Dailey Fernández: "Cuba en el País Vasco es un símbolo pocas veces cuestionado"
Dailey Fernández se desempeña como docente y curadora, y además integra la Asociación Cubano - Vasca Demokrazia Kubarentzat, buscando hacer incidencia política desde el exterior en favor de la libertad de Cuba.
Las lentes bifocales son aquellas que nos permiten ver tanto de lejos como de cerca con los mismos cristales, por lo que me pareció una buena metáfora para sostener e impulsar esta columna en Alas Tensas.
El título Bifocales me ayuda a referirme a la incesante lucha interna del emigrante, entre el aquí y el allá, desde un mismo cuerpo. Mis invitadas, en su mayoría mujeres inmigrantes, conversarán sobre distintos proyectos personales que ilustran su potencial profesional y humano.
Ante la creciente ola migratoria cubana, forzada por la precariedad y la represión en la isla; y ante la necesidad de aprender y adaptarnos a un nuevo contexto y a un nuevo universo de información, Bifocales quiere ser una columna que hable desde la singularidad.
Mi primera invitada es Dailey Fernández González, comisaria, investigadora y crítica de arte cubana radicada entre Bilbao y Pamplona, en España.
A Dailey la conocí hace unos meses, cuando me encontraba realizando la exposición Obsesión en Barcelona. A través de Instagram recibí un mensaje de ella donde me decía:
“¡Enhorabuena por la Expo! Nos conocimos en Madrid hace un tiempo. Colaboro con la Asociación Cubano - Vasca Demokrazia Kubarentzat. Desde la asociación nos gustaría mucho recibir esta exposición en Bilbao. Creemos que este contexto es uno de los más complejos en España por la idea de Cuba como símbolo intocable y muy arraigado en su cultura independentista, y donde se hace muy complejo también desmontar los mitos".
Ese mensaje era exactamente lo que definía el por qué de la muestra Obsesión, por lo que desde ese momento comenzamos a estar en contacto. Mientras seguimos trabajando para intentar que la exposición se realice allí, aprovecho para hacer pública esta conversación sobre su vida y sobre su experiencia como curadora y como emigrante latinoamericana.
¿Cómo recuerdas tus primeros acercamientos al arte, a las diferentes prácticas de los artistas cuando terminaste la Universidad y más tarde cuando diste clases en el Instituto Superior de Arte (ISA)?
Pasé la mayor parte de mi infancia con mi abuela materna porque mis padres trabajaban mucho. Mi abuela Lina es una artista autodidacta, pero ella no lo sabe. La recuerdo de niña dibujando, bordando y tejiendo. Todavía hoy en el comedor de su casa están colgados unos pequeños cuadritos que talló en madera cuando era joven. Ella me enseñó a dibujar y a ver los colores en las cosas primero, para luego llevarlos al papel.
A mi padre, por otro lado, le debo el amor por el cine, por la música y por la escritura. Creo que de ellos saqué mi sensibilidad por el arte; y curiosamente soy consciente de esto desde hace muy poco. La distancia y el tiempo me han dejado verlo.
Gracias a mi mamá me decidí en su día por la carrera de Historia del Arte. La pobre llegó corriendo en el último minuto el día de llenar la boleta de las opciones de carrera en el pre, para decirme que había logrado hablar con una de las pocas historiadoras del arte de Cienfuegos, que llevábamos buscando unos días antes para entrevistarla.
Yo me debatía entre Filología, Historia del Arte y una ingeniería que ya ni recuerdo como tercera opción.
Cuando empecé la carrera de Historia del Arte en La Habana en el 2010 se me abrió un mundo que yo conocía muy poco. Otra ciudad, otros ritmos, un movimiento cultural que no existía en Cienfuegos.
Galerías, museos, teatros, la Bienal de la Habana, el Festival de Cine. Pero solo veía la superficie.
A partir del tercer año de la carrera empecé a entender algo de la complejidad del mundo del arte, y de las relaciones que se dan en él y recuerdo que me sentí un poco desmotivada. Me metí más en el cine para desarrollar mi tesis.
Conocí las interioridades del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), gracias a José Galiño Martínez, mi tutor, quien fue uno de sus fundadores.
Gracias a él también pude entrevistar a Manolo Pérez Paredes, a Fernando Pérez, a Osmany Olivare, diseñador de sonido, y a otros cineastas.
¿Cómo viviste el contexto de las artes visuales al terminar la universidad, antes de salir de Cuba?
Al terminar la carrera pensé que me iba a decantar por el cine, pero empecé a trabajar como asistente de Reynier Leyva Novo. A la vez trabajaba en el ISA de profesora, en adiestramiento, durante el servicio social.
Fue una etapa en la que sentía que había salido en pañales de la carrera y en la que aprendí mucho. Así el rumbo empezó a cambiar hacia las artes plásticas. Estuve cerquita cuando llegó Galleria Continua al Barrio Chino y en general al ambiente que movió en sus primeros años.
Una de mis mejores amigas, Claudia Genlui Hidalgo y yo, soñábamos en esa época de recién graduadas con hacer un proyecto en el que confluyeran varias disciplinas y pudiéramos crear espacio para jóvenes artistas. Nos preocupaba mucho la apatía, la individualidad, las tiranteces, y los egos que notábamos mientras más nos metíamos en el mundo del arte.
Queríamos crear un espacio a medio camino entre proyecto pedagógico y residencia donde artistas emergentes o que todavía estaban en la carrera de diferentes disciplinas (teatro, diseño escénico, actuación, pintura, fotografía, audiovisual, danza contemporánea) pudieran crear dinámicas colectivas y aprendiéramos los unos de los otros. Así nació SUMA un evento que organizamos Claudia y yo, con mucha ayuda de amigos y apoyo del ISA, en el taller de Línea y 18.
Lamentablemente solo tuvo una edición, porque a los meses me llegó la beca de la Fundación Carolina para realizar un máster de comisariado en España.
El último año que estuve en Cuba seguí trabajando en el ISA mientras era asistente de Alejandro Campins. Disfruté mucho observar todo su proceso creativo de cerca y ver como nacían ideas que ha concretado en exposiciones recientes.
En ese momento (año 2017) algunas historiadoras del arte de mi generación trabajamos simultáneamente como docentes en el ISA y en la Facultad de Artes y Letras (FAYL). A la vez colaborábamos, como asistentes, en galerías privadas, estudios de artistas o escribíamos para revistas y medios de prensa alternativos y digitales.
Este tipo de iniciativas privadas y de autogestión estaban en desarrollo en ese momento, y a los historiadores del arte en particular nos aportó herramientas más prácticas relacionadas con la promoción y la programación cultural, la producción de eventos y obras de arte, así como con el comisariado y el montaje de exposiciones.
Después de varios años trabajando y colaborando con la Universidad de Navarra, donde hiciste el máster y ahora tu doctorado ¿ cómo valorarías la educación que te ofreció la Universidad de la Habana, la FAYL?
Valoro mucho la educación que recibí en la FAYL, creo que tuve el lujo de estar en los últimos años de una generación de profesores excelentes (María Elena Jubrías, Adelaida de Juan, Luz Merino, entre otros). También fue un momento en el que jóvenes profesores empezaban su carrera, aunque buena parte de estos estén hoy fuera de Cuba.
Creo que en ese sentido mi promoción fue privilegiada. El rigor y la excelencia que nos exigían nos han preparado para observar y enfrentarnos a otros contextos. Para tener herramientas con las que discutir sobre arte, aún cuando nos quedaban tan lejos temas de mercado, producción y eventos de primer nivel.
En cuanto al plan de estudios, la carrera de Historia del Arte, está bastante atrasada con relación a su propio objeto de estudio, sobre todo a la hora de abordar la complejidad metodológica y transdisciplinar del arte que se hace hoy.
Los lenguajes del arte van más rápido que las maneras que convenimos para estudiarlo y clasificarlo. No sé si el plan de estudio ha cambiado en los últimos años en FAYL, pero el que yo recibí se quedaba en la segunda vanguardia y poco más. Todavía no se hablaba mucho de la globalización del arte, de nuevas formas de organización y comportamientos artísticos, del comisariado de arte, del fenómeno del bienalismo y tantas otras cosas.
Aún así creo que lo esencial de la enseñanza que recibí no estaba en los recursos con los que se contaba, ni en lo actualizado de sus programas, sino en la profundidad de análisis que nos exigían. Por ejemplo, la asignatura de Teoría de la Cultura, fue vital para aprender a pensar y a gestionar, en lo posible, la complejidad del arte.
Retos de una emigrante
Ser cubano implica idealizar y fantasear, hasta el infinito, la vida fuera de la Isla. ¿Cuáles han sido los retos más importantes que has tenido que enfrentar como emigrante?
Empezar de cero en otra ciudad sin conocer a nadie y sin saber cómo funcionan las cosas allí, ha sido el reto más complejo. Lo sentí cuando llegué a Pamplona para hacer el máster en el 2018 y luego cuando me fui a Bilbao en el 2019 para hacer unas prácticas.
Recuerdo que cuando llegué al Museo Universidad de Navarra por primera vez y recibí las primeras clases choqué mucho con las redes sociales, con el acceso ilimitado a Internet y con la tecnología en general. Yo llevaba una mini laptop muy lenta para trabajar y un móvil también muy básico y no conocía ni lo que era el WhatsApp o la herramienta Drive de Google para trabajar en grupo. Parecía un alien para mis compañeros de clase. Algunos flipaban en colores como dicen aquí, cuando les explicaba por arribita la realidad de la que venía.
También la solicitud, presentación y actualización de documentos de identidad, los viajes a extranjería, al consulado cubano en Madrid desde Pamplona o Bilbao. O en mi caso, hasta la denuncia que tuve que hacer en la Policía Nacional al tercer día de llegar a España, porque perdí mi pasaporte en el Aeropuerto de Barajas. Siempre fui muy despistada y además llevaba muchas cosas encima y abrigos grandes por primera vez. Ahora lo recuerdo con risas, pero en su día fue agotador.
Por otro lado está el buscar trabajo después de estudiar o gestionar la frustración cuando a veces no puedes ayudar más a la familia que dejas atrás. Salimos muchas veces de Cuba pensando que en poco tiempo podremos ser suficientemente autónomos como para ayudar a esa abuelita, o a la mamá que se queda en la Isla como es mi caso, o incluso a los amigos cuando lo necesitan, pero encontrar la estabilidad, o al menos adaptarnos a otras dinámicas, en un país que no es el tuyo, lleva su tiempo.
¿Puedes hablarnos sobre la investigación que estás realizando para el Doctorado?
Estoy estudiando el arte comprometido social y políticamente en la línea de la participación. Ya existen bastantes libros e investigaciones sobre el ámbito anglosajón e incluso de Europa del Este, pero me interesa el ámbito iberoamericano por ser el que me toca directamente. Me interesa mucho profundizar en ese idealismo que nos impulsa tanto a los artistas como a los curadores de arte para crear espacios para la toma de conciencia, para despertar, y para ofrecer herramientas con las que se puedan crear, fortalecer, o reparar vínculos sociales.
¿Cuáles son los proyectos futuros en los que estás involucrada u otros en los que no estás involucrada directamente pero conoces y te entusiasman?
Terminar el doctorado es el proyecto que más energía me roba ahora mismo. También estoy colaborando como profesora en el Máster de Estudios de Comisariado del Museo Universidad de Navarra coordinando la asignatura “El papel del arte en la Comunidad política”, asignatura que tengo el gusto enorme de compartir con Gerardo Mosquera, quien además fuera mi profesor cuando yo cursé el mismo máster en su primera promoción.
Mientras tanto me han llegado algunos proyectos de comisariado, o ideas para publicaciones que no descarto desarrollar a la par de estos dos últimos años de doctorado que me quedan.
También, como miembro de la Asociación Cubano-Vasca Demokrazia Kubarentzat con sede en Bilbao, organización social, de reunión, colaboración y fortalecimiento de la Sociedad Civil Cubana residente en la Comunidad Autónoma del País Vasco, Cantabria y Comunidad Foral de Navarra; seguiré denunciado la represión de la dictadura cubana.
Son objetivos de la asociación visibilizar el constante adoctrinamiento al que está sometido el pueblo cubano, así como apoyar la resistencia del pueblo y del exilio. La asociación es muy joven todavía, pero ya ha organizado varias manifestaciones, actividades culturales y charlas.
Y bueno, como sabes, el último proyecto cultural con la Asociación en el que estoy involucrada es en el de llevar Obsesión, tu expo, a Bilbao.
Cuba en el País Vasco es un símbolo cultural que sustenta la idea de independencia, de resistencia. Es un símbolo pocas veces cuestionado, enredado hasta en la historia de ETA y demasiado idealizado. Y cuando digo Cuba me refiero a un momento de la historia muy concreto de la lucha de guerrilla y clandestina, el triunfo de la Revolución y la figura de Fidel Castro.
Si tuvieras la oportunidad de hacer una publicidad sobre la vida en Bilbao, cuáles serían tus primeras imágenes.
Las imágenes serían de la ría de Bilbao que articula la ciudad. Fue mi espacio equivalente al Malecón (tanto de Cienfuegos como de La Habana). Iba cuando necesitaba pensar, o gestionar algo complicado, y alguna que otra meta también me tracé ahí.
Solveig Font Martínez
(La Habana, 1976). Activista y curadora independiente. Licenciada en Estudios Socioculturales por la Universidad de La Habana. Trabajó en instituciones de arte como la UNEAC y Fábrica de Arte Cubano. Es directora y fundadora del espacio independiente de arte Avecez art space. Ha comisariado exposiciones en Canadá, España, Estados Unidos y Cuba. En 2022 coordinó el evento público de INSTAR para Documenta 13th; y comisarió la exposición colectiva Obsesión. Desde 2022 reside en España.
Me ha gustado saber que con Dailey me une Pamplona y la Universidad de Navarra además de sus orígenes cubanos. Muy de acuerdo con lo que comenta sobre el mito de la revolución cubana, algo que también ocurre en el resto de España. Ojalá Obsesión llegue a Bilbao y porque no, a Madrid. Mis felicitaciones tanto a la entrevistada como a la entrevistadora.