Entrevista | Camila Lobón: “Dejar de dar el berro no puede ser una opción”

La exiliada cubana en New Jersey, Camila Lobón, comenta cómo su trabajo artístico ha perseguido el propósito de cuestionar el autoritarismo.

| Mundo | Vidas | 28/03/2024
Camila Lobón mirando de frente a la cámara
Camila Lobón. Foto: Cortesía de la entrevistada

Antes de empezar, quiero agradecer a Camila Lobón por el tiempo que se ha robado a sí misma para responder este cuestionario desde su agitada cotidianidad en New Jersey. Su actual condición de exiliada le exige un ritmo de vida que no tendría que asumir en otras circunstancias. De modo que esta conversación hubiese versado sobre otros temas, tal vez menos urgentes, de no haberse retorcido aún más la mazamorra sociopolítica que experimenta Cuba en los tiempos que corren. Pero claro que no vivimos una ucronía en la que la sanación nacional enrumba jubilosamente hacia la pluralidad y el diálogo. Todo lo contrario, nuestra distopía tercermundista, de una precariedad totalitaria, zanja cada día más huellas lacerantes en el archipiélago.

Aunque parezca que tuvo poco tiempo en Cuba para su ejercicio como artista visual, recuerdo muchas de sus obras en galerías institucionales e independientes. Demasiado rápido el reclamo cívico la hizo alternar creación con artivismo-activismo, llegando a ser coordinadora de INSTAR. Mi memoria la ve todavía en una exhibición de Aglutinador con su sello de tela contra la Ley 349 cosido a mano, o cuando la conocí en el ISA en 2015, disertando sobre asuntos que ya se prefiguraban como contiendas. Nada ha sido obstáculo para abrirse espacio desde aquel entonces.

Su trabajo se ha exhibido en Praga, New York, Buenos Aires, Montreal, Kassel o Berlín, y es columnista en la publicación independiente Hypermedia, además de pertenecer al colectivo Ánima, donde compartimos cofradía. Su adhesión al grupo 27N, el Movimiento San Isidro y la Peña del Júcaro Martiano, constituyen cimientos de casi una década en defensa de la libertad de creación y expresión, o mejor aún, de cualquier manifestación de libertad.

Aquí cabría hacerte dos preguntas en una, porque, en tu caso, parece haber una propensión incorregible hacia el arte, pero como recurso indisolublemente ligado a la denuncia de trastornos sociopolíticos. ¿Surgieron esos ingredientes simultáneamente, o fue resultado de un proceso gradual en tu maduración personal?

Con artistas y amigos en INSTAR (Ahí figuran Tania Brugueras, Rafael Almanza, Amaury Pacheco, Adonis, Lester y Anamely Ramos, entre otros)
Con artistas y amigos en INSTAR (Ahí figuran Tania Brugueras, Rafael Almanza, Amaury Pacheco, Adonis, Lester y Anamely Ramos, entre otros).

En ambos casos, desde la adolescencia, y luego estudiando en la Academia de Arte de Camagüey. Por una curiosidad empírica, que luego fue moldeada con las herramientas que me dieron varios intelectuales proscritos a los que conocí durante ese período, comencé a descubrir la simulación en la que vivía, la gran verdad camuflada que cada vez más personas se atreven a nombrar: habitamos una dictadura. Desde ese punto de partida, el trabajo artístico que he realizado ha perseguido el propósito de cuestionar el autoritarismo, y en la medida en que este último se ha vuelto más explícito en mi propia vida, pues lo ha hecho también mi cuestionamiento. Causas y efectos que se han ido alimentando mutuamente.

¿Existió en el ámbito familiar algún detonante que propiciara ese despertar hacia la visualidad y hacia la apertura de miras democrática?

Por supuesto, la observación cotidiana de la realidad, de ver el hastío y la decepción de los que han invertido toda su fe en un proceso fallido, los “Shhh”―esa interjección que, de recordarla, revive los peores empingues que he tenido― que los mayores emiten cuando dices algo indebido por miedo al chivatazo del vecino, la emigración del país, las rupturas filiales por fanatismos políticos, la precariedad económica, la inseguridad social de tus viejos pensionados... La observación de estas fallas en la puesta en escena cotidiana, me llevó a escudriñar en el relato político de la familia, y a descubrir entonces horrores mayores: desde las torturas sufridas en Isla de Pinos por un tío abuelo plantado, pasando por la infinidad de traumas y violencias ejercidas desde el poder, que son demasiado largas para contar. Nada que no haya pasado al interior de cualquier familia cubana.

¿Qué te aportaron los años de estudio en el ISA, cerca de un espectro sociocultural más amplio que el de tu natal Camagüey?

Una gran depresión, real, no hablo en sentido figurado, pero de la que aprendí bastante. Aunque pocos, tuve excelentes profesores, algunos de ellos amigos personales hasta hoy, gente a la que sigo admirando y estudiando: Osvaldo Hernández, Mario Castillo, Anamely Ramos, Henry Eric, Luis Gómez. El ISA es un hervidero de todas las corrupciones que una institución puede concentrar. Pero fue una gran lección, por contraposición, que me sirvió de metodología para saber qué no ser y no hacer, ni como artista ni como persona. Lo de ampliarme el espectro sociocultural lo configuró vivir en La Habana, no el ISA específicamente.

“Si mi angustia sirviera tu mesa”, de Camila Lobón. Foto: Cortesía de la entrevistada
“Si mi angustia sirviera tu mesa”, de Camila Lobón. Foto: Cortesía de la entrevistada

Recuerdo que tu tesis de graduación de nivel superior fue algo polémica. No pude asistir, pero estuve al tanto. ¿Fue ese trabajo tu plataforma de proyección para todo lo que sucedió con posterioridad en tu despliegue artístico-contestatario?

Sí, fue polémica porque en uno de mis libros ilustrados Fidel Castro figuraba como el director de un zoológico y los animales lo mataban al final. Me graduaron, no sin un regaño y denigrando artísticamente el proyecto, pero me graduaron. Supongo que sucedió así para no armar un escándalo mayor, en pleno apogeo de las campañas que sosteníamos los artistas contra el decreto 349.

Pero, en cualquier caso, mi despliegue contestatario no se ha dado fundamentalmente en el campo del arte ―que es un mundo en sí mismo, y que no siempre repercute en el mundo real, incluso en un contexto tan peculiar como el cubano― sino en el de la ciudadanía. He sido irreverente, o lo que sea que eso signifique, como ciudadana, no como artista, aunque inevitablemente desde los presupuestos de la comunidad sociocultural a la que pertenezco, que se fue moviendo gradualmente hacia el activismo cívico.

Tu artivismo es paradigmático en el contexto de la visualidad emergente nacional. ¿Cuándo empiezas a colaborar y formar parte del equipo de INSTAR? ¿Qué eventos cívicos te marcaron e involucraron en esos años hasta tu partida de Cuba?

Paradigmáticos son Gandhi, Václav Hável, Rosa Parks, Martí, Payá, Lorca, Nina Simone, Roque Dalton, qué sé yo… Yo soy un punto, en el cubano y en cualquier contexto. Como coordinadora de INSTAR empiezo a finales de 2018 y principios del 2019, y estudiaba todavía en el ISA. Eventos cívicos que me marcaron hubo muchos. Puedo resumirlo en: ver en primer plano a una sociedad dando rabieta por su libertad. Es de las cosas más inspiradoras que uno podría experimentar. En estos últimos años ha pasado y está pasando mucho en Cuba. Sería largo y cansino repasarlo y creo que cualquiera que llegue a leer este cuestionario ya estará enterado.

Camila Lobón al lado de la obra de Alfredo Jaar en el Moma. Foto: Cortesía de la entrevistada
Camila Lobón al lado de una obra de Alfredo Jaar en el Moma. Foto: Cortesía de la entrevistada

Ahora un paréntesis formal: ¿Cómo se inserta la arista escritural en tu ejercicio propiamente visual? ¿Existe una interdependencia entre la palabra y la imagen, o una está supeditada a la otra? 

Me gusta que lo preguntes porque nunca me lo he planteado en voz alta o por escrito. Creo que son interdependientes, aunque esas relaciones varían mucho en cada caso. Tampoco me he preocupado por diseccionar el método. Intento traducir reflexiones políticas, éticas y existenciales en metáforas visuales. A veces consigo que sean autosuficientes visualmente, aunque la mayoría de las veces se asisten del suplemento textual, y en muchas ocasiones el texto no solo guía la lectura, si no que en sí mismo es un juego lingüístico.

No me perturba cómo se den o muevan esas relaciones, porque en definitiva una imagen es representación, es un tipo de texto, tanto como la palabra es una imagen gráfica. Por definición, no están separadas, y hacerlo a estas alturas es un acto de purismo infértil. Mientras los elementos que sean no sólo llenen un plano, sino que articulen un juego de significados irónico o conmovedor, me doy por satisfecha.

Has sido colaboradora habitual de varios medios independientes. ¿De qué modo han favorecido estos espacios el alcance de tu trabajo? ¿Existe alguna de estas publicaciones por la que experimentes particular preferencia o gratitud?

Claro. He participado en varios proyectos con mucho potencial, pero que hasta ahora no se han sostenido y ojalá lo logren más adelante. “Epizootia”, en la revista Hypermedia, es una columna personal que sí ha rendido frutos. Es una serie que me gusta mucho y me ha sido muy grata, no sólo por la recepción de la gente, que ha sido deliciosa, sino porque, a nivel personal, ha sido un ejercicio intelectual de consistencia y periodicidad muy útil.

Siguiendo la pista de la anterior pregunta, ¿privilegias el medio de prensa electrónico para la marcada intencionalidad social de tu obra, antes que a la exhibición física en galerías?

No, privilegio ninguno. Cada uno funciona en su rango de acción.

¿Cómo percibes la problemática nacional desde la distancia? ¿Qué opinas de la fragmentación de posturas entre los cubanos disidentes con relación al régimen?

La problemática nacional no entiende de distancia. Nuestra felicidad, la de todos, sigue secuestrada. Quiero pensar que podré hacer más por cambiar eso. No creo que haya tanta división de posturas con relación al régimen, aunque siguen dándose de vez en cuando relativizaciones de nuestra tragedia que me parecen tan dañinas como esa superlativización fanática que no la mira con objetividad en el contexto global.

“Clarias y gusanos”, de la serie Epizootia. Foto: Cortesía de la entrevistada

Ambos extremos, al tocarse, cierran un circuito inoperante. Y es lo mismo que pasa con los extremos de las divisiones, que sí creo determinantes en la cohesión, o al menos convivencia de la oposición, que le pueda dar mayor fuerza política y que son, sobre todo, de tipo ideológico. Pasa cuando se diluye la discusión política en ejercicios maniqueos de falsas equivalencias del tipo: pro-embargo = derecha, anti-embargo = izquierda, izquierda-buena, derecha-mala o viceversa; que no sólo pierden de vista lo fértil de la diversidad; convirtiendo la razón o utilidad del punto de vista de cada parte como reguladora del contrario, y que terminan cayendo en lo que realmente son olimpiadas morales de egos individuales.

Tampoco podría ser de otra manera, supongo. Esperemos alejarnos cada vez más de los extremos y encontrarnos en la cordura intermedia. Ya se resolverá en una democracia participativa, o en el modelo que venga. Quién sabe si de tanto caer, llegamos al punto más alto. Quiero ser optimista, porque hay quien dice que Camila no cae en sí, sino en no.

Todavía estás en tus veinte. Te queda un trecho larguísimo, que ya muchos de tus precursores en el arte y el civismo, por obvias razones cronológicas, han dejado atrás. Yo no creo que vayas a dejar de dar el berro tan fácilmente. Entonces, ¿qué es lo próximo en tu camino?

De veinte nada. Estoy casi en mis treinta, pues acabo de cumplir 29. Quisiera poder incidir efectiva y productivamente en la problemática Cuba, pero para eso necesito empoderarme de muchas formas, y parte de ese camino es donde estoy ahora: la supervivencia del emigrante; doblando turnos como bar tender, o lo que sea para mantenerme y ayudar a mantener a los míos en Cuba. Mi hogar está en Cuba, y pues sí, tengo que reconquistarlo. Dejar de dar el berro no puede ser una opción.

▶ Vuela con nosotras

Nuestro proyecto, incluyendo el Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT), y contenidos como este, son el resultado del esfuerzo de muchas personas. Trabajamos de manera independiente en la búsqueda de la verdad, por la igualdad y la justicia social, por la denuncia y la prevención contra toda forma de violencia de género y otras opresiones. Todos nuestros contenidos son de acceso libre y gratuito en Internet. Necesitamos apoyo para poder continuar. Ayúdanos a mantener el vuelo, colabora con una pequeña donación haciendo clic aquí.

(Para cualquier propuesta, sugerencia u otro tipo de colaboración, escríbenos a: contacto@alastensas.com)