La huelga silenciosa
Al analizar el cuadro Dinámica Demográfica, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), Marino Murillo mostró gran preocupación. Ya en 75 municipios de Cuba mueren más personas que las que nacen. Esa tendencia se generalizará en todo el país en el 2027, es decir, dentro de cinco años. Para esa fecha, a nivel biológico, la población cubana se dejará de reproducir.
Cuando algo así acontece y no se logra revertir, inicia un proceso que en otras especies animales concluye con su extinción. Aunque esto suele demorar largos períodos, a veces siglos, es válido señalar el hecho de que después de debatir tanto sobre el uso de la bandera, sería un contrasentido que, si continúa descendiendo con tal celeridad la población cubana, tengan que hacerse realidad en el futuro los hermosísimos versos del matancero Bonifacio Byrne: “si deshecha en menudos pedazos, se llega a ver mi bandera algún día, nuestros muertos alzando los brazos, la sabrán defender todavía”.
Hace más de un año, en otro artículo cité el trabajo “Las tendencias de la población cubana y la situación económica y social actual”, de Aida Rodríguez Cabrera y un colectivo de autores que le conferían un rol esencial a la migración en la baja natalidad.
Como bien valoraban, la variable migración es poco considerada por el sector de la salud, que prioriza los análisis demográficos enfocándose en las variables mortalidad y fecundidad. Tal vez el error fue haber encarado el tema fundamentalmente desde la salud, y no también con fuerza desde la Sociología, la Economía u otras Ciencias Sociales. Este tipo de problemática, por su complejidad causal, requiere de enfoques multidisciplinarios.
Durante la crisis de los noventa del pasado siglo aumentaron peligrosamente los niveles migratorios, con nuevas características según explican los autores del referido estudio. Ellos enfatizan que se trata de un éxodo “fundamentalmente joven, con una tendencia a la feminización en todas sus formas de migración, con excepción de los abandonos durante misiones de trabajo en el extranjero en las cuales hay predominio del sexo masculino”.
La preeminencia de mujeres jóvenes que salen de Cuba en edad fértil y tienen sus hijos en otros países, simboliza una silenciosa huelga de vientres que, a largo plazo, será más peligrosa para los destinos de la isla que todos los imperialistas, de Monroe a Trump. El último censo de población confirmó que las féminas son mayoría como jefas de hogares. El alto índice de divorcialidad justifica ese dato, pero también existen coyunturas sociopolíticas y legales que influyen en que muchas madres, a lo largo del período revolucionario, hayan tenido que criar solas a sus hijos.
Miles perdieron a sus esposos en misiones internacionalistas, como mi amiga María del Carmen. Otras despidieron a sus esposos o los padres de sus hijos allende el mar, como mi amiga María Elena. En muchos casos fueron apoyadas con remesas; pero en otros, como mi amiga Yanira, nunca más recibieron un centavo para alimentar a su pequeña. A esto se suma el flaco apoyo que la legislación cubana confiere a las madres solas. Hasta en eso influyen los bajos salarios que no se relacionan para nada con el costo de la vida.
Un ejemplo personal: al divorciarme, el tribunal precisó al padre de mis hijas a pagarme 70 pesos por cada una, en total 140 pesos, el equivalente a poco más de 5 cuc al mes. En este caso siempre tuve una mayor contribución de mi ex, como también conozco otros magníficos padres que siguen cuidando económicamente de su descendencia. Pero eso depende de la buena voluntad y la sensibilidad, y no de la ley. Por eso igualmente sé de muchas mujeres que se las arreglan apenas para llegar a fin de mes, como mi amiga Airén con sus dos niñas.
Durante los años más crueles de la crisis, del 91 al 95, vi madres, como mi amiga Rosa, que tuvo a su única hija a mediana edad, quedar casi ciega por una neuritis de la que nunca se recuperó, resultado de quitarse los mejores alimentos para su bebé. O mi amiga Marta Silvia, madre por cuenta propia, que hervía los pañales con agua porque no había jabón y el padre de su hija no la había aceptado legalmente en ese entonces.
Las niñas que vivieron la agonía de aquella etapa y que han presenciado el sacrificio infinito de sus madres, no quieren replicar esas vivencias, mucho más cuando nuestros mandantes anuncian, impávidos, que arreciarán las dificultades en los próximos meses. Entonces se van, con sus niñas pequeñitas para que se críen en Cataluña, como mi amiga Elaine; o a forjar descendencia en otros lares, como mis amigas Ania, Beatriz, Leslie…
Concluyo citando el final de mi artículo de hace más de un año, no para darme crédito, sino para que se observe que en Cuba cualquier observación o crítica siempre guarda validez, lo que evidencia el inmovilismo de la burocracia: “Pueden estar seguros de que mientras los cubanos no mejoren sus depreciados niveles de vida, empezando por un salario que permita el sustento de las familias, no deben esperar una disminución de la migración —que aun sin Ley de ajuste sigue in crescendo y se dirige a otros muchos países— y tampoco un aumento de la natalidad.»
Ante la crisis sin fin, la huelga silenciosa.
(Publicado originalmente en La Joven Cuba.)
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