirve para justificar y romantizar el peso del trabajo reproductivo (bañar al bebé, alimentarlo, velar su sueño, cambiar pañales, etc.) encima de un único cuerpo. Por tanto, cabe preguntarnos ¿qué es lo que está en juego cuando exaltamos esa figura cada segundo domingo del mes de mayo?

La “madre biológica” es una ficción colonial…

Decir que existe una “madre biológica” por el solo hecho de compartir código genético, es omitir que hay millares de donantes de esperma y óvulos que no son padres ni madres y la ley y las políticas públicas así lo establecen. Decir que existe una “madre biológica” es reducir las funciones de cuidado y crianza de un bebé a los procesos biológicos de: gestar, parir, amamantar.

O sea, las tecnologías reproductivas están ahí para mostrarnos que la asociación entre elementos de la biología y las funciones sociales de cuidado de un bebé, están forzosamente acopladas entre sí. Tanto la inseminación artificial como la donación de óvulos, por citar apenas dos ejemplos, ponen en evidencia que pueden existir proyectos de parentalidad donde los progenitores no compartan el mismo material genético con la descendencia. Así, se multiplican las posibilidades de que más personas, especialmente aquellas que lo deseen, se conviertan en madres y padres.

Esa noción de “maternidad biológica” construida por el saber popular como el más alto escalón ignora que, no necesariamente todas las personas que gestan y paren, se convierten en madres, por obra y gracia del espíritu santo. Baste recordar que una de las tecnologías de reproducción asistida que permite que algunas personas tengan hijos es la gestación subrogada conocida popularmente como “barriga de alquiler” o “barriga solidaria”. Tampoco los hijos reconocidos por la vía de la adopción (otra práctica social que instaura un lazo social de madre e hijes) son menos legítimos.

Por último quiero explicar brevemente: ¿por qué la idea de “madre biológica” es una ficción colonial eurocéntrica?. Para ello retomo las reflexiones de Oyèrónkẹ Oyěwùmí en su libro “La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales de género”. Oyěwùmí afirma que el pensamiento occidental se caracteriza por ese apelo constante a la “naturaleza” o a la biología como forma de imponer una verdad y un destino a los cuerpos. Oyèrónkẹ llama a eso de somato-centralidad (el cuerpo en el centro de todo) o bio-lógica (en una especie de juego de palabras entre biología y lógica), es decir, una cosmovisión que fuerza una relación entre el cuerpo, la anatomía por un lado y, posiciones sociales por otro, como un modo de hacernos creer que se trata de cosas que “la naturaleza dispuso”. Aunque todos los seres humanos fuimos paridos por alguien cuya anatomía facilita ese proceso, no es la biología la que crea ese título ni la que establece quién puede reivindicarlo para sí. Cuando operamos con esas distinciones entre tipos de maternidades, estamos en un dominio que no pertenece a la biología, sino que se sirve de ella para regular el destino de las personas, inclusive para decir quién debe convertirse en madre, para decir que “es natural que las madres se sacrifiquen” antes que cualquier otro adulto responsable también por ese infante; para imponer un listado de funciones y tareas que se adjudican a determinados cuerpos en detrimento de otros.

Y pásmense: hombres cis y heterosexuales pueden amamantar a través de la lactancia inducida[6], una tecnología que podría ser más ampliamente usada y divulgada para dividir el trabajo reproductivo que masacra gestantes  cis y trans. ¿Por qué será que hasta hoy muy pocas personas conocen de este procedimiento? De nuevo: es curiosa esa selectividad del discurso social sobre la parentalidad, ¿no? ¿O es conveniente?

Vale recordar que hombres trans (y no solo mujeres cis), también paren; hijes son adoptados, otros son creados en una placa de petri por la vía de la inseminación artificial en laboratorios de reproducción asistida. Seguir manteniendo esa ficción de la “madre biológica ”es seguir condenando a personas gestantes a la sobrecarga del trabajo reproductivo. En el día de las madres celebremos la multiplicidad de maternidades sin imponer jerarquías entre ellas, sin imponerles un género cis (hombres trans también paren), sin seguir amparando la falta de responsabilización colectiva por el cuidado de bebés (que el Estado facilite que más gente pueda reivindicar una licencia de cuidados infantiles independientemente de tener o no, un vínculo de parentesco “biológico” con esa infancia) dividamos el trabajo reproductivo, contribuyamos con un mundo más equitativo y justo. 


[1] El texto de Marília Moschkovich al que me refiero, es “Sobre naranjas mecánicas, feminismo y psicoanálisis: naturaleza y cultura en la dialéctica de alienación voluntaria” que aparece en el libro “Psicoanálisis y Parentalidad”. Tanto el texto como el libro están publicados en portugués y la traducción de los títulos es responsabilidad de quien suscribe este texto. Esta columna está inspirada en este y otros trabajos de Marília Moschkovich.

[2] https://afrocubanas.com/2021/09/23/maternidades-el-dilema-de-la-naturaleza-o-la-cultura/

[3] https://afrocubanas.com/2021/10/17/de-la-madre-que-nos-pario-la-familia-y-otras-ficciones-normativas/

[4] Esa provocación fue presentada por Marília Moschkovich en uno de los cursos que pasé con ella.

[5] https://www.efe.com/efe/america/sociedad/paulo-tiene-dos-mamas/20000013-4281041

[6] https://www.medigraphic.com/cgi-bin/new/resumen.cgi?IDARTICULO=62101


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