Crónica | ¿Cuánto se demora un cuerpo en descomponerse?

¿Por qué la dictadura en Cuba aún se mantiene? Pregunta un artista cubano, mientras narra un día de su exilio en Ecuador.

| Diversas | Mundo | 17/07/2023
Dibujo de Yanier H. Palao, varias personas junto a varios objetos. Familias.
"Si todo en el calor dura poco, ¿por qué la dictadura en Cuba aún se mantiene?" Imagen: Yanier H. Palao / Alas Tensas

Leí que en el frío puede demorarse unos 12 meses. Yo he vivido casi toda mi vida en el calor, allí las cosas duran poco. Noventa y seis horas son suficientes para que un cadáver sea esqueleto. Conozco muy bien la fermentación de los alimentos, la poca permanencia la traemos en el ADN. Quizás por eso es fácil decirle a un recién conocido “mi amor”.

Tengo bien estudiado los precios económicos de los cafés. Si guardara las facturas tendría la prueba exacta del día en que estuve en esos sitios. Tuviera la hora, la persona que recibió mi pedido, y el gasto de lo consumido. Pido siempre lo mismo por obligación: “lo más barato”.

Un té helado: 120Z. Precio: 0.98 centavos dólar. Un brownie de 1.61 dólares. Precio total 2.90. Ese es el estimado de gasto que oscila en mis visitas a los cafés. El dulce que me comí está viejo, duro, y me lo sirvieron frío. Supongo que no debo hacer muchos reclamos, mi cuenta no llega a los 3 dólares.

Si todo en el calor dura poco, ¿por qué la dictadura en Cuba aún se mantiene?

¿Qué olor tendrá un estado fallido en descomposición?

Me hago está pregunta; estoy seguro que he sentido ese vaho.

La cajera que me atendió se llama Alexandra Isabel. La factura no tiene número de identidad; sigo estando irregular. No tengo visa, ni estoy naturalizado, más bien en todo este tiempo me he desnaturalizado. El olor de una revolución en descomposición es el olor de las telas pudriéndose. Un tejido que se deshace. Ese olor lo percibí por vez primera, cuando limpié una zanja. Me contrataron para hacer ese trabajo. La zanja queda detrás de una casa, la dueña: una señora que vive sola. Ella misma había echado los desperdicios que mantiene atascado el mínimo caudal del riachuelo.

Sigo en el café, utilizo una servilleta de papel para soplarme la nariz. Pensé que no iba a sonar tan fuerte el estornudo. Algunas personas voltearon las cabezas al oír el ruido. Otros me miran de reojo. Meto el dedo índice en la nariz, saco un pedazo de moco y lo pego en la servilleta que está encima de la mesa. Naturalmente estoy solo.

«El olor de una revolución en descomposición es el olor de las telas pudriéndose».

La revolución al principio tuvo un olor sexy, pero no elegante, ella siempre careció de refinamiento. Su olor era a trabajo voluntario, a proletariado, al sudor de los guardias. Al vigor de los jóvenes que pasaban el servicio militar obligatorio. Al olor de los pies sudados de los militares que han pasado todo el día entrenando con aquellas botas rusas pesadas. Al olor de la ropa lavada con jabón Batey. Sin suavizante (no existía).

Ahora me percato que no había nada que suavizara aquellos días, pero esa ausencia no se notaba. 

Ropa usada arrojada al suelo
«Me gusta la ropa de segunda, usada, con vida, camino a la muerte». Foto: Yanier H. Palao / Alas Tensas

Ropa de segunda

Las prendas en la zanja se deshacen. La zanja: un río pequeño, triste, convertido en vertedero. Definitivamente me gusta la ropa de segunda, usada, con vida, camino a la muerte.

Al principio no se siente el olor abominable. Hay mucha ropa interior. Sé que este es el elástico en la faja de un calzón, se mantiene intacto, aunque muy estirada. La cintura de la vieja ha estado metida en esa abertura. No hay duda que esas prendas sean de ella, cerca no hay otras casas, y ella siempre ha vivido sola.

Dibujo de mujer enfurecida, realizado por el artista cubano Yanier H. Palao.
«La señora cree que soy abominable, sucio como la basura que ella vertió en la zanja». Imagen: Yanier H. Palao / Alas Tensas.

La señora se acerca con un pañuelo en la nariz. Le desagrada el olor que ella misma ha provocado. Me trae algo para beber, un jugo de frutas, utiliza un vaso plástico roto.

La señora cree que soy abominable, sucio como la basura que ella vertió en la zanja.

—Toma este jugo, hijo.

Dice la mujer de labios fruncidos, pero muy bien pintados.

No puede disimular su asco al verme en medio del lodazal. La mujer sabe que he publicado algunos libros.

Es increíble ver cómo la vida surge en medio de tanta podredumbre; los gusanos se desplazan entre el fango y las telas podridas.

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