Entrevista | Ileana Fuentes: “Sin mujeres no hay país, tan sencillo como eso”
Sobre Ileana Fuentes se ha dicho que reinventó el feminismo cubano en el exilio, su vida y su obra, desde los tempranos 90 del siglo pasado, validan su compromiso con la defensa y el empoderamiento de la mujer.
Ileana Fuentes nació en La Habana, en 1948. Salió de Cuba, sola, a los 13 años, en la Operación Pedro Pan. Reside en EE.UU. desde entonces, y nunca dejó de velar por la isla. En los inicios de los 90 ya daba guerra con su convicción de la necesidad de erradicar el machismo en Cuba. Impartió conferencias, fundó organizaciones de ayuda y apoyo para difundir literatura feminista que permitiera a las cubanas abrir los ojos, sigue batallando y quiere vivir 75 años más, sobre todo para seguir haciéndole frente al patriarcado. Querida amiga de Alas Tensas, hoy, 8 de marzo, nos complace conversar con ella, sobre su pasión mayor, lo que ella sabe que otros llaman “Ileana y su monotema”.
En el contexto del Día Internacional de la Mujer, ¿qué significa para ti esta fecha, especialmente como mujer que ha vivido a Cuba en el exilio?
Hay muchos que cuestionan eso de un día al año para celebrar a las mujeres, los mismos que te dicen que todos los días del año debían ser una celebración de la mujer. Yo pienso que es mejor un día, que ningún día. En Estados Unidos, donde vivo exiliada hace 62 años, se resolvió un poco ese problema al declarar el mes de marzo completo como Mes de Historia de la Mujer. ¡Treinta y un días, y no solo uno! Llevo 35 años celebrando ese mes, que lo estableció el Congreso de Estados Unidos en 1987, el año que me hice ciudadana americana.
La celebración del Día Internacional de la Mujer tiene sus antecedentes en 1908 cuando las trabajadoras de la industria de la aguja en la ciudad de Nueva York, donde viví desde los 13 años, salieron a la calle en protesta por el empleo de menores, las pésimas condiciones de trabajo en las fábricas de textiles y a exigir el sufragio femenino. El día se observa como Día Internacional de la Mujer desde 1910, aunque no fue adoptado como tal por la Asamblea General de Naciones Unidas hasta 1977. En Cuba, toda pleitesía a este día es puro teatro. Las cubanas en la isla siguen luchando, a pesar de que el feminismo fue declarado por el Máximo Macho Recontramáximo una ideología del enemigo, del imperialismo yanqui.
El régimen sigue aplastando y abusando a las cubanas. Las cubanas de la diáspora en general no tienen una conciencia feminista tampoco, pero hay un nutrido grupo de académicas, creadoras y escritoras que son fervientes feministas y que abogan por las cubanas de aquí y de allá. Las mujeres seguimos luchando por nuestros derechos, y por los de todos los demás, así que hay 8 de marzo para rato.
Como pionera del feminismo cubano, fundaste y dirigiste la Red Feminista Cubana, REDFEM, en un tiempo en el que el feminismo era considerado tabú. ¿Qué te motivó a ello? ¿Cuáles fueron los mayores retos y logros de este proyecto?
Alguien dijo hace muchos años que yo había re-inventado el feminismo cubano desde el exilio. Fue luego de un simposio ―Hacia la reconstrucción de la nación cubana― celebrado en el Hudson County Community College el 10 de febrero de 1990, en Nueva Jersey, en el que dicté una ponencia titulada “Hacia la erradicación del machismo de la vida cubana”.
De más está decir que fue un escándalo en medio de aquella audiencia mayormente masculina. En el público estaba mi amiga la poeta Belkis Cuza Malé, editora de Linden Lane Magazine y directora de Linden Lane Press. Ella me arrebató el trabajo de las manos y me dijo: “Si no te lo arrebato, esto no se publica”. Lo publicó en la edición otoño-invierno (1989-90) de la revista. A partir de ese momento, la erradicación del machismo de la vida cubana ha sido mi lema, mi quehacer diario, mi ruta de vida, lo que mis detractores ―y detractoras― llaman “Ileana y su monotema”.
En Nueva Jersey, un grupo de cubanas iniciamos la no gubernamental Fundación de la Mujer Cubana en 1989, con la que abogamos por las presas políticas en Cuba, particularmente las poetas y disidentes Tania Díaz Castro, recién fallecida en La Habana, y María Elena Cruz Varela, y preparamos informes y denuncias para el Relator Especial sobre la Situación de los Derechos Humanos en Cuba del Centro de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Carl–Johan Groth.
Cuando me trasladé para Miami en 1995, organicé otra no gubernamental llamada CUBANAS (Cubanas Unidas Bajo una Agenda Nacional de Apoyo y Solidaridad) a través de la cual comenzamos a enviar medicinas, ropa y ayuda humanitaria a activistas de derechos humanos en Cuba. Dadas las muchas limitaciones monetarias, CUBANAS duró apenas un par de años. En 2003, dos amigas y yo fundamos Red Feminista Cubana, REDFEM. Las notas fundacionales están escritas en servilletas del famoso restaurante Versailles, lugar donde nos reunimos por primera vez, un cafecito por medio. Éramos mi entrañable amiga, la neuróloga Sandra López-Quiroga, la licenciada Ofelia Nardo, que había sido abogada y jueza en Cuba y luego disidente, y una servidora.
Para Red Feminista Cubana conseguí una subvención y muchas contribuciones. Se hizo un hermoso e importante trabajo desde principios de 2004 hasta 2011. En 2006 abrimos una sucursal en Praga con la ayuda de la periodista exiliada Nilda Navarrete y colegas suyas en la Universidad Carolina de Praga. Hasta Foro 2000, que dirigía Vaclav Havel, nos ayudó, y a través del Ministerio de Exteriores enviamos cajas de libros para nuestras incipientes feministas. El mayor de nuestros retos siempre fue la seguridad de nuestra red en Cuba, evitar que el régimen infiltrara nuestras Casas de Lectura, o que Seguridad del Estado detuviera a alguna de nuestras colaboradoras que viajaba con ayuda humanitaria para entregarla a nuestras mujeres.
REDFEM merece toda una historia aparte, porque fueron ocho años de intensa labor incansable, fomentando “Casas de Lectura” en diversos barrios de La Habana y en Camagüey, de proveer ayuda humanitaria y por desastres de huracanes, entrenamientos sobre derechos de la mujer, violencia de género, y democracia, fondos y materiales para que nuestras cubanas iniciaran cuentapropismos, pequeñas pensiones a un grupo de ancianas en Lawton, y un sinfín de proyectos que se fueron realizando con discreción y éxito, hasta un día que llegó el comandante y mandó a parar. Nilda, hoy mi gran amiga, y yo hemos comenzado a escribir la historia de REDFEM, porque esa epopeya merece ser contada, y que quede para la Hystoria.
Tu obra Cuba sin caudillos: Un enfoque feminista para el siglo XXI plantea una visión progresista para Cuba. ¿Qué cambios específicos te gustaría ver en la sociedad cubana desde una perspectiva feminista?
Linden Lane Press publicó Cuba sin caudillos: Un enfoque feminista para el siglo XXI en 1994. Unos años antes, en 1990, pronuncié la palabra “machangato” en público por primera vez. Hay que erradicar el machismo y el machangato, ese poder masculinista y omnipotente que se abroga el patriarcado cubano sobre vidas y hacienda, que es político, cultural, intelectual, económico, social e incluso religioso. Cuba es un buen ejemplo de lo que puede ser un país regido desde la testeria.
Nos acechan los supuestos cojones de Maceo y el mito de las revoluciones con sus metralletas fálicas. Hay que establecer una Cuba sin testéricos hambrientos de poder y dispuestos a causar desastres de dimensiones planetarias como si nada. Las cubanas somos ahora el 52% del país, por tanto, ninguna gestión nacional se puede hacer en un futuro sin que un 52% de los que dirijan esa gestión sean mujeres, desde el gabinete presidencial hasta la junta directiva de un policlínico, desde el plantel universitario más rural, hasta el sindicato de barrenderos más humilde. Yo no le tengo miedo a las cuotas: ellas garantizan nuestra presencia en los cargos de decisión. Y ya es hora de que la presidencia la ocupe una cubana. No más caudillos al mando. Democracia participativa feminista. Economía de libre mercado feminista.
Agendas municipales, provinciales y nacionales feministas. No más feminicidios ni violencia de género. Refugios para las mujeres y madres que lo necesiten. La producción de íntimas como prioridad nacional para que la sangre no siga llegando al río. Presupuesto nacional, provincial y municipal en manos de las mujeres, que está más que comprobado que ellas administran el erario público mejor y más responsablemente que ningún hombre. Quisiera que en esa Cuba futura se enseñara teoría y práctica feministas en las escuelas y universidades; que las cubanas aprendan sobre democracia y libre mercado, la administración de negocios y el manejo de organizaciones no gubernamentales. Empoderamiento, la palabra clave. Esa es la Cuba sin caudillos que sueño y por la que lucho desde mi modesta trinchera todos los días.
¿Cómo crees que la diáspora cubana puede contribuir a la lucha por los derechos de las mujeres en Cuba?
Sin contar el trabajo de Caritas, que es la confederación de entidades de acción caritativa y social de la Iglesia Católica, en la diáspora cubana ha habido solamente nueve organizaciones no gubernamentales que se han ocupado y preocupado específicamente por sus hermanas en la isla: MAR por Cuba, el capítulo de Cuba de la Federación Latinoamericana de Mujeres Rurales (FLAMUR), la Fundación de la Mujer Cubana, CUBANAS, Red Feminista Cubana, la Alianza Cubana por la Inclusión, la revista Alas Tensas y su Observatorio de Género, la plataforma Yo Sí Te Creo, y la Red Femenina de Cuba. Puede que se me quede alguien fuera, y pido de antemano disculpas si he omitido a alguna. Mantener y operar ONGs desde Estados Unidos o España es un reto a veces insostenible.
Hacer eso mismo desde la isla es un reto financiero también, y lo que es peor: un reto de seguridad personal, un riesgo que puede costarle a una mujer su libertad, su vida y la de su familia. Hoy por hoy, hay más de 100 cubanas prisioneras de conciencia por su participación en las manifestaciones del 11J. En los años sesenta, el presidio político de mujeres alcanzó más de 5,000 cubanas, algunas con sentencias de hasta 20 años de privación de libertad.
Ese presidio político de cubanas ha sido una constante en estos 64 años. La diáspora tiene los recursos para contribuir al alcance de las organizaciones feministas que existen. Pero en la diáspora, que tiende a ser políticamente conservadora y machista también, el feminismo sigue siendo algo tabú, y los actos de caridad ―tradición católica― y no la filantropía ―tradición judía y protestante― es lo que prevalece, con contadas excepciones.
Como columnista y autora, has abordado temas críticos de la sociedad cubana. ¿Cuál consideras que es el papel de los medios y la literatura en la promoción del feminismo y la igualdad de género?
Los medios de prensa y la literatura son herramientas básicas de esta lucha y vehículos de diseminación de la historia y de las luchas y los logros de las mujeres. Son como voces públicas del feminismo y de sus múltiples agendas. Sin ellos, ¿cómo sabríamos de las violaciones de mujeres en los frentes de guerra en el Medio Oriente o Sudán; de la mutilación genital de las niñas en algunos países africanos; de la burka y la opresión del Talibán contra las mujeres afganas; de los abortos obligatorios de fetos hembras y el exterminio de familias uigures en la China comunista?
Si no fuera por los medios, no sabríamos que hay 19 mujeres Premio Nobel de la Paz; 17 ganadoras en Literatura; 13 en Medicina; 8 en Química; 5 en Física; y 3 en Ciencias Económicas. Si no fuera por los medios no nos enteraríamos de las actuales protestas masivas de las mujeres rusas ―madres, esposas e hijas de soldados― contra Vladimir Putin y su guerra en Ucrania. Si no fuera por la literatura biográfica, no sabríamos nada sobre Anna Frank, Marie Curie, Golda Meier, Margaret Thatcher, Violeta Chamorro, la Madre Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú, Malala Yousafzai, Narges Mohammadi, Ellen Johnson Sirleaf, o Wangari Maathai, ni conoceríamos la extraordinaria imaginación y talento de las escritoras Toni Morrison, Gabriela Mistral, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Dulce María Loynaz y Lydia Cabrera.
Sin literatura y sin medios de prensa, las cubanas no conoceríamos a Elena Mederos; a Martha Abreu; a Ofelia Navarro Domínguez; a Mariblanca Sabas Alomá, o a Polita Grau, ni sabríamos nada del presidio político femenino o de las reformadoras de la educación en Cuba a principios del siglo XX. Sin medios de difusión, prensa y literatura, no hay feminismo.
Eres miembro de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio y asesora del Centro para una Cuba Libre. Desde estas plataformas, ¿cómo integras tu activismo feminista en el trabajo por una Cuba libre?
Abordo mi labor de asesora y me comporto como miembro de algunas entidades de la misma forma que enfoco mis escritos: con criterios y análisis de género. “Ileana y su monotema” está siempre presente, esa es el arma que esgrimo, guste o no guste. El machismo es una tara que persiste, y el machangato no da su brazo a torcer fácilmente ni cede los espacios que considera de su exclusividad. Evalúo y aconsejo desde una óptica de género, a veces también racial, porque machismo y racismo son males que van de la mano.
Hace poco hice un estudio sobre la presencia de mujeres en las directivas de organizaciones de la diáspora, y corroboré lo que sospechaba de antemano: casi no hay mujeres en esas directivas. Sin enfoques y agendas de género no puede alcanzarse la equidad ni en las instituciones, ni en la sociedad. Sin mujeres, no hay país, tan sencillo como eso. Retar la hegemonía masculina es una tarea difícil, tiene consecuencias y repercusiones, como el que te aíslen y te excluyan, o no te inviten más al espacio machocrático cuando casi todos los espacios lo son. Todo progreso que se logra en este campo, aunque lento, ayuda a consolidar nuestros derechos y a empoderar a las mujeres. Hay mucho camino que recorrer aún, y hay que educar, educar, educar sin descanso, hacer de toda mujer una conocedora de su historia, una conciencia feminista.
En tu experiencia, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrentan las mujeres cubanas hoy, tanto en la isla como en la diáspora?
Nuestras mujeres enfrentan prejuicios y mitos milenarios. Al decir del gran Severo Sarduy, prejuicios y mitos de origen español, africano, árabe y asiático que en el “todo mezclado” a lo Guillén, conforman la cubanidad. Nuestras mujeres enfrentan el choteo, el comentario burlón, la mirada lasciva, y la irrespetuosidad. Enfrentan también las zancadillas de otras mujeres. Enfrentan la ignorancia de muchos, y a veces la de ellas mismas.
Las mujeres padecemos de la tendencia a subestimarnos, a subvalorarnos. Nos inculcaron la abnegación y los papeles secundarios, la inferioridad de nuestra inteligencia y el menosprecio de nuestros logros. Nos ataron a estereotipos, desde putas por ser liberales hasta despreciadas solteronas por no ser muy agraciadas, y también a parir como destino biológico.
¿Cuántas cubanas reciben golpes, insultos, maltratos, vejaciones y tapabocas todos los días? ¿Cuántas son relegadas a las labores no-remuneradas “de su sexo” o violadas por sus propias parejas en la privacidad del hogar? Romper esos patrones, alzar nuestras voces, recuperar nuestra soberanía e imponer nuestras voluntades ha sido una batalla campal detrás de otra durante siglos, y si bien hemos ganado muchas de esas batallas, empezando por el sufragio, la guerra no ha terminado. El matriarcado aún no rige los destinos de nuestra sociedad.
Con respecto al futuro, ¿tienes planes para nuevos proyectos o investigaciones que busquen seguir destacando la situación de las mujeres cubanas?
Hace poco terminé mis memorias, un libro que abarca mi niñez en La Habana en los años cincuenta, el triunfo de la revolución, mi salida sola de Cuba en 1961 a los 13 años en la Operación Pedro Pan, y la primera etapa de exilio en Nueva York. Su título tentativo es “Retrato de Wendy: Memorias”. Lo he escrito en español y en inglés, no es un libro bilingüe, son dos libros. A título personal, tengo en proceso otro sobre la memoria colectiva de separación y exilio de compañeras de primaria en las Dominicas Americanas, tentativamente titulado “Nunca nos dijimos adiós”. Es la historia de ocho amiguitas y compañeras desde el kindergarten, que nos separamos por vías diferentes a partir de 1960 y no volvimos a vernos hasta 50 años más tarde, en exilio. ¡Ya llegamos a los 75!
Lo estoy escribiendo primero en inglés, para luego escribirlo en español. También estoy recopilando mis conferencias y textos periodísticos sobre Cuba y el feminismo, para publicarlos en un tomo. Tengo un proyecto de listar los nombres ―en un 98% masculinos y muchos de ellos bélicos― de todas las entidades públicas en la isla: las escuelas, las universidades, los hospitales, los aeropuertos, los círculos infantiles, los centros de trabajo, los centros científicos, los centrales azucareros, las bibliotecas, etcétera.
Quiero señalar la preponderancia de nombrar en masculino los lugares con que los ciudadanos cubanos lidian a diario. La persistencia de la masculinidad en las cosas que rodean al ser humano solo fortalece el machismo y la prepotencia en los hombres y la invisibilidad y la indefensión aprendida en las mujeres. Creo necesario y urgente señalar esos detalles. Otro proyecto es el de vivir otros 75 años, pero sé que ese no se logrará. No obstante, soñar no cuesta nada. ¡Qué la muerte me coja de sorpresa (pero no todavía)! Y cuando Dios me pregunte que qué hago en el cielo, le diré: “Vine a seguir cuestionando el patriarcado. ¡Prepárese!”.
¿Qué mensaje te gustaría enviar a las jóvenes feministas cubanas en este Día Internacional de la Mujer?
Sigan luchando por la libertad y exigiendo sus derechos civiles y humanos. El futuro ha de ser mejor por la labor que ustedes hacen. Ustedes son luz que alumbra, nunca lo olviden. Sigan educándose, sigan investigando, sigan perseverando, sigan gritando y denunciando, sigan negándose a acatar sin cuestionar los mandamientos establecidos. Sigan realizando proyectos, sigan escribiendo, sigan luchando contra la violencia de género y los feminicidios. Hagan carrera, triunfen, exijan sueldos equitativos y mejoren el país y el planeta. Cuiden a sus ancianos, que son los más vulnerable.
Si aspiran a una descendencia, edúquenla en la igualdad y la equidad. Eduquen a sus hijas en la práctica feminista y dentro de los cánones de la soberanía personal y la dignidad de las mujeres; y eduquen a sus hijos con un enfoque de género para que lleguen a ser hombres justos y feministas. Yo tuve un padre feminista que adoró y apoyó a mi pedagoga madre, le fue fiel toda la vida y que quiso tener una hija, no el tradicional primogénito varón. Y la vida se la dio ―Ileana, la del monotema― a quien aupó hasta su último suspiro. Yo sé lo que les estoy diciendo. Sigan firmes en sus convicciones. Duerman, pero no se duerman. Descansen, pero no se cansen ni se den por vencidas jamás.
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