Entrevista | Gleyvis Coro: "Yo no era una chica al uso"
María Matienzo acompaña a la escritora Gleyvis Coro en la reconstrucción de un duro episodio de persecución lesbofóbica que sufrió en Cuba.
La anatomía de Gleyvis Coro Montanet está compuesta de poesía y de algunos dolores que no los siente tanto en el cuerpo, como en el alma. Estar lejos de Cuba y de su Pinar del Río es una de esas dolencias. Otras fueron las que le provocaron el núcleo del Partido Comunista y un personaje oscuro, el día que quisieron su puesto en la Facultad de Ciencias Médicas y empezaron a hurgar en su vida íntima, diseccionándola, intentando convertirla en un fantasma, aunque al final el calvario le sirvió para florecer.
“Yo era una niña de mi casa. Una niña de mi abuela. Era una persona en una campana de cristal”, la que rompieron a golpe de ideología y lesbofobia.
Las ciencias naturales no son exactas
“El mundo de las ciencias, de la salud es uno de los más homofóbico, lesbofóbico que existe, independientemente de que, por supuesto, hay de todo tipo de personas con sus orientaciones sexuales, políticas y demás. Pero siempre se les ha tratado como un destacamento, como un ‘ejército de batas blancas’, con un pensamiento unánime. Dentro de las clases sociales de Cuba, si se puede hablar de clases sociales en Cuba, vendrían siendo una clase social medio alta, donde todo lo diferente es muy rechazado”. Así describe Gleyvis Coro desde su experiencia, a un sector que ha sido idealizado por las obligaciones que contraen con la humanidad, que a la vez ha llegado a ser muy violento, por el poder que le ha sido conferido a través del conocimiento que adquieren de la naturaleza humana.
“La diferencia es muy rechazada. Allí se aspira a un individuo modélico heterosexual blanco, masculino o femenino doblegado al mundo patriarcal”, como si todos fuéramos a imagen y semejanza del hombre de Vitruvio.
“Comencé trabajando con un colectivo de personas que me triplicaban o duplicaban cuanto menos la edad. Venía siendo la niña prodigio que había logrado llegar muy joven a docente, que después transitó todos los pasos, la escalera jerárquica de la docencia y con 30 años estaba en casi lo más alto de la escalera jerárquica docente en Ciencias de la Salud”, recuerda Gleyvis Coro.
“Cuando fui a presentarme la oposición de la Facultad de Ciencias Médicas, tuve también problemas porque todo el mundo me decía: ‘tú tienes problemas políticos, a ti no te van a dar esa plaza’, pero me la dieron”; y cree que fue por el desencanto mayoritario que había en el país, que permitía ver su vinculación con la revista Vitral, del grupo del activista y pensador católico Dagoberto Valdés, como una pecata minuta.
Otros mundos
“Hice una progresión del mundo del protestantismo al mundo católico porque veía en el catolicismo un mayor compromiso como Iglesia con la sociedad cubana. No lo veía así en la Iglesia protestante y seguramente habría sus expresiones, pero en mi entorno las iglesias protestantes eran muy pacatas, muy pazguatas y muy miedosas”, esta es una parte importante de la anatomía compleja de Coro.
“Todo el mundo piensa: ‘ha emigrado de un lugar cerrado a otro más cerrado’, pero fue donde yo encontré mi libertad, porque teníamos un grupo de personas diversas, con orientaciones sexuales diferentes, con diferentes orientaciones políticas. Fue el grupo gestado alrededor de Vitral con Dagoberto Valdés a la cabeza”, y después llegó DeLiras, un proyecto que duró poco, pero que Gleyvis Coro recuerda con cariño, sobre todo por “las lecturas que allí se tenían. Libros que llegaban y que leían forrados”, venciendo la censura que aún persiste en Cuba.
En la búsqueda de una chica al uso
“Con el tiempo y mi progreso profesional empezaron a pedir más de mí y empezaron a pedir una chica al uso. Yo no me había casado, no tenía novio y estaba dirigiendo o llevando la metodología del trabajo educativo, de la facultad de las nuevas generaciones”, le estaban exigiendo en el 2009 la higienización social que habían aplicado en el no tan lejano Quinquenio Gris o durante el tristemente célebre Congreso de Cultura y Educación de 1971.
“Comienzo a tener dudas en cuanto a mi sexualidad desde muy temprano, pero me asumí asexual. Una persona que tenía más intereses laborales, cognitivos. Incluso una que quería dejar una huella, quizás dentro de algún ámbito, ya sea médico, ya sea literario. No veía necesario mi identificación de género ni mi definición sexual”…pero a los demás sí les interesaba.
No se puede decir dónde se pueden localizar con mayor densidad poblacional, si en el ámbito académico, en el artístico, en el intelectual o entre los obreros, pero los personajes oscuros sin talentos no forman parte sólo del mundo de Gleyvis Coro.
Dentro de la campana que la había mantenido protegida apareció uno de esos personajes, mucho más viejo que ella, con menos talento e interesado en la vida profesional que ella tenía con solo 30 años.
“Primero trató de denigrarme desde el punto de vista político diciendo que leía panfletos de Vitral”, afirma Gleyvis.
“Me dijeron:
—‘¿Tú has leído cosas de Vitral?’
Dije:
— ‘No, lo que leí fue de Martí’.
— ‘¿Me puedes traer el fragmento de Martí y la cita de las obras completas en que la leíste?’
Eran textos de Martí que están en la línea del librepensamiento. No hubo problema. Entonces vino con que no me definía sexualmente, que tenía una relación lésbica y que me habían echado de mi casa”.
Yo, lesbiana
“Mi manera de vestirme en esa época era muy acorde con la cultura que yo había vivido en casa. Era una muchacha de pelo largo más o menos por los hombros. Una muchacha blanquita, timidita. Estos son, supuestamente, comportamientos muy femeninos. Llevaba falda, sandalias, cintillitos y siempre me pintaba mucho. Nada que denotara algo de masculinidad”, se describe a través del recuerdo.
Algunos amigos la alertaron, pero no fue suficiente preparación. El calvario, las humillaciones no tienen contención una vez desatadas.
“En 2009, pido una reunión que se convirtió en un juicio en el núcleo del Partido Comunista de Cuba donde comienzan a decirme que soy incoherente, que no podía guiar a las nuevas generaciones” y mienten para ganar.
“Dicen que mi madre me había echado de la casa. Y eso era falso. Yo seguía viviendo en mi casa. Dicen que tenía relaciones lésbicas con una persona totalmente ajena al mundo de la universidad, y que eso no se avenía con la moral del destacamento de Ciencias Médicas y menos en una entidad que llevaba el nombre de El Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara”, y actúan en correspondencia con el ideólogo de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP).
“Aquello fue desgarrador. Trascendió al cuerpo profesoral, al cuerpo de alumnos. Yo tenía una relación romántico afectiva muy poderosa con mis alumnos. Había formado diez generaciones de odontólogos en Pinar del Río y era una persona admirada y querida por mi esfuerzo. Era muy laboriosa. Aquello me sumió en un estupor, en una frustración, en un bochorno. Yo no sabía cómo afrontar aquello”.
Gleyvis Coro estaba volviendo a sufrir sobre su cuerpo, si no los mismos castigos, sí el mismo dolor, que las mujeres lesbianas en la Cuba de la década del 70 cuando eran recluidas y sometidas a terapias de reconversión.
“Me dije:
— “Bueno, pues me tendré que identificar como esto, porque esto es lo que dicen que yo soy. Seguramente soy lo que soy”.
“Yo era una mujer de 34, 35 años que había demorado su adolescencia. Me pasé mi vida cuidando a una vieja que era mi abuela y a la que amaba. Mi vida era una iglesia y un trabajo. No tenía fiesta. Era una persona en una burbuja, muy desorientada y muy perdida”.
“Mi madre se preguntaba qué estaba pasando con su niña. Por suerte mi abuela no vivía. Pensé en el suicidio. Pero finalmente una amiga me ayuda a buscar soluciones”. Y con su currículo no le fue difícil encontrar una beca lejos de casa y de Cuba.
El problema moral del PCC
Al cabo de tantos años Gleyvis Coro logra analizar desde otra perspectiva, quizás menos dolorosa, lo que vivió.
“La base fundamental es la falta de respeto hacia la vida privada de cada individuo, sea heterosexual, sea bisexual, sea transgénero” y describe el pandemonium que puede ser el Partido cuando se le disecciona.
“Uno se estaba acostando con una alumna, el otro estaba con la secretaria, de la que se decía que “era lesbiana de closet”. Y todos éramos motivo de mofa. ¿Cómo una persona del CDR1, puede ser la más indicada para decir lo que pasa con tu vida o para hablar de tu capacidad laboral o moral? Te dicen que esa persona lo sabe todo de ti, o que tiene un nivel de acceso a datos tuyos privados, que en cualquier sociedad normal no funcionaría así”, y esto que cuenta Gleyvis Coro pudiera parecerles a algunos historia antigua, pero lo triste es que pudiera seguir pasando en cualquier oficina de Cuba con las paredes descorchadas y una foto de Fidel Castro y flores plásticas, como única decoración.
— “No, es que tú tienes un problema moral. Aquí no te estamos procesando por cuestiones políticas. Tú tienes un problema moral que no es congruente con tu puesto y que es incompatible con la formación de nuevas generaciones, me dijeron”.
Y recurrió a la institución que desde el inicio de los años 2000 se había promovido como la gran defensora de la comunidad LGTBIQ+.
“Estaba tan desesperada que le escribí a Mariela Castro, al CENESEX. Le digo que el núcleo del Partido me está juzgando por mi orientación sexual. Yo estaba muy confundida. Tenía un apasionamiento amoroso, quizás, por una muchacha, pero no estaba muy clara. En medio de todo eso me dejaron sin asidero. Una cuando comienza una relación tiene tiempo para analizar, para saber cómo va en esa relación. A mí me arrojaron, me pusieron etiqueta. Me dijeron: ‘eres esto y estás con esta chica’.
Mariela, según recuerdo, me responde que no tenía derecho a una defensa legal. Que lo que me podía dar era apoyo psicológico”. Gleyvis siente que le da un esquinazo al tema del Partido porque no lo mencionó en su respuesta.
“Evidentemente no quiere confrontación con el Partido. Me ofreció una atención médica a una enfermedad”. Pese a lo errático de la respuesta de la hija de Raúl Castro, aquello le sirvió para controlar los daños que en ese entonces parecían irreparables.
Historia de la infamia
“Yo no tenía herramientas para defenderme. No tenía con quién consultar esto. La familia estaba perdida, dolida, naufragando en el temor del qué dirán y del daño moral que me hacían y que le hacían a ellos indirectamente.
Tuve que dejar el puesto. Entendí que quedarme allí después de aquello y de haberme dicho que lesionaba la moral socialista y al Destacamento de Ciencias Médicas, no era posible. Yo misma se lo pedí: ‘Quítenme la plaza’. Me quedé de profesora rasa.
Sentía una mirada de burla y compasión. Ya no, entre mis propios compañeros de docencia, también las personas de servicio. Llegué una vez y vi la mofa hacia mí. Pero lo que no pude aguantar fue el alumnado. Mi trascendencia, mi obra, mi labor estaba en el alumnado y los alumnos lo sabían".
"Mi alumna ayudante me dijo que se había filtrado y que se rumoreaba. O sea que era algo extendido. Y tenía mucha pena. No me merecía eso. Era una situación crítica. Yo era una estigmatizada. Era la pobre. Era la viciosa, la desviada. Tenía compañeros que eran bisexuales y estaban casados con mujeres y llevaban una vida paralela nocturna. Uno de los comentarios más comunes que había era por qué Gleyvis que no tiene 'tipo' y a estas dos que son jefas, miembros del partido que sí tienen 'tipo' no les pasa nada. Eso por no mencionar a Sara González que era evidentemente lesbiana".
"Después de estar aquí en España, me he reencontrado con compañeras mías de la universidad que se han declarado abiertamente lesbianas o bisexuales en otros países y me dicen:
— ‘Sí, siempre lo fui y veía aquello que te pasaba y decía qué miedo, me tengo que ir de aquí’.
“Yo fui la pobre diabla, el chivo expiatorio. Todavía hoy me pregunto cómo sobreviví”, y la única respuesta se llama Poesía.
Notas:
1 Comités de Defensa de la Revolución.
María Matienzo
La Habana (1979). Escritora. Realiza la columna de opinión «Mujeres de Alas», en la Revista Alas Tensas. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.
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