Poesía cubana | Tres poemas de Tania Díaz Castro

Tania Díaz Castro rompió con las normas de la literatura femenina de su tiempo para abrazar un discurso filoso y libre, desafiante, feminista.

Carmen Herrera: "El silencio del hermano" (sin fecha), fragmento.
Carmen Herrera: "El silencio del hermano" (sin fecha), fragmento.

Hombre dormido

Es un infante. No lo despierten.
No le exijan palabra honda
ni llama que se inflame.
Duerme la paz de los que amaron
en cada encrucijada.
Supo de senos erguidos como montañas,
sexos hirvientes como lava oscura de volcán.
No lo llamen. Sueños demasiados
lo asaltaron para que despierte.
Déjenlo escondido en el ramal de mi cuerpo,
que le hable mi corazón de lo bueno y lo malo
de la vida.
Que una noche y otra
se irá quedando solo
y yo no tendré fuerzas para imaginarlo.
Déjenlo quieto. No abran su puerta. No le canten.
No le pidan que le cante a nadie. No le alteren
el corazón que le hice aquella noche de insomnio.
Solo el misterio del mar abrirá sus ojos
tristes una noche de tormenta
y florecerá tal como fue de joven
en el ceibal habanero de su parque.

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Todo lo sabes de mí

Todo lo sabes de mí, el color de mi espuma,
mis ojos de llorar en aquel templo de Kyoto.

Todo lo que dejé de ser. Lo que soy.
La cárcel que he sufrido.
La que tal vez me falta por sufrir.

El poco viento que me queda.
Las hermosas lunas que me faltan.
Este trajín de amarte
entre emails y fotografías viejas.

Ángel mudo
de lápices puntiagudos como fusta escondida,
todo lo sabes de mí,
hasta la mala palabra última de este libro.

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Me acusan de romántica

Me acusan de romántica.
Tienen razón. Acaba de suicidarse
una mosca en mi sopa.
No tuvo lucidez.
Se dejó atrapar por el olor de la cebolla
y murió de amor, la mosca.

No fue astuta en la era de la cibernética.
Ni aguda. Mucho menos práctica.
Le faltó conocer la profundidad
del plato
y se confió de la superficie,
la pobre mosca
romántica.

El macho de la mosca
es el insecto que más se parece
al hombre.
Conquista la amistad de todos
sus semejantes
en este mundo, donde dicen
que no hay amigos.

Me acusan de romántica,
de quedarme como una idiota
ante el amanecer de las begonias,
de recordar aquellos niños asustados
en el entresuelo de mi casa,
dándose el primer beso de amor.

Me recomiendan
que deje de ser neurótica, boba,
enamorada como una mosca.
Que deje de ser humana.
Que no piense en su sombra
sobre mi sombra
ni descubra geranios
en mis ojos para mirarlo.

Por último, hasta me aclaran
tranquilamente, sin respeto alguno,
que Dios tampoco fue romántico.
Me aconsejan que me llene los bolsillos
de piedras para llegar al fondo del corazón
de ese hombre inventado
que me acusa de loca,
de romántica.

Para lograrlo, reúno a mis viejos amantes en la sala,
los vivos y los muertos. ¡Carrusel de hombres!
Lo que hablamos, no lo puedo repetir.
Son cosas del alma.
Al poco rato se marchan. Uno por uno.
Nadie queda.
Serena, me consuelo entre geranios y begonias.
No importa que la luna, ofendida,
no se asome más a mi ventana.

Carmen Herrera: "La riña" (sin fecha).
Carmen Herrera: "La riña" (sin fecha).

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Recordada sobre todo por su trabajo como periodista, al que dedicó casi sesenta años, y por su militancia en pro de los derechos humanos en Cuba desde 1987, a Tania Díaz Castro se la reconoce como una figura icónica del periodismo independiente en la isla. Su obra literaria, sin embargo, es hoy mucho menos conocida, aunque en ella se incluyen textos que marcaron el devenir de la poesía cubana y, en especial, de la literatura escrita por mujeres.

Con su segundo libro, Todos me van ha tener que oír (1970), Díaz Castro rompió con las normas al uso en la “literatura femenina” de su tiempo, dejó a un lado el intimismo, la ternura blanda y modosa de un lenguaje atado por asfixiantes prejuicios sobre “la feminidad” y “la belleza”, para abrazar el grito y la rebeldía, la expresión llana y ríspida, la fuerza de un discurso que inauguraba otro tipo de ternura, filosa y libre, desafiante, feminista: “un día de estos me convierto en piedras / y digo a romper cristales de todas las farmacias / y desaparezco porque no estoy de acuerdo / con muchas cosas / un día tú verás que comienzo a escribir poesía / y todos me van a tener que oír”; escribió en aquel libro.

Su suerte como poeta fue similar a la de otros autores que se alejaron de la estética populista y el acatamiento impuestos por la oficialidad. Aquel segundo poemario de Tania Díaz Castro fue recibido con un silencio que se extendió por más de un cuarto de siglo y una hostilidad que hasta hoy la ha borrado del panorama de las letras cubanas.

Acompañan estos poemas de Tania Díaz Castro dos pinturas de la artista plástica cubana Carmen Herrera. Nacida en La Habana, en 1915, Herrera emigró a Estados Unidos en 1939, estudió en la Art Students League, y vivió unos años en París, donde se vinculó con los pintores abstractos del Salón de las Nuevas Realidades. De regreso a Nueva York, siguió pintando sin mucho éxito hasta que en 2004, ya con 89 años, logró vender su primera obra. Desde entonces su carrera fue en ascenso, valorada en el mercado del arte como “el descubrimiento de la década” y reconocida por la crítica como pionera de la Abstracción geométrica y del Modernismo Latinoamericano.

Sobre los contratiempos que debió enfrentar como creadora, dijo en una entrevista: “Mi género y mi nacionalidad fueron un impedimento. ¿Qué se le va a hacer? ¡Pues trabajar más, con más tesón e ignorar los prejuicios! En ocasiones el rechazo me dolía e indignaba. Admiro a las mujeres que han cambiado esas actitudes. Conocí y admiré mucho a Amelia Peláez, que también tuvo que enfrentarse a los mismos obstáculos que yo y lo hizo con una fuerza y un empeño que me sirvieron de inspiración”.

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