Kirenia Flores: el costo de ser mujer y pensar diferente en Cuba
En Cuba nadie escapa de la violencia política. No importa la edad, el sexo, la ideología o la orientación sexual.
El COVID-19 trajo a Cuba muchas calamidades, hemos vivido momentos muy duros —principalmente la población femenina—: el estrés, la angustia, y la violencia de género aumentaron significativamente debido a las medidas adoptadas a raíz de la emergencia sanitaria.
Pero también se desató una pandemia que de una forma u otra está afectando a una parte de la población femenina cubana —sin importar edad, raza u orientación sexual—, la violencia política contra aquellas que tienen una ideología diferente a la del oficialismo cubano, que pagan un elevado costo por ser mujeres y pensar diferente.
Es por esta razón que conversamos con una joven psicóloga, afrodescendiente y defensora de los derechos de las mujeres, Kirenia Flores, que desde su pensamiento juvenil ha visibilizado la existencia de desigualdades, discriminación y violación de los derechos civiles y políticos de las aquellas mujeres que han decidido no continuar calladas.
En la juventud está el futuro de cualquier país. En Cuba las y los jóvenes han mostrado indicios de un posible cambio, por lo que se han convertido en el blanco perfecto del autoritarismo, sobre todo las mujeres jóvenes y adolescentes. ¿Crees que, como joven y mujer, has sido víctima de la violencia política?
En Cuba nadie escapa de la violencia política. No importa la edad, el sexo, la ideología o la orientación sexual. La violencia política es algo que atraviesa nuestras vidas incluso sin apenas darnos cuenta. Por supuesto que, si eres un o una activista, u opositor al régimen, la violencia es mucho más profunda y constante.
En mi caso he sufrido y sufro de las consecuencias de la violencia política contra las mujeres, no solo por serlo, sino por pensar diferente, algo que no constituye un delito en ninguna parte del mundo. Con las manifestaciones del 11 de julio cientos de cubanas y cubanos tuvieron la oportunidad de expresarse en contra del gobierno —la gran mayoría jóvenes y adolescentes—, lo que trajo como consecuencia una ola represiva que llevó a mucha juventud a los calabozos. Hasta la fecha, según estadísticas de plataformas independientes —por ejemplo Cubalex—, se han registrado 852 personas detenidas o desaparecidas hasta el 19 de agosto, 11 de estas oscilan entre 18 años y menos. Según el Observatorio contra la Violencia de Género, de la Alianza Cubana por la Inclusión, desde enero del 2021 hasta la fecha ya se han identificado 238 casos de violencia política contra las mujeres y 185 de violencia institucional. Por lo que la vida política de las mujeres se está complicando tras la represión y falta de libertades.
¿Crees que la violencia política contra las mujeres se ha convertido en un obstáculo para la participación política de las mujeres jóvenes en Cuba?
Considero que la participación de la mujer en la política es multifactorial. No se debe solo al hecho de que pueda existir violencia (en cualquier de sus manifestaciones). Por ejemplo, uno de los factores que incide es la manipulación del régimen para que las mujeres que ocupan cargos, responsabilidades o participen en sentido general en la política del país, sean mujeres que apoyen su ideología, de lo contrario son capaces de hacer cualquier cosa para que el resto de las que piensan diferente no sean representadas.
También encontramos apatía política y así ocurre con los jóvenes. Hay mujeres jóvenes y menos jóvenes para las que el tema político no es de su agrado, porque sus intereses son otros o porque sencillamente no ven en la política la vía para solucionar sus problemas sino todo lo contrario.
O sea, que aún gran parte de la población femenina de Cuba vive atada a estereotipos basados en el género, y no creen que reclamar sus derechos o no estar de acuerdo con el sistema político sea cosa de mujeres.
No es que las mujeres consideren que exigir o defender sus derechos no sea su problema. La cuestión está en que existe mucha desconfianza en los dirigentes del régimen debido a los altos niveles de corrupción que se han observado, además porque ellas y ellos no representan sus intereses, y porque a esos directivos ni siquiera han tenido la oportunidad de elegirlos. Por lo tanto, no creen que sus acciones tengan algún resultado. En Cuba se ha creado una cultura en la que exigir nuestros derechos parece no valer la pena. Claro, con las protestas del 11 de julio las mentalidades han cambiado un poco. Pero aún esa ideología de que no vale la pena exigir nuestros derechos continúa.
Esto no quiere decir que esa mentalidad sea la que predomina en las mujeres, pero no podemos absolutizar que la falta de participación política de las mujeres se deba a la existencia de la violencia. El tema de la violencia de género tiende a ser anónimo para el gobierno cubano y sobre todo la violencia política contra las mujeres activistas o defensoras de los derechos humanos, periodistas independientes, entre otras, que de una forma u otra han decidido no callar.
Vivimos en un país donde el 54% de los representantes del gobierno son mujeres, sin embargo, no tenemos una ley que nos proteja de la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones, solo se hace referencia a la violencia psicológica o intrafamiliar como únicas predominantes, lo cual tendría que aludir a los cientos de casos de feminicidios que están ocurriendo. Esto nos lleva a que ese 54% no sea realmente representación femenina.
Eres una joven profesional cubana y, como expresaste, has sufrido las consecuencias de la violencia política contra las mujeres. ¿Cuál es el costo que te ha generado ser mujer y pensar diferente?
El mayor y principal costo que me ha traído defender los derechos de las mujeres y del pueblo cubano en general, ha sido vivir una vida bajo represión, acoso, allanamientos, violación de mi intimidad al acceder a mis redes sociales, la restricción de mi libre movimiento, la imposibilidad de recibir capacitaciones..., lo que me ha generado angustia, desconfianza y recelo por todo y todos los que me rodean.
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