Políticas para Mujeres no son, necesariamente, políticas feministas
"¿El Programa de Adelanto de la Mujer, que se desarrolla en Cuba, realmente desestabiliza el sistema de género o lo deja intacto?"
La edición del Periódico Granma del día 9 de Marzo del 2022 expone los avances y desafíos del Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres, el cual constituye “la agenda del Estado cubano para impulsar el progreso de las Mujeres en la Isla".
De acuerdo con el texto publicado, este Programa implica un conjunto de “acciones más integrales y más efectivas para la prevención y eliminación de manifestaciones de discriminación y violencias contra las mujeres”. Confieso que no me di el trabajo de conocer ese Plan de acciones (tal vez eso pueda tener continuidad en una columna posterior), porque para mí el problema ya comienza con el propio modo de enunciar las herramientas que, supuestamente, transformarán situaciones de discriminación que afectan a las mujeres.
El modo como nombramos un problema es parte central y constitutiva de la forma en que vamos a lidiar con él. Ustedes, por ejemplo piensen en cuando se dice “el racismo es cosa de tu cabeza”, consecuentemente ese raciocinio va a considerar innnecesario que existan políticas antirracistas. Dentro de esa misma perspectiva, cuando usamos esa gramática occidental de “adelanto” (que crea un contraste con una realidad anterior que se infiere que es “atrasada o salvaje”), me pregunto: ¿Qué prácticas se desprenden de esa filosofía? Noten que no se trata de una simple cuestión de nomenclatura, pues —“adelanto”— presupone que las mujeres serán transportadas, por la intervención de terceros (en este caso el Estado) a una situación de “progreso” sin que ellas mismas construyan ese camino o participen activamente de él. O sea, de entrada es un término que, por lo visto, apuesta en una lógica salvacionista. Aquí me viene a la cabeza Gayatri Spivak y su potente cuestionamiento de: ¿Puede la subalterna hablar? Me parece que, si se trata de transformar situaciones de discriminación habría que enunciar cabalmente la naturaleza de esas opresiones. En tal sentido me parece mucho más pertinente trabajar en el ámbito de Plan de acciones contra la violencia de género.
Si lo que busca este Programa de Adelanto es combatir las opresiones de género, el significante Mujer no debería ser parte de la solución, pues la categoría Mujer, pensada en esa clave universal, es parte del problema. En textos anteriores me referí al carácter sexista, clasista y racista de ese significante, y el modo en que deja de ser una herramienta política cuando operamos con él como si fuera una esencia.
Hombre versus Mujer, masculino/femenino son categorías forjadas en el propio seno del sistema de género, un sistema inherentemente violento. ¿Cómo pretender transformar ese sistema reforzando sus mismas lógicas? Yo no estoy afirmando que ninguna política pública use la categoría mujer; lo que estoy diciendo es que seamos conscientes de sus efectos políticos. ¿Qué mujeres caben en ese significante? ¿Acaso personas no binarias que no se identifican con ese rótulo y también sufren violencias de género van a ser amparadas jurídicamente y estatalmente por ese Programa de Adelanto? Acaso no estaremos produciendo más invisibilidad política de aquellas que por no identificarse con ese significante “Mujeres” no cuentan siquiera con políticas públicas que atiendan sus demandas? ¿En qué parte de ese Plan de Adelanto se conciben, por ejemplo, políticas reproductivas para lesbianas? ¿Acaso no es una discriminación contra las lesbianas que no exista una política de reproducción asistida que les permita llevar adelante sus proyectos reproductivos? Volveré al Plan de Adelanto para ver si estas preguntas tienen respuesta dentro de las acciones que ese Plan prevé.
Por el momento yo voy a insistir en que para mí el carácter verdaderamente radical de una política y su apertura democrática implica la renuncia a cualquier identidad de género considerada de forma estanca y esencialista. De nada vale querer transformar las prácticas si los presupuestos que orientan esa práctica continúan reforzando un sistema violento.
Desde que se firmó el Plan de Seguimiento a los acuerdos de Beijing, nos están haciendo creer que colocar el rótulo “perspectiva de género” o “mujeres” va a ser garantía de una transformación efectiva de las relaciones de opresión. Para mí toda esa gramática es absolutamente reformista porque ella presupone un uso instrumental y descriptivo del término género, incorporado a la gramática política sin que ello suponga accionar el concepto de género como una herramienta teórico-política de justicia social. Tal uso descriptivo se distancia de un abordaje feminista en el que la perspectiva de género implicaría un compromiso con el análisis de situaciones de dominación y la correspondiente intervención para transformar las mismas.
Un abordaje feminista constituye un tipo de intervención crítica que, al operar en el campo de las políticas públicas (de salud u otras), posibilita la constitución de la ciudadanía en términos democráticos. Yo apuesto por una inscripción feminista y negra de las políticas públicas, y eso significa que las políticas públicas puedan desafiar a los sistemas de dominación (de género, raza, clase, entre otros), que esos sistemas de dominación sean cuestionados, erosionados como garantía de un pleno acceso a la ciudadanía para todas las personas. Por eso reitero la pregunta: ¿El Programa de Adelanto de la Mujer, realmente desestabiliza el sistema de género o lo deja intacto?
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
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