Una carta en defensa de los derechos de las mujeres en la Cuba republicana
“Tras el fin de la guerra, carentes de instrucción y empleo, muchas mujeres se vieron arrastradas a la prostitución como único medio de subsistencia.”
El 25 de julio de 1911 el abogado Pedro Herrera Sotolongo escribió a José Miguel Gómez, entonces presidente de la República, unas cartas que más tarde publicó con el título de Defensa de los derechos de la mujer. Al señor presidente de la República. La aparición del texto debió escandalizar a más de uno de los miembros de la sociedad cubana de la época. Porque a la mujer cubana que se defendía era a la prostituta.
¿Quién era este abogado? Herrera Sotolongo no solo fue abogado, sino también ingeniero. Había estado al lado de Ramón Emeterio Betances durante la segunda contienda bélica en la isla. En 1896, el delegado del Partido Revolucionario Cubano, Tomás Estrada Palma, lo nombró agente diplomático en Francia, en representación de la República en Armas. Durante la tiranía de Gerardo Machado su familia y él fueron objetos de amenazas y persecuciones por su pública oposición al gobierno. Tuvo que huir de Cuba en 1932. En una entrevista concedida al diario La Prensa, el único diario español e hispanoamericano en Nueva York, calificó al machadato como: “un régimen de asesinos y ladrones que tiraniza a Cuba”.1
Herrera Sotolongo fue de las pocas voces que se alzaron para defender los derechos de las mujeres más marginadas de la sociedad cubana.
Prostitución en Cuba a inicios de la República
El final de la guerra había dejado duras secuelas que afectaron a los sectores sociales más vulnerables y uno de los cuales era el de las prostitutas. Muchas mujeres quedaron en la más absoluta miseria. Viudas o solteras al frente de familias numerosas que mantener. Carentes de instrucción y sin posibilidades de empleo, se vieron arrastradas a la prostitución como único medio de subsistencia.
Otro factor fue la intervención norteamericana a la isla. Una de las medidas tomadas por el gobierno interventor consistió en eliminar toda reglamentación respecto a las prostitutas y cerrar la Quinta de Higiene San Antonio, que era el único hospital para estas mujeres, pues no se les permitía asistir a ninguna otra instalación de salud. Como han referido estudiosos del tema, como Mélanie Moreau-Lebert y Alberto Gullón Abao, el número de soldados norteamericanos infectados por enfermedades venéreas aumentó extraordinariamente.
“Pedro Herrera Sotolongo fue de las pocas voces que se alzaron para defender los derechos de las mujeres más marginadas de la sociedad cubana.”
Ante esta situación crearon, con la anuencia de la parte cubana, las llamadas “zonas de tolerancia”. Esto significaba el aislamiento total de aquellas mujeres del resto de la sociedad. Algo así no había ocurrido durante el siglo XIX. Por otra parte, hubo que crear un nuevo Reglamento de Higiene Especial y una Sección Médica con Junta Directiva para que se encargara de esta situación. El primer presidente de esa junta fue el doctor Eugenio Molinet, quien, en su “Memoria informe de la Sección Médica Especial”, informaba:
Siempre la prostitución ha sido materia difícil de tratar por los recelos y las suspicacias que en unos despierta y la repugnancia que a otros causa; sin tener en cuenta que los sujetos que son objetos de estudio son unos seres desgraciados, dignos de toda clase de consideraciones por la miserable y difícil situación en que se han colocado y merecedoras de que se hagan todos los esfuerzos posibles para mejorar su estado buscando al mismo tiempo la mejor manera de garantizar la salud pública. 2
La situación de higiene, seguridad, extorsiones continuas y aislamiento social se incrementaron. No se recibía ningún apoyo económico por parte del Estado para sostener a las instituciones de higiene.
Carta de Herrera Sotolongo sobre la prostitución en Cuba
El haber sido abogado de una de estas mujeres le permitió a Herrera conocer de cerca los abusos y desmanes de que eran víctimas. Herrera se informó acerca del Servicio Especial de la Higiene para la Prostitución y sus muy corruptas relaciones con los Poderes Públicos. Conoció cómo las prostitutas no contaban con respaldo legal alguno a pesar de que cada vez crecían más en número.
Esta situación de total desamparo legal no era privativa de La Habana, sino que se daba a todo lo largo del país. Quizás una de las más críticas se dio en Santiago de Cuba. Mélanie Moreau-Lebert ha señalado al respecto:
En 1903, prostitutas de Santiago de Cuba escribieron al Gobernador de la provincia de Oriente para quejarse de que no tenían hospital para recibir tratamiento. Por ello solicitó al Secretario del Gobierno de La Habana la creación de una sala reservada para mujeres públicas en el hospital civil de la ciudad. El 5 de marzo de 1905 se recibió una respuesta definitiva. A nivel moral está fuera de discusión que las prostitutas estén en contacto con otras mujeres, especialmente, enfermeras.3
Otro de los móviles del abogado Herrera Sotolongo para escribir esta carta al presidente José Miguel Gómez estuvo en constatar el aumento de la llamada “trata de blancas” como un flagelo social. Hay que añadir aquí que esa forma de tráfico y prostitución de mujeres con distingo de raza no se hacía solo trasladándolas del exterior, sino también del interior de la isla hacia la capital.
En su carta, fechada el 25 de julio de 1925, Herrera Sotolongo denunciaba con tono enérgico:
Las circunstancias especiales de haber tenido la ocasión de estudiar la organización del Servicio Especial la Higiene para la Prostitución, la manera de funcionar de él, me han hecho descubrir preceptos tan odiosos, y abusos incalificables, que me impulsan a llamar la atención a los Poderes Públicos para que se emprenda una obra reivindicadora, de los derechos de esas mujeres que no por ser más desgraciadas dejan de ser merecedoras y dignas de preocupar la atención del Gobierno y de los que nos hemos consagrado al ejercicio de la defensa de nuestros conciudadanos.4
Herrera se pronunciaba por suprimir la autonomía de la Sección Higiene Especial que, aparentemente, respondía al Secretario de Sanidad, porque esta entidad solo servía para las extorsiones a las que eran sometidas las prostitutas. Señaló cómo los servicios que las mujeres deben pagar para garantizar la atención médica y otros rubros no se retribuían. Las condiciones de asistencia médica eran cada vez peores. Nunca se sabía a cuánto ascendía el monto total recaudado ni para dónde iba ese dinero, porque las instalaciones médicas cada vez eran peores. No había ningún control del Estado al respecto. No era este un problema nuevo, sino que se heredaba del siglo XIX.
Segunda carta de Herrera Sotolongo
El abogado Herrera decidió, una vez denunciada la espantosa situación de las prostitutas, presentar una propuesta de reglamentación y también de higiene, y dar tiempo para una respuesta del presidente. No obstante, nunca tuvo respuesta. Dirigió entonces otra misiva a José Miguel Gómez, a quien le expresó:
Hace algunos meses me permití dirigirle a usted una razonada carta denunciando un cáncer social bochornoso, que servía de estigma a nuestras instituciones, no sólo le pedía que se extirpara, sino que le indicaba lo que habían hecho las naciones cultas del mundo.
Hice que los Tribunales de Justicia abriesen una investigación y que la opinión pública protestase de la explotación indigna y miserable de la que eran víctimas las desgraciadas mujeres, atropelladas por los comerciantes en este asqueroso tráfico, por aquellos que les hacían víctimas de sus vejámenes y exigencias y por una entidad oficial denominada Sección de Higiene Especial.5
Herrera presentó entonces una serie de aspectos que en su opinión debían aplicarse a fin de mejorar la situación de las prostitutas. Una de esas consideraciones tenía que ver con las “zonas de tolerancia”, a las que calificó de un error por las condiciones de aislamiento a las que eran sometidas las mujeres. Por otra parte, estas zonas caían en manos de proxenetas que rivalizaban entre ellos, especialmente cuando se enfrentaban los proxenetas cubanos a los franceses. ―Recuérdese, a propósito, el tema de la pieza teatral del cubano Carlos Felipe, basada en hechos reales, Réquiem por Yarini―.Al hablar sobre estas zonas en cuestión, el abogado Herrera expuso:
Una mujer obligada a vivir en la zona de tolerancia tiene que aceptar el precio de la vivienda forzosa que se le ofrece, tiene que transigir con el tamaño de esta, la cual está en relación con los pingües beneficios que esto proporciona. Los mejores hotelitos de La Habana, no producen a sus dueños las rentas que esas viviendas insalubres y reducidas, y cuando parecía que su Gobierno iba a ocuparse de este asunto, para favorecerlas protegiéndolas, se publica su Decreto.6
Se refiere, además, a que la autorización de estas zonas era una ilegalidad, porque este traslado obligatorio de personas no estaba autorizado por la Constitución de la República. Además, el jurisprudente consideraba que se hacía imprescindible realizar reformas esenciales al Reglamento, pero exponía que: “La reforma importante a introducir en el régimen de la prostitución, exige que yo me ocupe antes de datos necesarios como son: las causas de la prostitución, los medios que la prostitución emplea y los fines que lleva y los peligros que de ella se desprenden”.7
Herrera no tuvo en cuenta la diversidad social de las prostitutas y habló de ellas como si todas fueran iguales. No solo estaban las que poseían cartillas, sino también otras de las más diversas raleas. Era el caso las llamadas clandestinas, que no respondían a proxenetas ni formaban parte de ningún prostíbulo. Otras eran las “fleteras”, es decir, las jóvenes negras sin recurso alguno y carentes de la más mínima higiene, que salían en busca de dinero. Además de las mujeres que ejercían ocasionalmente la prostitución con el fin de solucionar los problemas financieros del hogar. Podían, incluso, tener un oficio como mecanógrafas, secretarias u otros. No se refirió nunca a la prostitución masculina ―algo que sí hizo Benjamín de Céspedes―, que era otro flagelo de la sociedad cubana y que persiste hasta hoy.
Propuestas de Herrera Sotolongo
A pesar de las dos cartas que Herrera Sotolongo dirigió al presidente, no por gusto llamado “Tiburón se baña, pero salpica”, y de los esfuerzos que hizo para visibilizar el problema de las prostitutas, a nadie le importó que estas mujeres perdieran hasta su nombre.
En aquel mundo marcado por la marginalidad, no había posibilidades de una vida humana. Para evitar la represión de las instituciones públicas, utilizaban los más diversos apodos y así ocultaban su verdadera identidad. Apodos como “La Mexicana” o “La Gallega”, por solo mencionar dos de ellos, que indicaban quizás su origen. El cuerpo de esas mujeres no solo era mancillado por los hombres que las lastimaban y trataban como animales, sino también por las meretrices, que las golpeaban o las obligaban a tatuarse en diversas partes, incluso, en la cara.8
A José Miguel Gómez no le quedó otra alternativa que recibir a Pedro Herrera Sotolongo. Este le presentó un proyecto para mejorar las condiciones de vida de las prostitutas. La primera de las demandas fue eliminar las zonas de tolerancia, por los daños que estas ocasionaban desde todo punto de vista, ya fuera social o sicológico. Las zonas de tolerancia, vistas desde una perspectiva de Michel Foucault, eran una suerte de cárceles, lugares cerrados y asfixiantes donde solo podían transitar bajo vigilancia. Ni siquiera se les permitía abrir las ventanas, solo podían hacerlo a determinadas horas, y no podían mostrarse. Las condiciones de vida llevaron a muchas de ellas a la locura, el suicidio o la muerte prematura como resultado de la violencia.
Herrera Sotolongo propuso una nueva reglamentación para la prostitución que tuviera un carácter más humanitario y no represor. El nuevo reglamento debía tener en cuenta las ideas del médico higienista francés Parent Duchatelet (1790-1836). Este galeno había estudiado a fondo la situación de la prostitución. Escribió varios volúmenes acerca de la vida y tratamiento a seguir con este sector tan sensible de la sociedad. Duchatelet consideraba que las prostitutas eran inevitables en las zonas urbanas y que toda ley encaminada a prohibirla era inútil.
“Herrera Sotolongo propuso una nueva reglamentación para la prostitución que tuviera un carácter más humanitario y no represor.”
Para este médico francés, como para Herrera Sotolongo, la prostitución tenía su base principal en la pobreza. Con estos antecedentes teóricos y otras experiencias en el terreno internacional, Herrera propuso todo un programa para mejorar las condiciones de vida de las mujeres. Entre las medidas propuestas estaba mejorar la atención médica. Exigía al gobierno el pago de un servicio de profilaxis, porque era de interés general. Además de dar un tratamiento más fuerte a la policía que reprimía a las mujeres.
En síntesis, proponía hacer frente a la penuria de estas mujeres, que no debían pagar al Estado contribución alguna por sus servicios. Pero además, el Estado debía velar por las condiciones de vida de las mujeres en Cuba y crear fuentes de trabajo, estudio u otras opciones económicas. Era la única forma de evitar el incremento de la prostitución. Herrera advertía, con incuestionable razón, algo importantísimo para su época:
El hombre se cree libre para poder realizar todos los actos lúbricos que puedan concebirse, sin que su dignidad personal sufra menoscabo, sin que su cultura, su educación, ni aun sus sentimientos morales queden afectados, ni por el uso ni por el abuso de sus placeres. ¿Por qué, pues, no ha de inculcarse este sentimiento en la mujer, de tal modo, que se convenza de que su espíritu, su concepto moral, no debe sufrir por el comercio carnal que de su cuerpo haga?
Al principio será violento el que una mujer de la vida quiera y sepa hacerse respetar, pero bien pronto llegará a ser cosa admitida, y ellas serán las primeras en darse a su lugar.9
Prostitución, pobreza y violencia contra las mujeres en Cuba
Por supuesto que estos reclamos de Pedro Herrera Sotolongo no fueron escuchados por ninguno de los miembros del Gobierno. Con la presidencia de Gerardo Machado, la prostitución tomó características inimaginables. Esa es la razón por la cual se necesita mirar la historia de las mujeres en la isla. Conocer a quienes a lo largo del tiempo defendieron, sin importarles los obstáculos, a la mujer cubana.
La figura de Pedro Herrera Sotolongo fue una de las que abrieron el camino a las delegadas que, en el Primer Congreso Nacional de Mujeres, en 1923, alzaron sus voces para denunciar el estado de las prostitutas en la isla.
Desde entonces hasta nuestros días, nadie ha escuchado realmente, y se ha impuesto un silencio ominoso que llega hasta hoy. Nada hay en la Constitución actual de Cuba que tenga en cuenta un tratamiento legal en relación con las mujeres. La Federación de Mujeres Cubanas nada a hecho al respecto.
“La figura de Pedro Herrera Sotolongo fue una de las que abrieron el camino a las delegadas que, en el Primer Congreso Nacional de Mujeres, en 1923, denunciaron el estado de las prostitutas en la isla.”
En los primeros años después de 1959 concentraron a las prostitutas en campamentos de trabajo con un régimen militar. Supuestamente las educaban para su inserción en la sociedad. Luego las reprimieron y crearon una UMAP para ellas y las lesbianas. Más tarde, en los años noventa, hicieron los campamentos de reeducación para las llamadas “jineteras”.
Pero nunca tuvieron las mujeres en Cuba un respaldo legal. No pudieron dar solución a la pobreza, a la miseria que se enfrenta ya no solo en zonas marginales, sino que cubre a todas las ciudades.
Los feminicidios en la isla crecen exponencialmente. La mujer cubana está hoy más expuesta que nunca a la violencia y a la muerte, pero el Estado y los poderes públicos nada hacen al respecto. Ya no son solo las mujeres públicas, sino que ese flagelo llega también a aquellas que sufren prisión por diversas causas. El acoso sexual ocurre en centros de trabajo y educacionales, y no existen leyes para denunciarlo.
Por eso, la defensa a la mujer cubana debe estar presente en todos los foros internacionales. Algún día podrá barrerse el régimen dictatorial que ha llevado a la sociedad cubana a la más horrenda de las crisis sociales de la historia.
____________________________
1 Pedro Herrera Sotolongo: Entrevista al diario La Prensa, Nueva York, viernes 28 de octubre de 1932, p. 1.
2 Eugenio Molinet: “Memoria informe de la Sección Médica Especial correspondiente a 1898”. Imprenta de Francisco Xiqués, La Habana, 1900, p. 141.
3 Mélanie Moreau-Lebert: “Zonas de tolerancia en Cuba bajo la república: el confinamiento real y simbólico de las mujeres públicas”. Estudios del Caribe, no. 27-28, abril-agosto de 2014.
4 Pedro Herrera Sotolongo: Defensa de los derechos de la mujer. Sin editorial, La Habana, 1912, p. 5.
5 Ídem, p. 18.
6 Ibíd., pp. 22-23.
7 Ibíd., p. 26.
8 Cfr., Mélanie Moreau-Lebert: “Un caso de sociabilidad impuesta por la seudorepública (1899-1902): las zonas de tolerancia o el encerramiento real y simbólico de las mujeres públicas”.
9 Pedro Herrera Sotolongo: Defensa de los derechos de la mujer, p. 36.
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