8 de marzo: ¿celebración o protesta?

En 1977, la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, sin embargo la discriminación y la violencia de género no desaparecerían.

El 8 de marzo ha sido un día históricamente marcado por sacrificios, accidentes y protestas que casi siempre cobraron un precio alto a la mujer. Por ejemplo, en el temprano año 415 d.C., el 8 de marzo una turba de fanáticos alcanzó a Hipatia de Alejandría, azuzados por razones religiosas y políticas. La desmembraron públicamente mientras la paseaban por la ciudad como trofeo… Pero, ¿trofeo de qué?: de ignorancia y barbarismo. Así terminarían con la vida de una de las mujeres más brillantes de la historia…

Más recientemente, a inicios del siglo XX una fábrica textil fue incendiada por su propietario con todas las trabajadoras dentro. El incidente sucedió luego de que estas se amotinaran por las pésimas condiciones laborales y exigieran reformas. Se dice que el humo que desprendía la fábrica incendiada era morado, por los tintes que se les aplicaban a las telas en ese momento. Muchas teorías sugieren que esta es la razón de que se le atribuya hoy día este color a los movimientos femeninos. Sin embargo, es más probable que la elección cromática provenga de las marchas de las sufragistas inglesas, inspirado en la nobleza británica. Aun así, queda esta triste e inspiradora historia de la fábrica como símbolo.

Igualmente se conoce que desde el siglo XIX —y quizás desde antes, pero de formas más discretas— ya el color morado venía apropiándose de rincones de la ciudad de Nueva York. Las mujeres que conspiraban en secreto, dejaban su huella poniendo lilas y azafranes en los parques. El 8 de marzo de 1857, miles de trabajadoras textiles decidieron salir a las calles de Nueva York con el lema “Pan y rosas” para protestar por las míseras condiciones laborales y exigir un recorte del horario y el fin del trabajo infantil. Este suceso es uno de los antecedentes más relevantes de los movimientos feministas modernos.

Otro hecho significativo sucedería más tarde, en 1910. Durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague se renovaría la petición por el sufragio universal para las mujeres. Es en este momento donde, a sugerencia de Clara Zetkin, se proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.

Por primera vez el mundo parecía no ignorar del todo a las mujeres como había venido sucediendo en los siglos anteriores. El proceso de transformación del estatus de derechos en la sociedad para las mujeres comenzaría a cambiar cada vez de forma más acelerada. Ese mismo año, el rey Alfonso XIII de España permitiría el acceso a la educación superior para las mujeres españolas. Poco después, en 1914, Alemania, Suecia y Rusia comenzarían a conmemorar el 8 de marzo, por primera vez, como el Día de la Mujer Trabajadora. Pronto estas celebraciones también se extenderían a China y España, en los años 1922 y 1936, respectivamente.

Finalmente, en 1977, la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y la Paz Internacional. Y parecería que ya se había logrado todo: las mujeres habían alcanzado su reconocimiento internacionalmente, tenían su espacio en la sociedad y una mayor visibilidad. Sin embargo, por desgracia, la discriminación y la violencia de género no desaparecieron por que existiera esta fecha en el calendario internacional. Los movimientos de lucha por la igualdad y la justicia continuaron exigiendo, protestando, disintiendo. El 8 de marzo siguió siendo un día no para festejar, sino para tomar conciencia sobre el dolor y la discriminación que carga la historia de las mujeres: feminicidios, niñas violentadas e incineradas, fábricas hechas cenizas, protestas contra dictadores, luchas por los derechos de la mujer, heridas, ataques, arrestos.

Aún hoy, el 8 de marzo no es un día de celebración, sino para alzar la voz y vestir al mundo de morado: por Hipatia y las que vinieron antes, por las que luchan hoy y las que vendrán después.