Narrativa cubana ⎸Flores para mamá

Marilú Macías Gámez, directora del programa de televisión cubana “Cuando una mujer”, escribió “Flores para mamá” a raíz de la violenta muerte de la madre de un compañero de estudio de su hijo mayor.

Campo de flores rojas y amarillas.
Campo de flores. Imagen: Openverse

Para muchos la infancia es una de las etapas más felices de la vida, para mí es la etapa de los peores recuerdos. Pienso especialmente en aquel día en que mi padre llegó enojado por algo y, lo peor de todo, es que los enojos de mi padre los descargaba en mi madre, una mujer culta que no supo nunca descubrir las señales, o que tal vez las justificó en virtud de ese inmenso amor que sentía por él. ¿Amor? ¿Qué amor es ese que te subvalora y te hace sentir como nada? ¿De qué sirven las flores y las palabras amables después de haber dejado huellas en el rostro y en el alma?

Aquella noche, mi hermano y yo veíamos la televisión cuando sentimos el ruido de un plato que se rompía violentamente e inmediatamente escuchamos los gritos de mi padre:

—Esa comida es una mierda. Si yo la busco, me merezco otra cosa.

Instintivamente mi hermanito y yo corrimos al comedor. Ya sabíamos lo que vendría después y, aunque éramos niños, por lo menos con nuestra presencia tratábamos de defender a mamá. Cuando estábamos cerca veíamos las sombras de ambos reflejadas en una pared, como monstruos horrendos. Él la golpeaba mientras ella temblaba y suplicaba:

―Armando, por favor, que los niños se pueden asustar.

―¡No me importa! Que se den cuenta de la clase de estúpida que eres.

Mi hermanito corrió y se abrazó a mamá, yo me puse entre ellos y mi padre:

―¡Salgan de aquí si no quieren coger ustedes también! —gritaba fuera de sí aquel degenerado al que obligadamente un día llamé papá.

―Háganle caso a su padre, vayan para el cuarto ―nos decía mamá al oír aquella amenaza hacia nosotros.

No recuerdo bien cómo terminó aquella pesadilla. Sé que lloré mucho, mucho, mucho, hasta quedarme dormida. Al día siguiente, mamá nos despertó para ir a la escuela. Tenía en el rostro las huellas de la “hombría” de mi padre. Mi hermano y yo nos vestimos obedientes sin dejar de mirarla.

―El padre de ustedes ―decía ella― no es malo. A veces se altera cuando algo le sale mal, pero en el fondo nos quiere mucho, quiere mucho a su familia. Él ahora debe estar arrepentido y lo más probable es que dentro de un rato esté aquí con flores, sabe que me gustan. Él es como un niño, a veces se porta mal y después se arrepiente.

Cómo poder entenderla, aún siendo yo una niña me desgarraba el alma al verla tan sumisa y enamorada de un hombre que no la merecía.

Sí, efectivamente, cuando regresamos de la escuela un gran ramo de flores presidía nuestra casa y cuando él llegó estábamos haciendo las tareas de la escuela. Nos besó como si lo de la noche anterior no hubiese sucedido. Se acercó a ella y la acarició, le susurró algo al oído y ella le sonrío. Un rato después le pidió que fuera hasta la bodega a comprarle cigarros, que se le habían acabado. Sin protestar, como siempre, ella acudió a cumplir su mandato. Minutos después él nuevamente comenzaba a transformarse, mi hermanito y yo nos miramos presintiendo la cercanía de otra tormenta. Se asomó al balcón y entró fuera de sí. Cuando mi madre abrió la puerta con los cigarros en la mano lo primero que recibió fue un bofetón:

―¿Quién era ese tipo que hablaba contigo? Es que acaso tú no me vas a respetar.

―Es el hijo de la doctora —replicó ella—, solo le pregunté por su mamá.

―El hijo de la doctora ¿no? Tú no eres más que una…

Y tomándola por los hombros mientras la insultaba, la sacudió con fuerza lanzándola lejos. Ella perdió el equilibrio y cayó. En la caída su cabeza topó con una mesita de mármol que con el impacto se viró.

Corrimos muy asustados a donde yacía mamá bajo un charco de sangre sin responder.

―Tranquilos niños, solo fue un accidente. La llevaré al médico, verán que no ha sido nada —dijo asustado.

Lindas flores, mamá. Son para ti. No son precisamente las que mi padre acostumbraba a regalarte después de una golpiza. Él ya no puede regalarte flores, está preso, y Dios quiera por mucho tiempo y tú… Tú, estás muerta, mamá… Si supieras, mamita, la falta que nos hace tu presencia. ¿Por qué no luchaste más por tu vida y por nosotros?

El cuento “Flores para mamá”, de Marilú Macías Gámez, fue escrito a raíz de la violenta muerte de la madre de un compañero de estudio de su hijo mayor.

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