Maternidades que importan: los peligros de la glamourización de la maternidad cisgénero
"¿Por qué razón, en vez de glamourizar el exceso de altruismo asociado a la maternidad de mujeres cis, no se invierte tiempo en practicar modos diferentes de estar presentes y co-participando en el trabajo de cuidado de niñas/os?".
El otro día paseando por las redes feisbuqueras me encontré con un post de una ex-alumna de Psicología que era una oda a los sacrificios de la maternidad de mujeres cis. Ese tipo de contenidos siempre me lleva a pensar en el siguiente sentido: ¿por qué razón, en vez de glamourizar el exceso de altruismo asociado a ese ejercicio de maternidad, no se invierte tiempo y energías en pensar y practicar modos diferentes de estar presentes y co-participando en el trabajo de cuidado de niñas/os?
¿Por qué no se cuestiona la obligatoriedad de este ejercicio sacrificial, que llega a ser romantizado hasta ese punto? Y obvio que para cuestionar eso no basta la buena voluntad; hace falta, entre otras cosas, políticas públicas que colaboren con que las madres tengan soportes para ser otra cosa que no sea exclusivamente eso. Hace falta también crear otros imaginarios de parentalidad.
¿Por qué ese placer libidinal, ese orgullo de una maternidad como sinónimo de sacrificios inevitables? ¿Por qué ese placer libidinal, ese orgullo no pudiera derivar de formas más leves de estar presentes para cuidar, dar soporte emocional y material a hijas/os? Ayúdame Freud, Lacan, jejejeje.
Según el diccionario sacrificio significa: "1) Ofrenda hecha a una divinidad en señal de reconocimiento u obediencia, o para pedir un favor; 2) Esfuerzo, pena, acción o trabajo que una persona se impone a sí misma por conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien".
Ese tipo de narrativas que naturalizan la maternidad como un ejercicio inevitable de sacrificios, colabora con la manutención de la carga de opresiones que masacran todos los días a mujeres cisgénero que son madres.
Por otro lado, ese mismo argumento de una maternidad, por esencia biológica, asociada a mujeres cis, contribuye con los discursos y prácticas transfóbicas que se hacen presentes cuando la comunidad trans y travesti disputa este espacio para sí.
O sea, el punto que enlaza la glamourización de la maternidad cisgénero, los discursos transfóbicos que deslegitiman las maternidades que no son cis e inclusive los proyectos de crianza y parentalidad que desafían el modelito de familia burguesa tradicional (como la gestación por sustitución, por ejemplo o la parentalidad gay) es precisamente la insistencia en una supuesta naturaleza biológica de la maternidad, la cual sería destino y/o condición instintiva de quien tiene útero, pare y se identifica como mujer cisgénero.
(Recuerdo aquí que ni todo el mundo que nace con útero se reconoce como mujer, y que tampoco el útero es ninguna marca identitaria de feminidad, si no, quien se hizo una histerectomía dejaría de ser mujer según este argumento cis-sexista).
Maternidad: una construcción social que se aprovecha de la biología
Pues bien, suponiendo que concordamos que existe algo de biológico en la maternidad (fíjense que digo maternidad y no gestar, parir, puerperio) vamos a intentar colocar a la maternidad en el mismo plano de otras “necesidades naturales” (esas mismas que yo explicaba cuando era profe de Análisis Dinámico en 1er año de Psicología), como orinar, sentir hambre, sueño, hacer caca.
Ahora piensen conmigo: tendría sentido que existiera un movimiento social o algún tipo de política pública para disputar políticamente si la gente duerme o no duerme, orina, hace caca? Sería una pérdida de tiempo, cierto? Justamente porque sentir hambre, deseos de orinar, etc, son cuestiones que están indiscutiblemente pautadas por el funcionamiento biológico del organismo.
Si hasta aquí ud. no entendió que maternidad, amor materno, parentalidad no se sitúa en el mismo universo que hacer caca o sentir hambre, sino que es una construcción social que se aprovecha de la biología (de una determinada narrativa biológica) para cercenar, dictaminar, regular y oprimir (por eso hace falta un movimiento social como el feminista para proponer otros entendimientos de ese ejercicio), hay poco que hacer, sinceramente. por eso mismo, también me asusta bastante ese tipo de “influenciadora materna” casi siempre una mujer cisgénero que se entiende como “madre biológica” y que va por ahí pregonando una glamourización de la maternidad.
En la medida en que sigamos apostando en esa narrativa de biologización de la maternidad, estaremos más lejos de poder discutir, por ejemplo, la redistribución justa del trabajo de cuidado de la infancia, para que ella no siga recayendo mayoritariamente en los hombros de las madres.
Parentalidad disidentes y otras posibilidades de emancipación
Por otro lado, estaremos más lejos de poder entender otros proyectos de parentalidad disidentes como elecciones legítimas (como es el caso de la gestación por sustitución), la parentalidad trans, gay, entre otras. Estaremos cada vez más lejos de discutir derechos reproductivos en una clave emancipadora.
¿Cuántas veces se discute, por ejemplo, la inducción de la lactancia en hombres cisgénero, como una forma de dividir el trabajo reproductivo de esa etapa del desarrollo de los bebés? Casi nunca, pues estamos entretenides glamourizando que apenas mujeres cis amamanten. Es para eso y por eso que tales cuestiones tienen que ser pautas incesantes del movimiento feminista y de políticas públicas que amplíen los derechos reproductivos y des-obliguen única y exclusivamente a la figura de la mujer cis como figura de cuidado.
El discurso de la “madre biológica” no solo es transfóbico y conservador, sino que por añadidura, alimenta ese imaginario según el cual mujeres cis son “por naturaleza cuidadoras”: cuidadoras de niñas/os, cuidadoras de personas mayores, de esposos (adultos funcionales a los que algunas les escogen la ropa y les preparan la maleta de viaje, socorro!).
La construcción política de un mundo más equitativo e igualitario retrocede mil pasos cada vez que este tipo de discursos gana espacio. Es por otros caminos, y no exactamente apelando a una glamourización de la maternidad cisgénera entendida como “biológica y por tanto más verdadera”, que podemos construir posibilidades de emancipación para más gente, incluyendo a la propia infancia.
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
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