Feminicidio | "Decirle que sí a sus presencias"
"Debemos poder nombrar al feminicidio sin que conceptualizar sea el crimen. Debemos nombrarlas a ellas"
Al comienzo de este texto, gracias al trabajo conjunto de los Observatorios de feminicidios de Yo sí te creo en Cuba, de Alas Tensas (OGAT) y de la Red Femenina, se subregistran 134 feminicidios entre 2019 y lo que ha transcurrido de 2023. En la actualización del 1ro de marzo del 2023, se contabilizan 16 feminicidios entre enero, febrero y, el primer día de marzo.
I.
No se puede dormir soñando toda la noche con muchachas muertas. Un sueño con solo palabras, no hay imágenes. Sus nombres, en el momento justo antes de dormir, en el momento justo antes de despertar, en el segundo que estoy despierta entre suelo y sueño, donde también están ellas. Palabras repitiéndose miles de veces en mi cabeza, completamente solas, como cristales, como puñales, como machetes detrás de los ojos todas las horas de sueño, todas las horas de vigilia: ella, su rostro y su nombre; feminicidio, transfeminicidio. Tantas veces la misma noticia.
«La presencia de los muertos nos acompaña»
«¿Se puede ser feliz mientras se vive en duelo?» se pregunta Cristina Rivera Garza en El invencible verano de Liliana (Random House, 2021), el libro donde explora el feminicidio de su hermana ‒asesinada en su apartamento, por su expareja, en México de 1990, a los 20 años de Liliana. Yo le haría esa pregunta a Cristina, a su duelo tan profundo, silenciado por años. Me respondo: no sé feliz, pero su libro demuestra que, quizás, no hay otro modo de vivir.
Cristina escribe desde el dolor por la muerte de su hermana, desde un duelo que ha decidido cambiar de matiz para perpetuarse y nunca irse de ella; ya no para destruirla, sino para acompañarla. «Vivir en duelo es esto: nunca estar sola. Invisible, pero patente de muchas formas, la presencia de los muertos nos acompaña en los minúsculos intersticios de los días», nos dice. Cristina Rivera Garza hurgó en la funcionalidad del duelo, en la fibra de memoria reivindicativa que lo conforma. Desbrozó el terreno donde el dolor puede ser fértil y hacerle llegar hasta su hermana: «Este es el trabajo del duelo: reconocer su presencia, decirle que sí a su presencia».
Cristina Rivera Garza sobre "El invencible verano de Liliana"
El invencible verano de Liliana es una excavación en la vida de una mujer brillante y audaz que careció, como nosotros mismos, del lenguaje necesario para identificar, denunciar y luchar contra la violencia sexista y el terrorismo de pareja. Este libro es para celebrar su paso por la tierra y para decirle que, claro que sí, al patriarcado lo vamos a tirar.»
II. El caso de Damaris Rodríguez
Comenzamos el año 2023 sin haber digerido el número, nunca asimilable, de 34 feminicidios —cifra que con nuevas informaciones ascendió a 36—, dos de ellos vicarios y, amanecimos con la noticia de la muerte de Damaris Rodríguez Domínguez el 5 de enero. Damaris también fue asesinada por su expareja, un policía de la motorizada que utilizó su arma reglamentaria para convertir su odio en actos. El caso de Damaris elimina toda metáfora que culpabilice a la policía de los asesinatos de mujeres. Su agresor llegó a una fatal literalidad. Demostró cuán infectadas están también las instituciones que deben velar por los derechos a la vida y a la tranquilidad de las mujeres y personas. Declaró cuán peligroso es un hombre con un arma de fuego. Evidenció que un feminicida puede verse también uniformado; puede tener, incluso legalmente, un arma; puede ser un policía.
III.
El celular se va llenando de una, dos, tres capturas de pantalla, ciento veintinueve, treinta y seis, dieciséis capturas de pantalla sobre muchachas asesinadas. Noto lo esquiva que me vuelvo a este tipo de información. Por años he pasado, me he lamentado y he seguido, como defendiéndome, creyendo que me defiendo de lo terrible. Pero las noticias insisten, la violencia machista insiste y horada. No me queda otra alternativa que colocarme una coraza para recibir malas y peores noticias. Para profundizar y encontrar dónde me duele, qué hacer con el susto, el dolor, el miedo y con la realidad.
Después de casi treinta años sin poder hablar del asesinato de su hermana —después de muchos años sin llamarle feminicidio— Cristina Rivera Garza decidió buscar los rastros de Liliana por el mundo y recomponer los detalles de su experiencia en vida, de su forma de ser, de su relación consigo, con sus amigos, con el amor y, con su feminicida; para llegar al momento de su asesinato, su funeral, y a donde lo vivido se convierte en huella. «Hay que cerrar los ojos. Y, luego, hay que abrirlos desmesuradamente» escribe.
Una vez que decidió buscar el expediente del caso de su hermana, perdido entre miles de expedientes de asesinatos comunes, extraviado en «los intrincados vericuetos de la justicia, que son los vericuetos infinitos de la impunidad», le comentó a sus padres y, trayendo de nuevo a la mesa familiar el retrato/la presencia de Liliana, pudieron, por primera vez, hablar de ella en oraciones completas.
IV. El caso de Yeniset Rojas
Avanza enero y las redes explotan, se encontró el cuerpo de Yeniset Rojas Pérez, desaparecida hacía 10 meses en Ranchuelo, Villa Clara. La confirmación de su feminicidio, sospechado y temido, hiló las fibras del año entrante. Algo se vuelve cada vez más intolerable. Algo, evidentemente, no está funcionando. La periodista Marta María Ramírez, en su artículo Des-aparecidas en Cuba, hace un análisis minucioso que comienza explicando cómo «El caso de Yeniset Rojas es paradigmático por varias razones, pero en particular, porque revela la falta de protocolos específicos para desapariciones de mujeres en la isla».
V. «Nombrar los feminicidios es hacer justicia»
Es necesario aprender del silencio, de la impotencia que genera cada nuevo feminicidio. «La rabia se parece mucho a la resignación. La impotencia al espanto» escribe Cristina Rivera Garza. Pero debemos quebrar el espanto y hacer por nombrar.
Leo en un post de la revista Alas Tensas «Nombrar los feminicidios es hacer justicia, es el ejercicio más básico de reparación con todas las víctimas de violencias machistas». Cristina escribe «la falta de lenguaje nos maniata, nos sofoca, nos estrangula, nos dispara, nos desuella, nos cercena, nos condena».
Debemos poder nombrar al feminicidio sin que conceptualizar sea el crimen. Debemos nombrarlas a ellas. Crear oraciones completas donde veamos su rostro, su sonrisa, su sensibilidad, su vida, «su cuerpo en movimiento. Su cuerpo vivo entre los otros cuerpos» como logramos, gracias a Cristina, ver a Liliana. Oraciones para que ellas no estén solas o, realmente, para estar nosotras menos solas. Cada nombre y cada rostro compartido tiene que prevenir otro asesinato.
El pie de imagen de una de las páginas del Mapa Latinoamericano de feminicidios, que elabora la plataforma MundoSur, esclarece correlaciones: «Transformar datos en información, información en conocimiento y conocimiento en decisión política» (el enunciado es uno de los ejes de la estrategia de Montevideo para la implementación de la Agenda Regional de Género, como parte de la implementación de medidas por parte de los Estados para el pretendido Desarrollo Sostenible hacia el año 2030).
La misma plataforma que, intenta recopilar la mayor cantidad de información posible y relevante de cada feminicidio, explica cómo estos datos son necesarios para «comprender las trayectorias de vida de las mujeres y niñas víctimas de feminicidio»; enfatizan en la necesidad de una perspectiva interseccional en la recopilación, sistematización y análisis de los datos. La ausencia de datos, y de dicha perspectiva, invisibiliza hechos y realidades, borra la diversidad de violencias a que están sometidos los distintos grupos de mujeres.
VI. El caso de Leydi Bacallao
Como una tormenta de arena, asfixiante, áspera y seca, llega febrero. Exactamente el 5 de febrero y es, de los días más terribles, el día de Leydi Bacallao. A sus 17 años intentó salvarse de su feminicida —un hombre con el que mantenía hacía años una relación, de pareja, de violencia, un hombre muchos años mayor que ella— dentro de la estación de policía de su comunidad Camalote, en el Municipio Nuevitas, Camagüey, ahí mismo, donde quedó sin vida. Leydi fue asesinada dentro de una institución policial.
Su caso puso en el centro del horror la dimensión política de los feminicidios. Esa arista que se desea obviar y que, no es un matiz, sino consustancial a la posibilidad de que niñas y mujeres sean asesinadas, en relaciones de desigualdad con sus agresores, por razones de género y odio. Ese punto en la conversación donde el Estado, que no implementa protocolos, no brinda ni esclarece datos, no permite el acceso a la justicia, no se detiene en la reparación a las familias, filtra el acceso a la verdad, justifica y se justifica, es también culpable.
Mientras escribo, hoy, 9 de marzo, llega la noticia del feminicidio de Nancy Peña en Holguín. Días antes había dejado en sus redes sociales que se sentía amenazada, que había acudido a las autoridades y denunciado al agresor. Sin embargo, este pudo llegar hasta ella para hacernos lamentar el feminicidio número diecisiete del año 2023.
VII. «El silencio de la impunidad»
El feminicidio no se tipificó en México hasta el año 2012, veintidós años después del asesinato de Liliana. En Cuba, seguimos esperando. El agresor de Liliana —quien se dio a la fuga luego de cometer el acto— puede que haya muerto sin ser encontrado ni juzgado, según una nota de la propia Cristina Rivera a El País el 10 de enero de 2023. Explica en la nota que, luego de haberle brindado datos a la Fiscalía de la Ciudad de México para verificar la información recibida sobre la presunta muerte, ha recibido lo mismo que nosotras por parte de las autoridades y medios de comunicación oficiales de Cuba, sobre cada feminicidio y feminicida: «Solo silencio. El silencio adusto, diríase que eterno, de la impunidad».
Cristina Rivera Garza hurgó en los diarios de su hermana, entrevistó a sus amigos, visitó los espacios que habitó Liliana, recopiló los artículos en la prensa y organizó una novela, un espacio donde su hermana existiera viva y real, un espacio otro al de la memoria. En El invencible verano de Liliana podemos conocer a la muchacha feliz y triste, fuerte e indefensa. Cristina la devolvió a las calles de México en el espacio del texto, en el espacio que habitara cada quien que leyera una y otra vez su nombre, Liliana Rivera Garza, en las páginas de su relato.
¿Cuál es la historia de cada una de las muchachas que en estos últimos años han sido asesinadas en Cuba por razones de género? ¿Cuándo podremos poner sus nombres en las calles por las que transitaron? Ninguna de sus realidades debió terminar en la muerte por manos ajenas. Ninguna merece ser olvidada. Ninguna merece quedar innombrada.
VIII.
Al cierre de este texto, el 27 de abril, se cuentan 27 feminicidios en Cuba en lo que va del año 2023, para aproximado de 145 feminicidios desde el 2019 y lo que ha transcurrido del año en curso.
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Desgarrador, pero necesario.
Gracias, Ce.