Entrevista | Jacqueline Arenal (Parte 2): “Camila es mi mejor obra, la labor más importante de mi vida”

Jacqueline Arenal habla de su vida como emigrante en España, su regreso a Cuba, la experiencia de ser madre, y su trabajo como actriz.

Actriz cubana Jacqueline Arenal con su hija Camila.
Actriz cubana Jacqueline Arenal con su hija Camila. Foto: cortesía de la entrevistada

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Emigrar es como volver a nacer

Algo que pocos saben es que el tiempo en que estuviste alejada de la actuación vivías como cubana emigrada en España, con todo lo que eso implica para quienes se ven en esas circunstancias. En nuestras conversaciones, animándome para que no pereciera en mi propia batalla de mujer migrante que había dejado de ser editora para limpiar pisos y cacas de niños ajenos, me hablaste de esa etapa. ¿Qué fue lo peor y lo mejor que sacaste de esos años?

Emigrar es como volver a nacer. La vida que una quiere retomar está llena de sueños, de trabajos, de esfuerzos, de vocación. Uno siente la necesidad profunda de continuar el trabajo y el camino que ha venido creando.

En los primeros momentos tuve que hacer cualquier tipo de trabajos que me permitieran subsistir sin papeles, viniendo, además, de una carrera en ascenso, después de El siglo de las luces, y me preguntaba todo el tiempo si eso tenía sentido. Imagínate que, efectivamente, hice todo ese tipo de trabajos que tú has tenido que hacer: cuidar a una señora, cuidar niños, hacer lo que apareciera para subsistir al nivel más elemental, o sea, comer, pagar un lugar donde vivir. Fue una etapa dura, dura.

Fueron cuatro años. Y poco a poco, después de muchos esfuerzos, llantos, lugares horribles donde viví, pude legalizarme a través de un trabajo.

Empecé así a hacer trabajos más cercanos a lo que yo hacía, aunque también hice cosas que nunca había hecho. Presenté un programa en vivo de cuatro horas sin experiencia previa en algo así, con un presentador famosísimo del País Vasco: Antxon Urroslo, a quien le estaré siempre agradecida. Él fue el primero que me dio un trabajo más o menos cercano a mi carrera, y fue gracias a que un día le entregué un videocasete de El siglo de las luces, y le dije: “Estoy buscando trabajo”.

Él me respondió: “¿Tú me estás pidiendo trabajo a mí?” Y aunque le causó admiración la película, igual tuve que pasar por un proceso muy fuerte. Me dio la posibilidad de hacer un casting y quedé en ese programa que, bueno, me salvó la vida. Fue la primera vez que pude pagar un alquiler propio, no era gran cosa, pero ya no tenía que compartir piso.

Enfrentarme a ese mundo de la presentación en vivo, donde un error no se puede repetir, fue tremendo. A ese programa, que se llamaba Rifi Rafe, le fue bien, lo compró TV1, y nos mudamos a Madrid para seguir haciéndolo. De ahí en adelante, empecé a hacer cosas más cercanas a mi carrera y que estaban un poco mejor pagadas.

En medio de ese proceso mi mamá enfermó. Mi mamá es un ser ―lo sigue siendo desde el lugar de luz donde sé que está― muy importante en mi vida. Ninguna aspiración personal podía hacer que la dejara sola en un momento como ese. Así que decidí regresar a Cuba para cuidarla. Su enfermedad duró varios años y perdí mi residencia en España, pero no me arrepiento. Jamás me hubiera perdonado no estar a su lado segundo a segundo en ese largo y difícil proceso.

¿Pero qué te quiero decir? Creo que todo lo que pasa en la vida está puesto ahí por algo y para algo. Y que en lugar de lamentarnos por lo difíciles que puedan ser ciertas etapas, lo único que debemos hacer es entender para qué están ahí en tu vida.

Eso fue algo que enfrenté muy temprano: la cara fuerte de la humildad, que el ego de cualquier índole se fuera al suelo. Tuve que lidiar con las cosas simples y difíciles de la vida, y eso ocurre para que a partir de entonces no sea tu ego quien guíe tu camino, sino tu humildad. Los trabajos que hice, que eran tan respetables como cualquier otro trabajo, pero que realmente no dependían de halagos, o de éxito, o de fama, pusieron mis pies sobre la tierra.

Entendí que otras realidades son posibles. Todo lo que conocí, desde el trabajo humano hasta la posibilidad de ver el mundo desde muchas otras culturas, otras maneras de ser, le dio amplitud de pensamiento a mi vida. Y me aportó una actitud que sigo teniendo.

Creo que por eso tengo una interacción dinámica con el mundo: entrar, salir, moverme, saber que esa flexibilidad es no solo posible, sino que es un derecho humano. Poder vivir en cualquier parte del universo y que eso no se interprete de ninguna otra forma que como el camino de tu vida, como las cosas que tú decides realizar; y que todas esas cosas, hasta las más difíciles, están puestas ahí para aprender.

Durante aquella etapa en España, sobre todo los primeros años, el aprendizaje fue muy fuerte. Pero esos pies sobre la tierra han durado y siguen durando hasta hoy. La capacidad de entender desde la humildad la vida, a los otros, a mí misma, las cosas que quizás son verdadera y prioritariamente importantes, la llevo conmigo aún. Aquello fue, digamos, un cubo de agua muy fría, pero que agradezco, porque fue una etapa de aprendizaje impresionante, y fue también la posibilidad de decidir, de aprender a decidir por mí misma mi destino.

La dignidad, el derecho de regresar al país de uno

¿Cómo lograste volver a ser la Jacqueline Arenal que ahora vemos lo mismo en Netflix que en Calendario, que en la Casona de Línea dirigiendo teatro para niños?

Jacqueline Arenal estuvo ahí siempre. Y esa fue una Jacqueline Arenal que yo necesitaba conocer desde lo profundo: tenía a partir de entonces que entender la vida de otra manera. Así como me fui de Cuba en algún momento, volví con esa sensación de derecho, de dignidad, de sentir que regresaba al país que es mío, y que también me podía mover por el mundo sin ninguna etiqueta.

Soy un ser humano que se mueve por el mundo y está aprendiendo, como lo hacen millones de seres humanos que emigran desde múltiples lugares, ya sea momentáneamente o de manera permanente, o que van y vienen. Esa libertad creo que es importantísima y que la definirá tu trabajo, tu capacidad de trabajo, la capacidad económica que te permite el trabajo que haces para moverte, pero nada más.

Tener múltiples destinos en la vida es un derecho que deberíamos normalizar. Del mismo modo en que un japonés vive ―yo qué sé― en India, o un alemán en Costa Rica, o cualquier persona decide un destino momentáneo, definitivo, o múltiples destinos en su vida. Es muy importante normalizar ese derecho en nuestro país.

Yo volví por mi mamá. Mi mamá se sentía mal, estaba pasando por un proceso muy serio. Fue entonces cuando que empecé a hacer Tierra brava. Mientras cuidaba a mi mamá y luchamos durante seis años por su vida, que valieron la pena, le entré con todo a ese personaje. Verena tiene mucho de esa experiencia que viví antes.

Volver era volver a mi madre, a mi espacio, a mi zona de confort íntima, profunda, y siempre quiero tener ese derecho. Después mi trabajo se ha internacionalizado más, por el tiempo que viajé aquí a Colombia y por otras oportunidades que se han dado a partir de ese momento. Pero siempre quiero tener ese derecho de sentir mi lugar como esa tierra que soy yo, que está en mi sangre, que está en mi corazón. Siempre quiero tener el derecho de volver a esas personas que necesito tener cerca.

El tiempo no se detiene y la gente no se hace más joven, y así como no me quise perder los últimos años de mi madre, no me quiero perder nada de las personas que amo. Tampoco quiero dejar de hacer lo que me gusta hacer, dondequiera que sea.

Entonces, Yuda, lo que trato de transmitirte es esa fuerza y la importancia de vivir la experiencia. Estoy segura de que allí donde estás, o en cualquier parte ―hoy te estoy contestando esta entrevista desde Colombia, por ejemplo―, no es que vayas a volver a ser lo que fuiste, es que vas a seguir siendo esa mujer que eres, y toda esta etapa te dará una fortaleza y una inteligencia emocional muy importantes.

Lo que significa convertirse en madre

Con tu regreso a La Habana llegó Camila…

Este es el suceso más importante de mi vida, sin ninguna duda: convertirme en la mamá de Camila. Camila llegó justo después de terminar de grabar Tierra brava, que fue donde nos conocimos su padre y yo. Ya había empezado a sentir deseos de maternidad como a los veintisiete años, pero era un deseo que todavía no se concretaba, todavía no lo buscaba abiertamente.

Al terminar Tierra brava me propusieron otros trabajos y estaba definiendo qué iba a hacer profesionalmente. En esas circunstancias, el embarazo parecía accidental. Lo sentí en mi cuerpo y no esperé a la mañana siguiente: esa misma noche fui a un hospital para comprobarlo. Llegué como si tuviera una urgencia porque quería que mi hicieran un ultrasonido, y ahí me confirmaron que estaba embarazada. Fue una señal muy fuerte y sentí profundamente ese llamado. Por eso, cuando ya estuve segura de que estaba embarazada, en un segundo dije: “Sí, voy para adelante”.

Como muchas mujeres, no sabía exactamente qué era convertirse en mamá. Tenía una situación, como ya te dije, difícil con la salud de mi madre. Era difícil combinar el trabajo para mantener todo lo que económicamente requería el cuidado de mi mamá, y ahora enfrentar el embarazo, pero fue una fuerza.

No te puedo explicar de dónde vino esa fuerza. Fue un embarazo difícil, muchos vómitos, mucha tensión por la salud de mi mamá. Pero sentía que era el momento y que tenía dentro a ese ser maravilloso que es hoy Camila, y que fue desde el primer instante, aún dentro de mí, una señal muy importante.

A pesar del trabajo, de las tensiones, de lo difícil que fue entonces que solo trabajara su padre, y que las condiciones económicas fueran más complejas, aquel fue el momento de mayor realización que he tenido. Esa motivación tan fuerte, el hecho de encontrar un propósito superior a mí misma, no me ha abandonado nunca desde que Camila llegó a mi vida.

Camila es un propósito que jamás me deja caer, ni en las circunstancias más difíciles. El placer fue tanto, que realmente en ese momento no tenía ganas de actuar ni de hacer otra cosa que no fuera ser la mamá de Camila, estar cada segundo en lo que significa convertirse en madre. Descubrí que uno está lleno de miedos y con mucha falta de información, pero que hay una fuerza superior que te indica el camino.

Ser su madre es de lo que yo me siento más orgullosa. Es lo que me ha dado más realización, y es también una motivación para evolucionar como ser humano, para convertirme en una buena referencia para Camila, y saber que cada cosa que haga, que diga, que piense, tiene un efecto importantísimo en la vida de mi hija. Si esa motivación me hace convertirme en un mejor ser humano cada día, es algo que le agradezco profundamente a ella, porque ser su mamá es mi mejor personaje, mi mejor obra, la labor más importante de mi vida.

¿Cómo fue ser madre a finales de los 90 en Cuba? ¿Cómo lo llevaste con tu trabajo?

Me dediqué por entero a la crianza de Camila. La amamanté y cuidé mientras cuidaba a mi mamá. A los seis meses, fue inevitable volver a trabajar. No había cómo sostenerse económicamente si no volvía al trabajo. Su papá me la llevaba a las grabaciones para que la amamantara, porque no quería que perdiera ese soporte inmunológico tan importante, que yo no tuve, de la leche materna. Ni quería perderme el contacto con ella, mirarla a los ojos varias veces al día aunque estuviera trabajando.

Fue complejo, pero poco a poco Cami, como yo, se fue insertando en nuestros trabajos, en nuestros ensayos, en nuestras filmaciones, y gran parte de su vida fue entre la casa y nuestros trabajos. Lo que siempre supe, es que de ninguna manera la crianza de Camila debía recaer en otras personas que no fuéramos su padre y yo. Tenía el amor, el cariño y el apoyo de sus abuelos, de su tía Riri, de sus otros tíos. Siempre tuvo un amor y un apoyo inmenso de toda la familia. Pero criarla era algo que queríamos hacer los dos, y nos la llevábamos adondequiera que íbamos, al trabajo también. Y así fui combinando mi trabajo con la maternidad.

La economía estaba muy difícil en esos tiempos, había una situación crítica en el país. Pero lo fuimos sorteando, con Camila siempre como una prioridad. Y cuando ella tenía siete años me llegó la oportunidad de grabar mi primera serie aquí en Colombia, Los reyes. Eso incluía que me enviaban con mi familia, que tendría un apartamento y garantías salariales. Mejoramos la parte económica de nosotros, de la niña y de la familia en general, a la que también queríamos corresponder por toda la generosidad de ellos y ayudarlos.

Colombia: una segunda patria

Actriz cubana Jacqueline Arenal.
Actriz cubana Jacqueline Arenal. Foto: cortesía de la entrevistada

Tengo un amigo colombiano con el que vi el estreno de Pálpito y al que tuve que enseñarle tu currículo para que viera que eres cubana, porque me lo cuestionaba todo el tiempo. Decía: “Pero si habla colombiano colombiano”. Y yo: “Pues claro, la artistaza que es”. ¿Qué es Colombia para ti? ¿Cómo fueron esos 15 años de madre actriz fuera de casa?

Colombia en este punto de la vida es, sin dudas, una segunda patria. Me tomó por sorpresa el hecho de que llegara ese casting a Cuba, y que fuera elegida para trabajar en Los Reyes, que fue lo primero que hice allí. La telenovela tiene mucho de comedia, un género que no había trabajado tanto anteriormente en Cuba. Tuve que interpretar, apropiarme en muy poco tiempo de una mujer colombiana, hacerle creer a la gente que yo podía ser una de ellas.

Fue un reto grandísimo, un reto que no esperaba, tal vez ni siquiera buscaba conscientemente. Pero llegó en un momento muy especial de mi vida. Venía de un proceso bastante duro humana y emocionalmente. Estaba siendo difícil para mí en mi propio país, acompañada por mi familia, y no sabía si tendría fuerzas para enfrentarme a eso lejos. El único requisito que puse, el que he puesto siempre desde que nació Camila, fue que ella viniera conmigo. Como te dije, compartir la vida con Camila era para mí una prioridad, y estar ahí para ella también.

Entonces resultó que el trabajo incluía la posibilidad de una casa mientras estuviéramos en Colombia y un pasaje para mi hija. Así que podíamos estar juntas en este nuevo reto. Yo siempre he sentido que, si era con ella, lo podía todo. Ya te conté que la llegada de Camila generó en mi vida una fuerza que hasta entonces desconocía.

Los Reyes se convirtió en un gran suceso. En principio mi contrato era de un año, pero se extendió a dos por el éxito de audiencia que tuvo. Un rating muy alto para un canal que venía de una etapa difícil, según me contaban, con su competencia. Fueron muchas cosas a la vez, apenas podía darme cuenta de lo que estaba sucediendo a partir de ese momento. Y creo que esa oportunidad llegó a mi vida no solo en lo profesional, sino en el plano humano, para superar muchas cosas, para entender muchas cosas, para generar y trabajar muchas cosas en lo emocional, en lo humano, en la mujer. O sea, el reto se hizo todavía mayor.

Yo estoy infinitamente agradecida a Colombia. Aquí me siento como en Cuba. El público ha llegado a ser tan cercano que, como cuentas de tu amigo, me sienten de aquí, y me valoran, me apoyan, me quieren. Eso es una oportunidad única en la vida. Si es difícil apropiarse de un público en tu propio lugar, en otro requiere muchísimo más esfuerzo y trabajo, y se ha producido.

Mi agradecimiento se extiende a muchísimos años y sigue existiendo. No son solo los quince años que de manera permanente viví y trabajé en Colombia. He seguido trabajando aquí. Ahora estoy haciendo una serie que me gusta muchísimo, para una plataforma importante. No puedo dar detalles, no nos está permitido dar detalles, pero mi relación con Colombia sigue vigente, y pretendo que así siga siendo siempre.

Colombia me ha dado mucho trabajo, mucho amor, mucho apoyo, y ha sido una ayuda económica importante para mí y mi familia. Pero, sobre todas las cosas, es como lo que te decía cuando hablamos de España: entender que somos parte de un universo enorme, y que al final todos los seres humanos estamos en situaciones muy similares, y solo falta la empatía de conectar, y que eso puede ocurrir en cualquier lugar del Universo.

Te he hablado de lo mucho que me ha aportado Colombia. Pero también te quiero decir que eso no ha sido fácil, no ha sido un regalo. Aquí se trabaja muy duro, muchísimas horas. Las series y telenovelas se están haciendo y a la vez se están transmitiendo. Hay un ritmo bastante desenfrenado de trabajo para poder cumplir con los tiempos. Hablamos de mucho tiempo, el mínimo son doce horas, pero yo llegué a trabajar aquí catorce, quince, dieciséis horas diarias.

Aunque mi trabajo es, para mí, parte de mis células, de todas maneras es muy agotador. Además, yo estaba sola con mi hija, y el tema tiempo con ella es algo que me angustiaba mucho. Lo que traté de hacer siempre fue estar ahí tanto como podía. Entre un trabajo y otro, me fijaba pausas para poder, con lo que había ahorrado, pasar con ella todo el tiempo posible. No quería correr el riesgo de perder esa relación y afectar a Camila.

Entonces, mi carrera me ha traído muchas cosas buenas, pero también grandísimos esfuerzos. No obstante, si fuéramos a hacer un resumen y en una palabra tuviera que definir mi experiencia y mi relación con Colombia, yo diría que esa palabra es agradecimiento, extremo agradecimiento.

Me ha sido posible hacerlo, y lo he hecho lo mejor posible. Camila es hoy un ser humano con herramientas para enfrentar la vida. Y a pesar de lo mucho que se puede no solo gozar, sino también sufrir en esta carrera, ha decidido dedicarse a la actuación y la dirección, especialmente a la actuación. Así que algo debemos haber hecho bien para que ella, a pesar de conocer tan bien los detalles de este trabajo, haya decidido dedicarse a esto.

Que los personajes me sorprendan

Pálpito ha sido un éxito internacional en Netflix. En su primera semana después del estreno se convirtió en la serie más vista de habla no inglesa a nivel mundial. En alguna entrevista te escuché decir que tu personaje en Pálpito te enamoró desde el casting. ¿Qué elementos encontraste más atractivos de Greta Volcán?

Sí, efectivamente, Pálpito ha sido un éxito grande dentro de la plataforma de Netflix. Imagínate qué maravilla poder formar parte de eso. Cuando me llegó el casting para Greta Volcán, lo tuve que hacer en condiciones increíbles, porque había poco tiempo. Lo hice dentro de mi casa en Cuba, el sonido era malo, había una fiesta abajo. Tuve que hacerlo en un día y eran muchas escenas, era difícil, eran escenas difíciles, pero estaba muy atraída por el personaje. Creo que eso me llenó de fuerza para sobreponerme a las dificultades y enviar el casting a tiempo, y que tuviera la calidad que requería.

“Quiero quedarme con este personaje, quiero interpretar a esta mujer”, me dije. Lo primero que sentí fue que era un personaje aparentemente negativo, pero que no estaba escrito en una sola dirección. Las malas-malas, las buenas-buenas, los personajes extremos, siempre me parecen irreales, con poco condimento para trabajarlos. Esta mujer estaba en situaciones muy negativas, muchas veces tomó decisiones que no eran apropiadas; otras, fue muy valiente. Y en la segunda temporada, esta mujer apuesta definitivamente por el amor a su hija como una prioridad.

Greta Volcán es una mujer que viene, como venimos todos, con muchas maletas. Una mujer a la que se le apagaron todos sus sueños cuando un hombre se aprovechó de ella. Se quería convertir en una actriz dramática y terminó siendo actriz porno, porque un extranjero se la llevó con la promesa de que iba a ser una actriz de cine. Tuvo que aceptar ese tipo de trabajo para criar a sus hijos y sobrevivir. Es una mujer con muchas carencias en lo emocional. Esto hace que el personaje se llene de razones, y eso lo hizo muy atractivo para mí.

Un personaje que por demás, a pesar de todo lo que ha vivido, es una mujer fuerte, con agallas, incluso graciosa. Una mujer que transitó por todo: por el alcoholismo, la droga, las decepciones, la frivolidad, con tal de vivir una vida feliz, que nunca tuvo. Y fue capaz de hacer lo que fuera para lograr ese objetivo. Eso la convierte en una mujer de muchos colores. Por eso, para mí Greta Volcán fue tan atractiva desde que leí el casting: era un ser humano de verdad, lleno de contrastes.

¿Existe algún personaje que no hayas hecho y quisieras hacer? ¿Cuál? ¿Por qué?

Cuando era más joven, siempre que veía una película que me impactaba. Por ejemplo, Un tranvía llamado deseo o Las impuras. Habían muchos personajes que me enamoraban, y decía: “Yo quiero hacer eso, quiero hacer eso”. Los personajes de Lorca han sido un deseo que se mantiene. He ido pasando de soñar los personajes más jóvenes de Lorca ―algunas veces los hice, sobre todo en la universidad―, hasta los que podría hacer a esta edad. Pero creo que ha dejado de ser un sueño particular.

Entendí, entiendo, que a lo largo de esta carrera, que es como transitar la vida, y la vida de millones de personas que se convierten en personajes, prefiero que los personajes me sorprendan y casi que me elijan ellos a mí. Ahí me meto de cabeza a conocerlos y a defenderlos. Eso es básicamente lo que me pasa ahora.

Lo que no me gusta son los personajes blancos-blancos o negros-negros. Siempre que haya un personaje profundamente humano, no importa lo que esté transitando, incluso lo extraña o ajena que me pueda parecer en principio su historia, es un motivo para sumergirme en esta cosa fascinante que es el ser humano, que es la psiquis del ser humano, y que son las emociones de los seres humanos. Entonces, en este caso, podría decirte que espero que me queden montones de personajes por interpretar.

Quizás hay un sueño que persigo hace ya como dos o tres años. A veces digo: “¿Por qué será que no me decido, no lo hago?”. Yo respeto muchísimo los monólogos, porque es el actor solo en el escenario, y eres tú el todo, o sea, no hay nada que te acompañe ahí, eres tú defendiéndote solo. Todavía no he hecho un monólogo, siempre lo he respetado mucho, lo he considerado algo tremendamente difícil, y es algo que sigo soñando hacer.

He estado a punto, con Abelito González Melo llevamos ahí craneándonos mucho tiempo la posibilidad de hacer un monólogo maravilloso. Pero siempre pasa algo: hay un trabajo, las fechas no coinciden… Con Abilio Estévez también hablamos de esa posibilidad, él lleva tiempo escribiendo algo, pero creo que será en el momento que tenga que ser. Tengo la certeza de que nada ocurre antes de que deba ser. Pero ese es un sueño, aunque no te podría decir cuál es el personaje que ahí voy a interpretar. Le estoy dando muchas vueltas. Quizás todos estos años que he estado pensando en esto, me he estado preparando actoral, física y emocionalmente para ese reto.

Teatro para niños: Okantomí

Actriz cubana Jacqueline Arenal con su hija Camila.
Actriz cubana Jacqueline Arenal con su hija Camila. Foto: cortesía de la entrevistada

Además de actuar, has estado dirigiendo, junto a tu hermana, la también actriz Marta Díaz Farré, en Okantomí. ¿Qué te inspira a explorar esta faceta de tu carrera y por qué este tipo de teatro?

Mi trabajo como intérprete empezó justamente con mi hermana, en Okantomí. Ella está en el grupo primero como actriz y después como directora, lleva prácticamente toda su vida allí. Lo primero que hice como actriz lo hice en las obras de Okantomí, y como público, siendo una niña. Ellos trabajaban al principio en la Colina de los Muñecos, en el Parque Lenin, y mi hermana me recogía cada fin de semana para ir, como un paseo, a las funciones, incluso a veces a los ensayos.

Yo empecé a soñar ahí. Un poco después empecé a ir a los ensayos con mis padres, que te contaba que hacía las tareas en las patas de los teatros. Mi imaginación empezó a volar viendo esas obras. Así que mi enamoramiento con la interpretación tiene, sin dudas, una semilla en mi hermana, Martha Díaz, además de mis padres, y en Okantomí. En lengua yoruba, Okantomí quiere decir “con todo mi corazón”, es un nombre que me encanta, y allí comenzó todo para mí.

Yo tenía mi imaginación ya repleta de imágenes, de mensajes, de personajes, y eso era muchísimo más disfrutable que ver televisión. Era mágico, hizo muy mágica mi niñez, una felicidad enorme. Así que estar trabajando ahora para los niños es un poco intentar darles ese regalo que tuve. Habrá muchos que se lleven esa magia. Soñarán con esos personajes, como muchas veces me cuentan los padres, los interpretarán en su casa, los recordarán. Y alguno que otro, como yo, se enamorará de esta carrera.

Entonces, hacer teatro para niños me parece importantísimo, me parece que esa magia contrarresta fatalidades de la vida cotidiana, o la propia cotidianidad. Es un espacio para soñar que habla de la felicidad dentro, de la felicidad que se instala dentro de uno. Puedes tener la casa más grande, más pequeña, ser más pobre, más rico, puedes tener cualquier circunstancia. Pero en ese momento mágico todos esos niños son felices. Yo lo viví así, y un poco de eso que tuve lo quiero devolver. Por eso este trabajo y Okantomí son, para mí, una obra de vida.

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