Las vidas que hay detrás

"Las madres esencialistas y biologicistas utilizan la misoginia y la transfobia para tener más derechos que otras personas".

| Opinión | 23/02/2022
Foto: Alina Sardiñas / AT.

Es algo muy común que, cuando un grupo social históricamente oprimido está cerca de conseguir un derecho por el que lleva luchando media vida (si no la vida entera), aparezcan voces alertando de los peligros que ese derecho puede ocasionar a la sociedad. Da igual cuántas veces haya demostrado la historia que reconocer derechos a las personas nunca ha generado el caos mundial ni ha hundido ningún país; siempre habrá quienes se opongan a los avances sociales apelando a “lo normal” o a “lo natural”.

En Cuba, la comunidad LGTBIQ+ está más cerca que nunca de conseguir el derecho al matrimonio igualitario, o sea, a que las personas del mismo género se puedan casar y disfrutar de los derechos que se desprenden del matrimonio. Algo que ya tenemos, desde hace mucho, las personas heterosexuales. Sin embargo, el nuevo código de familias, que incluye este derecho, está siendo objeto de numerosas críticas porque, aunque parezca mentira, hay personas que se atreven a declararse en contra de que se reconozcan a otras personas derechos que ellas ya tienen.

A veces pienso que la gente quizás no se da cuenta de que derechos como el divorcio, el aborto, el matrimonio igualitario o la autodeterminación de género han salvado y salvan muchas vidas. Otras veces soy aún más pesimista y pienso que hay gente que simplemente considera que hay vidas que valen menos que otras.

En las últimas semanas hemos oído y leído de todo. Desde que tenemos que ocuparnos primero de los derechos que afectan a todo el mundo y no solo a “las minorías”, hasta que el código de familias nos engaña con el matrimonio igualitario para que no nos demos cuenta de que lo que realmente quieren es robarnos a nuestrxs hijxs al sustituir la denominación “patria potestad” por “responsabilidad parental”. A quienes desprecian los derechos de “las minorías”, les diría que los derechos humanos son universales, lo que significa que todos los seres humanos tenemos los mismos derechos sólo por nuestra condición de seres humanos. A quienes hablan del robo de niñxs, ya les han explicado muy bien en El Toque que la denominación “responsabilidad parental” no es un invento cubano, sino la utilizada en la Convención sobre los Derechos del Niño, el instrumento de derechos humanos que más ratificaciones ha tenido en toda la historia del sistema universal de derechos humanos. Y en fin, que el gobierno cubano no necesita reconocer el matrimonio igualitario para quitarte a tus hijos si le da la gana.

Sin embargo, me preocupan más las críticas más sutiles; las que se visten de intelectualidad y, sin declararse directamente en contra del nuevo código de las familias, nos hablan de naturaleza y de biología; de los derechos de ser mujer con vagina y útero y de gestar y de parir. Utilizan un vocabulario más complicado y metáforas literarias, pero nos están diciendo lo mismo que las anteriores: que no quieren que todas las personas tengamos los mismos derechos. Qué piensan que es algo “natural” y por tanto correcto que unas vidas valgan menos que otras. 

Lo que pasa con esas críticas disfrazadas es que esconden un fuerte esencialismo de género y biologismo (o biologicismo), que son términos importantes porque nos sirven para comprender que justificar la falta de derechos apelando a la naturaleza y a la norma implican consecuencias en la vida de muchas personas.

El esencialismo de género, es decir, la atribución de unas cualidades fijas a las mujeres, como si solo se pudiese ser mujer de una manera, conduce a la misoginia hacia todas esas mujeres que no se ajustan a eso que quién-coño-sabe-quien decidió un día que significa ser mujer. El biologismo (o biologicismo) es una forma particular de esencialismo que define la naturaleza de las mujeres en relación con sus capacidades biológicas, nos dice qué genitales y órganos tiene que tener una “verdadera mujer”, y es fuente de discriminación y odio fundamentalmente hacia las mujeres trans. 

Pues os voy a contar una cosa: hay madres sin útero y hay madres sin vagina. Hay madres que nunca han gestado. Hay madres que no han parido. Y también hay madres con pene, testículos y próstata. Estas madres existen, están ahí, siendo madres delante de nuestras narices, su existencia no puede rebatirse y, por tanto, tienen los mismos derechos que las otras madres. Y el único problema aquí es que algunas de esas otras madres consideran que por tener determinados órganos, y por haber gestado y parido tienen más derechos, que sus vidas valen más.

Y yo solo quería decirles a esas madres esencialistas y biologistas que utilizan la misoginia y la transfobia para intentar tener más derechos que otras, que los derechos tienen vidas detrás; que negando derechos a las personas las deshumanizan, que con su discurso favorecen la discriminación, la violencia y la muerte. Ah!, y que no vamos a dejar de pelear para que todas las vidas valgan lo mismo.

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