Entrevista | El racismo existe, you know?
Odaymar: “Lo que más me ha golpeado ha sido el racismo. El color de mi piel es algo que se ve apenas llego”.
Yalodde es Queer. Ver a Odaymar Cuesta, fundador de Krudas Cubensi, cantar con su traje y bailar a la oricha, lo corrobora. Si una aprende sobre el amor es a través de esa corriente negra que a pesar del racismo nos hace universales y que genera Yalodde. Una vez, hace mucho tiempo, coincidí en un camerino improvisado en Centro Habana con Krudas Cubensi, íbamos a participar en un Cabaret Poético de Poesía Sin Fin.
Subí al escenario detrás de elles. Yo llevaba varios cuentos cortos hechos a otra mujer. No sé a quién se le ocurrió subirme a ese escenario. Creo que se arrepintieron quienes hicieron el guión. Aquello fue un desencuentro. No fuimos capaces de darnos cuenta de que construíamos en una misma dirección, aunque en caminos diferentes que a ratos se cruzarían en alguna que otra encrucijada.
Después la vida nos transcurrió: yo caminando sobre mis pies y Odaymar sobre zancos, ambas tratando de no caer sobre los adoquines de la Habana Vieja, fingiendo no tener nada en común, ni conocernos hasta que nos perdimos de vista.
En marzo de este año me dijeron que nos veríamos. Tuve miedo. Pero nos encontramos en una de esas encrucijadas que ya había vaticinado. En una de esas encrucijadas llenas de ira que genera el racismo.
Solo Yalodde sabe cómo hemos podido sobrevivir sin perder la dulzura y las ganas de vivir.
Lo peor de todo
“Tengo muchas aristas por las cuales recibo presión, pero la que más me ha golpeado ha sido el racismo. El color de mi piel es algo que se ve apenas llego” y de todas las intersecciones que atraviesan a Odaymar, “esa ha sido la más duro de tragar, porque es el día a día. Y siempre hay algo nuevo”.
En ese reencuentro nuestro, por ejemplo, lo mismo nos preguntaban “¿qué era el racismo inverso?”, que escuchamos hablar de “discriminación afirmativa”, que teníamos traductores que repasaban cada palabra de lo que decíamos porque, al parecer, hablábamos en idioma “negro”.
Por eso días recibimos “el impacto de toda la ignorancia y la estupidez humana, específicamente de las personas blancas, hegemónicas, las personas en poder, en situación de poder” de las que no se cansa Odaymar de denunciar.
“Ser queer y ser trans ha sido algo que me ha golpeado, pero es algo que no siento que sea tan visible como todo lo demás, you know? como ser negro y cuando era negra también, o sea, recibí y recibo, me imagino que recibiré hasta el último de mis días el impacto del racismo por ser una persona que realmente está consciente de todo lo que está pasando”.
Y coincidimos en que “cuando hablamos de racismo estructural, la gente piensa en las instituciones, en que es allá arriba, lejos, por allá arriba” y señala un punto inexistente, pero tanto él como yo sabemos que ese racismo estructural “está arraigado dentro de la estructura blanco, heterosexista hegemónica” o lo que es lo mismo, dentro de cada persona que abusa de sus privilegios.
“Cada vez que viajo, cada vez que voy de un aeropuerto a otro, siempre soy la persona, a la que le piden identificación, que le piden el carnet, porque, no sé, piensan las autoridades o la gente en poder, que quizás no puedo viajar, que no soy merecedor de estar, por ejemplo, en Europa, o de ir de un país a otro, o de ser artista, o de expresarme de la manera que me expreso”, ser objeto de requisa sin motivos aparentes no tiene nada de subjetivo.
“Ser negro siempre va a ser motivo de sospecha, un motivo de duda. Lo que recibo es la expresión de toda esa educación que ha sido dada, de toda esa creencia de que las personas no blancas, las personas negras somos inferiores” y confiesa que cada vez que va a viajar lo hace con cierta zozobra, “me digo: ‘déjame llevar todos mis papeles en regla por si me preguntan para dónde voy, de dónde vengo porque sé que siempre voy a levantar sospechas’”.
Y si es cuando entra a las tiendas la “alerta” se activa más rápido aún. Le persiguen, le vigilan.
“Ahora mismo estoy aquí en Segovia en un taller, en un entrenamiento y realmente he recibido bastante violencia, violencia verbal de las personas, de personas blancas, inclusive de los facilitadores del entrenamiento. Muchos de los ejemplos y mucha de la narrativa de cómo enseñan está permeada por todo ese racismo aprendido porque yo quiero decir que la gente no nace racista. La gente lo va aprendiendo por el camino, y siempre es una opción desaprenderlo.”
“Pero definitivamente es muy cómodo para ellos ser como son y desaprender el racismo sería dejar de ser quienes son”, parece una frase lapidaria, pero no le falta razón, por duro que parezca, “porque no están dispuestos a dejar de ejercer su violencia”, Odaymar me da un argumento aún más definitivo que la anterior afirmación.
En medio de todo lo trágico él encuentra algo de “cómico”: “cuando era una mujer lesbiana, tenía varias denominaciones, o sea, era ‘la negra enojada’, o pasaba por la exotización de la mujer negra, y ahora que soy trans, una persona no binaria, me convertí en el hombre negro sobre el que cae la sospecha de que voy a ser un agresor, un violento, un violador. Nunca puedo escapar. Y eso está en todos los ámbitos: para conseguir un trabajo, un alquiler, para conseguir un show, para conseguir cualquier cosa puntual que necesite en esta vida. Muchas personas negras, tenemos que hacer más y más y más, a veces el trabajo cuatro veces para tener un mínimo de resultado”, y aunque habla por sus vivencias, lo que cuenta lo hemos vivido todos.
La peor experiencia la tuvo en diciembre de 1997 cuando lo detuvieron junto a otra persona blanca. “Esa persona es mi hermano de causa, pero salió antes de la cárcel y yo me tuve que quedar más tiempo. El por qué no se sabe. Para mí es más de lo mismo. Es el círculo racista que no se cierra, you know?”
Espacio seguro o resiliencia
“El espacio de vivir, el espacio de existir, el espacio de estar, es el espacio que me he luchado yo porque sé y siento que no hay un espacio seguro. Sé y siento que para muchas personas negras no hay un espacio seguro, inclusive dentro de nuestra familia” y enumera unas pocas fobias aunque se sabe que cada una de ellas vale por mil.
“El que no es transfóbico es homofóbico, el que no es lesbofóbico, el que no es anti migrante. De cualquier lugar puede venir una agresión. El espacio para mí, que he creado, el más seguro, quisiera decir que es mi cuerpo y eso que a veces el cuerpo se enferma, te trae achaques, dolores, cosas que tú no estabas esperando”.
“Pero, sí, puedo decirlo así, el espacio más seguro es mi cuerpo porque es en el lugar en que puedo ser experto de mí mismo. Es en el lugar donde puedo contrarrestar, de alguna manera, esos achaques, esos males, you know? Es desde donde puedo conservar el poder de la imaginación, el poder de poder visionar, intensionar un mundo diferente para nosotros.”
“¿Después de todos estos años y de todo lo que hemos pasado cómo es que continuamos aquí creando proyectos que aboguen por la liberación, y no solo la personal, si no la liberación colectiva?”, es una pregunta retórica que deja en el ambiente de la entrevista algo más que una experiencia personal, deja la sabiduría de quién ha tenido que edificar cada milímetro del artista que es ahora.
“Disfruto propiciar que en algún espacio de mi mente exista una realidad paralela que me sana, que me salva, donde veo a la gente negra, donde veo a las mujeres, a las personas con capacidades diferentes siendo felices, siendo personas, siendo potencialmente mágicos, porque eso es lo que somos al final”.
“Pienso que eso es algo que también es inherente a la negritud”, deja aún más para reflexionar, “en la forma de crear una liberación colectiva para nosotros es porque sentimos que hasta el día de hoy estamos subyugados por leyes, por criterios, por miradas, por diferentes razones que realmente nos hacen sentir la deshumanización que todavía quieren perpetuar”.
E insiste en que somos mágicos y en que estamos bendecidos. Y siento que no hay manera de rebatirle esa verdad.
“Sé que hay muchos activistas negros y afrodescendientes que estamos, aunque en diferentes latitudes del mundo y no nos conozcamos, con el mismo propósito, liberarnos para tener una vida digna, una vida distinta, una vida donde nuestra piel no sea la sospecha, una vida donde nuestra piel no sea el arma que catapulte nuestra existencia”.
“Ahora hay mucha gente hablando de abolicionismo, mucha gente en el mundo. Para mí ese es un concepto que empezó con todo el proceso de la esclavitud. Desde que todas esas gentes decidían irse y armar sus quilombos y armar sus palenques, salirse del yugo del amo, correr por el monte sin que les importaran los perros. Esos ya eran actos abolicionistas.”
“Por suerte, hemos podido educarnos, compartir herramientas, y alzarnos contra la deshumanización que pretender seguir imponiendo hasta el día de hoy. Al final lo que tienen es miedo porque saben que el mundo entero está sostenido sobre los cuerpos de las personas negras, las personas indígenas, de las mujeres, de las personas LGTBI, de las personas con capacidades diferentes. Así que es importante reconocer también el poder que tenemos”.
Odaymar Cuesta, un aliado
“Soy del tipo de persona transmasculina que la disforia no me permite olvidar de dónde vengo. Al contrario, siento euforia al saber mis orígenes, al saber de dónde vengo, al saber de todo lo que se pasa y de todo lo que sé y Odaymar Cuesta es una persona que está aquí, you know? luchando por la liberación, no de las personas transmasculinas, estoy luchando por la liberación de las personas negras, que pone al centro a las mujeres negras porque fui una de ellas y sé lo que se pasa”.
“Tengo mi mamá, tengo mi hermana, tengo mi familia, tengo mis compañeras y yo sé todo lo que se pasa, así que definitivamente soy un aliado. Ojalá ellas también me consideren como un aliado y sientan que conmigo no tienen que tener ese miedo que se siente ante la masculinidad”.
“Ojalá y espero que cuando estemos compartiendo o creando proyectos o visionando un mundo mejor, sientan también esa parte en mí de mujer, esa parte en mí femenina, esa parte en mí sensible, esa parte que entiende la lucha de lo que se está hablando porque estuve ahí” y cuando te hablan así mirándote a los ojos y lo sellan con “ni una mastectomía, ni una testosterona me va a hacer a mí olvidar de dónde yo vengo”, no te queda más opción que confiar.
Cuba, el dolor infinito
“Cuba me duele en una manera en que no importa los años que esté fuera, no importa los años que haya emigrado. Siempre que escucho un testimonio, que escucho a mi familia misma, cuando hablo con mi mamá, me cuenta todo lo que está pasando, me duele, me duele porque siento que es un país que está sumido en una situación que parece interminable, en una situación que parece infinita”, y analiza al pueblo cubano en la distancia que da la migración.
“Siento que Cuba no merece tanto abuso, tanta negligencia, tanta despreocupación”.
“Me tuve que ir por todo lo que pasa en Cuba. Y me duele en cada momento que siento que no hablo mi idioma, que no estoy en mi comunidad, que no vivo en mi ecosistema”.
Y habla de otros países. Termina comparándolos con Cuba.
“Por ejemplo en Colombia hay una situación muy fuerte con las personas negras y al mismo tiempo hay muchas personas negras arraigadas a su territorio, hay muchas personas negras que tienen tierra, que tienen su territorio. Y entonces ves que muchas personas negras en Cuba no cuentan con absolutamente nada, no hay esa conciencia, no tenemos ese sentido de pertenencia, you know? Es como si fuéramos extranjeros en nuestra propia tierra, sobre todo por la forma en que nos tratan”.
Y compartimos el dolor de ver cómo la dictadura nos pone de rehenes entre su politiquería y la enseñanza racista que ha dado durante más de 60 años al pueblo.
“Esa dictadura blanca, hegemónica, heteropatriarcal, ignorante, sigue cogiendo fuerza y sigue alimentándose de toda la miseria del pueblo cubano y específicamente de la gente negra. Y al mismo tiempo tengo mucha crítica que hacerle a parte de la disidencia cubana. Los que de alguna manera están más visibles, que mucha gente son blancas, mucha gente son hombres porque en su agenda política, suponiendo que en 5, 3, 2 años se caiga la dictadura, no nos va a ir bien tampoco a las personas negras porque en su agenda ellos no tienen nada para nosotros, en su agenda no tienen nada para las mujeres. No tienen nada para las personas LGTBI, ni las personas con capacidades diferentes, ni para los ancianos”, y siente como muchos otros, incluyéndome, que sería un traspaso de poderes.
“Pero al mismo tiempo mando mis respetos y mi amor a todos los activistas negros y afrodescendientes dentro y fuera de Cuba que están poniendo el cuerpo. Siento muchos sentimientos encontrados. Siento mucho orgullo y al mismo tiempo siento mucho dolor, siento pena, siento la ansiedad de cuándo será distinto, you know? Es intenso, fuerte, y muchas veces solo nosotros lo entendemos. Solo nosotros, las personas cubanas, las personas negras, lo entendemos.”
María Matienzo
La Habana (1979). Escritora. Realiza la columna de opinión «Mujeres de Alas», en la Revista Alas Tensas. Ha colaborado como periodista en medios y revistas como Cubaliteraria, Havana Times, Diario de Cuba, El Tiempo en Colombia, Hypermedia Magazine, Programa Cuba y Connectas. Sus reportajes han sido publicados en una compilación de ediciones Samarcanda, España, bajo el título Apocalipsis La Habana (americans are coming). En el 2020 publicó la novela Elizabeth aún juega a las muñecas (Editorial Hurón Azul) y el libro Orquesta Hermanos Castro: la escuelita, sobre la historia musical olvidada (Unos & Otros Ediciones ). Fue reconocida por la Fundación Internacional para las Mujeres en los Medios (IWMF) como Women Journo Heroes. Sus reportes sobre la vida cotidiana de las cubanas y los cubanos se pueden encontrar en el diario CubanetNews.
Responder