El orgullo LGBTQIAPN+ no es apenas sobre “amor es amor”
"Cualquier tentativa de eliminar el disenso en nombre de una unidad es un paso hacia el autoritarismo y el activismo de manual y de reglas morales".
De entrada, vamos a partir del presupuesto de que no existe (ni tiene por qué existir) unanimidad cuando de activismos se trata. El activismo, los movimientos sociales y cualquier otra forma de articulación de esta naturaleza, son un terreno de disputa. No solo de disputa con la sociedad para reivindicar derechos y pautas de lucha que digan sobre cómo queremos vivir; sino de disputa al interior de los propios colectivos; una disputa que, se supone, facilite cada vez más espacio a la pluralidad.
Por eso, la pretensión de que determinada reivindicación nos contemple a todes es tanto una falacia como una pérdida de tiempo. Ese placer libidinal por un único discurso que nos represente, que hable en nombre de todos (el masculino aquí es proposital) es la base de políticas totalitarias. Cada vez que escucho eso de que el activismo LGBTQIAPN+1 tiene que estar unido, mi tedio se eleva al 200%. Si somos consecuentes con un modo de hacer política que sea verdaderamente democrático, el disenso y el conflicto han de estar presentes (hello, ¡Chantal Mouffe!).
Cualquier tentativa de eliminar el disenso en nombre de una unidad es un paso hacia el autoritarismo y el activismo de manual y de reglas morales.
Chantal Mouffe (1943) Filósofa y politóloga belga
"Siempre es posible cambiar las cosas políticamente e intervenir en las relaciones de poder para transformarlas"
Familia nuclear, reproductora, monogámica, uno de los cimientos de la cisheteronorma
Dicho esto, quiero reflexionar en esta ocasión sobre la recurrencia de cierto tipo de discursos que es usado justamente durante el mes de junio (mes del orgullo LGBTQIAPN+), o por parte de algunos sectores del activismo de forma general.
"La centralidad de ese discurso donde el amor ocupa el primer plano, parece una tentativa de asimilación a los códigos cisheterosexuales".
No es poco común encontrar frases como “amor es amor”; “toda forma de amor merece respeto” y cosas por el estilo. Me parece bastante curioso (para no decir un tanto problemático) como el apelo a un amor romántico es el soporte fundamental de quienes procuran reivindicar una vida fuera de los mandatos de la cisheterosexualidad. Sobre todo si pensamos que es precisamente ese modelo de amor romántico (familia nuclear, reproductora, monogámica) uno de los cimientos fundamentales de la cisheteronorma.
Obvio que no estoy diciendo que el amor, el afecto, serían incompatibles con las vidas que celebran el Orgullo LGBTQIAPN+. Lo que quiero destacar es cómo la centralidad de ese discurso donde el amor ocupa el primer plano, parece una tentativa de asimilación a los códigos cisheterosexuales.
Esa tentativa de asimilación cishetero deja en un limbo político, en un lugar marginal a aquellas personas que, haciendo parte de la comunidad, no se identifican con ese modo de vida de familia nuclear reproductora y “pareja estable”. Y ese tipo de reivindicación puede ser un arma de doble filo que acaba desacreditando a quien no quiera curvarse a esos códigos. Es como si acabáramos empujando para un terreno de invisibilidad y desaprobación a quienes no adhieren al amor romántico para establecer sus relaciones erótico-afectivas.
Es bueno recordar que cuando hablamos de la comunidad LGBTQIAPN+ ella incluye también a personas que optan por relaciones disidentes. Es decir, que escogen vivir relaciones libres, no monogámicas, poliamorosas. Otras que practican BDSM, swingers, prácticas sexuales con dildos o juguetes sexuales, entre otras posibilidades de vivir los afectos, la sexualidad. Esa oda al amor romántico dentro de un espacio cisheterodisidente acaba condenando y censurando moralmente a quien rehúsa la monogamia como forma de relacionarse y las prácticas sexuales convencionales. Es como si se dijera: esta es una comunidad LGBTQIAPN+ limpiecita e higienizada, guiada por los valores morales de los hetero. Ay, caballero, sinceramente qué pereza…
Recuerdo aquí la noción de “círculo encantado”2 que fuera formulada por la antropóloga y feminista Gayle Rubin. Esta permite explicar el modo en que la sociedad condena todos los comportamientos sexo-eróticos que no están orientados por la reproducción como meta. Todo el sexo que escape a la configuración de la “pareja estable casada como Dios manda y fundada en el amor” es tachado de perverso, moralmente inaceptable. Inclusive esta premisa sirve también para criminalizar a las trabajadoras sexuales porque imagínense, “¿cómo así cobrar por sexo?, sexo solo es legítimo si tiene como fundamento al amor”.
Subalternidades y dispositivos de moralización de la vida sexo-afectiva
Tal vez quienes me lean recordarán que muchas veces el respeto que la sociedad cisheterosexual dispensa a la comunidad está condicionado a: “Puedes ser gay, pero no dar tanta pinta. Puede ser lesbiana, pero que no bese públicamente. Puede ser así o asado pero tienen que darse a respetar”. Curioso que ninguna de estas prerrogativas están colocadas para las personas cisheterosexuales. Consecuentemente cuando asociamos la lucha y el orgullo LGBTQIAPN+ a parámetros cishetero acabamos curvándonos a las normas.
Al mismo tiempo, ese tipo de condicionamiento de un supuesto respeto, sirve para culpabilizar a la propia comunidad por la transfobia, homofobia y lesbofobia que no pocas sufren. O sea, se culpa a la propia comunidad por la violencia de que es objeto aludiendo a un supuesto orden moral que nunca es exigido para los cisheterosexuales.
¿Se percataron entonces de cómo esa centralidad del amor como principal arma de lucha acaba condenando a una buena parte de la comunidad cisheterodisidente?
Acaba creando jerarquías, subalternidades y dispositivos de moralización de la vida sexo-afectiva de una buena parte de la comunidad. No estoy diciendo aquí que quien quiera casarse, tener hijos y vivir felices para siempre no pueda ni deba hacerlo. Al contrario, estoy defendiendo la idea de que no exista un Manual, una “guía de buenas prácticas”, que tal parece que está más interesada en obtener la aceptación de una sociedad cisheterosexual, que permitir que la gente viva sus vidas sexuales, afectivas basadas en la autonomía como principio ético.
Nuestras vidas no tienen que estar validadas en la medida en que se aproximen a un ideal normativo. Ellas deberían ser validadas y respetadas por sí mismas. Me parece que es la autonomía sexual, afectiva, erótica y no un ideal de relación a ser alcanzado, lo que puede implicar una potencia disruptiva y revolucionaria frente al régimen fordista heterosexual y monogámico que quiere que todo el mundo reproduzca el mismo guioncito de vida. Menos Manual cishetero, más autonomía.
¡Vivan las vidas LGBTQIAPN+, libres y vivas!
Notas
1 Las siglas contemplan a: lesbianas, gays, bisexuales, trans y travestis, queer, intersex, asexuales, pansexuales, no binaries y mucho más que puede existir aunque aún no se haya inventado un nombre. Particularmente yo no me identifico mucho con las siglas como forma de nombrar a toda una comunidad cisheterodisidentes, pues me parece que eso lleva un tono de homogeneización. De todas formas es el modo más convencional de reconocimiento de quienes vivimos en los márgenes de cisheterolandia. Este último término usado como un término paraguas, me parece más interesante. Éste contempla todo un espectro sin la obsesión por un rótulo identitario que yo francamente detesto, pero eso es tema de otra columna.
2 En su ensayo “Pensando el Sexo”, Gayle Rubin introdujo la idea del "círculo encantado" de la sexualidad. Los polos binarios de este "círculo encantado" incluyen pareja versus sexo individual o en grupos. Monógamos versus promiscuos. La misma generación versus sexo intergeneracional, y solo cuerpos versus sexo con objetos manufacturados. El "círculo encantado" se refiere a la idea de que existe una valoración jerárquica de los actos sexuales. En este ensayo, Rubin también analiza una serie de formaciones ideológicas que impregnan los puntos de vista sexuales. El más importante es la negatividad sexual, en la que las culturas occidentales consideran que el sexo es una fuerza peligrosa y destructiva. Si el matrimonio, la reproducción o el amor no están involucrados, casi todo el comportamiento sexual se considera malo.
Yarlenis M. Malfrán
Psicóloga por la Universidad de Oriente, Cuba. Máster en Intervención Comunitaria (CENESEX). Doctora en Ciencias Humanas (Universidad Federal de Santa Catarina). Investigadora de Post Doctorado vinculada a la Universidad de São Paulo, Brasil. Feminista, con experiencia en varias organizaciones y movimientos sociales.
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